38. Silencio y adrenalina

La arena en sus pies es reemplazada por el frío del suelo y tan rápido como la mente procesa cada información en un tiempo determinado Julieta grita:

—¡Papá!

Recorre con desesperación parte de los cuartos de ésta pequeña casa de un sólo piso. No sabe cuánto tiempo le queda y qué tanto durará sin encontrarse con alguien y Julieta ya no siente paz; todo su cuerpo busca con desasosiego a su padre, y al final del pasillo sin parar de llamarlo se mueve rápido hasta doblar a la derecha.

La iluminación de la cocina es poca pero es recompensada por la luz marítima del sol entrando por la ventana y que la guían a ver al instante a Marcus, observando por la ventana.

Marcus hace una señal de silencio y el eco del sonido del transporte estremece aquel sentido que no está ni un momento en paz. Tiene que ponerse a su lado en puntillas porque incluso cree que podrán oír sus pasos. Cualquier posibilidad que ahora el cuerpo detecta como peligro envía una corriente de adrenalina, y cuando toma el bra
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