Capítulo 105Seiko permaneció sentado enfrente de él durante todo el trayecto, y si bien no parecía muy amistoso, tampoco era hostil. A medida que iban pasando las horas, Gabriel fue descubriendo que era una persona bastante interesante; le contó que había nacido en Japón pero se había criado en Estados Unidos desde los dos años, que era exmarine y se había insubordinado después de perder a varios amigos en una operación mal dirigida. Después de eso había estado preso, se había unido a un grupo paramilitar y de alguna forma había terminado trabajando para Angus Moore.Para el momento en que aterrizaron y a pesar del clima cálido, Gabriel sintió un escalofrío al darse cuenta de que estaba en la misma ciudad semi destruida donde lo habían hecho prisionero hacía dos años.—Jordania... —murmuró.—Este era territorio del Comandante Hopper... luego su mujer se dio cuenta de que era un inútil impulsivo. lo entregó a Justicia Internacional y este pasó a ser su territorio —le contó Seiko—. Hac
Moore abrió los ojos asustado, sin saber qué decir. Para él Seiko había torturado y matado a decenas de personas en los últimos años, pero él nunca se lo había visto hacer. Siempre le había dicho que esa parte de la "negociación" la manejaba en privado, y jamás había creído que el secuestro del hijo de Cross fuera un problema para él.—Espera... espera... —balbuceó—. Esto no es personal... solo hay cosas que son necesarias para llegar al poder... —Moore trató de incorporarse, pero Gabriel lo obligó a arrodillarse delante de él.—Y tú harías cualquier cosa para mantenerlo —siseó el capitán.—¡Espera! ¡Si me matas no vas a poder salir de aquí! —le advirtió Moore a Seiko.—¿Crees que no eres sustituible? —le escupió este entre dientes—. ¿Crees que te son más leales a ti que al dinero? ¡No seas iluso!—¡No, claro que no creo eso! —gruñó Moore con desprecio—. Pero te garantizo que no seguirán a un traidor. Si saben que me traicionaste, te matarán.Gabriel giró el cañón del arma y le pegó c
Marianne estaba sentada frente a una de las ventanas del departamento, escrutando la calle con ojos inquietos. Jay dormía en su pequeño bambineto justo frente a ella, sabía que por largo tiempo no sería capaz de quitarle los ojos de encima, y que Reed tendría que hacerle mucha terapia para que no se convirtiera en una madre paranoica y sobre protectora.Había pasado ya casi un día entero desde que Gabriel se había ido, y Marianne no podía estar más desesperada o nerviosa. ¿Y si le había pasado algo?Suspiró inquieta, tratando de alejar aquellos pensamientos no deseados de su mente, y se puso a contemplar el lugar en que había vivido tantas cosas. La ciudad parecía diferente ahora, casi como si fuera un sueño.Las calles estaban desiertas y silenciosas al atardecer, y el cielo era de un gris ominoso. O quizás solo se sentía así para ella, que estaba esperando por un hombre que no acababa de llegar.Una lágrima brotó de sus ojos y resbaló por su mejilla, sin que Marianne pudiera hacer n
Los chicos, en vez de asustarse o echar a correr, como cualquier persona sensata haría, solo se miraron los unos a los otros y rompieron a reír. Bueno... no debieron hacerlo. Un minuto después Marianne repartía pantuflazos a diestra y siniestra.—¿De verdad creen que se van a librar de esto tan fácilmente? —gritó Marianne detrás de ellos—. ¡Jay-Jay no va a ser bautizado hasta que ustedes arreglen este desastre! ¡No quiero ver esos morados en las fotos del bautizo de mi hijo!Dos días después, todos los chicos estaban sentados en la sala de Marianne con las caras esperanzadas y una carga de maquillaje que no se les veía ni un solo morete.Al final a Marianne le daba más risa poder burlarse de ellos por el maquillaje que lo enojada que estaba con ellos, y se dio cuenta de que era inútil tratar de controlar a aquellos locos.—¡Lo sentimos, Marianne! —gritaron a coro.—Vale, vale, ya basta —respondió Marianne riendo y sacudiendo la cabeza—. Ahora vamos a bautizar a mi hijo.Un par de hora
