—Te explicaré cuando salgas de mi interior. —El parecía dudar.—Lo prometo. —Ok.—Pensó que la liberaría, pero no fue así, siguió dentro de ella, gruñendo como desquiciado. Su coño le seguía el ritmo y lo abrazaba con ansiedad. —Aun me quedan ganas y tiempo. En casa no hay quien nos interrumpa y te necesito más que mi perro Vil. Salio de ella para limpiar su grueso miembro, con la toalla. Aprovecho para inclinarse un poco, verlo tocarse. Si era verdad que las líneas estaban despejadas dejaría que la follarla todo lo que quisiera. Le gustaba la sumisión sexual. Se levantó de la cama, para entrar al baño y lavarse, estaba inundada de el. A su regreso la esperaba con los mismos bríos. Encima del tocado tenía una pinza, se recogió el pelo mientras caminaba hacia el, estaba sentado en una esquina de la cama. La recibió, con una lamida de pechos, cuando soltó su pezón izquierdo, posó sus grandes manos sobre todo su cuerpo. —Puedes empezar a confesarte, Sol.—El volvió a tomar otro
Carlota no era de fiar, su hostilidad hacia ella era evidente, no obstante en esa mansión nadie era lo que aparentaba. En el pueblo de "Bron" dónde habitaban, los veneraban. Los Badin eran dueños hasta del aire que respiraban. Estos le daban grandes contribuciones a la iglesia y el orfanato. Todos hacían los que querían. Incluso en la iglesia tenían días donde ofrecían una misa especial para el señor Leóncio. Suspiro con desconcierto al pensar en todo eso. En esos instantes ingreso a uno de los tantos salones. Veía las fotos de este, algunas reflejaban ser muy antiguas. Se paró en una en específico, con un marco dorado. La imaginen de Leóncio estaba en blanco y negro a parte del esmoquín que no parecía contemporáneo a esos tiempos. ¿Cuántos años tendría el señor Leóncio?. ¿Sabrían tanto el padre, como la madre superiora que le rendían pleitesía a un demonio?. Las interrogantes las emanaba su voz interior, preguntaba en su propio silencio y el de ese amplio espacio cargado de recuer
—Esta bien, señora Brenda. —Fue su respuesta al instante. No tuvo que pensarlo mucho, Leóncio era una adicción que la empezaba a consumir. Todo estaba saliendo de control, aparte, temía que este descubriera que era una diabla de la tercera dimensión. —Algo me decía que eres digna. Te prometo que cuando tenga más ropa vieja te las regalaré. —Le retorcía las tripas, ver sus gestos mordaces. La miro a detalle, luego la ropa que le apestaba. —Le sugiero no tomarse la molestia, puede donarla directamente a la caridad. Está vez me encargaré de hacerla llegar por usted.—Le dijo con bastante suavidad. Despacio para que su torpe cerebro entendiera cada letra, palabra, la oración completa. Que pudiera discernir el trasfondo de su orgullo.—Le pediré, en gratitud, sus plegarias a favor de su matrimonio. Una mueca indescifrable se le estampó en su pálido rostro. —Mejor lárgate.—Le hizo señas con las manos, con aleteo desparpajado. —Con su permiso señor Badin.—Le obedeció al instante, c
Durante parte del viaje, se la paso mirando el paisaje que dejaban atrás, uno bastante turbio y borrascoso, en comparación con el que se venía deslumbrando más adelante. Todo era más claro, tras salir de ese pueblo. Bostezo varias veces, estaba algo cansada de estar sentada. El señor Leóncio ni la miraba, su vista estaba muy involucrada con un extenso libro paranormal. La portada lo decía todo. Cerro los ojos e intento dormir, quizás cuando despertara descubriera que solo era un sueño. Ese viaje le traería muchos conflictos, en especial con la señora Brenda, fue desafortunado observar las piezas de ropa, siendo lanzadas por Leóncio como si fueran basura. Una escena que debió encolerizar a su esposa, que los veía desde las alturas con espíritu de derrota. —El carro está a dos esquinas más adelante.—Escucho por fin al León decir algo. Obvio dar órdenes. —Entendido señor.—El chofer todo obediente y pausado, maniobro la camioneta hasta parquear detrás de otra pero de color blanc
