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CAPÍTULO 3 EL PAGO DE UNA NOCHE

Abrí los ojos pasmada, inmóvil ante aquella palabra tan grotesca.

Él se regocijó ante mi reacción y sonrió anchamente.

—¿No tienes algo que decir?

Su aliento me acarició la cara, se relamió los labios, al tiempo que acortaba el espacio y me besaba con fuerza, con avidez su lengua se abrió paso a la mía.

Me turbé, no supe cómo reaccionar ante ello, un extraño calor me embargó, era una sensación que había olvidado desde hace mucho y para mi fuerte estupor, cedí ante la imponencia de aquel desconocido que devoraba mi boca, con hambre hábil, sabía a alcohol y olía a perdición, un poco de vainilla y madera que me hicieron apretar las piernas, había algo dulce en su aroma que hacía marearme aún más.

            Cerré los ojos y llevé mis manos hasta su pecho ya desnudo, atraída como una posesa por su embriagante aroma. Dejó mis labios con un gruñido y viajó hasta mi cuello, mordiéndome, bajó sus manos hasta las solapas de mi vestido y lo subió casi de un tirón hasta mi cintura, la cabeza me daba vueltas, cuando escuché una risa sofocada.

Se había separado de mí para observarme.

—Interpretas muy bien tu papel —ahuecó una de sus manos en los pliegues de mis bragas, di un pequeño respingo, mi respiración era difícil de controlar —, ¿braguitas de algodón?

Sin que le contestara, tiró de la tela y las rompió, apenas y pude sorprenderme, cuando hundió sus dedos en mí haciéndome desvariar.

Eché la cabeza hacia atrás y me arqué.

—Me pone mucho que te ofrezcas... pero puede ser mejor.

Me tomó por las caderas y me giró, apenas comprendiendo lo que sucedía, me ajustó inclinándome, con una mano empujó mi espalda para hundir mi pecho sobre el colchón y estar sobre mis rodillas.

Oh, dios mío, era demasiado estúpido dejar que un desconocido me tocara, pero, tampoco quería detenerlo...

Entonces, sentí su palma estrecharse con fuerza en mi trasero.

—¡Ay! —chillé enderezándome, pero él fue más rápido y me mantuvo en la misma posición.

—Quédate quieta —ordenó.

Presionó mi nalga derecha y de nuevo me golpeó, esta vez con menos fuerza, pero, aun así, dolió.

—Du... duele —chillé contra el sofá.

—Sch —apretó con ambas manos mis nalgas y esta vez palmeó ambas.

Ahora, debía admitir que... que sentía un tirón en mi bajo vientre, apretó mi trasero de nuevo, estirando y sopesando, deslizó su pulgar por mis pliegues y me percaté de lo húmeda que estaba.

—Estas empapada —gruñó.

Arriba y abajo, espació mis jugos para lubricar todo mi sexo, jadee sobre el sofá, intentando callarme, pero era casi imposible. Sus toques eran delirantes.

Está mal, está muy mal, pero no puedo pararlo.

Sentí su vello sobre mi entrada, sus labios me rosaron apenas y no pude evitar dar un respingo, buscó a tientas mis manos que aferraban con fuerza el sillón, me tomó por las muñecas y tiró de ellas hacia él, inmovilizándome por completo y arqueándome más.

—Oh —gemí.

Sentí su lengua caliente en mi entrada y después subió hasta mi...

—N... no —proteste débil, removiéndome.

—Cállate, te gustará —lengüetazo —, se una buena zorra.

¿Una zorra?

Tiró más de mis muñecas, y hundió su lengua en mis pliegues, m****a, m****a, m****a.

Algo comenzó a expandirse en mi vientre.

Soltó de súbito mis manos, se separó, escuché el zipper de su pantalón y como lo tiraba al suelo.

—Te sugiero que te agarres fuerte.

Se hundió en mí de un tirón, solté un grito, su embiste me recorrió un poco, me aferré del brazo del sofá.

Soltó un gruñido bajo, aferró sus manos en mis caderas y de nuevo me penetró, dolía, m****a, dolía bastante, pero no dije nada, mordí el sofá, sus embistes dejaron de doler para abrirse paso poco a poco al placer.

Coló una de sus manos hasta mi clítoris y comenzó a estimularlo, apretándolo con sus dedos, trazando movimientos circulares, no pude evitar mis jadeos y gemidos, intentaba retorcerme, pero la posición me lo impedía.

