—Si para hacer negocios dejas que tus sentimientos se involucren, entonces mejor no hay trato —dijo Mateo.Sus palabras tenían mi nombre.Básicamente me estaba echando en cara que quería usar lo que hubo entre nosotros para sacarle una inversión, ¿no?Qué risa. Ni se me cruzó por la cabeza usar nuestro pasado.Si lo hubiera hecho, seguro me habría dejado en ridículo sin pensarlo.¿Ocho copas? No es para tanto. Me las tomo y listo, aunque después ande mal varios días.Miré a Mateo y le pregunté con voz firme:—¿Es en serio? ¿Si me tomo estas ocho copas, inviertes en el proyecto? Espero que cumpla con su palabra, señor.Mateo botó el humo del cigarro y se rio con un tono burlón:—Yo no engaño a la gente, no como otras personas.Me entró una sensación de tristeza amarga.¿Se refería a mí con ese “otras”?Ya qué, para él siempre fui una mentirosa.—Eso es, Mateo es un hombre de palabra. Si te tomas esas ocho, no solo él, mi empresa también va a invertir —dijo Donati.—Y la mía también —añad
Con la vista borrosa, vi a Mateo soltar el humo del cigarro mientras me miraba en silencio, con esa mirada tan amenazante.Temiendo que se desesperara, ni pensé en descansar. Agarré la quinta copa.Pero, justo cuando iba a tomarla, una mano grande me agarró la muñeca.Era Michael, con una mirada que no podía entender:—Aurorita, ya no más. No necesitamos esta inversión.Intenté soltarme:—Déjame. Te dije que lo haría, y lo voy a cumplir. Faltan cuatro, no voy a dejarlo a medias. Sería como si las otras no hubieran servido de nada.En eso, Javier miró a Mateo y dijo:—Yo voy a tomar por ella.Mateo se le quedó viendo con una sonrisa llena de fastidio y respondió:—¿Te dio lástima? Entonces, ¿para qué la trajiste? Si aceptaste el trato, no te eches para atrás, sé hombre y llega hasta las últimas consecuencias.Javier lo miró, enojado. Iba a decir algo más, pero yo lo tomé del brazo y le sonreí:—No pasa nada, señor Martínez. Es solo un poco de alcohol, no es la primera vez que tomo. Ya ve
Me quedé impactada, no pude reaccionar cuando Mateo me agarró del brazo y empezó a jalarme fuera de la oficina.—¿Qué diablos haces? —intenté soltarme.Pero me apretaba con tanta fuerza que la muñeca me dolía. Iba tan rápido que apenas si podía seguirle el paso, sentía que me arrastraba.Ya me sentía fatal, el estómago me daba vueltas como si fuera a reventar.Con él llevándome así, lo único que pensaba era que iba a vomitar ahí mismo.Lo tomé del brazo, con la voz entrecortada por el malestar:—Más lento... por favor... creo que me voy a vomitar...Mateo suspiró con rabia, giró por un pasillo y me empujó al baño.Corrí al lavamanos y vomité todo lo que tenía del día, hasta que ya no salió nada más que agua amarga.El estómago me ardía, el cuerpo no me respondía.Apoyada en el lavamanos, sentía que me moría.En el espejo, lo vi ahí parado, contra la pared, con un cigarro en la mano, mirándome de reojo, como si nada.Cuando me calmé un poco, me enjuagué la cara con agua helada.El frío m
Mateo se rio en mi cara, se agachó y me miró:—¿Cómo que no sabías nada? Aurora, ¿a quién quieres engañar?—¡De verdad no lo sabía! —dije, apoyándome en el suelo, débil por el vino.Mateo dio una calada al cigarro y me habló con un tono sarcástico, sonriendo:—Lo que tu digas, supongamos que no lo sabías. Pero antes de venir, sabías perfectamente que él era el dueño de esta empresa. ¿Por qué sigues trabajando para él? ¿Por qué lo acompañas aquí y luchas tan duro por conseguirle inversiones? Aurora, ¿cómo se supone que te crea que no tienes nada con él?Él me miraba con desprecio. Sabía que dijera lo que dijera, no me iba a creer. Siempre había sido así, nunca me había dado confianza, solo me miraba con odio y desprecio. De todos modos, las cosas ya estaban así. Tenía que conseguir esa inversión para el proyecto de Michael.Apreté las manos con fuerza y miré a Mateo:—No hablemos de eso, hablemos solo del proyecto de hoy... sí mejor…—¡Aurora por favor! —Mateo gritó de repente.Me miró c
