Corleone abrió los ojos al escuchar un sonido. Debió haberse quedado dormido en algún momento. Desde la reunión con su padre, apenas dormía por las noches, estaba demasiado enfocado en prepararse mentalmente para lo que se avecinaba.—Lo lamento —dijo Caterine, con un adorable sonrojo pintado en sus mejillas—. No era mi intención despertarlo.Las últimas semanas, Corleone había hecho todo lo posible por ignorarla. Cada vez que ella entraba a su oficina, apenas le dirigía una mirada. Esa había sido la única forma de evitar caer nuevamente en la tentación de besarla, o hacer algo más. Había dado su palabra, y no quería romperla.Pese a ello, no podía evitar ser consciente de ella cada vez que estaba cerca. Su inconfundible aroma, una mezcla sutil de flores y algo más que le resultaba demasiado tentador. El sonido de su voz, que siempre dejaba en evidencia sus emociones.—Solo venía a dejar estos documentos —dijo ella, acercándose a su escritorio mientras él la observaba en silencio.Cat
Corleone quería ir tras Caterine, detenerla antes de que llegara a la salida y arrastrarla de regreso a su oficina. La idea de mantenerla encerrada allí hasta que fuera demasiado tarde para que fuera a su cita cruzó por su mente.Estaba fuera de sí mismo, pero ya no le parecía tan extraño. Caterine lo volvía loco. No podía sacarla de su mente, por más que lo intentara. Después del tiempo que había mantenido el deseo debería haber mitigado… Evidentemente, no era así. Aún seguía sin entender porque ella lo afectaba como ninguna otra persona, pero en unos días sería libre para averiguarlo.Una sonrisa asomó en sus labios. Llevó el pulgar hasta ellos, acariciándolos distraídamente. Todavía podía sentir el sabor de los labios de Caterine en ellos.Debería estar furioso por la forma en que Caterine había reducido el beso a algo sin importancia, pero no podía negar que todo aquello lo entretenía. Ni siquiera su trabajo le había provocado jamás una emoción como la de enfrentarse a Caterine. L
Corleone observó la imponente casa de los Vanucci desde el interior de su auto, tomándose un instante antes de bajar. Se dio cuenta que solo estaba prolongando lo inevitable, así bajó del auto y se dirigió hacia la entrada principal. El ama de llaves lo recibió en la puerta unos segundos después de llamar a la puerta.—Los señores lo esperan en la sala principal —informó la mujer con cortesía.Él asintió en silencio y avanzó por el pasillo, preparándose mentalmente para lo que estaba por venir. Tenía el presentimiento de que no sería nada fácil, pero sus pasos no vacilaron y tampoco consideró echarse para atrás.Antes de llegar, el sonido de las risas de su padre y Edmundo flotó en el aire, mezclándose con el eco de las conversaciones distantes. No necesitó verlos para saber que ambos ya habían sacado sus propias conclusiones sobre el motivo de aquella reunión y estaban entusiasmados.—Buenas noches —saludó al entrar.—Hijo —respondió su padre con una sonrisa, mostrando una inusual cal
Caterine no había visto a Corleone en todo el día. Él había estado ocupado en varios juicios, y ella apenas había tenido un respiro entre todas sus responsabilidades... O quizá, solo quizá, se había asegurado de no cruzarse con él.La única vez que lo vio acercarse, se ocultó en la sala de copias. Y cuando tuvo que llevarle algunos documentos, no dudó en pedirle a Rosa que fuera en su lugar. Sabía que debería enfrentarlo y dejar las cosas claras, pero no estaba lista para hacerlo.Si lograba esquivarlo unos días más, quizá tendría tiempo suficiente para construir una coraza a su alrededor, una lo bastante fuerte como para que su cercanía no la afectara de ninguna manera.Faltaban menos de treinta minutos para que terminara su jornada y no tendría que preocuparse por encontrarse con él hasta el siguiente día. Suspiró y levantó la mirada hacia el pasillo que conducía al despacho de Corleone. Había perdido la cuenta de cuántas veces había mirado en aquella dirección en todo el día, como