Se detuvo abrupto, sentí una mordida en mi nalga y respingué. Se separó de mí, dejándome así, sofocada, jadeante, mojada y deseosa de más.

Bajó del sofá, para luego, erguirme de un tirón contra el respaldo del sofá y contemplarlo. Alto, muy alto, salvaje, dominante, este hombre estaba muy bien dotado, de su pecho escurría un poco de sudor, no podía saber si lo encontraba atractivo del todo, pero su cuerpo simplemente provocaba sucumbir ante los deseos.

Se agachó un poco y tiró de mi vestido hasta quitarlo, dejándome por completo desnuda, intenté, por reflejo, cubrirme un poco, me mordí el labio, mirándolo tan imponente, tan solemne, había un aura rojiza y oscura, pero de alguna manera, no me daba miedo y tampoco pude evitar excitarme por la mirada tan penetrante que me dirigía, mientras inspeccionaba mi cuerpo.

—Hazme una mamada —ordenó, acercándose a mí aun de pie.

—¿Qué? —escupí como si hubiese escuchado un chiste.  

—¡Que me la chupes, ya!

Oh, Holly, ¿en qué diablos te metiste?

No debería estar ahora aquí, no debería haber dejado que me hiciera todas las cosas de hace solo unos segundos, pero... Pero esa mirada tan atrayente, esta extraña necesidad de mi cuerpo caliente por querer más, hicieron que enfocara mis ojos en aquel racimo tremendamente dotado.

Eso no iría en mi boca si...

—Pierdes el tiempo —gruño, algo molesto.

Se apresuró a tomar mi cabello entre su puño y acercó mi cabeza hacia sus caderas, el escozor de cuero cabelludo tomado por sus fuertes dedos, me hicieron soltar varios jadeos, lo miré y después a su pene a escasos centímetros de mí, palpitante.

Con dedos temblorosos lo tomé, soltó un ligero suspiro y abrió un poco los labios.

Tuve que concentrarme, y recordar el cómo se hacía, acerqué los labios, soltó un poco su agarré de mi cabello, deshaciendo el moño que me había hecho, sentí como mi cabello caía por mi espalda, le eché una hojeada, su rostro estaba al borde de la desesperación.

Holly no seas cobarde, esta es una oportunidad de tener sexo después de mucho tiempo, puede que jamás se vuelva a repetir.

Tragué en seco.

Le di un pequeño beso en la punta palpitante de su glande que brillaba con el líquido pre seminal aperlado, saqué mi lengua y comencé mi tarea, lento, cerré los ojos, moví mis manos para ayudarme, subí y bajé.

Aferró a hora más fuerte su agarre de mi cabello y guio mis movimientos, apresurándome más, hundiéndome más, tanto que comencé a asustarme, quería que lo metiera por completo...

Le aparté las caderas con mis manos, pero quizá eso hizo excitarlo más y empujó sus caderas, comenzando a atragantarme, me soltó arrojándome de nuevo al sillón.

Lagrimas surcaron mis ojos y la baba me escurría de la boca, que, intenté dar caladas de aire para recuperarme.

Se echó enseguida a mi lado del sofá, tiró de mi brazo para posarme con bruscos movimientos sobre su regazo, embrocándome sobre él a horcajadas.

Me tomó por las caderas y me encajó sobre su pene, tomó mis brazos por detrás de mi espalda haciendo que expusiera mis pechos hacia él, me guio dejándome caer con fuerza sobre él y yo sentía la necesidad de hundirme más.

Acercó su boca hasta mis pechos y atrapó uno de mis pezones entre sus dientes, tironeó, jugó, chupó mis pechos, se embriagaba de ellos mientras yo me embriagaba con el placer que me daba. El calor de nuestros cuerpos hacía que su aroma incrementara, que mi sentido del olfato perdiera todos los estribos y estuviera tan conectado a mi deseo que, sin descaro, grite como una loca.

Con su mano libre acarició mi cuello, subió de mi pechó con besos hasta mi mandíbula, dándole lengüetazos en círculos y mordisqueándome.

Sus envites se apresuraron, sentía que estamos por culminar, cubrió mis labios en un morboso beso, apretó su mano alrededor de mi cuello y con la otra mano, aun aferrando mi agarre de mis brazos.

Quería chillar, quería gritar, pero su boca me lo impedía, le mordí el labio sin querer cuando el clímax me abrazó, el airé me faltaba y su agarre de mi cuello hizo un poco más de presión, por unos segundos el aliento se me cortó y me soltó cuando me arrojó a un lado sin delicadeza.