No alcancé ni a terminar la frase cuando Mateo me empujó contra la pared y me besó sin darme respiro.Era un beso rabioso, apurado, con ganas de castigar.Sentía que me ahogaba, me faltaba el aire, trataba de girar la cara, de escapar, pero eso solo lo hacía enojar más.Con una mano me agarró la muñeca cuando intenté apartarlo, y con la otra me sujetó por la nuca, apretando más fuerte.Me dolían los labios, me ardían al mínimo roce.No tenía cómo librarme, solo me salían quejidos.—¡Suéltala, animal!Esa voz retumbó fuerte.Era Javier.Mateo se detuvo y se dio la vuelta.Yo también miré.Ahí estaba Javier, parado no muy lejos, cigarro en mano, las manos en los bolsillos, mirándonos con una expresión aterradora.Nunca lo había visto así.Le habló a Mateo, sin filtro:—Señor Bernard, ¿pensabas secuestrar a una empleada de mi equipo sin avisar?Mateo sonrió, me jaló hacia él y le contestó:—Me estoy llevando a mi esposa, no tengo que pedirle permiso a nadie, no te metas.—¿Tu esposa? ¿Y ya
Mateo no respondió, solo le ordenó al asistente:—¡Arranca este maldito cacharro!El carro se puso en marcha de inmediato. Por la fuerza del arranque, me fui hacia atrás y, para no caer, me agarré de su cintura. Desde arriba, escuché su risa burlona:—Cuando estás borracha, te pones más lanzada de lo normal.¿Lanzada? ¿De qué habla? ¡No entiendo nada! ¡Y aún no resolvemos lo del proyecto! ¿A dónde me lleva?Me apoyé en su pecho, tirando de su camisa:—Mateo, ¿podemos regresar? Firmemos el contrato de inversión. Si tienes otras condiciones, las aceptaré, pero invierte en nuestro proyecto. Este plan tiene futuro, nuestro jefe es muy inteligente. Si inviertes, seguro ganas mucho...—Je, como digas, cariño.Levanté la vista y me topé con su mirada burlona. En ese momento, mostró todo su desprecio hacia mí. Me mordí el labio y murmuré:—Mateo, no me subestimes. ¡Algún día te pasare por encima!—¿Ah, sí? —se rio—. Bueno, ojalá eso no se quede solo en palabras, ¿vale?—No estoy hablando por ha
Mateo Bernard me cogió por casi media semana. Por supuesto, yo también me lo cogí a él. Lo hubiera hecho a gusto, de no ser por el hecho de que él se aprovechó de mi estado. Él era tan solo un pobretón a quien yo no solo no dejaba que me pusiera ni un dedo encima, sino que también lo menospreciaba y pisoteaba.Ahora, irónicamente yo soy quien ha caído en la pobreza y la desgracia, y él, en cambio, ha prosperado. Pero, como si quisiera vengarse por toda su frustración, ahora de verdad me hacía el amor, y me lo hacía con mucha hambre de mi………Mi ahora esposo por error que vino a vivir a mi casa.¿Y por qué esposo por error? Porque, al principio, su hermano era quien me gustaba e incluso salía con él. Pero, en una reunión de fraternidad, terminé teniendo sexo con el hermano equivocado en medio de mi borrachera. Y todo el mundo se enteró.Al final, mi padre no tuvo más remedio que pedirme que me case con él, para no deshonrar a la familia. Así, él se convirtió en su yerno y acabó vivi
Al no tener nada más que hacer y de los nervios tan terribles que sentía, me puse como una niña de preescolar a jugar con mis dedos, mientras yo explicaba el motivo de mi visita.Me vio directo a los ojos, como cuestionándome esto me puse mucho más nerviosa. Pero luego, sonrió y me preguntó:—¿Y por qué crees que debería ayudarte?Sabía que pedirle el favor sería en vano, así que, nerviosa, sonreí tontamente y le respondí:—Entonces, supongo que mejor olvida que vine.Claro, después de cómo lo tratamos en el pasado, era un milagro que no buscara venganza contra toda mi familia. ¿Cómo iba siquiera a considerar ayudarnos?¿En serio porque había venido a suplicarle? Cuanto más lo pensaba, más se me arrugaba la cara de la mucha vergüenza, era bien ilusa yo.Di media vuelta para irme, pero él me detuvo.—No te vayas aún—empezó—, ¿habla a ver qué estás dispuesta a ofrecerme para que te ayude? Si vale la pena, no me importaría echarles una mano.Me quedé paralizada. Pensé y pensé, pero