El salón había quedado por completo vacío y sólo estábamos nosotros cuatro.
— Charlotte tiene razón, debes controlar tus sentimientos si quieres seguir viviendo aquí. — repuso Fabián.
— No sé de qué hablan. — les dije mientras me marchaba del lugar.
— Casi nos mata y ni siquiera se dio cuenta. — acotó Cassiel frustrado.
— Hay que admitir que sus poderes se le parecen…— dijo Charlotte.
— Controló a todo un grupo de vampiros, manipulando sus emociones, llevándonos a todos al borde de la locura. Nunca nadie había tenido tanto poder. ¿Quién rayos es esa bruja? ¿De dónde vinieron estas cosas?
— No, Cassiel. No son cosas… Sólo son un espécimen muy raro que deberemos
Ely había cursado ocho horas seguidas.—Claro que el almuerzo nos salvó a todos. Pero igual, una vez que terminó la clase a las cinco de la tarde, todos parecíamos unos zombis ambulantes. — reía luego de una extensa charla donde me explicaba los términos médicos que aprendió en el transcurso del día.La verdad era que muchas veces le entendía pero otras no podía seguirle el hilo y se terminaba riendo sola de sus propias bromas.Ya a lo último, me reía porque me causaba gracia su carcajada contagiosa.—Ada dijo que mañana a la mañana tienes gimnasia. — recordó repentinamente y aguardó mi confirmación con cara dudosa.—Así es. — dije tras sacar el folleto con mis horarios para así verificar s
La cena siguió su curso y al final de la velada comprendimos que tampoco habría ayudantes de limpieza en la cocina, por lo tanto nos dividimos las tareas entre todos para así limpiar la mesa, ollas y platos, así como cada uno de los utensilios y vasos. Después de lavarlos y guardarlos ya estábamos listos para irnos a descansar.—Sol… Sol…— golpeó mi puerta un par de veces hasta que finalmente la abrí.—¿Ely? ¿Qué pasa? Son las doce de la noche. — anuncié la hora con un bostezo.—Si, lo sé. Es que me olvidé de avisarte que debido al golpe que te diste, decidí dejarte en observación por veinticuatro horas.—¿Que qué? — cuestioné mientras luchaba con todas mis fuerzas para mantenerme despierta.
Comencé a escuchar un sonido que era verdaderamente muy molesto, para cuando logré despertarme del todo, entre la confusión que me invadía noté que alguien estaba tocando a la puerta. Caminé a la entrada de la habitación y tras abrirla encontré a un Esteban con aspecto preocupado.—Ely nos contó sobre el golpe en la cabeza y nos pidió…—Si, si… unas preguntas. — dije bostezando y saliendo afuera de la habitación noté que estaba todo a oscuras. Solo se veía el reflejo de la luna entrando por la ventana del pasillo iluminando escasamente el lugar.—No quise encender las luces… cuando prendí las de las escaleras me quise morir de la ceguera que me dejó. No quería que te pasara lo mismo, mucho menos en tu estado.—&nb
Fue en un abrir y cerrar de ojos lo que duró la calma. Cuando al fin estaba por conciliar el sueño, ya había alguien llamándome con insistencia.—Sol… Sol… Vamos dormilona, despierta. — era su voz… ¡Era ella!—¿Luna?—Sol, despierta. Son las cuatro de la mañana y tengo que hacerte unas preguntas. — me dijo Hernán mientras me sacudía un poco de los hombros.—Ah… Si, de acuerdo. — contesté mientras intentaba despabilarme, tragándome el recuerdo de la voz de mi propia hermana que por un instante había oído… o al menos eso me pareció por un breve y maravilloso instante.—Primera pregunta: ¿Cómo te llamas?—Sol Serazu. — le contest&eacut
Cuando fuimos hasta planta baja para desayunar, ya se encontraban Hernán, Esteban y Ada en el salón. La última nos recibió con la mano alzada tan pronto como nos vio atravesar la puerta del comedor. Verla haciendo eso me dejó sin palabras… “¿Por qué lo hace?” me cuestioné en mi foro interno. “¡Si somos los únicos en el comedor!” me dije a mí misma con ironía. A Ely, en cambio, no le importaba en lo absoluto, esa clase de gestos le provocaban gracia y ternura a tal punto que le seguía la corriente en cada una de sus ocurrencias. Incluso esa vez no perdió la oportunidad y le devolvió el saludo enérgicamente. Mi cara de negación fue bastante evidente, pero a ellas no les molestaba. Supongo que ya entendían mi forma de ser y luego retomé mis pasos hacia donde estaban reunidos. —Llegó la chica que se salvó del coma. — dijo divertido Esteban tan pronto como me senté. &n
Mi cuerpo relajado y hecho una seda se trasladaba casi flotando por los pasillos del instituto, esparciendo a su paso un aura apaciguadora. Después de la clase de pilates había quedado hecha una gelatina andante. Me alegré mucho cuando la clase terminó media hora antes. Gracias a eso pude aprovechar el tiempo para dejar listo todo el equipo de arquería.Mientras deambulaba por los corredores, me puse a pensar en algunas de las ventajas que tenía vivir en el instituto. Contábamos con baños privados, claro que aunque los compartiéramos entre los residentes, no dejaba de ser una especie de lujo.Tener mi habitación dentro del rango del Instituto, lo hacía tan cómodo como estar en casa. No fue difícil adaptarme, después de todo, no difería mucho del orfanato donde crecimos.—Otra vez…
Sin que se lo ordenara, fue mi propio cuerpo el que se dirigió directamente hasta el epicentro mismo de la plaza. Allí, donde mi melliza fue atacada.Contemplé en un silencio sepulcral las baldosas donde ella luchó por su vida.Levanté la mirada y divisé a cada uno de los que habían estado allí en aquel horroroso día. Eran cinco. Podía verlos frente a mí. Entre ellos un niño y una mujer cuya cabellera pelirroja era la que más resaltaba en aquel recuerdo gris.—Y tres muchachos más…— cerré mi puño con fuerza mientras los estudiaba cuidadosamente.Al que le dirigía todo mi odio era al chupasangre de ojos claros que retenía a mi hermana. Lo miré despiadadamente hasta que su imagen se desvaneció frente a mis ojos en aquel escenario,
—Maldito hipócritas. — refunfuñé cerrando mi puño con fuerza.No podía creerlo, me negaba a quedarme de brazos cruzados pero el sólo ver que los ciudadanos de Cielo Azul se negaban a ver la realidad no hacía más que enfurecerme.Era frustrante, luego de recorrer hasta el último rincón de la biblioteca fui a los centros de información más cercanos, fui a la comisaría, visité tres museos históricos e incluso fui al congreso, y aunque me da algo de pena decirlo, tengo que confesar que de éste último lugar, prácticamente me sacaron a patadas.La verdad del asunto era terriblemente más espantosa de lo que estimaba. Nadie sabía nada y lo que era peor era que incluso tenían pánico cada vez que les mencionaba la palabra vampiro. Razón por la cual opté por llamarlos “nocturnos”. Sin embargo, ni aun así logré arrebatarles una pizca de información.Era como si se empeñaran en no saber l