Vi, como su pene se cubría con su semen y echaba la cabeza hacia atrás.

Me recosté lentamente sobre el sofá, intentando recuperar el aliento por aquel fuerte orgasmo que había recibido, aferrándome aun por los últimos espasmos, aturdida, mareada, embriagada.

Poco a poco, sentí que mis ojos pensaban y se cerraban.

—Oh, no —soltó él, tomándome por las piernas y separándolas con fuerza —, esto no ha terminado.

Mi cuerpo actuó por sí solo, cedí ante las fuertes caricias, ante las mordidas de sus dientes sobre mi piel.

Desvaríe, una y otra vez, grité, chillé como una loca, me desconocí, llegué al clímax de nuevo, sentía que mi cuerpo explotaría, me derretí en sus brazos, mientras arañaba, chupaba aun mis pechos cuando me quedé con poco aliento.

Dormir en su cama, entre deliciosas sabanas y muy cerca de su cuerpo, quien no estaba satisfecho con esa ración tan fuerte de placer.

Y durante toda la noche, no pude dormir por mucho tiempo.

.

.

.

La espalda me dolía, estirar los brazos bajo la almohada me dolía, ¿por qué?

Incluso abrir los ojos me dolía, tan pesada, me deslicé hasta quedarme sentada y contemplar el suelo. Dios, no había tenido una resaca tan horrible desde que iba a la universidad.

Me bajé de la cama y antes de dar un paso, las piernas me fallaron, flanqueé y caí al suelo de rodillas, ¿Qué rayos?

Temblorosa me contemplé, para ver si no había sufrido daños por mi imprudencia con el alcohol, pero, me encontré completamente desnuda.

Asustada observé a mi alrededor.

¡Ay m****a!

Esta no era mi habitación.

¿Qué hice, carajo? ¿Qué hice?

Con esfuerzo me levanté, tambaleante, me paralicé cuando vi, el cuerpo de un hombre dormido, comencé a temblar, ¿Qué m****a acabo de hacer?

Busqué a mi alrededor, algún atisbo de mi ropa, mis zapatillas estaban en el suelo de lado de aquel hombre dormido. Me acerqué de puntillas y los tomé.

Frustrada busqué mi ropa, tenía ganas de llorar, no podía recordar muy bien lo que había sucedido.

La imagen de ese hombre abriéndome la puerta me llegó de pronto.

Preocupada me deslicé fuera de la habitación, mirando a hurtadillas fuera de esta, la sala estaba vacía, localicé en el sofá mi vestido, sin titubear me lancé hacia este y me lo coloqué como pude, mi bolso también estaba casi hundido en el sillón, al tomarlo, otra imagen me llegó y lo solté enseguida, llevándome una mano a la boca para omitir mi chillido.

¡No!

Cerré los ojos con fuerza, esto no puede estar pasando.

Tomé el bolso, corrí hacia la puerta para salir de aquí, con la imagen de aquel hombre y yo desnudos en aquel sillón persiguiéndome.

Presioné varias veces la llamada del ascensor antes de que algo sucediera, los nervios me atacaron. Entré rápidamente cuando las puertas del ascensor se abrieron, presioné el piso 8.

Dejé caer un poco de lágrimas recargada en las paredes doradas de aquel ascensor.

¿Cómo puede ser tan estúpida? ¿Cómo pude dejarme llevar tan fácilmente?

Sorbí un poco la nariz, no aprendía, después de casi cinco años no aprendía lo peligroso que era el alcohol para mí.

Me abracé con fuerza, intentando controlar mi respiración. Las puertas se abrieron en mi piso, leí con detenimiento el número de mi puerta, saqué mi móvil y busqué el código, asedió y la puerta se abrió.

Esta vez no hubo hombre que me recibiera, la habitación aún estaba sola, cerré la puerta y vi el registro de mi móvil, solo un par de llamadas de Dakota y algunas notificaciones de I*******m.

Sin esperar más tiempo, busqué la farmacia más cercana con entrega a domicilio. Solicité un par de sueros y una Post Day, hice la transferencia, en veinte minutos mi pedido me esperaría abajo.

Arrojé mis cosas y me metí a la ducha, me saqué el vestido, lo metí en una bolsa y lo arrojé lejos de mí. La imagen de mi cuerpo desnudo me hizo un nudo en la garganta.

Sabía que mi piel era delicada, pero no a tal punto.

Pequeñas marcas rojas y verdosas alrededor de mis pechos, las marcas de una mordida en mi hombro, contemplé todo mi cuerpo y al girarme, vi las marcas en mis nalgas.

