Abro los ojos pesadamente, me siento aturdida, veo una imagen borrosa frente a mí y oigo una voz a lo lejos.
—Despierta Ofelia, joder. — dice con preocupación mientras da palmadas en mi rostro.— Despierta. —Pao —susurro. Puedo reconocer por su voz que es mi amiga Paola. —Sí tía. Joder soy yo. Vamos despierta. —Me insiste, mientras golpea suavemente pero con firmeza, mis mejillas. Paola coloca sus brazos debajo de mis axilas, une sus manos en mi abdomen y me arrastra hacia la tina. Aunque intento recordar lo que ha pasado, mi cabeza está embotada, no logró pensar con claridad. Apenas algunas imágenes y sensaciones difusas reaparecen en mi mente. La veo meterse dentro de la tina, se apoya en el borde de la bañera del lado de la pared; vuelve a sostenerme con fuerza enlazando sus manos en mis brazos y haciendo un gran esfuerzo por levantarme. Me siento pesada y desorientada; como puedo, consigo apoyar mis manos en el borde de la bañera para impulsarme un poco, aunque no estoy segura de si realmente soy útil en este momento. Finalmente, con un último esfuerzo, Paola consigue meterme dentro de la tina. Abre la regadera y puedo sentir el líquido helado cayendo sobre mi cabeza, despertando mis sentidos adormecidos de manera abrupta. —Respira, Ofelia, respira —me dice con voz firme. Con cada gota que cae en mi rostro y mi cuerpo, comienzo a tener mayor claridad sobre los acontecimientos previos antes de que perdiera el conocimiento. Me aferro al borde de la bañera, tratando de estabilizarme emocionalmente. Paola me mira compasiva, sigue a mi lado, sin moverse. Siento inmensas ganas de llorar en ese instante, pero no quiero añadirle más drama a lo que está ocurriendo. Puedo ver la preocupación en su rostro y no es justo que la haga pasar por todo esto. —¿Te sientes mejor? —Me pregunta. —No… no lo sé —logro murmurar, mientras mis lágrimas corren por mis mejillas como un chorro de agua que sale al mover la llave de un grifo. Lágrimas que se mezclan, se diluyen y desaparecen con el agua. —¡Joder tía! ¿Por qué lo hiciste? —Me recrimina, mas luego guarda silencio, sé que no desea hacerme sentir peor de lo que ya estoy. Coloca su mano con suavidad sobre mi hombro mientras me dice:— Estoy contigo ¿Vale?. No te dejaré sola. Levanto el rostro, acaricio su mano y asiento. Un profundo suspiro sale de mi boca, cierro los ojos y dejo que el agua limpie mi tristeza, mi frustración, mi dolor. Minutos más tarde, Paola me ayuda a salir de la tina. —Ten ponte esto —dice tomando mi bata de baño del perchero. La tomo y me coloco el albornoz; luego regreso a la habitación junto con ella. Me siento en la cama, Pao se sienta junto a mí, toma el cepillo y comienza a peinarme el cabello. —¿Qué hora es? —Le pregunto aún sintiendo el letargo en mi mente por las píldoras que consumí. —Pronto será mediodía —responde. Me sorprendo al pensar que estuve por más de cuatro horas inconsciente en el baño. —Lo siento —digo apenada. —No te preocupes. La próxima vez me avisas y vengo con la toalla y el jabón, preparada. —responde con sarcasmo.— Mira que me he bañado toda —sostiene la falda que chorrea agua del hermoso vestido tipo cóctel que lleva puesto. —Estás muy elegante —contesto con vergüenza. —¿Elegante? Se supone que quedamos en almorzar juntas. —¿Juntas? —pregunto en medio de mi confusión mental. —No me digas que lo has olvidado, tía. —asiento y ella se cruza de brazos.— Hoy es la reinauguración del restaurante donde trabaja Marcelo como administrador. Prometiste que me acompañarías. No vengas a decirme ahora que no irás. —Lo siento, Pao. Lo olvidé por completo. Esta mañana tuve una discusión con Felipe —chasqueo mis dientes y guardo silencio; prefiero no hablar de lo ocurrido. —Y por eso te tomaste esas píldoras, joder —confirma sus suposiciones.