Durante parte del viaje, se la paso mirando el paisaje que dejaban atrás, uno bastante turbio y borrascoso, en comparación con el que se venía deslumbrando más adelante. Todo era más claro, tras salir de ese pueblo. Bostezo varias veces, estaba algo cansada de estar sentada. El señor Leóncio ni la miraba, su vista estaba muy involucrada con un extenso libro paranormal. La portada lo decía todo. Cerro los ojos e intento dormir, quizás cuando despertara descubriera que solo era un sueño. Ese viaje le traería muchos conflictos, en especial con la señora Brenda, fue desafortunado observar las piezas de ropa, siendo lanzadas por Leóncio como si fueran basura. Una escena que debió encolerizar a su esposa, que los veía desde las alturas con espíritu de derrota. —El carro está a dos esquinas más adelante.—Escucho por fin al León decir algo. Obvio dar órdenes. —Entendido señor.—El chofer todo obediente y pausado, maniobro la camioneta hasta parquear detrás de otra pero de color blanc
Esa bruja lo tenía loco. Cerro los ojos. Su coño lo hacía alucinar cada vez que entraba y salía de él. —Dame más duro, papi.—La muy perversa, pedía verga como una desquiciada. Empujaba su trasero para motivarlo a darle con más fuerza. —¡Ay, más león!. Aún eres muy suave. Sol llevaba bien su nombre, lo estaba frustrando. Paso de ser una virgen perversa a una bruja insaciable. Su nombre le iba a juego. Caliente. Abrió los ojos para contemplarla, ambos sudaban. Salió de ella para cambiar de posición. La imágen de su cuerpo sobre la arena y sombra del fuego titilando sobre su cuerpo, le gusto contemplarla. —Aun quiero más, mí León.—Se movió de forma erótica, aún su glande estaba atascado en la entrada de su coño.—La dejo que se moviera, en círculo, lo estába volviendo loco, con ese contoneo de diabla. Se arqueo como poseída, levanto uno de sus grandes pechos para ella misma lamer su pezón. —Papi, ardo por tí. —¡Tómame Sol!. Quiero que tú me poseas.—La vió sonreír, era una delic
¿Qué le podía inventar a su León?, se mordió los labios con inquietud. —Me parece haberla visto antes.—Se veía concentrado, tocando las líneas de su sello. Cada triángulo cruzado, marcaban puntos, le ardieron un poco cuando sus dedos la rozaban.—No piensas decirme. Bajo las piernas, para liberarlo de la enredadera sexual. —Lo justo sería que lo sacarás primero.—Le señaló la verga que aún estaba enterrada en su coño. —No. La duda me incomoda, en cambio estar dentro de ti me resulta placentero. Le dió una puntada fuerte, no podía creer que estuviera aun dura. —Me lo hizo mi madre cuando era pequeña, no se la razón exacta. —Mintió, noto que este no le creyó. Se veía la inconformidad en sus ojos dorados, de fiereza salvaje e indomable. —No te creo, es un sello de retención demoniaca.—No podía, seguir mintiendo. Se movió un poco debajo de el, cuando pensó que tendría el valor para confesarse, recordó las consecuencias de que este lo supiera. El infierno podría ser su nueva
—Todo esto me confunde Leóncio.—Mordisqueo su labio inferior.—¿Qué pasará conmigo si la llegas a encontrar a tu destinada?. —No pienses en eso. Déjate querer Sol.—Introdujo la lengua en su boca. Dejo que se dejarán consumir por el ritmo que la hacía arder, no solo de sus lenguas, también sus poros exudaban un olor erógeno. —Sube un poco más y abre más las piernas.—Una orden sexual. La acato al instante. La frondosa punta de Leóncio palpo su entrada, fue entrando en su coño despacio, el beso seguía igual, la acariciaba con sus manos, como antes no lo había hecho. Fue gustoso sentirlo despacio, su verga gruesa la disfruto en dos oportunidades en esa noche complaciente. El resto se la pasaron durmiendo hasta el amanecer. Cuando despertó, el estaba pegado al ventanal de la puerta, se levantó con un fuerte ardor en la pelvis. Fue la segunda vez que sintió esa sensación en 24 horas, fue hacia donde estaba Leóncio y lo abrazo por la espalda. —Es un hermoso paisaje. Lástima que
