—¡Imposible! —le dije a mi papá en voz baja, pero firme—Ni se te ocurra buscarlo. Si te queda algo de orgullo, vamos a resolver esto sin él.Me miró de reojo, molesto, y dijo:—Ya te pones así, no he dicho que lo iba a buscar.—¡Pues es mejor! —le respondí, sin esconder mi enfado, y me giré hacia el hospital, sin notar la mirada rara que me lanzó.Caminé cojeando hasta la entrada, pero no me animé a entrar.Miguel había dicho que la abuela Bernard ya había salido del quirófano, pero no sabía cómo estaba ahora.Después de tanto rato luchando por su vida, solo esperaba que estuviera bien.Metí la mano en el bolsillo y toqué el pedazo roto de mi pulsera. Sentí una punzada en el pecho.Con todo lo que pasó con ella, y después de la vergüenza que hizo pasar mi papá, seguro que Mateo me odia más que nunca.Tal vez ya no quiera ni verme a la cara.La casa donde vivíamos, esa villa, al final la compró Mateo.Después de lo de la abuela, no me sentía cómoda ahí.Aunque él no me haya echado, yo n
Cuando mi hermano me dijo eso, recordé que antes había mencionado que había rentado un departamento.Dejé de ver la revista que me había pasado y le pregunté:—¿Es cierto que alquilaste un apartamento?Mi hermano se sorprendió un poco, asintió y dijo:—Es verdad, ¿por qué preguntas?—¿Ya lo devolviste? Quería pedirte un…—No lo he devuelto, ¿quieres irte a vivir sola? —me interrumpió rápido, con una mirada que reflejaba algo de preocupación——Aurorita, ¿no vivías con Mateo? ¿te echó a la calle, en serio? Al escuchar ese nombre, sentí una punzada en el pecho.Sonreí con calma y le respondí:—No, no me echó, pero tú sabes… ya estamos divorciados. Quedarme con él ya no tiene sentido. Ahora que tengo trabajo, quiero rentar algo y vivir por mi cuenta.Mi hermano suspiró aliviado y asintió:—Me alegra que pienses así. Desde el principio no me parecía bien que siguieras en la misma casa. Antes del divorcio estaba bien, pero después… eso era una relación muy rara. Ahora que tienes trabajo y
¡Anda!Parece que esa muchacha te tiene babeando.El problema es que ni siquiera tiene su número y ella tampoco le dijo cuándo volvería a pasar.Capaz solo vino a ver a un familiar y, al verlo solo, se le acercó por lástima. Ay, esto me hace pensar que mi hermano está todo ilusionado mientras que ella ni enterada.Puse cara de duda y le pregunté con cuidado: —Entonces... ¿sabes si ella tiene novio?—¡No! —dijo con total seguridad.Lo miré con cara seria: —¿Y cómo sabes?—Ella misma me lo dijo.Bueno.Si ella se lo dijo directamente, entonces esto no está tan perdido.Le di una palmada en el hombro y le sonreí: —¡Ánimo! La próxima vez que la veas, pídele su número, ¡ya quiero conocer a mi futura cuñada!—No inventes, todavía no es nada, ¡ni futura cuñada ni nada! —se rió un poco y me dio un golpecito en el brazo.Aunque dijera eso, tenía una sonrisa de enamorado.De pronto, vi pasar por la puerta un pedazo de vestido blanco.Me levanté de golpe y miré hacia el pasillo, vi una chava delg
Mateo Bernard me cogió por casi media semana. Por supuesto, yo también me lo cogí a él. Lo hubiera hecho a gusto, de no ser por el hecho de que él se aprovechó de mi estado. Él era tan solo un pobretón a quien yo no solo no dejaba que me pusiera ni un dedo encima, sino que también lo menospreciaba y pisoteaba.Ahora, irónicamente yo soy quien ha caído en la pobreza y la desgracia, y él, en cambio, ha prosperado. Pero, como si quisiera vengarse por toda su frustración, ahora de verdad me hacía el amor, y me lo hacía con mucha hambre de mi………Mi ahora esposo por error que vino a vivir a mi casa.¿Y por qué esposo por error? Porque, al principio, su hermano era quien me gustaba e incluso salía con él. Pero, en una reunión de fraternidad, terminé teniendo sexo con el hermano equivocado en medio de mi borrachera. Y todo el mundo se enteró.Al final, mi padre no tuvo más remedio que pedirme que me case con él, para no deshonrar a la familia. Así, él se convirtió en su yerno y acabó vivi