— Vamos a alístate, iremos al restaurante. —Paola se levanta de la cama y me toma del brazo. —No quiero ir a ningún lado, Pao. —replico; mas ella me ignora. Es imposible convencerla cuando algo se le mete en la cabeza. —¿Tienes algún vestido que puedas prestarme? No puedo ir así —Me pregunta. Aunque desearía ignorarla, como lo ha hecho segundos atrás conmigo, termino respondiendo: —Busca en el guardarropas y toma el que quieras. —Joder Ofelia, que vine a buscarte para que me acompañes. —Pero no me siento bien… —Me quejo. A pesar de que me rehúso, Paola termina insistiendo hasta convencerme de ir con ella al famoso restaurante. —No pienso permitir un no como respuesta. Ni mucho menos que te quedes aquí pensando en el imbécil de Felipe y tomando píldoras para dormir. —Está bien, iré contigo. —¿Sabes qué? Mejor iremos a mi apartamento y allí nos arreglamos. ¿Te parece? —Sí, es mejor. No sé a que hora él regrese, tampoco deseo seguir discutiendo con él. Me siento exhausta emocionalmente con esto. Tomo mi maleta pequeña, Paola elige un par de vestidos para ella, yo empaco el que ya había escogido para esa ocasión. Bajamos hasta la cocina, allí le informo a la empleada de servicio que iré donde mi amiga y que no almorzaré en casa. Conociéndola perfectamente, sé que Felipe no tardará en saberlo. Subo al coche de mi amiga. Paola conduce hasta su piso. Media hora después ya estamos listas para asistir a la reinauguración del restaurante. Al llegar al lujoso lugar, nos recibe uno de los anfitriones, trajeado elegantemente con su mandil de gala negro. —Bienvenidas, por acá por favor. —dice y nos conduce hasta la mesa reservada en el área VIP del restaurante. —Es un lugar increíble —digo mientras paseo con mi mirada por el salón divido en tres áreas: VIP, Pro y Primium. —Es el mejor de la ciudad. Tengo entendido que le pertenece a un multimillonario de origen portugués apellidado Santos quien hace un par de meses está muy enfermo. Por lo que ahora, uno de sus nietos decidió tomar las riendas del lugar y reinaugurarlo —expone ella. No le presto mucha atención a su historia, no quiero escuchar hablar de tragedias, con la mía me es suficiente. Pronto el lugar comienza a llenarse con invitados, paparazzi y fotógrafos. Aquella imagen me trae recuerdos de cuando conocí a Felipe; al inicio de nuestra relación, yo era constantemente asediada por los reporteros, todos deseaban conocer a la nueva conquista del famoso empresario. Por suerte, la fiebre les duró poco y pronto dejé de ser una personaje de interés público para ellos. A veces me pregunto ¿Por qué me eligió a mí? Soy una chica sencilla, extranjera y sin dinero. Todo lo contrario a lo que su ex‐esposa Emilia Grifols es, una mujer elegante, hermosa y muy adinerada. Veo mi reloj con impaciencia y Paola advierte mi ansiedad. —Pronto va a comenzar, relájate y disfruta Ofelia. Tomo la copa de vino que recién colocó el camarero sobre la mesa. Bebo un trago grande de la bebida espumante; mas, nada consigue calmar mi ansiedad. Siento una presión en mi pecho, como si algo malo estuviese por ocurrir. Minutos después, el presentador inicia con su discurso pero al igual que a mi amiga, mi mente lo ignora. En tanto, Paola me susurra algo al oído, que no logró escuchar con exactitud; asiento en aprobación a no sé que, que me haya dicho. La veo levantarse de la silla y dirigirse hacia la parte trasera del elegante restaurante. Aquel acto de su parte, aumenta mi incomodidad, no me gusta estar sola; mi pierna izquierda se mueve de forma incesante. De pronto, veo un movimiento algo raro. Los paparazzi se dirigen por el salón de un lado a otro con rapidez. Se reúnen en la entrada principal del local. Imagino debe tratarse del nuevo dueño del restaurante. Volteo con curiosidad hacia la puerta principal, con la misma curiosidad que una vez mató al gato. Mi rostro se llena de aspaviento cuando él, mi flamante marido, entra del brazo de una joven, elegante y hermosa mujer. —¡Felipe! —murmuro. Uno de los reporteros se gira hacia donde estoy