Leóncio Badin observaba desde el ventanal transparente de su habitación, la mujer que paseaba a su perro Vil, esté parecía muy agusto con ella, tanto como el lo había estado desde su llegada. Una monja atrevida, esa mañana, cuando llegó a su casa, lo había prácticamente violado, una fascinante posesión. Ya sabía que las monjas podían tener un líbido pecaminoso escondido debajo de su hábito. Todas las que lo habían cuidado por más de 10 años, habían de una u otra forma tocado su cuerpo, pero no a los extremos atrevidos de Sol. Ella llevaba ventajas, le aumento tanto el deseo que al final sucumbió y se vió enterrándose en su coño virgen. Incluso esa tarde había durado horas follandola. Sentía algo muy especial cuando la tenía piel con piel. Las fuerzas lo abordaban con un simple roce de esa hermosa criatura. Volvió a examinar sus facciones, eran perturbadoras, el rostro de un ángel, con cuerpo de diabla, sus curvas eran una locura y ni hablar de su delicioso coño, su interior era u
El señor Leóncio parecía afectado por su intención de parar el juego sexual entre ellos, oh más bien experimentar, ya había tenido el placer de disfrutarlo, no pensaba seguir, más sabiendolo un hombre casado. Se lo puso claro cuando la encaro una hora atrás. Aunque lo deseaba y se había comportado como una promiscua desde el día uno con el, respetaba el matrimonio. En la iglesia, especialmente en el concesionario, había sentido los llantos de muchas mujeres confesando las infidelidades de sus esposos. No sería la causa de las penas de esa señorita tan fina, llamada Brenda. Fue desafiante, camino en el pequeño espacio de la habitación, antes de salir. Respiro profundo mientras hacia rodar el pomo de la puerta, empujaba hacia el interior. Salió con prisa, ya habían pasado unos diez minutos después de su conversación, algo tensa. Después de bajar los escalones, fue directo a la cocina, agradeció que no había nadie. Tomo dos peras y las guardo en los bolsillos de su abrigo. Cua
El cuerpo del hombre dejo de temblar unos 15 minutos después, al igual el bosque recuperó su naturalidad. Acercó la silla de rueda y lo ayudo a subir, en esos momentos volvieron a mirarse de forma especial. Debía sentirse frustrado, no podía hablar. Empujo la silla de rueda por todo el camino, su cuerpo permanecía inerte. Respiro profundo. El nunca había sufrido ningún accidente, todo era una máscara. No tenía como justificar su realidad. Luego de salir del bosque justo a tiempo, cruzo el jardín, ya algunos hombres los esperaban junto a la señora Inés. Fueron alcanzarlos, cargaron al hombre y lo llevaron al interior de la mansión. La señora Inés no dijo nada, solo dió la espalda y entro detrás de estos. Permaneció un largo rato en exterior, se sentó en las escaleras de la entrada. Le gustaba ver el alba, incluso recibir los primeros rayos del sol, tibios, eran una caricia cálida para su piel. De no ser por la llegada impertinente de Carlota, no se marcha hasta calentar más el
—Te explicaré cuando salgas de mi interior. —El parecía dudar.—Lo prometo. —Ok.—Pensó que la liberaría, pero no fue así, siguió dentro de ella, gruñendo como desquiciado. Su coño le seguía el ritmo y lo abrazaba con ansiedad. —Aun me quedan ganas y tiempo. En casa no hay quien nos interrumpa y te necesito más que mi perro Vil. Salio de ella para limpiar su grueso miembro, con la toalla. Aprovecho para inclinarse un poco, verlo tocarse. Si era verdad que las líneas estaban despejadas dejaría que la follarla todo lo que quisiera. Le gustaba la sumisión sexual. Se levantó de la cama, para entrar al baño y lavarse, estaba inundada de el. A su regreso la esperaba con los mismos bríos. Encima del tocado tenía una pinza, se recogió el pelo mientras caminaba hacia el, estaba sentado en una esquina de la cama. La recibió, con una lamida de pechos, cuando soltó su pezón izquierdo, posó sus grandes manos sobre todo su cuerpo. —Puedes empezar a confesarte, Sol.—El volvió a tomar otro
