CAPÍTULO 86. Unos amigos paranoicos

Marianne sentía que la voz se le acababa mientras hablaba por aquel teléfono.

—¿Qué? Pero... ¿cómo? —dijo Norton sorprendido.

—No tengo ni idea, pero tienes que venir... por favor. Él no se encuentra bien y yo... no sé qué hacer.

—¡Calma! Voy para allá ahora mismo, ¿están en casa?

Marianne asintió aunque él no podía verla.

—¡Claro que estamos en casa! ¿¡Dónde más vamos a estar, por dios!? Por favor, date prisa.

Marianne colgó la llamada y se apresuró a echar en una bolsa algunas cosas que necesitaba, incluyendo el teléfono.

Pocos minutos después Norton entraba como un huracán por aquella puerta, seguido de tres Marshall, y le bastó un solo vistazo para darse cuenta de que Marianne tenía razón para estar asustada.

—Lo siento, capitán —dijo Norton—. Vamos a tener que llevarte al hospital.

—¡Maldición! —gruñó Gabriel—. ¿Fue ella, verdad? —y todos sabían que se refería a Asli.

—Todavía no lo sabemos —respondió Norton—. Vamos a rezar para que esto solo sea una intoxicación alimenticia grav
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