Seis años después. Marianne caminaba de un lado a otro en la pequeña antesala del nuevo consultorio de Reed. —¡Oye, oye! No tienes que estar nerviosa —dijo Gabriel acariciando sus brazos arriba y abajo—. Solo vamos a ayudar a Morgan con su condenado estudio, tampoco es como que nos vayamos a la guerra. —Ya sé, pero es que es un estudio de compatibilidad, ¿y si de repente sale que no somos compatibles? Gabriel puso los ojos en blanco. —Mocosa, ¿tú crees que a estas alturas alguien pueda decir que tú y yo no somos compatibles? Marianne sonrió mientras se acurrucaba entre sus brazos. Reed les había pedido ayuda para un estudio nuevo que estaba liderando para la universidad de la ciudad, así que Marianne y Gabriel no podían negarse. Había muchas parejas en el saloncito de espera, y Marianne había visto que muchas salían peleando de la prueba. Por desgracia Reed los había dejado para últimos, pero lo vieron sonreír con alivio al verlos entrar. Se acomodaron en el sofá frente a él y
Gabriel sintió que le tocaban la mano y se desperezó un poco. Había llegado del trabajo hacía un rato, juraba que se había sentado solo unos segundos delante de la chimenea, pero se había quedado dormido en su sillón al instante.—¿Papá...?El capitán abrió los ojos de inmediato para encontrarse con los ojos curiosos de sus gemelas. Eran dos gotas de agua.—¡Holaaaaa! ¿Cómo están las princesas de papá?Las niñas gatearon hasta subirse a sus rodillas.—¿Nos lees un cuento? —le pidió Steph—. Jay está jugando videojuegos debajo de su colcha y mamá está durmiendo a Artie. ¿Nos lees un cuento?Gabriel las rodeó con los brazos y las besó en las cabecitas. Abrió el libro de cuentos que traían y les leyó por milésima vez la historia de la Bruja bonita, que era su preferida.Estaban ya rendidas cuando Marianne entró en el salón con pasos silenciosos. Se inclinó para darle a Gabriel y beso suave de bienvenida y levantó en brazos a una de las niñas mientras él llevaba a la otra.—Cualquiera que
Morgan Reed tenía un don especial para lidiar con la gente, sin embargo eso era solo en el plano laboral, o para sus amigos. Las chicas corrían tras él, quizás porque era un psiquiatra brillante o por el estatus que le daba estar relacionado con las Fuerzas Especiales, pero Morgan jamás había tenido una relación seria y si era honesto, tampoco le había interesado nunca.Pero como en todas las reglas hay excepciones, la vida se encarga de poner frente a él justamente a la chica que está demasiado ocupada como para prestarle atención. La chica loca, la intrasigente, a la que no le interesa quedarse más allá de la madrugada. La chica con secretos, la que es justamente como él y por eso, si la quiere, tendrá que hacer todo lo que jampas pensó hacer para conquistar a una mujer.CAPÍTULO 1. Una mujer peligrosaMorgan Reed era un hombre muy consciente de sí mismo. A sus treinta y siete años, y viniendo de una familia de pocos recursos en Connecticut, había logrado mucho más de lo que la mayo
La noche no tardó en llegar y Stela se dirigió a la dirección que Morgan le había dado. Era un edificio de departamentos relativamente céntrico de la ciudad y al verlo supo que allí vivía gente con dinero. No era un edificio de lujo, pero tampoco era un lugar normal y corriente.Subió hasta el octavo piso y encontró el número del departamento. Tocó el timbre y esperó pacientemente a que Reed le abriera la puerta. Y cuando lo hizo… ¡Dios mío!Morgan Reed era simplemente…—¡Wow! —soltó, mirándolo de arriba a abajoEra un hombre increíblemente sexy. Tenía un cuerpo esbelto y musculoso, era alto y tenía unos ojos oscuros que la dejaron sin aliento. Llevaba unos vaqueros ajustados y una playera negra, pero incluso así se podía ver el contorno de sus abdominales marcados. Y su cara… Dios, su cara… Era perfecta, con esa barba cuidada y esos labios carnosos y sensuales.Stela sintió que se le secaba hasta el cielo de la boca.—¿Disculpa? —dijo Morgan sonriendo de medio lado—. Hace unas horas