En su andar huidizo, le pasó por el lado a las dos tortugas, casi se las lleva, solo veía hacia el suelo, hasta la cabeza le pesaba, no era facil el dilema desafortunado, su boca incluso la sentía seca por el malestar. Levantó el rostro después de estar a medio camino, era el punto central. Miro hacia atrás, Leóncio no había salido de la capilla y las dos misteriosas mujeres seguían custodiando la entrada con el rostro agachado. Volviendo su vista el frente se chocó con ángulo trasero de la casa principal, el color le transmitía serenidad. De repente, se le removió un escozor en el estómago, más por sentirse observada desde las alturas, Se detuvo y miro hacia el segundo nivel, había una sombra escurridiza detrás de la ventana, eso hizo que arreciará los pasos. Al son reflexionaba; por lujuriosa, se había cagado la vida, por llevarse del deseo carnal. Leóncio también tenía la culpa, era un pecado tener ese cuerpo deliciosos. Cuando estuvo con el nunca pensó en cuidarse, más
Cuando levantó rostro, Brenda se había puesto delante de ella, aunque su vista se nublo un poco por el dolor, un reflejo natural le ayudo afrenar su segundo ataque, paralizó sus pies que iban directo a impactar con su pelvis. Apretó con fuerza su tobillo.—¡Suéltame!, maldita.—Su grito solo ayudo avivar el fuego que ardía dentro de ella. Brenda se movía para zafarse de su agarre.—Desgraciada, voy acabar contigo.—Su otro pie lo estampó en su rostro.Algo más fuerte que ella salio del resguardo, una lava rugiente se hicieron sus manos. Sus uñas garras violetas, crecieron, se clavaron junto al fuego que emano en la carne de la Graclis.—¡Auxilio!.—El eco, del llanto que se quema, la piel incinerada de Brenda. Nada la contuvo. Estaba fuera de si.Muchos pasos se acercaban, otros incluyendo el aura inconfundible de su León.—¡Sol!—La voz de Leóncio irrumpió en el lugar, parecía haber llegado tarde, se sentía en el limbo. Sus brazos fuertes la rodearon, logro apartarla de la humeante Brenda
La diabla mística dormía a su lado, acaricio un largo mechón de su cabello, ni la oscuridad antes del amanecer opacaban esa ausencia de luz con un destello azulado majestuoso en las extensiones de sus hebras espesas.Cuando sus ojos azules lo miraban era casi un hechizo. Sol Grace era su perdición, le latio desde el día uno, cuando su descaro los llevo a follar como animales. La sangre de su virtud, fue un aliciente para que se recuperará más rápido ese día en que por primera vez se cruzaron sus destinos. Aúnque en ese encuentro no ató cabos, solo intuyo que era una Graclis más u otro de los experimentos de su madre para que el tuviera descendencia. Acomodo la cabeza de su diabla dormida en la almohada, también la arropó, no quería pecar con su silueta. Lo ideal era dejarla descansar luego del conflicto con Brenda. Aparto la vista de ella y se enfocó en las últimas páginas del libro ancestral, que llevaba algunos días leyendo. Un relato detallado del infierno. Le faltaban algunos
California, Marzo del 2015. Debajo de las aguas y una oscuridad confusa, se abrazaron. Estaban escondidas, esa parada era una sentencia de lejanía. Sus pequeñas manos se mantuvieron unidas en el estrecho rincón. El lenguaje de su destino llegaba a los oídos de la pequeña de cabello plateado "Luna". Sol vió a su hermana llorar por primera vez. Le pasó con suavidad sus dedos, por su pálida tez con pecas andarinas. —Esta muy caliente tu dedo.—Su hermana luna era una bruja mística, como su madre, en cambio ella era una diabla Carmesí, la herencia de su progenitor corría de una forma más pura entre sus venas. A pesar de su edad ya reconocían su naturaleza. Lo único que era ajeno a su inocencia era el rostro de quien las engendró. No debía ser bueno, su mamá le temía. Los chasquidos de unos pies las sacaron de su apego. Amaba a luna, desde el vientre de su madre habían compartido todo. Cuando un foco las alumbró, un hilo de dolor la envolvió. —Mis pequeñas. Ya es hora.—La voz dulce