Caterine se quedó sin palabras durante unos segundos.—Yo… No… Ese no es el punto —gruñó, al fin, frustrada.No iba a seguir discutiendo con él. No cuando era obvio por su sonrisa que disfrutaba verla perder la paciencia. Para alguien que solía gruñir la mayor parte del día, ahora que parecía haber descubierto cómo sonreír, no tenía intención de dejar de hacerlo.Giró sobre sus talones y se dirigió a la puerta con paso decidido.—Caterine —la llamó él.Consideró ignorarlo, pero su cuerpo parecía estar bajo las ordenes de Corleone, deteniéndose antes de que su mente pudiera decidirlo. Cerró los ojos por un instante y luego se volvió hacia él con el ceño fruncido.—En serio, espero que hayas disfrutado tu cita —continuó él, con una calma exasperante—, porque será la última que tengas con alguien más además de mí. No me gusta compartir.La furia la recorrió como un relámpago. Sus manos se cerraron en puños y regresó sobre sus pasos con fuertes pisadas.—No eres mi dueño —espetó—. Saldré
Caterine se vio bombardeada de trabajo apenas llegó a la oficina y tuvo que posponer su encuentro con Corleone, Incluso si estaba ansiosa por hablar con él, sus responsabilidades estaban primero. La hora del almuerzo llegó demasiado rápido y, aunque esta vez no lo evitó, no lo vio durante toda la mañana.Justo cuando se disponía a salir con Rosa, recibió un mensaje de Corleone, pidiéndole que se presentara en su oficina.—Lo siento, era un mensaje del juez —le dijo a su amiga—. Quiere verme en su oficina, no sé cuánto tiempo tomara esto. Lo mejor será que te adelantes. —¿Estás segura? Puedo esperarte.—Sí, descuida.—Está bien.Corleone giró el rostro hacia ella, lanzándole una mirada evaluativa que la hizo sentirse expuesta.—¿Estás evitándome otra vez?—Para nada —respondió de inmediato—. Aunque no lo crea, he tenido bastante trabajo que hacer. ¿Por qué quería verme?—Nosotros tenemos una conversación pendiente. ¿Planeas quedarte de pie ahí? —Corleone arqueó una ceja.Caterine se d
Corleone no era bueno poniendo sus sentimientos en palabras; ni siquiera sabía cómo hacerlo. En su familia nunca se había hablado de sentimientos. De logros, de deberes, de orgullo, eso sí; pero no de emociones. Sin embargo, estaba dispuesto a intentarlo por Caterine. Y aquello, en sí mismo, ya era una señal de cuán importante se estaba volviendo ella para él.—Con Greta todo era demasiado fácil —empezó diciendo—. Sin embargo, cuando te conocí, todo se puso de cabeza. Despertaste en mí sentimientos que ni siquiera sabía que podía sentir. Al principio eso me frustró y después de nuestro primer beso, solo me sentía más confundido. Siempre he sido un hombre controlado, pero, de pronto, parecía que ya no era dueño de mis acciones. Hizo una pausa breve.—Y no solo mis acciones, también mis pensamientos estaban fuera de control. Aun así, traté de convencerme de que era algo pasajero y fingí que todo estaba bien —Corleone dejó escapar una breve risa seca, un sonido de burla dirigido hacia s
Corleone alzó la vista hacia la puerta al escuchar unos golpes, y una sonrisa se dibujó en su rostro al ver a Caterine entrar en su oficina. Era curioso cómo sonreír se volvía tan natural para él cuando ella estaba alrededor.—Rosa empezará a sospechar si sigues llamándome a la hora de la salida —comentó ella, acercándose—. Ella, y todos los demás.—No existe ninguna regla que nos prohíba estar juntos, y ya no estoy en una relación —replicó Corleone, mientras rodeaba el escritorio y se acercaba a ella—. No estamos haciendo nada malo, así que no veo por qué me importaría que los demás se enteren de lo nuestro —continuó, tomándola de la cintura con ambas manos.Corleone levantó a Caterine y la depositó sobre el escritorio. Se acercó a ella, obligándola a abrir las piernas para acomodarse entre ellas.Caterine sonrió y entrelazó los dedos detrás de su nuca.—Creí que eras del tipo reservado —musitó.Ella se acercó con la intención de darle un beso rápido en los labios, pero Corleone la r