Investigar a Stela Harper podía ser una de las cosas más simples de hacer en el mundo, sin embargo Reed había preferido quedarse en la superficie, le bastaba saber dónde encontrarla, y eso era estudiando arquitectura en la universidad.La última clase de la tarde había terminado y como era habitual, Stela fue una de las primeras en salir del salón, sin mirar a derecha ni izquierda, con la cabeza alta y esos cabellos negros que caían en cascada sobre su espalda. Era una mujer hermosa e inteligente, tan segura de sí misma que tenía descolocado a Morgan.No le costó mucho seguirla a una distancia prudencial sin ser descubierto, después de todo, había acompañado durante un tiempo a las Fuerzas Especiales.No obstante, cuando Stela se detuvo en una cafetería cercana a la universidad, Reed se dio cuenta de que no estaba sola, alguien además de él la estaba siguiendo.Ella ni siquiera lo había notado, pero en cuanto se dirigió al estacionamiento por su auto, aquel hombre alto y fornido, en t
Stela se lavó la cara y la boca con un cepillo nuevo, que había encontrado en uno de los cajones del mueble del lavabo, y suspiró antes de salir del baño. La sala estaba ya limpia y tenía un suave aroma a desinfectante.—Lo siento por el desastre que te hice —murmuró, pero Morgan negó despacio, cruzándose de brazos mientras se apoyaba en la encimera.—Ni lo menciones, creo que hasta me dio esperanzas sobre ti, estaba a punto de pensar que estabas realmente desquiciada. Me dio gusto ver que puedes reaccionar como cualquier persona relativamente normal.Stela levantó las cejas con un gesto desafiante y sonrió de medio lado.—¡Ah! Entonces me aseguraré de vomitar en tu moqueta más a menudo —sentenció—. La próxima vez dime dónde lo quieres, si en la alfombra del té o en la pecera.Los dos rieron por lo bajo pero pronto la situación se hizo tensa.—Hay que avisarles, lo que pasó... —empezó Morgan pero Stela lo interrumpió, negando con la cabeza.—Solo díselo a Gabriel, no quiero que Marian
Ya había comenzado a amanecer cuando Stela se escurrió de la cama y Morgan sonrió contra la almohada en cuando escuchó el sonido de la ducha al abrirse. Se levantó con más energía que cualquier día y se fue al baño de visitas, así que para cuando Stela salió, él ya estaba perfectamente bañado y vestido, de cuello y corbata, y ella lo miraba como si fuera el hombre de sus sueños.—Si me sigues mirando así, voy a pensar que de verdad te gusto —se rio Morgan poniendo una taza de café humeante y oloroso frente a ella.—¡Tendría que estar loca para que no me gustaras! —sentenció Stela acomodándose en una banqueta—. Eres un hombre muy guapo y por lo que veo, eres exitoso. ¡Dios, el orgullo se te sale por los poros!Reed se encogió de hombros.—He trabajado mucho por eso, así que en un alarde de poca humildad, diré que sí, soy todo lo exitoso que necesito, pero todavía conservo los pies en la tierra —respondió él, riendo—. Tú, en cambio, todavía tienes mucho que demostrarle a tus padres para
Stela estaba en las nubes, aquel de verdad era el mejor club del mundo, y con todo lo que había pasado últimamente, necesitaba sacarse el exceso de estrés del sistema. El cumpleaños de Mara era lo de menos, solo eran compañeros de grupo, pero estaban bailando, bebiendo y pasándola bien... o al menos eso hacían hasta que a Alex le entró su ataque de soledad y se puso a proponer juegos estúpidos.—¡Ay por favor, ya no tenemos trece años! —se burló Stela—. Y la botella cuesta mil doscientos dólares, no vas a girarla y nadie va a besar a nadie.—¡Qué gruñona eres...! —protestó Alex haciendo un puchero y girando la botella igual.—¡Ahora resulta que yo soy gruñona! —exclamó Stela indiferente y cruzándose de brazos, pero la botella giró y cuando se detuvo señaló directamente hacia ella—. No, no, no...—Mala suerte... —dijo Alex avanzando hacia ella con los ojos entrecerrados.Stela le puso el índice contra la frente y eso alcanzó para detenerlo.—¡No, joder! —siseó—. Date la vuelta y besuqu