Perversamente bella

Sus ojos claros, color ámbar me miran fijamente, mientras la ayudo a incorporarse con suavidad. Ella se sostiene de mis hombros hasta que su cuerpo se empareja con el mío. Una especie de campo magnético nos rodea, como si quisiéramos quedarnos así el resto del tiempo, de nuestras vidas.

Repentinamente, ella aparta mis manos de su cintura con repulsión y su mirada cambia, de cálida a fría.

—¡Suéltame! —Me ordena y puedo sentir en el tono de su voz una abrumadora firmeza.

—Sólo quería ayudarte a levantarte. —argumento.

—Llevas varias horas, desde que nos conocimos, siendo un accidente en mi vida. Por tu culpa, tengo mi pie lastimado y ahora me lanzas al piso sólo porque se te antojó entrar al baño de damas. —increpa.

Escuchar aquellas palabras saliendo de sus labios, me hacen enojar. Si algo no soporto son las injusticias, y ella lo estaba siendo en ese momento.

—No pienso permitir que me hables de ese modo —digo apartándome de forma abrupta, ella me observa con sus grandes
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