CAPÍTULO 93. Procura no meterte

—Tienes dos opciones muy simples: O me llevas a tu punto de inicio, al lugar donde cargas el camión, o te juro por todo lo que me importa que te dejaré en manos de los Marshall, para que disfruten encerrándote por un largo... ¡largo tiempo! ¿Me has entendido? -gruñó Gabriel.

El hombre asintió en silencio con la cabeza, encendió el camión y salió del almacén. Tomó un camino aleatorio e iba aumentando la velocidad conforme se alejaban de allí. Poco después, se detuvo en una gasolinera en las afueras de la ciudad y giró a la derecha.

—Vamos directo al depósito —dijo.

El hombre giró otra vez y se metió en un camino de tierra que se adentraba en los bosques. El camión rebotaba al avanzar por aquel sendero tan irregular y pedregoso, pero el hombre parecía saber lo que hacía y no tardaron en llegar. Cinco minutos después, estacionaban en una granja desierta y abandonada. El conductor detuvo el camión frente a un viejo edificio de piedra que parecía estar a punto de derrumbarse.

—¿Qué es este
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