Esa bruja lo tenía loco. Cerro los ojos. Su coño lo hacía alucinar cada vez que entraba y salía de él. —Dame más duro, papi.—La muy perversa, pedía verga como una desquiciada. Empujaba su trasero para motivarlo a darle con más fuerza. —¡Ay, más león!. Aún eres muy suave. Sol llevaba bien su nombre, lo estaba frustrando. Paso de ser una virgen perversa a una bruja insaciable. Su nombre le iba a juego. Caliente. Abrió los ojos para contemplarla, ambos sudaban. Salió de ella para cambiar de posición. La imágen de su cuerpo sobre la arena y sombra del fuego titilando sobre su cuerpo, le gusto contemplarla. —Aun quiero más, mí León.—Se movió de forma erótica, aún su glande estaba atascado en la entrada de su coño.—La dejo que se moviera, en círculo, lo estába volviendo loco, con ese contoneo de diabla. Se arqueo como poseída, levanto uno de sus grandes pechos para ella misma lamer su pezón. —Papi, ardo por tí. —¡Tómame Sol!. Quiero que tú me poseas.—La vió sonreír, era una delic
¿Qué le podía inventar a su León?, se mordió los labios con inquietud. —Me parece haberla visto antes.—Se veía concentrado, tocando las líneas de su sello. Cada triángulo cruzado, marcaban puntos, le ardieron un poco cuando sus dedos la rozaban.—No piensas decirme. Bajo las piernas, para liberarlo de la enredadera sexual. —Lo justo sería que lo sacarás primero.—Le señaló la verga que aún estaba enterrada en su coño. —No. La duda me incomoda, en cambio estar dentro de ti me resulta placentero. Le dió una puntada fuerte, no podía creer que estuviera aun dura. —Me lo hizo mi madre cuando era pequeña, no se la razón exacta. —Mintió, noto que este no le creyó. Se veía la inconformidad en sus ojos dorados, de fiereza salvaje e indomable. —No te creo, es un sello de retención demoniaca.—No podía, seguir mintiendo. Se movió un poco debajo de el, cuando pensó que tendría el valor para confesarse, recordó las consecuencias de que este lo supiera. El infierno podría ser su nueva
—Todo esto me confunde Leóncio.—Mordisqueo su labio inferior.—¿Qué pasará conmigo si la llegas a encontrar a tu destinada?. —No pienses en eso. Déjate querer Sol.—Introdujo la lengua en su boca. Dejo que se dejarán consumir por el ritmo que la hacía arder, no solo de sus lenguas, también sus poros exudaban un olor erógeno. —Sube un poco más y abre más las piernas.—Una orden sexual. La acato al instante. La frondosa punta de Leóncio palpo su entrada, fue entrando en su coño despacio, el beso seguía igual, la acariciaba con sus manos, como antes no lo había hecho. Fue gustoso sentirlo despacio, su verga gruesa la disfruto en dos oportunidades en esa noche complaciente. El resto se la pasaron durmiendo hasta el amanecer. Cuando despertó, el estaba pegado al ventanal de la puerta, se levantó con un fuerte ardor en la pelvis. Fue la segunda vez que sintió esa sensación en 24 horas, fue hacia donde estaba Leóncio y lo abrazo por la espalda. —Es un hermoso paisaje. Lástima que
En su andar huidizo, le pasó por el lado a las dos tortugas, casi se las lleva, solo veía hacia el suelo, hasta la cabeza le pesaba, no era facil el dilema desafortunado, su boca incluso la sentía seca por el malestar. Levantó el rostro después de estar a medio camino, era el punto central. Miro hacia atrás, Leóncio no había salido de la capilla y las dos misteriosas mujeres seguían custodiando la entrada con el rostro agachado. Volviendo su vista el frente se chocó con ángulo trasero de la casa principal, el color le transmitía serenidad. De repente, se le removió un escozor en el estómago, más por sentirse observada desde las alturas, Se detuvo y miro hacia el segundo nivel, había una sombra escurridiza detrás de la ventana, eso hizo que arreciará los pasos. Al son reflexionaba; por lujuriosa, se había cagado la vida, por llevarse del deseo carnal. Leóncio también tenía la culpa, era un pecado tener ese cuerpo deliciosos. Cuando estuvo con el nunca pensó en cuidarse, más