Marianne se había cansado de gritar, maldecir, y llorar. Sentía que estaba agonizando, y esos abrazos de Gabriel eran lo único que le daban un poco de fuerza para continuar.Toda la policía se había movilizado para buscar al bebé secuestrado. El caso se consideraba de primer orden en la ciudad. Todos los aeropuertos, estaciones de trenes y de ómnibus tenían la fotografía de Hamilt Grey, y en los noticieros también pedían ayuda para encontrarlo. Pero habían pasado dos días y no habían hallado ni una sola pista.—Tenemos que encontrarlo, Gabriel —sollozó Marianne apoyando la cabeza en su pecho.—Lo sé, amor. Lo sé —murmuró él acariciando su cabello.—No puedo perder a mi hijo... no puedo...—Yo tampoco lo voy a permitir —dijo Gabriel con fiereza.—Nada va a pasarle a Jay — les dijo Reed y tanto Marianne como Gabriel le prestaron atención—. Tienen que entender algo: Hamilt Grey no tiene intención de lastimar a Jay, el niño es muy importante para él. Según ustedes me dijeron, hay algo que
El programa de reconocimiento facial había llevado a Max hasta una rentadora de autos, donde por supuesto Hamilt Grey había dado una identificación falsa; de ahí a hackear el número de serie del coche que había rentado Hamilt y de ahí a una autopista que se alejaba de Ginebra hacia el oeste.Las camionetas no se detenían, pero Gabriel contaba con que Hamilt sí tuviera que hacerlo.—Hay algo de todo esto que no acaba de cuadrarme —murmuró Lennox.—¿A qué te refieres? —preguntó Gabriel mientras conducía.—Este hombre, Hamilt Grey, en todas las ocasiones que hemos tenido contacto con él, salta a la vista que tiene su problemita mental, pero siempre pareció un cobarde —dijo Reed.—Estoy de acuerdo contigo —apuntó Lennox—. Además ¿no se suponía que estaba en la ruina? ¿Cómo pudo venir aquí y hacer todo esto?—Exacto, y una identificación falsa como la que dio en la rentadora de autos, no es precisamente barata —aseguró Max—. Jodido debe haberle costado unos seis o siete mil euros. Sin cont
El hombre lo miró fijamente durante un largo minuto, luego asintió con la cabeza y bajó la pistola, y en ese momento, Gabriel supo que lo tenía. No podían permitirse el lujo de matar a Jay, no si querían mantener la ventaja.—Está bien —dijo finalmente—. Pero tu amigo tiene que irse ahora mismo.Gabriel asintió con la cabeza, y Reed se acercó a él para tomar al bebé.—Tú te encargas de Jay —le dijo—, sal de aquí tan pronto como puedas. Ni siquiera mires atrás.Gabriel tenía más confianza en Reed que en ninguna otra persona, pero no podía arriesgarse a que Jay resultara herido si las cosas salían mal. Reed asintió en silencio, pero apenas se había acercado un par de pasos cuando la reacción de Hamilt Grey no se hizo esperar. El viejo tenía el rostro desencajado y sus nudillos estaban blancos en torno a la pequeña barra del cochecito.—¿¡Quéeeeee!? ¿Vas a darle al niño? ¡No puedes hacer eso! ¡Eso no fue lo que acordamos!—Cállate, Grey—ordenó el hombre con voz atronadora—, no tenemos t
Cuando aquel avión despegó, Gabriel Cross no iba esposado ni restringido de ninguna forma, y eso solo quería decir dos cosas: la primera era que aquel hombre lo consideraba lo suficientemente inteligente como para no atacar un avión en pleno vuelo; y la segunda, era que quizás sirviera más a sus propósitos de lo que él mismo creía.—Eres un hombre interesante —murmuró Gabriel después de unos minutos—. ¿En ningún momento se te ocurrió esposarme? —preguntó.Seiko se encogió de hombros.—No hay paracaídas en este avión, y como bien dijiste, estás motivado, no creo que des problemas hasta llegar a nuestro destino.Estaban sentados en las sillas de cuero que había en la sección central, sobre las alas, Seiko tenía un whisky en la mano y miraba aburrido por la ventanilla. No se podía ver mucho; solo nubes blancas y algunos destellos de luz aquí y allá.Gabriel miró alrededor. En el avión no solo viajaban él y Seiko, también iban otros seis hombres que parecían ser sus guardaespaldas.—No pa
