CAPÍTULO 42. Tenemos que irnos

Los ojos de Marianne se cruzaron con los de Gabriel durante un instante perfecto, y ella pudo ver toda la seguridad y la calma que había visto en él la primera vez que la había salvado. Había estado salvándola cada día después de eso, pero lo cierto era que ya para ella no había nada que el Capitán Gabriel Cross no pudiera hacer.

—¿Entonces? ¿Le respondes? —preguntó Gabriel y ella se giró hacia Benjamín.

—Claro —dijo Marianne, aclarándose la garganta como si fuera a decir algo muy importante, pero en lugar de eso, su puño fue a estrellarse directamente contra la nariz de Benjamín, haciéndolo tambalearse—. ¡Eso fue un «no», animal! —sentenció altes de lanzarle el ramo a la cara y darse la vuelta con una sonrisa iluminándole el rostro—. ¡Diablos, estoy en racha! —se rio sacudiéndose los nudillos y en la cara de Gabriel solo vio una sorpresa llena de emoción.

Marianne corrió hacia él mientras detrás de ella los periodistas y los fotógrafos arrinconaban al Ministro y a su hijo sin que uno
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