Mateo se rio en mi cara, se agachó y me miró:—¿Cómo que no sabías nada? Aurora, ¿a quién quieres engañar?—¡De verdad no lo sabía! —dije, apoyándome en el suelo, débil por el vino.Mateo dio una calada al cigarro y me habló con un tono sarcástico, sonriendo:—Lo que tu digas, supongamos que no lo sabías. Pero antes de venir, sabías perfectamente que él era el dueño de esta empresa. ¿Por qué sigues trabajando para él? ¿Por qué lo acompañas aquí y luchas tan duro por conseguirle inversiones? Aurora, ¿cómo se supone que te crea que no tienes nada con él?Él me miraba con desprecio. Sabía que dijera lo que dijera, no me iba a creer. Siempre había sido así, nunca me había dado confianza, solo me miraba con odio y desprecio. De todos modos, las cosas ya estaban así. Tenía que conseguir esa inversión para el proyecto de Michael.Apreté las manos con fuerza y miré a Mateo:—No hablemos de eso, hablemos solo del proyecto de hoy... sí mejor…—¡Aurora por favor! —Mateo gritó de repente.Me miró c
No alcancé ni a terminar la frase cuando Mateo me empujó contra la pared y me besó sin darme respiro.Era un beso rabioso, apurado, con ganas de castigar.Sentía que me ahogaba, me faltaba el aire, trataba de girar la cara, de escapar, pero eso solo lo hacía enojar más.Con una mano me agarró la muñeca cuando intenté apartarlo, y con la otra me sujetó por la nuca, apretando más fuerte.Me dolían los labios, me ardían al mínimo roce.No tenía cómo librarme, solo me salían quejidos.—¡Suéltala, animal!Esa voz retumbó fuerte.Era Javier.Mateo se detuvo y se dio la vuelta.Yo también miré.Ahí estaba Javier, parado no muy lejos, cigarro en mano, las manos en los bolsillos, mirándonos con una expresión aterradora.Nunca lo había visto así.Le habló a Mateo, sin filtro:—Señor Bernard, ¿pensabas secuestrar a una empleada de mi equipo sin avisar?Mateo sonrió, me jaló hacia él y le contestó:—Me estoy llevando a mi esposa, no tengo que pedirle permiso a nadie, no te metas.—¿Tu esposa? ¿Y ya
Mateo no respondió, solo le ordenó al asistente:—¡Arranca este maldito cacharro!El carro se puso en marcha de inmediato. Por la fuerza del arranque, me fui hacia atrás y, para no caer, me agarré de su cintura. Desde arriba, escuché su risa burlona:—Cuando estás borracha, te pones más lanzada de lo normal.¿Lanzada? ¿De qué habla? ¡No entiendo nada! ¡Y aún no resolvemos lo del proyecto! ¿A dónde me lleva?Me apoyé en su pecho, tirando de su camisa:—Mateo, ¿podemos regresar? Firmemos el contrato de inversión. Si tienes otras condiciones, las aceptaré, pero invierte en nuestro proyecto. Este plan tiene futuro, nuestro jefe es muy inteligente. Si inviertes, seguro ganas mucho...—Je, como digas, cariño.Levanté la vista y me topé con su mirada burlona. En ese momento, mostró todo su desprecio hacia mí. Me mordí el labio y murmuré:—Mateo, no me subestimes. ¡Algún día te pasare por encima!—¿Ah, sí? —se rio—. Bueno, ojalá eso no se quede solo en palabras, ¿vale?—No estoy hablando por ha
Mateo Bernard me cogió por casi media semana. Por supuesto, yo también me lo cogí a él. Lo hubiera hecho a gusto, de no ser por el hecho de que él se aprovechó de mi estado. Él era tan solo un pobretón a quien yo no solo no dejaba que me pusiera ni un dedo encima, sino que también lo menospreciaba y pisoteaba.Ahora, irónicamente yo soy quien ha caído en la pobreza y la desgracia, y él, en cambio, ha prosperado. Pero, como si quisiera vengarse por toda su frustración, ahora de verdad me hacía el amor, y me lo hacía con mucha hambre de mi………Mi ahora esposo por error que vino a vivir a mi casa.¿Y por qué esposo por error? Porque, al principio, su hermano era quien me gustaba e incluso salía con él. Pero, en una reunión de fraternidad, terminé teniendo sexo con el hermano equivocado en medio de mi borrachera. Y todo el mundo se enteró.Al final, mi padre no tuvo más remedio que pedirme que me case con él, para no deshonrar a la familia. Así, él se convirtió en su yerno y acabó vivi