Capítulo 105Seiko permaneció sentado enfrente de él durante todo el trayecto, y si bien no parecía muy amistoso, tampoco era hostil. A medida que iban pasando las horas, Gabriel fue descubriendo que era una persona bastante interesante; le contó que había nacido en Japón pero se había criado en Estados Unidos desde los dos años, que era exmarine y se había insubordinado después de perder a varios amigos en una operación mal dirigida. Después de eso había estado preso, se había unido a un grupo paramilitar y de alguna forma había terminado trabajando para Angus Moore.Para el momento en que aterrizaron y a pesar del clima cálido, Gabriel sintió un escalofrío al darse cuenta de que estaba en la misma ciudad semi destruida donde lo habían hecho prisionero hacía dos años.—Jordania... —murmuró.—Este era territorio del Comandante Hopper... luego su mujer se dio cuenta de que era un inútil impulsivo. lo entregó a Justicia Internacional y este pasó a ser su territorio —le contó Seiko—. Hac
Moore abrió los ojos asustado, sin saber qué decir. Para él Seiko había torturado y matado a decenas de personas en los últimos años, pero él nunca se lo había visto hacer. Siempre le había dicho que esa parte de la "negociación" la manejaba en privado, y jamás había creído que el secuestro del hijo de Cross fuera un problema para él.—Espera... espera... —balbuceó—. Esto no es personal... solo hay cosas que son necesarias para llegar al poder... —Moore trató de incorporarse, pero Gabriel lo obligó a arrodillarse delante de él.—Y tú harías cualquier cosa para mantenerlo —siseó el capitán.—¡Espera! ¡Si me matas no vas a poder salir de aquí! —le advirtió Moore a Seiko.—¿Crees que no eres sustituible? —le escupió este entre dientes—. ¿Crees que te son más leales a ti que al dinero? ¡No seas iluso!—¡No, claro que no creo eso! —gruñó Moore con desprecio—. Pero te garantizo que no seguirán a un traidor. Si saben que me traicionaste, te matarán.Gabriel giró el cañón del arma y le pegó c
Marianne estaba sentada frente a una de las ventanas del departamento, escrutando la calle con ojos inquietos. Jay dormía en su pequeño bambineto justo frente a ella, sabía que por largo tiempo no sería capaz de quitarle los ojos de encima, y que Reed tendría que hacerle mucha terapia para que no se convirtiera en una madre paranoica y sobre protectora.Había pasado ya casi un día entero desde que Gabriel se había ido, y Marianne no podía estar más desesperada o nerviosa. ¿Y si le había pasado algo?Suspiró inquieta, tratando de alejar aquellos pensamientos no deseados de su mente, y se puso a contemplar el lugar en que había vivido tantas cosas. La ciudad parecía diferente ahora, casi como si fuera un sueño.Las calles estaban desiertas y silenciosas al atardecer, y el cielo era de un gris ominoso. O quizás solo se sentía así para ella, que estaba esperando por un hombre que no acababa de llegar.Una lágrima brotó de sus ojos y resbaló por su mejilla, sin que Marianne pudiera hacer n
Los chicos, en vez de asustarse o echar a correr, como cualquier persona sensata haría, solo se miraron los unos a los otros y rompieron a reír. Bueno... no debieron hacerlo. Un minuto después Marianne repartía pantuflazos a diestra y siniestra.—¿De verdad creen que se van a librar de esto tan fácilmente? —gritó Marianne detrás de ellos—. ¡Jay-Jay no va a ser bautizado hasta que ustedes arreglen este desastre! ¡No quiero ver esos morados en las fotos del bautizo de mi hijo!Dos días después, todos los chicos estaban sentados en la sala de Marianne con las caras esperanzadas y una carga de maquillaje que no se les veía ni un solo morete.Al final a Marianne le daba más risa poder burlarse de ellos por el maquillaje que lo enojada que estaba con ellos, y se dio cuenta de que era inútil tratar de controlar a aquellos locos.—¡Lo sentimos, Marianne! —gritaron a coro.—Vale, vale, ya basta —respondió Marianne riendo y sacudiendo la cabeza—. Ahora vamos a bautizar a mi hijo.Un par de hora