sentada con intención de fotografiarme. Con una habilidad insospechada consigo agacharme ocultando mi cabeza y mi rostro debajo del delicado mantel. Como puedo y aprovechando que los invitados se ponen de pie, en el momento en que el presentador anuncia a un tal Rodrigo Santos, logro escabullirme entre la multitud. Corro hacia la parte trasera del restaurante en busca de Paola. Necesito salir de aquel lugar antes de que Felipe me vea. No sé si la combinación de licor con el resto de los somníferos presentes en mi organismo, sumados a mi ansiedad se han mezclado por completo haciendo que empiece a sentirme aturdida de nuevo. Mis oídos zumban, mi corazón late con rapidez y comienzo a sudar. Avanzo hasta el final del pasillo, logro ver una puerta, la abro y entro abruptamente tropezando con un apuesto hombre quien me sostiene entre sus brazos. Las piernas me fallan y por segunda vez, pierdo el conocimiento…Abro los ojos y siento como sus labios se posan en los míos y su aliento roba mi aliento. Exasperada por la situación comienzo a lanzar manotazos exigiéndole que se aparte de mí. —¡Suélteme, suélteme! —Comienzo a gritar visiblemente alterada— ¿Qué se supone que hace imbécil? El hombre de uniforme negro me sostiene por las muñecas intentando contener mi ataque. —¿Qué le ocurre, joder? Sólo intento ayudarla. —contesta con severidad haciéndome reaccionar de inmediato. Me incorporo en el sofá de cuero negro, y él se aparta de mí, arregla el cuello de su uniforme de chef y pasa la mano por su cabello. En ese momento alguien toca a la puerta, él se dirige hacia la entrada de la oficina, mueve el picaporte destrabando el seguro interno. Abre ligeramente la puerta como evitando que alguien pueda verme. —En seguida voy Tomás. —dice y cierra la puerta. Coloca una mano en su cadera y con a otra acaricia su mentón con cierta suspicacia.— ¿Puede decirme que hacía en esta área? —¡Eso no
POV de Rodrigo Freno intempestivamente, al ver el reflejo de alguien atravesarse de forma inesperada frente a mi coche. El sonido de los neumáticos rechinando sobre el pavimento resuena en mis oídos. Por suerte, alcanzo a detener el auto y evitar a tiempo, un desastreBajo apresuradamente de mi coche. Los nervios se apoderan de mí con rapidez. En mi mente se debaten dos pensamientos: por un lado, he atropellado a alguien, y por el otro, la delicada situación de salud de mi abuelo. ¡Mi viejo se me está muriendo! Me dirijo hacia la parte delantera de mi coche. La incredulidad me invade al ver que es ella. Es la misma mujer que estuvo en mi oficina minutos atrás. Me apresuro a levantarla entre mis brazos, ella permanece inconsciente. Por lo poco que alcanzo a ver, no está sangrando. Aún así, me preocupa que pueda estar lastimada.Con dificultad logro abrir la puerta de mi coche, la siento en el puesto delantero, mientras verifico su pulso y la reviso. —¡Joder! —exclamo al ver que
—¡No mamá! Eso no puede ser. —Mi voz sale de mis labios como un leve susurro. Guiado por el remordimiento, dejo la planilla sobre una de las sillas y corro en dirección a las escaleras; a pesar de que ya no tenía sentido el darme prisa, quería sentirme exhausto, derrotado; hacer que aquel instante de dicha que acababa de sentir junto a Ofelia desapareciera de mi corazón y sólo la tristeza con su oscura sombra, me invadiera. ¿Alguna vez se han sentido culpables de ser feliz mientras, alguien a quien amas, sufre? Sí, justo así me sentía. La culpa comenzaba a consumirme como fuego voraz esparciéndose en mi interior y devorándome por dentro.Subo las largas escaleras con prisa, dando pasos agigantados como si cada segundo contara. Mis pies golpean los escalones con un ritmo frenético, saltando de dos en dos con una agilidad que contrasta con mi dolor. Mis manos se aferran a la barandilla impulsándome hacia adelante, como si estuviera tirando de mí mismo hacia el siguiente peldaño. La