Al no tener nada más que hacer y de los nervios tan terribles que sentía, me puse como una niña de preescolar a jugar con mis dedos, mientras yo explicaba el motivo de mi visita.Me vio directo a los ojos, como cuestionándome esto me puse mucho más nerviosa. Pero luego, sonrió y me preguntó:—¿Y por qué crees que debería ayudarte?Sabía que pedirle el favor sería en vano, así que, nerviosa, sonreí tontamente y le respondí:—Entonces, supongo que mejor olvida que vine.Claro, después de cómo lo tratamos en el pasado, era un milagro que no buscara venganza contra toda mi familia. ¿Cómo iba siquiera a considerar ayudarnos?¿En serio porque había venido a suplicarle? Cuanto más lo pensaba, más se me arrugaba la cara de la mucha vergüenza, era bien ilusa yo.Di media vuelta para irme, pero él me detuvo.—No te vayas aún—empezó—, ¿habla a ver qué estás dispuesta a ofrecerme para que te ayude? Si vale la pena, no me importaría echarles una mano.Me quedé paralizada. Pensé y pensé, pero
—¡Mira nada más y donde me la vengo a encontrar! ¿Esa de allí no es la señorita Aurora, la dulce esposa del señor Bernard? ¿También por estos lares de fiesta? Ups, espera quizás me equivoco... ¿De fiesta y con uniforme del antro? —Su burla llenó el aire y fue seguida de un corridillo de rumores.Apreté con fuerza el carrito de bebidas. Inhalé profundo. De nada servía esconderme; ya me habían visto. Y ahora estaban decididos a humillarme, no tenía cómo escapar. Lo mejor para mí en ese momento era enfrentar la situación con la cabeza en alto, sin dejarme menospreciar. Quizá, con algo de suerte, hasta lograría sacarles una propina, jajaja.Por más vergonzante o no que fuera trabajar en un antro de noche, pero las deudas nos asfixiaban; cada día los cobradores golpeaban la puerta más fuerte. Mi padre no paraba de repetir que ya no quería vivir, mi madre lloraba sin descanso y mi hermano ahora trabajaba todo el día de mensajero. ¿Para qué seguir insistiendo en mantener un orgullo inútil y
No supe qué decir, solo pude responder con una mueca, aunque en realidad quería decirle: —¿Estás loco o qué?.A pesar de todo, me di cuenta que él no era aquel hombre humilde que todos despreciaban; ahora tenía poder y dinero. Así que me tragué el impulso de insultarlo y forcé una sonrisa:—Señor Bernard, deje las bromas para otro momento. Tengo que seguir trabajando. Adiós.—¿Por qué Daniel sí puede y yo no? —preguntó de repente, con una frialdad que me dejó paralizada.Me molesté.—¿Qué es lo que Daniel puede hacer que tú no? ¿De qué habla?—Hace un momento —respondió con calma. — Dijiste que, si Daniel ponía un millón, pasarías una noche con él. Yo puedo darte cien mil, pero no aceptas pasar una noche conmigo. ¿Por qué?Blanqueé los ojos.Lo que había dicho antes no era en serio, Daniel es avaro y esa cantidad para él es imposible. Solo lo había dicho para provocarlo, pero Mateo lo había tomado en serio.Dio un paso hacia mí, con un cigarrillo entre los dedos. Sopló un anill
Me puse bastante nerviosa al verlo salir del baño, cubierto únicamente con una toalla atada a la cintura.Su físico era impresionante: hombros anchos, cintura pequeña, todo en perfecto equilibrio. Su piel no era oscura, pero tampoco se veía pálido como un enfermo. Brillaba con una vitalidad que resaltaba su fuerza.Nunca antes había permitido que se mostrara así frente a mí, y aquella vez en la reunión de exalumnos estaba tan borracha que no recordaba nada. Jamás me di cuenta de que tenía un cuerpo tan bien trabajado.Cuando me di cuenta que estaba mirándolo, y casi babeando por él, desvié incómoda la mirada rápidamente.Mateo se acercó, y con él, un rastro de calor envolvió el ambiente. Retrocedí un poco, insegura, y balbuceé:—Tienes… ¿Tienes hambre? Si quieres, yo... yo te preparo algo.Él se rio en voz baja, con un toque de burla.—¿Cocinar? ¿Tú? ¿Sabes siquiera servir un vaso de agua?Me dejó sin respuesta.Para él, yo no era más que una inútil niña rica, y la verdad no est