Carlota no era de fiar, su hostilidad hacia ella era evidente, no obstante en esa mansión nadie era lo que aparentaba. En el pueblo de "Bron" dónde habitaban, los veneraban. Los Badin eran dueños hasta del aire que respiraban. Estos le daban grandes contribuciones a la iglesia y el orfanato. Todos hacían los que querían. Incluso en la iglesia tenían días donde ofrecían una misa especial para el señor Leóncio. Suspiro con desconcierto al pensar en todo eso. En esos instantes ingreso a uno de los tantos salones. Veía las fotos de este, algunas reflejaban ser muy antiguas. Se paró en una en específico, con un marco dorado. La imaginen de Leóncio estaba en blanco y negro a parte del esmoquín que no parecía contemporáneo a esos tiempos. ¿Cuántos años tendría el señor Leóncio?. ¿Sabrían tanto el padre, como la madre superiora que le rendían pleitesía a un demonio?. Las interrogantes las emanaba su voz interior, preguntaba en su propio silencio y el de ese amplio espacio cargado de recuer
—Esta bien, señora Brenda. —Fue su respuesta al instante. No tuvo que pensarlo mucho, Leóncio era una adicción que la empezaba a consumir. Todo estaba saliendo de control, aparte, temía que este descubriera que era una diabla de la tercera dimensión. —Algo me decía que eres digna. Te prometo que cuando tenga más ropa vieja te las regalaré. —Le retorcía las tripas, ver sus gestos mordaces. La miro a detalle, luego la ropa que le apestaba. —Le sugiero no tomarse la molestia, puede donarla directamente a la caridad. Está vez me encargaré de hacerla llegar por usted.—Le dijo con bastante suavidad. Despacio para que su torpe cerebro entendiera cada letra, palabra, la oración completa. Que pudiera discernir el trasfondo de su orgullo.—Le pediré, en gratitud, sus plegarias a favor de su matrimonio. Una mueca indescifrable se le estampó en su pálido rostro. —Mejor lárgate.—Le hizo señas con las manos, con aleteo desparpajado. —Con su permiso señor Badin.—Le obedeció al instante, c
Durante parte del viaje, se la paso mirando el paisaje que dejaban atrás, uno bastante turbio y borrascoso, en comparación con el que se venía deslumbrando más adelante. Todo era más claro, tras salir de ese pueblo. Bostezo varias veces, estaba algo cansada de estar sentada. El señor Leóncio ni la miraba, su vista estaba muy involucrada con un extenso libro paranormal. La portada lo decía todo. Cerro los ojos e intento dormir, quizás cuando despertara descubriera que solo era un sueño. Ese viaje le traería muchos conflictos, en especial con la señora Brenda, fue desafortunado observar las piezas de ropa, siendo lanzadas por Leóncio como si fueran basura. Una escena que debió encolerizar a su esposa, que los veía desde las alturas con espíritu de derrota. —El carro está a dos esquinas más adelante.—Escucho por fin al León decir algo. Obvio dar órdenes. —Entendido señor.—El chofer todo obediente y pausado, maniobro la camioneta hasta parquear detrás de otra pero de color blanc
Esa bruja lo tenía loco. Cerro los ojos. Su coño lo hacía alucinar cada vez que entraba y salía de él. —Dame más duro, papi.—La muy perversa, pedía verga como una desquiciada. Empujaba su trasero para motivarlo a darle con más fuerza. —¡Ay, más león!. Aún eres muy suave. Sol llevaba bien su nombre, lo estaba frustrando. Paso de ser una virgen perversa a una bruja insaciable. Su nombre le iba a juego. Caliente. Abrió los ojos para contemplarla, ambos sudaban. Salió de ella para cambiar de posición. La imágen de su cuerpo sobre la arena y sombra del fuego titilando sobre su cuerpo, le gusto contemplarla. —Aun quiero más, mí León.—Se movió de forma erótica, aún su glande estaba atascado en la entrada de su coño.—La dejo que se moviera, en círculo, lo estába volviendo loco, con ese contoneo de diabla. Se arqueo como poseída, levanto uno de sus grandes pechos para ella misma lamer su pezón. —Papi, ardo por tí. —¡Tómame Sol!. Quiero que tú me poseas.—La vió sonreír, era una delic