Me di un susto de aquellos pero traté de disimularlo cuanto pude. Pero si ellos podían oír los latidos del corazón de las personas, gracias a sus sentidos híper desarrollados, entonces disimular era una pérdida de tiempo frente a ellos.
— ¿Qué haces aquí? — inquirí haciéndole notar en mi tono de voz que su presencia no era bien recibida. —. Te advierto que no estoy de ánimo para que me hagan otro chichón en la cabeza. — le dije mientras me levantaba y me sacudía el pantalón.
Cuando volví la vista hacia él, noté la angustia que gobernaba su expresión, mis palabras lo afectaron notablemente.
— Vine a disculparme. — anunció.
— No es la primera vez que me doy un golpe en la cabeza, será mejor que lo olvides y ya. &mda
Mientras caminábamos por los pasillos del instituto comencé a ponerme un tanto incómoda con la situación. Me encontraba caminando a la par de un vampiro.La idea empezó a tener cada vez más peso, a tal punto que pasó de ser una situación incómoda a una muy molesta. Había recorrido esos pasillos unas cuantas veces a solas y quería que eso siguiera de la misma forma. Me había acostumbrado a emprender largas caminatas con mi hermana, pero nunca dejé que nadie más me acompañara y esa situación no cambiaría de un día para otro, mucho menos con un chupasangre.—¿No sería más fácil si te fueras como hiciste recién en la pista de carrera?—Sí, pero a veces se siente bien caminar.—Grr… No me refería a eso. &
El salón había quedado por completo vacío y sólo estábamos nosotros cuatro.—Charlotte tiene razón, debes controlar tus sentimientos si quieres seguir viviendo aquí. — repuso Fabián.—No sé de qué hablan. — les dije mientras me marchaba del lugar.—Casi nos mata y ni siquiera se dio cuenta. — acotó Cassiel frustrado.—Hay que admitir que sus poderes se le parecen…— dijo Charlotte.—Controló a todo un grupo de vampiros, manipulando sus emociones, llevándonos a todos al borde de la locura. Nunca nadie había tenido tanto poder. ¿Quién rayos es esa bruja? ¿De dónde vinieron estas cosas?—No, Cassiel. No son cosas… Sólo son un espécimen muy raro que deberemos
Ely había cursado ocho horas seguidas.—Claro que el almuerzo nos salvó a todos. Pero igual, una vez que terminó la clase a las cinco de la tarde, todos parecíamos unos zombis ambulantes. — reía luego de una extensa charla donde me explicaba los términos médicos que aprendió en el transcurso del día.La verdad era que muchas veces le entendía pero otras no podía seguirle el hilo y se terminaba riendo sola de sus propias bromas.Ya a lo último, me reía porque me causaba gracia su carcajada contagiosa.—Ada dijo que mañana a la mañana tienes gimnasia. — recordó repentinamente y aguardó mi confirmación con cara dudosa.—Así es. — dije tras sacar el folleto con mis horarios para así verificar s
La cena siguió su curso y al final de la velada comprendimos que tampoco habría ayudantes de limpieza en la cocina, por lo tanto nos dividimos las tareas entre todos para así limpiar la mesa, ollas y platos, así como cada uno de los utensilios y vasos. Después de lavarlos y guardarlos ya estábamos listos para irnos a descansar.—Sol… Sol…— golpeó mi puerta un par de veces hasta que finalmente la abrí.—¿Ely? ¿Qué pasa? Son las doce de la noche. — anuncié la hora con un bostezo.—Si, lo sé. Es que me olvidé de avisarte que debido al golpe que te diste, decidí dejarte en observación por veinticuatro horas.—¿Que qué? — cuestioné mientras luchaba con todas mis fuerzas para mantenerme despierta.
Comencé a escuchar un sonido que era verdaderamente muy molesto, para cuando logré despertarme del todo, entre la confusión que me invadía noté que alguien estaba tocando a la puerta. Caminé a la entrada de la habitación y tras abrirla encontré a un Esteban con aspecto preocupado.—Ely nos contó sobre el golpe en la cabeza y nos pidió…—Si, si… unas preguntas. — dije bostezando y saliendo afuera de la habitación noté que estaba todo a oscuras. Solo se veía el reflejo de la luna entrando por la ventana del pasillo iluminando escasamente el lugar.—No quise encender las luces… cuando prendí las de las escaleras me quise morir de la ceguera que me dejó. No quería que te pasara lo mismo, mucho menos en tu estado.—&nb
Fue en un abrir y cerrar de ojos lo que duró la calma. Cuando al fin estaba por conciliar el sueño, ya había alguien llamándome con insistencia.—Sol… Sol… Vamos dormilona, despierta. — era su voz… ¡Era ella!—¿Luna?—Sol, despierta. Son las cuatro de la mañana y tengo que hacerte unas preguntas. — me dijo Hernán mientras me sacudía un poco de los hombros.—Ah… Si, de acuerdo. — contesté mientras intentaba despabilarme, tragándome el recuerdo de la voz de mi propia hermana que por un instante había oído… o al menos eso me pareció por un breve y maravilloso instante.—Primera pregunta: ¿Cómo te llamas?—Sol Serazu. — le contest&eacut
Cuando fuimos hasta planta baja para desayunar, ya se encontraban Hernán, Esteban y Ada en el salón. La última nos recibió con la mano alzada tan pronto como nos vio atravesar la puerta del comedor. Verla haciendo eso me dejó sin palabras… “¿Por qué lo hace?” me cuestioné en mi foro interno. “¡Si somos los únicos en el comedor!” me dije a mí misma con ironía. A Ely, en cambio, no le importaba en lo absoluto, esa clase de gestos le provocaban gracia y ternura a tal punto que le seguía la corriente en cada una de sus ocurrencias. Incluso esa vez no perdió la oportunidad y le devolvió el saludo enérgicamente. Mi cara de negación fue bastante evidente, pero a ellas no les molestaba. Supongo que ya entendían mi forma de ser y luego retomé mis pasos hacia donde estaban reunidos. —Llegó la chica que se salvó del coma. — dijo divertido Esteban tan pronto como me senté. &n
Mi cuerpo relajado y hecho una seda se trasladaba casi flotando por los pasillos del instituto, esparciendo a su paso un aura apaciguadora. Después de la clase de pilates había quedado hecha una gelatina andante. Me alegré mucho cuando la clase terminó media hora antes. Gracias a eso pude aprovechar el tiempo para dejar listo todo el equipo de arquería.Mientras deambulaba por los corredores, me puse a pensar en algunas de las ventajas que tenía vivir en el instituto. Contábamos con baños privados, claro que aunque los compartiéramos entre los residentes, no dejaba de ser una especie de lujo.Tener mi habitación dentro del rango del Instituto, lo hacía tan cómodo como estar en casa. No fue difícil adaptarme, después de todo, no difería mucho del orfanato donde crecimos.—Otra vez…