Cerré los ojos con fuerza.

Eso no fue sexo casual, eso fue algo... algo brusco, algo grotesco.

Me metí bajo la ducha caliente, dejando que el agua hirviendo me cayera sobre el cuerpo, debía quitar las marcas más visibles cuanto antes.

Me sequé rápidamente, me embroqué un jeans y un suéter rosa, bajé aun con el cabello húmedo cuando la notificación de mi pedido llegó, atravesé el lobby como un bólido.

El repartidor estaba frente a la entrada, en su motocicleta y con el paquete ya preparado.

—Buen día, señorita, le entregó su paquete.

Lo tomé apresurada y le di un dólar.

—Gra... gracias —solté y regresé al lobby.

Apreté la bolsa y miré al recepcionista más cercano, que, también me observaba con un poco de contrariedad.

Me debatí entre pedirle o no algunas cosas, pero debía quitar estas marcas cuanto antes.

—¿Puedo ayudarla en algo, señorita? —preguntó amablemente.

Al final me acerqué, hablándole un poco bajo.

—Di... —suspiré —, disculpé —me mordí el labio —, ¿podría conseguirme un poco de hielo?

Sonrió amablemente.

—Claro que sí, señorita, ¿algo más?

—Hum... ¿un poco de aloe?

—Aloe —repitió para si —, creo que puedo preguntar si hay un poco en la cocina.

—Muchas gracias, solo quiero un poco... eh, a la habitación 44, por favor.

—No hay problema, si necesita algo más, solo llame a recepción.

Aquel amable hombre me dejo ir con el botones hasta mi habitación, quizá había algo en mi rostro que le había preocupado.

En cuanto llegué a mi habitación abrí la pastilla y una botella de suero, los tomé juntos, me acabé la botella de suero y me recosté en mi cama haciéndome un ovillo, abracé una de las grandes almohadas.

Me sentía mal, mi cuerpo estaba un poco débil, pesaba y la cabeza me daba un poco vueltas. Cerré los ojos por un par de segundos, pero la imagen de aquel hombre se proyectó en mi mente, ahora los recuerdos se abrieron paso como una lombriz escurridiza... sé una buena zorra había dicho.

¿Zorra?

Llegas tarde, no te pagaré ese tiempo - Solo trasferencia -  Pedí una secretaria descarada

Hay m****a, me confundió con una zorra.

Me eché la almohada encima y rodeé por la cama frustrada. Dejé que me cogiera un tipo que esperaba a una zorra... a una prostituta.

Dios mío Holly ¿Qué tan desesperada estás para no haber dicho nada?

Lloré de frustración, necesito ayuda...

Unos toquecitos en mi puerta me irguieron enseguida y corrí hacia la puerta.

—¿Sí?

—Señorita, traigo las cosas que solicitó —eché un vistazo por la mirilla, ahí estaba el botones que me había acompañado.

Abrí la puerta y me llevé una sorpresa. Venía con una bandeja y un contundente desayuno.

Me quedé tras la puerta.

—Yo no pedí eso...

—Oh —el chico se llevó una mano a la nuca —es cortesía de la casa.

—¿Enserio?

Sonrió paciente, le abrí la puerta para que pasara, me tendió el hielo y un cuenco con el aloe ya sin la piel. Dejó la comida sobre la mesilla y se fue.

Le eché un vistazo, un par de croissant réyenos de mermelada, un pequeño plato con rollitos de jamón y cubitos de queso blanco, un capuchino con forma de hoja, zumo de naranja, un cuenco con fruta, un pequeño vasito con crema batida que olía delicioso.

Tragué en seco, tenía un poco de hambre, pero también sentía el estómago revuelto.  Tomé el hielo y el aloe y comencé mi arduo trabajo para quitar las marcas de mi hombro y mis pechos, los dejé reposar un momento.

Comí los croissants y bebí el capuchino caliente.

A las doce de la tarde, Dakota llegó al fin, con el cabello húmedo y la ropa de la noche anterior, me encontró en el baño haciendo mis curaciones.

Escuché como dejó caer su bolso de mano y las zapatillas.

—¿Quién m****a te hizo eso? —bramó abalanzándose sobre mí.

Me encogí cuando la tuve cerca, me tomó por los hombros haciendo que se cayeran un poco de aloe.

—Ya no es mucho.

—¿Holly quién te hizo eso? —sus cejas casi se unían por el ceño fruncido

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