Sus ojos claros, color ámbar me miran fijamente, mientras la ayudo a incorporarse con suavidad. Ella se sostiene de mis hombros hasta que su cuerpo se empareja con el mĂo. Una especie de campo magnĂ©tico nos rodea, como si quisiĂ©ramos quedarnos asĂ el resto del tiempo, de nuestras vidas. Repentinamente, ella aparta mis manos de su cintura con repulsiĂłn y su mirada cambia, de cálida a frĂa. —¡SuĂ©ltame! —Me ordena y puedo sentir en el tono de su voz una abrumadora firmeza. —SĂłlo querĂa ayudarte a levantarte. —argumento. —Llevas varias horas, desde que nos conocimos, siendo un accidente en mi vida. Por tu culpa, tengo mi pie lastimado y ahora me lanzas al piso sĂłlo porque se te antojĂł entrar al baño de damas. —increpa. Escuchar aquellas palabras saliendo de sus labios, me hacen enojar. Si algo no soporto son las injusticias, y ella lo estaba siendo en ese momento. —No pienso permitir que me hables de ese modo —digo apartándome de forma abrupta, ella me observa con sus grandes
POV OfeliaNo puede ser cierto lo que estoy viendo. ¡Se está besando con otra mujer acabando de hacerlo conmigo! No sĂ© que me enoja más, si el hecho de que estĂ© con otra o que me haya dejado con las ganas.¡Es un vil traidor, y yo con mis bragas hĂşmedas!El rostro de Paola de asombro y su mirada compasiva al ver mi desconcierto, me llevan a ver la realidad en la que estoy. En ese momento, Ă©l ingresa con la pelirrubia al salĂłn principal mientras, yo me recuesto ligeramente de la pared. —¿Estás bien? —Me pregunta. —Me duele un poco el pie. —Me excuso.— ÂżPodrĂas pedirme un uber? —¿Te irás? —cuestiona. —SĂ, debo descansar. —Vale, ya te pido un taxi. —dice, hurgando dentro de su cartera, saca el mĂłvil y continĂşa revisando en su interior. —¿QuĂ© buscas? —Le pregunto. —Las llaves del apartamento. —contesta, sacando el manojo de llaves y sacudiĂ©ndolas — Las he encontrado. —No es necesario, Pao. —suspiro— Creo que es mejor que regrese a casa. —Pero no me habĂas dicho que
—SuĂ©ltame, Felipe. —grito adolorida por aquel segundo tirĂłn. Su mirada oscura provoca escalofrĂos en mi cuerpo.De forma violenta, me suelta del cabello, luego me sujeta del brazo obligándome a salir de la tina.—Sal de allĂ. —Me ordena.Obedezco más por verme obligada que por voluntad propia, mi cuerpo destila agua. Él me mira de forma extraña, como si buscase algo diferente en mĂ, luego sonrĂe de forma malĂ©vola.—Nadie más se interesarĂa en ti —esgrime.— Eres tan simple y aburrida que aĂşn no entiendo porque me casĂ© contigo.—Ya por favor, deja de herirme de esa manera —Le ruego con voz ahogada mientras, cubro mis pechos con mi antebrazo.—No me das Ăłrdenes, zorra. —Me sujeta por ambos brazos y me sacude con fuerza.— Puedo hacer contigo lo que me dĂ© la gana.Me saca a empujones del baño, llevándome de regreso hasta la habitaciĂłn. En un movimiento brusco me lanza sobre la cama, se arroja sobre mĂ y comienza a besarme a la fuerza. El olor a alcohol que expide y transpira, es nauseabund
POV Rodrigo Entramos al salĂłn principal. Amanda se acerca a mi madre, quien al verla se quiebra nuevamente. —Mandy viniste, hija —Mi madre intenta ponerse de pie para recibirla. —No tienes que levantarte Aline. —dice en tono afable colocando su mano en el hombro de mi madre. Luego toma asiento y la rodea con sus brazos.— Estoy aquĂ para apoyarte en lo que necesites —comenta y luego levanta el rostro mirándome como si esperase algĂşn gesto de aprobaciĂłn. Mi madre frota y cubre con sus manos la suya. Amanda y ella, siempre se la han llevado muy bien. Si hubiese seguido con mi sueño de casarme con Amanda, ambas estarĂan postuladas a un gran premio, y de seguro terminarĂan siendo las ganadoras de un record Guiness como nuera y suegra del año. Es por ello, que sĂ© que si me ausento por algunos minutos, mi madre estará encantada de disfrutar de su compañĂa. —Ya regreso madre, debo darle algunas instrucciones al administrador. —Hijo deberĂas quedarte con Mandy, serĂa descortĂ©s de
En el momento en que me dispongo a regresar al salĂłn principal y hablar con la amiga de Ofelia, veo a Amanda saliendo hasta el estacionamiento y dirigiĂ©ndose hacia mi coche. En un movimiento impulsivo dejo la cartera de Ofelia debajo del asiento.—Vine a buscarte, Aline desea verte —Se adelanta a decirme antes de que la interrogue sobre su asedio.—SĂ, ya iba de regreso —Le respondo y cierro la puerta trasera del vehĂculo.—¿Te sucede algo? —cuestiona— Te veo como ansioso desde que lleguĂ©.—Un poco preocupado, tengo que ocuparme de todas las cosas de mi abuelo. —contesto un tanto evasivo.—SĂ© que podrás hacerlo, Rodrigo —Se aproxima y me rodea con sus brazos por segunda vez. Con suavidad pero a la vez con firmeza retiro sus brazos de encima de mis hombros. Realmente me incomodaba su afán de demostrarme afecto.—Gracias Amanda. Pero no quisiera confusiones entre nosotros. —afirmo— Creo que todo quedĂł claro en nuestra Ăşltima conversaciĂłn.—Rodrigo sĂłlo estoy siendo comprensiva contigo.
