Cuando levantó rostro, Brenda se había puesto delante de ella, aunque su vista se nublo un poco por el dolor, un reflejo natural le ayudo afrenar su segundo ataque, paralizó sus pies que iban directo a impactar con su pelvis. Apretó con fuerza su tobillo.—¡Suéltame!, maldita.—Su grito solo ayudo avivar el fuego que ardía dentro de ella. Brenda se movía para zafarse de su agarre.—Desgraciada, voy acabar contigo.—Su otro pie lo estampó en su rostro.Algo más fuerte que ella salio del resguardo, una lava rugiente se hicieron sus manos. Sus uñas garras violetas, crecieron, se clavaron junto al fuego que emano en la carne de la Graclis.—¡Auxilio!.—El eco, del llanto que se quema, la piel incinerada de Brenda. Nada la contuvo. Estaba fuera de si.Muchos pasos se acercaban, otros incluyendo el aura inconfundible de su León.—¡Sol!—La voz de Leóncio irrumpió en el lugar, parecía haber llegado tarde, se sentía en el limbo. Sus brazos fuertes la rodearon, logro apartarla de la humeante Brenda
La diabla mística dormía a su lado, acaricio un largo mechón de su cabello, ni la oscuridad antes del amanecer opacaban esa ausencia de luz con un destello azulado majestuoso en las extensiones de sus hebras espesas.Cuando sus ojos azules lo miraban era casi un hechizo. Sol Grace era su perdición, le latio desde el día uno, cuando su descaro los llevo a follar como animales. La sangre de su virtud, fue un aliciente para que se recuperará más rápido ese día en que por primera vez se cruzaron sus destinos. Aúnque en ese encuentro no ató cabos, solo intuyo que era una Graclis más u otro de los experimentos de su madre para que el tuviera descendencia. Acomodo la cabeza de su diabla dormida en la almohada, también la arropó, no quería pecar con su silueta. Lo ideal era dejarla descansar luego del conflicto con Brenda. Aparto la vista de ella y se enfocó en las últimas páginas del libro ancestral, que llevaba algunos días leyendo. Un relato detallado del infierno. Le faltaban algunos
—«¡Grrr!».—Si, también la sentí.—Le confesó en tono despectivo a la Salamandra que mantenía el enlace, entre él y el Oscuro de forma casi permanente. —Eso quiere decir que tuvo a mis crías. Se le reventaba aun el corazón cuando su imagen se hacía presente o la mencionaban.Sus garras crecieron, rozando la superficie en bronce de su mesa, al otro lado diviso como la Salamandra se sacudía ante el sonido agudo, chirriante.—Mi señor, por favor.—Se tapaba los oídos, sus ojos brotaban. Se freno... la necesitaba viva, a la inútil anfibia. —¡Cof, cof, cof...!. —Esta termino tosiendo.—Estas cada día más débil.«¡Grrr!».— Se levantó del escritorio en busca de la botella de vino que le había dejado Boa sobre el estante. 19 años, 7 meses, 16 días mundanos. Era el tiempo en la tierra, en el infierno de Kairon Loguember un poco mas, en su corazón algo eterno... Esa maldita bruja se había llevado más que sus crias dentro de su vientre, se había llevado todo de él. Lo dejo vacío.Se pegó de la bote
3 días y contando; veía a Leoncio algo frustrado, mientras intentaba ayudarla a descender por las escaleras. Al pie de la estructura estaba Carlota simulando una sonrisa sincera. De sobra conocía lo agrio que podía ser su carácter, había sido hiriente y enigmática con ella. Rodó sus ojos y se adhiero más al cuerpo duro de su León cuando terminaron el descenso. —Me encanta que me consientas, papi León. —El brillo dorado en los ojos del demonio, se hicieron visible con un filo de éxtasis, sobre protección y ternura. Por unos instantes se olvidó de los ojos extras, envidiosos de la mujer en su cercanía, que amaba un vibra contraria a ella. —Nunca dejes de decirme así, mi diabla. —Se mordió los labios, era su nuevo juego desde la noche anterior, cuando había reiniciado la faena sexual luego de haber sido castrada en los arbores de la copulación, por su condición física. El encuentro en llamas con Brenda la había dejado agotada, pero algo bueno floreció de su maldad; Leoncio