POV Ofelia Sonrío levemente y le devuelvo el teléfono a la enfermera, no puedo ocultar mi desconcierto ante la respuesta de Rodrigo. —¿Terminó de llenar la planilla? —Asiento y le devuelvo el portapapeles y el bolígrafo, por suerte él había registrado su número telefónico.— ¿Logró comunicarse con su esposo? —Me pregunta mostrando su interés. —Sí —contesto parcamente— Gracias. —Estaré en el área externa, cualquier cosa que necesite sólo presione el botón. —Señala el dispositivo y se retira, mientras yo me sumerjo en mis dudas. ¿Por qué me trató tan distante, tan diferente? Pienso en ello por algunos segundos y termino aún más decepcionada con la respuesta. Creo que me hice falsas expectativas demasiado rápido considerando que es sólo un desconocido, suspiro con pesar. ¡Vaya que no aprendo!¿Cómo podía pensar que le importaba sólo por un par de eventos aleatorios donde se convirtió en mi héroe y mi salvador? Intento levantarme de la cama, pero mi pie sigue doliendo un
—¡Ofelia!Reconozco aquella voz y volteo a verlo. —Aguarde, por favor. —Le pido a la enfermera. Marcelo se aproxima a la entrada. —¿A dónde vas? —¿Dónde está Pao? —pregunto al ver que no lo acompaña. —Está en la administración aguardando para pagar, pero te hemos estado llamando y tu móvil suena apagado. —Sí, lo perdí. —El desánimo en mi voz podía notarse a leguas, quería, anhelaba tanto que fuese él. —¿Pero como es que estás de salida, Pao me explicó que…? —Ve y dile que ya la cuenta fue cancelada por favor. —Lo interrumpo. Él asiente y la enfermera dirige su mirada hacia mí.— No necesitaré el servicio de ambulancia. —El pago no será devuelto, señora. Es un servicio especial. —No se preocupe, quédese con el dinero. —respondo con tedio.— ¿Podrá esperar a que mi amiga venga por mí? —Sí, señora. —Gracias. Minutos después, veo al final del pasillo a Paola junto con Marcelo. Me abraza como si llevara una década sin verme. Sí, así es ella, intempestiva y rebelde p
—¿Qué dices? —interroga con asombro:— ¿Dices que fue Rodrigo quién por poco te atropella? —Sí… él. —respondo en tono firme. Paola quien se había adelantado para abrir la puerta del apartamento, regresa con cierta suspicacia hacia donde nos encontramos conversando. —¿Ocurre algo? —cuestiona. —Vamos al apartamento y te explico, Pao. —Me adelanto a hablar y aclarar su duda, no quiero generar otro inconveniente entre ellos. Marcelo nos acompaña hasta el apartamento, yo tomo asiento en el sofá, mientras Paola y él conversan o discuten en voz baja. Desde la puerta, él se despide de mí, volteo a verlo. —Nos vemos en un rato. Vengo por ustedes en treinta minutos. Asiento con una sonrisa amable, aunque por dentro mi corazón se siente motivado y ansioso de poder ver a Rodrigo. —Siéntate Pao. —Le pido y ella, se acomoda a un lado del sofá. Comienzo a explicarle lo ocurrido esa tarde, ella escucha atenta y en silencio. —Eso que me has contado parece de novela de TV, que él te ha
El cuento de nunca acabar POV de Ofelia Despierto y veo a Felipe a mi lado, él está de espaldas a mí. Extiendo mi brazo para tomar el teléfono que reposa sobre la mesa de noche. Verifico la fecha, mi temperatura y la hora. Son las 7:00 de la mañana. Es el momento perfecto para seducirlo y tener sexo. Sí, eso dije. ¡Tener sexo! De un tiempo para acá, sólo tenemos sexo, sólo eso. Sé que para muchos suena un tanto bizarro decirlo de esa manera, sobre todo cuando apenas llevamos un par de años casados y como diría mi amiga Paola, “son los mejores años para disfrutar del matrimonio”. Quisiera por primera vez estar de acuerdo con ella, pero no puedo hacerlo. No han sido para mí, los dos mejores años, casi podría decir que mi felicidad junto a él, duró algunos meses. Pero de eso hablaré más adelante. Me incorporo cuidadosamente para no despertarlo. Me quito la bata de encajes quedando totalmente desnuda, me acuesto nuevamente y me escabullo entre las sábanas. Lo rodeó con mi braz