Mi cuerpo relajado y hecho una seda se trasladaba casi flotando por los pasillos del instituto, esparciendo a su paso un aura apaciguadora. Después de la clase de pilates había quedado hecha una gelatina andante. Me alegré mucho cuando la clase terminó media hora antes. Gracias a eso pude aprovechar el tiempo para dejar listo todo el equipo de arquería.
Mientras deambulaba por los corredores, me puse a pensar en algunas de las ventajas que tenía vivir en el instituto. Contábamos con baños privados, claro que aunque los compartiéramos entre los residentes, no dejaba de ser una especie de lujo.
Tener mi habitación dentro del rango del Instituto, lo hacía tan cómodo como estar en casa. No fue difícil adaptarme, después de todo, no difería mucho del orfanato donde crecimos.
— Otra vez…
Sin que se lo ordenara, fue mi propio cuerpo el que se dirigió directamente hasta el epicentro mismo de la plaza. Allí, donde mi melliza fue atacada.Contemplé en un silencio sepulcral las baldosas donde ella luchó por su vida.Levanté la mirada y divisé a cada uno de los que habían estado allí en aquel horroroso día. Eran cinco. Podía verlos frente a mí. Entre ellos un niño y una mujer cuya cabellera pelirroja era la que más resaltaba en aquel recuerdo gris.—Y tres muchachos más…— cerré mi puño con fuerza mientras los estudiaba cuidadosamente.Al que le dirigía todo mi odio era al chupasangre de ojos claros que retenía a mi hermana. Lo miré despiadadamente hasta que su imagen se desvaneció frente a mis ojos en aquel escenario,
—Maldito hipócritas. — refunfuñé cerrando mi puño con fuerza.No podía creerlo, me negaba a quedarme de brazos cruzados pero el sólo ver que los ciudadanos de Cielo Azul se negaban a ver la realidad no hacía más que enfurecerme.Era frustrante, luego de recorrer hasta el último rincón de la biblioteca fui a los centros de información más cercanos, fui a la comisaría, visité tres museos históricos e incluso fui al congreso, y aunque me da algo de pena decirlo, tengo que confesar que de éste último lugar, prácticamente me sacaron a patadas.La verdad del asunto era terriblemente más espantosa de lo que estimaba. Nadie sabía nada y lo que era peor era que incluso tenían pánico cada vez que les mencionaba la palabra vampiro. Razón por la cual opté por llamarlos “nocturnos”. Sin embargo, ni aun así logré arrebatarles una pizca de información.Era como si se empeñaran en no saber l
Una vez más, sus ojos lucían desorbitados por la sorpresa al verme subir el colectivo para seguir el mismo camino que nos llevaría al Instituto.—¿Puedo sentarme allí? Me gusta ir del lado de la ventana. — preguntó acercándose a mi asiento.Lo miré con desprecio y solo pude contestarle lo obvio:—Tienes suficientes ventanas libres, ¿no te parece? — le dije mientras paseaba la mirada por el colectivo vacío.—No me gusta viajar solo. — sonrió.Ofuscadamente lo dejé pasar por mi lugar para que se sentara en el asiento vacío que tenía al lado y que daba justamente a la ventana.—¿Sos tan exasperante siempre?—La mayor parte del tiempo. — respondí a secas.&mda
—Deberías pedirles que te quitaran algunas de las tareas extras que te asignaron. — comentó Esteban mientras examinaba los puntos de mi cabeza.Estábamos en la enfermería, como ése día él estaba de turno, fue quien me atendió. Le llamó la atención cuando me vio llegar a la oficina sobre el horario de clases y tuve que explicarle sobre el aseo en el gimnasio.—Solo me tardé más de la cuenta. No pasa nada si me pierdo la primera clase, después de cenar iré a la próxima materia, ya está. Solo fue una clase. — le resté importancia al asunto ya que veía que se lo estaba tomando más apecho que yo misma.—Mh… Pero no fue cualquier clase. Fue la primera. No sé bien, pero tengo entendido que los Nocturnos son… &i
Su piel de porcelana, sus ojos brillantes y su cabellera perfectamente peinada… no me cabían dudas de que era una nocturna. Pero su comportamiento me decía lo contrario. La forma en que expuso su vulnerabilidad frente a mí me dejó pensando.— Veo que conociste a Guillermina. — se acercó a nosotros el muchacho de la parada del colectivo.— Izán, ella es mi compañera. — le comentó muy tranquila a aquel chupasangre.Él me volvió a mirar algo sorprendido y casi con una risita de picardía preguntó si era cierto.— No. — le aclaré tajantemente a la vez que una segunda voz también se levantaba diciendo:— Claro que sí. — exclamó la chica cuyo nombre era Guillermina.Nuestras respuestas se contradijeron.— ¡Veo que se llevan de maravillas! Bueno, las dejo porque me están llamando. Nos vemos más tarde. — se despidió al ver lo llamaban sus amigos al organizar su equipo.— Tengo que ir a cursar, ya suéltame. — le pedí con toda la cortesía que fui capaz de acumular.— No. — su contestación tan si
— ¿Eres humana? — me preguntó por quinta vez mientras me pinchaba con su dedo índice los brazos, espalda y cara.— No me digas que no te habías dado cuenta, Guillermina. — dijo divertido su profesor, quien la trataba como a una sobrina consentida.— Pero tengo que irme a otra cursada, debo prepararme. — le expliqué inútilmente al profesor, era evidente que no me estaba prestando atención.— Te recomiendo que te quedes hasta el final del partido, necesitamos un jugador y solo nos quedas tú. — repuso mirando sus planillas.— Pero…— antes de que pudiera negarme nuevamente, me interrumpió diciendo:— Si no lo haces, entonces hablaré con tu supervisor y te reportaré por haber faltado a tus clases para venir a jugar aquí sin mi autorización. — quedé muda frente a la extorción de la cual estaba siendo víctima. Quedé tan blanca como una hoja de papel, no daba crédito de lo que estaba escuchando.— Hermano… No deberías decir algo así… Yo ya le pedí un favor. No creo que sea correcto. — dijo Gu
Después de un baño renovador, me vestí con el uniforme y ya estaba lista para ir a cenar. Tenía mucha hambre.—¡Demasiada! — vociferé al bajar las escaleras del campus de camino al comedor del instituto.—Nada como un buen estofado para terminar el día. — dijo Hernán mientras devoraba la comida de su plato.Por mi parte no tenía tiempo de hablar, estaba demasiado hambrienta, tanto que apenas me senté, llené mi boca de comida.—Tengan cuidado, podrían atracarse. — nos advirtió Ely.—Si, aunque a mí me da más la impresión de que se van a ahogar en cualquier momento. ¡Ni siquiera están respirando! ¡¿Ves?! ¡¿Ves lo que digo?! — exclamó Ada totalmente espantada
—Guillermina, te estaba buscando. — la llamó su amigo.—Izán, olvidé decirte que estaría en el comedor, lo siento. — se disculpó.—Si, lo supuse. Lo que no me imaginé es que te sentarías con ellos a cenar. Sin ánimos de ofender. — repuso de inmediato dirigiéndonos la mirada y sin perder la formalidad en sus expresiones. —. Es solo que no debe ser cómodo vernos beber sangre frente a ustedes. — se explayó el amigo de Guillermina.—Pero yo…— Guillermina intentó decir algo, pero era evidente que las palabras no eran lo suyo.—Es verdad, Guillermina. Deberías irte a otra mesa. — le dije a secas. De todos los presentes, ninguno pensó que fuera yo quien la echara. Pero había sido demasiad