No le agradaba en lo más mínimo la idea de dejar a Sol sin su protección, aún resguardada en la mansión Badin, en compañía de su madre y la matrona que le fue enviada por la maga Vieda. Su presencia era importante, pero no alivianaba la incertidumbre constante que le generaba pensar el llegar a perder a su linda diablita.La sentía tan de él; como si fuera parte de su alma.Estába dispuesto a todo, incluso aceptar una extraña que no pertenecía a su círculo. Está, apenas le enseño el sello de las místicas, dada por la maga, la dejo entrar a la mansión...confiaba en Vieda, más que en su madre para el cuidado de Sol.2 horas transcurrieron casi de volada, desde su llegada a la empresa. Era mas tormento que avance en las minas de su compañía. Como benefactor del pueblo y mayor contribuyente de las obras de caridad de las instituciones públicas, se mantenía consciente de que debía intentar rescatar su empresa, muchos dependían de ella.Su ausencia por un tiempo tan prolongado tuvo sus cons
Tenía mucha rabia, incluso el sello que bloqueaba su naturaleza titilaba resplandeciente, bajo la mirada expectante de la supuesta bruja que la seguía a todos lados. Llevaba más de una hora caminando en las afueras de la mansión; ni la súplicas de doña Consuelo, menos las burlas de Carlota por la ventana que daba a la habitación que había usado Brenda antes de ser prendida en llamas por ella, la hicieron ceder a su huelga ansiosa. —Creo que está haciendo las cosas más grandes de lo que en realidad son.—La mujer de la cual aún desconocía su nombre empezó hablarle, con poco aliento. No le contesto, solo la miro con regaño y doblo por un arbusto, para seguir siguiendo las huellas de sus pasos anteriores.—Se supone que la calcinada es su esposa legal y ante los habitantes de este pueblo, es lógico que supongan, que ella es quien está embarazada del señor Leoncio.—¡De eso nada!.—Freno de golpe.—Esto no debía saberse, aún se tratase de mi nombre, el que apareciera en ese pedazo de papel.
California, Marzo del 2015. Debajo de las aguas y una oscuridad confusa, se abrazaron. Estaban escondidas, esa parada era una sentencia de lejanía. Sus pequeñas manos se mantuvieron unidas en el estrecho rincón. El lenguaje de su destino llegaba a los oídos de la pequeña de cabello plateado "Luna". Sol vió a su hermana llorar por primera vez. Le pasó con suavidad sus dedos, por su pálida tez con pecas andarinas. —Esta muy caliente tu dedo.—Su hermana luna era una bruja mística, como su madre, en cambio ella era una diabla Carmesí, la herencia de su progenitor corría de una forma más pura entre sus venas. A pesar de su edad ya reconocían su naturaleza. Lo único que era ajeno a su inocencia era el rostro de quien las engendró. No debía ser bueno, su mamá le temía. Los chasquidos de unos pies las sacaron de su apego. Amaba a luna, desde el vientre de su madre habían compartido todo. Cuando un foco las alumbró, un hilo de dolor la envolvió. —Mis pequeñas. Ya es hora.—La voz dulce
El demonio milenario Kairon Loguember, el gran jefe carmesí, uno de los pocos restantes de ese linaje sangriento y lujurioso, estaba entre los límites de la tierra y el infierno, en el pináculo más alto de la montaña encenizada por la lava ardiente que delineaban las colinas infernales. A su lado, cientos de demonios nómadas y súbditos carroñeros. Era su morada meditativa. Miraba al cielo grifo con estupor, a ese cielo invisible y nebuloso. En un instante sintió como un rayo partio la oscuridad y la parte invisible de la tierra se volvió un poco traslúcida, para que los seres del bajo astral pudieran observar ese espacio que todos ellos tachaban de rastrero y servil.Relajo los músculos de su espalda, se merecía ese descanso, mientras esperaba la llegada de la hora frágil «denominaban asi, al tiempo en que la frontera espiritual que dividía el mundo humano con el de los demonios se dilataba y podían traspasarlo libremente». La aguja del reloj oxidado, apostado en otra cúspide borras