Capítulo 80

Yo me encontraba embrujado, hechizado por mi esposa. No podía soltarla, y más que eso, no quería soltarla, temía a que me vuelva a dejar y yo, en verdad, ya no estaba preparado para dejarla ir.

Me había vuelto dependiente de ella, de su esencia, de su compañía, de toda ella. La sonrisa no abandonaba mi rostro en ningún momento, y no me importaba en absoluto si eso eliminaba de mí el hombre temperamental y rígido con que me describían. Mi esposa había vuelto y eso es lo único que me importaba verdaderamente.

- ¿Me concede esta pieza, señora Brown? – pregunto cómo el caballero que soy, tendiendo mi mano delante de ella.

- Pensé que no le gustaba. - responde, con esa peculiar sonrisa y el rostro sonrojado que me vuelve loco.

- Solo si es con usted. – me observa desde abajo y con total delicadeza, posiciona su mano sobre la mía
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