POV Ofelia Abro los ojos, miro todo a mi alrededor, estoy sola en mi habitaciĂłn. DebĂ quedarme dormida luego de…Me incorporo lentamente en la cama, todo mi cuerpo duele, duele de tristeza, de indignaciĂłn, de vergĂĽenza. Veo hacia el reloj despertador, son poco más de las nueves. ÂżCuándo acabará este dĂa? Todo parece ralentizado, como si las cosas estuviesen ocurriendo en cámara lenta y el tiempo no transcurriese. Me pregunto a dĂłnde estará metido Felipe. Mas, mi pregunta no se debe a que realmente me importe que no estĂ© en casa, no. SĂłlo me preocupa pensar que puede entrar a la habitaciĂłn con intenciones de lastimarme nuevamente. Con lentitud y adolorida, me levanto de la cama, dejando todo hecho un desastre. Me dirijo al baño, necesito quitarme de encima sus besos lascivos, sus caricias soeces, sus fluidos. Entro a la bañera, enciendo el hidromasaje para relajar mis mĂşsculos mientras con la esponja limpio mi cuerpo como quien limpia a un animal herido; siento que mi piel que
Dicen que el perfil de un narcisista suele ser bastante evidente. ÂżPero evidente para quien? Me pregunto. Cuando conocĂ a Felipe, era el hombre perfecto, no veĂa en Ă©l defecto alguno. Era un hombre atento, cariñoso, gracioso y sensual, muy sensual. Sin embargo, como les he comentado, de un tiempo para acá, Ă©l es otro. Si fuese parte del grupo que apoya las teorĂas de la conspiraciĂłn, creerĂa que un extraterrestre se ha disfrazado de Felipe.LevantĂł el rostro lentamente para verlo. Él me muestra una sonrisa leve acompañada de una mirada que desde mi perspectiva, parece tierna. —Siento lo que ocurriĂł hoy, mi amor —dice y me obsequia un hermoso ramo de rosas amarillas, en señal de disculpas. En ese momento, no sĂ© cĂłmo reaccionar, ni que decirle. Sigo confundida sobre lo que debo hacer ante aquel supuesto acto de arrepentimiento de mi marido. —¿Me disculpas? —dice acercándose a mĂ, poniendo en mis manos el ramo de rosas. Como es de esperarse, asiento y lo tomo de forma inconsci
Durante mi adolescencia nunca tuve inconvenientes con mi perĂodo; no sĂłlo tuve mi primera menstruaciĂłn a los doce años, sino que jamás tuve excesivos sangrados o sentĂ dolores de vientre. No. PodrĂa decir que todo estaba bien dentro de mĂ. Fue por ello, que la mañana que Felipe me pidiĂł ir al mĂ©dico luego de insistirle para “hacerme” un chequeo ginecolĂłgico, decidiĂł llevarme a una lujosa clĂnica; la misma donde su ex esposa tuvo a sus dos hijos. Esa mañana, luego de desayunar, salimos en su coche rumbo a la clĂnica. Sin aparecer en la lista de espera, entramos directamente al consultorio del Dr Canales. ¡Es Felipe Robles y siempre consigue lo que desea! Âżno?. Entramos al consultorio del amable y agradable doctor. —Puedes ir a cambiarte, mi amor. —Me sugiriĂł Felipe, yo me encargo de darle la informaciĂłn al doctor. —dijo y me dio un guiño. Yo asentĂ y le obedecĂ. El control que Felipe tenĂa sobre mĂ, era tal, que en algĂşn momento lleguĂ© a creer –lo juro– que todo lo hacĂa por mi