Al no tener nada más que hacer y de los nervios tan terribles que sentía, me puse como una niña de preescolar a jugar con mis dedos, mientras yo explicaba el motivo de mi visita.Me vio directo a los ojos, como cuestionándome esto me puse mucho más nerviosa. Pero luego, sonrió y me preguntó:—¿Y por qué crees que debería ayudarte?Sabía que pedirle el favor sería en vano, así que, nerviosa, sonreí tontamente y le respondí:—Entonces, supongo que mejor olvida que vine.Claro, después de cómo lo tratamos en el pasado, era un milagro que no buscara venganza contra toda mi familia. ¿Cómo iba siquiera a considerar ayudarnos?¿En serio porque había venido a suplicarle? Cuanto más lo pensaba, más se me arrugaba la cara de la mucha vergüenza, era bien ilusa yo.Di media vuelta para irme, pero él me detuvo.—No te vayas aún—empezó—, ¿habla a ver qué estás dispuesta a ofrecerme para que te ayude? Si vale la pena, no me importaría echarles una mano.Me quedé paralizada. Pensé y pensé, pero
—¡Mira nada más y donde me la vengo a encontrar! ¿Esa de allí no es la señorita Aurora, la dulce esposa del señor Bernard? ¿También por estos lares de fiesta? Ups, espera quizás me equivoco... ¿De fiesta y con uniforme del antro? —Su burla llenó el aire y fue seguida de un corridillo de rumores.Apreté con fuerza el carrito de bebidas. Inhalé profundo. De nada servía esconderme; ya me habían visto. Y ahora estaban decididos a humillarme, no tenía cómo escapar. Lo mejor para mí en ese momento era enfrentar la situación con la cabeza en alto, sin dejarme menospreciar. Quizá, con algo de suerte, hasta lograría sacarles una propina, jajaja.Por más vergonzante o no que fuera trabajar en un antro de noche, pero las deudas nos asfixiaban; cada día los cobradores golpeaban la puerta más fuerte. Mi padre no paraba de repetir que ya no quería vivir, mi madre lloraba sin descanso y mi hermano ahora trabajaba todo el día de mensajero. ¿Para qué seguir insistiendo en mantener un orgullo inútil y
No supe qué decir, solo pude responder con una mueca, aunque en realidad quería decirle: —¿Estás loco o qué?.A pesar de todo, me di cuenta que él no era aquel hombre humilde que todos despreciaban; ahora tenía poder y dinero. Así que me tragué el impulso de insultarlo y forcé una sonrisa:—Señor Bernard, deje las bromas para otro momento. Tengo que seguir trabajando. Adiós.—¿Por qué Daniel sí puede y yo no? —preguntó de repente, con una frialdad que me dejó paralizada.Me molesté.—¿Qué es lo que Daniel puede hacer que tú no? ¿De qué habla?—Hace un momento —respondió con calma. — Dijiste que, si Daniel ponía un millón, pasarías una noche con él. Yo puedo darte cien mil, pero no aceptas pasar una noche conmigo. ¿Por qué?Blanqueé los ojos.Lo que había dicho antes no era en serio, Daniel es avaro y esa cantidad para él es imposible. Solo lo había dicho para provocarlo, pero Mateo lo había tomado en serio.Dio un paso hacia mí, con un cigarrillo entre los dedos. Sopló un anill
Me puse bastante nerviosa al verlo salir del baño, cubierto únicamente con una toalla atada a la cintura.Su físico era impresionante: hombros anchos, cintura pequeña, todo en perfecto equilibrio. Su piel no era oscura, pero tampoco se veía pálido como un enfermo. Brillaba con una vitalidad que resaltaba su fuerza.Nunca antes había permitido que se mostrara así frente a mí, y aquella vez en la reunión de exalumnos estaba tan borracha que no recordaba nada. Jamás me di cuenta de que tenía un cuerpo tan bien trabajado.Cuando me di cuenta que estaba mirándolo, y casi babeando por él, desvié incómoda la mirada rápidamente.Mateo se acercó, y con él, un rastro de calor envolvió el ambiente. Retrocedí un poco, insegura, y balbuceé:—Tienes… ¿Tienes hambre? Si quieres, yo... yo te preparo algo.Él se rio en voz baja, con un toque de burla.—¿Cocinar? ¿Tú? ¿Sabes siquiera servir un vaso de agua?Me dejó sin respuesta.Para él, yo no era más que una inútil niña rica, y la verdad no est