Seis meses después. Marianne estaba nerviosa. Era la primera vez que se separarían de Jay después de casi medio año, pero ya no tenían nada que temer. Sus enemigos estaban muertos y Astor, por lo que sabían, había tenido que ser recluido a una celda en solitario en una prisión de máxima seguridad, donde cumplía una cadena perpetua. Sin embargo Marianne no podía evitar que separarse de Jay fuera difícil para ella. Le dio cien mil instrucciones a Stela y Reed, y Gabriel terminó arrastrándola a la camioneta o de lo contrario no se irían nunca. Un par de horas después estaban firmando el nuevo contrato por la cabaña que acababan de comprar al pie de los Alpes y el capitán la levantó en brazos para llevarla dentro. —¿Será nuestra nueva luna de miel? —preguntó ella toda coqueta. —Sí, mi amor, será nuestra nueva luna de miel —le dijo él besando sus labios—. ¡Bienvenida a casa! —susurró contra su cabello, en lo que a Marianne le pareció un sueño. Toda la cabaña estaba hecha de madera y e
Seis años después. Marianne caminaba de un lado a otro en la pequeña antesala del nuevo consultorio de Reed. —¡Oye, oye! No tienes que estar nerviosa —dijo Gabriel acariciando sus brazos arriba y abajo—. Solo vamos a ayudar a Morgan con su condenado estudio, tampoco es como que nos vayamos a la guerra. —Ya sé, pero es que es un estudio de compatibilidad, ¿y si de repente sale que no somos compatibles? Gabriel puso los ojos en blanco. —Mocosa, ¿tú crees que a estas alturas alguien pueda decir que tú y yo no somos compatibles? Marianne sonrió mientras se acurrucaba entre sus brazos. Reed les había pedido ayuda para un estudio nuevo que estaba liderando para la universidad de la ciudad, así que Marianne y Gabriel no podían negarse. Había muchas parejas en el saloncito de espera, y Marianne había visto que muchas salían peleando de la prueba. Por desgracia Reed los había dejado para últimos, pero lo vieron sonreír con alivio al verlos entrar. Se acomodaron en el sofá frente a él y
Gabriel sintió que le tocaban la mano y se desperezó un poco. Había llegado del trabajo hacía un rato, juraba que se había sentado solo unos segundos delante de la chimenea, pero se había quedado dormido en su sillón al instante.—¿Papá...?El capitán abrió los ojos de inmediato para encontrarse con los ojos curiosos de sus gemelas. Eran dos gotas de agua.—¡Holaaaaa! ¿Cómo están las princesas de papá?Las niñas gatearon hasta subirse a sus rodillas.—¿Nos lees un cuento? —le pidió Steph—. Jay está jugando videojuegos debajo de su colcha y mamá está durmiendo a Artie. ¿Nos lees un cuento?Gabriel las rodeó con los brazos y las besó en las cabecitas. Abrió el libro de cuentos que traían y les leyó por milésima vez la historia de la Bruja bonita, que era su preferida.Estaban ya rendidas cuando Marianne entró en el salón con pasos silenciosos. Se inclinó para darle a Gabriel y beso suave de bienvenida y levantó en brazos a una de las niñas mientras él llevaba a la otra.—Cualquiera que
Morgan Reed tenía un don especial para lidiar con la gente, sin embargo eso era solo en el plano laboral, o para sus amigos. Las chicas corrían tras él, quizás porque era un psiquiatra brillante o por el estatus que le daba estar relacionado con las Fuerzas Especiales, pero Morgan jamás había tenido una relación seria y si era honesto, tampoco le había interesado nunca.Pero como en todas las reglas hay excepciones, la vida se encarga de poner frente a él justamente a la chica que está demasiado ocupada como para prestarle atención. La chica loca, la intrasigente, a la que no le interesa quedarse más allá de la madrugada. La chica con secretos, la que es justamente como él y por eso, si la quiere, tendrá que hacer todo lo que jampas pensó hacer para conquistar a una mujer.CAPÍTULO 1. Una mujer peligrosaMorgan Reed era un hombre muy consciente de sí mismo. A sus treinta y siete años, y viniendo de una familia de pocos recursos en Connecticut, había logrado mucho más de lo que la mayo