Con mucha dificultad me puso de pie, logrando apartar de su cintura dicha navaja y muy afilada, por cierto, y sin que la pelinegra logre darse cuenta empezar a cortar a duras penas tales nudos.
- ¿Por qué lo hiciste? – pregunto Olivia, quizás para distraerla de mis movimientos o realmente se sentía curiosa.- Solo quería vengarme de su padre. No sabía que eran mafiosos.- Él no te perdonará. – digo, refiriéndome a Andréi. Se de primera mano que el aprecia bastante a Oli, que daría la vida por ella.Entenderán al aprecio que me refiero.- ¿Quién? – pregunto, y libere mis manos. Sin importarme nada me lance al suelo y corte de una la soga que amarraban mis pies, Verónica reaccionó y se lanzó sobre mi gata, quien logró esquivarla. Cayó de bruces al suelo, sin embargo, en ningún momento soltó elLa cura no es ganarle a la herida. Es aprender a caminar con ese pedazo roto.No hay batallas.Hay realidades. *** Los días fueron pasando de manera tranquila, la prensa gracias al buen trabajo de Paulo, no logró recaudar información. Los preparativos para mi boda van súper bien, aunque al principio a Olivia le parecía muy extravagante lo que había solicitado. Ella anhelaba una boda sencilla, sin embargo, eso es imposible. La prensa me comería vivo si el gran magnate tuviera una boda de esa categoría, así que ahora me encuentro organizando mi propia boda.- Aun tienes tiempo para pedir tu vestido de Francia, Olivia. – aviso tranquilo, mientras observo las distintas rosas con la señora Frank, la organizadora. - Ya lo tengo, Dalbert. ¿Qué te parecen estas flores? Quedarían bonitos. – inquiere. Señalándome unos azules.- Muy sencillos. – rueda los ojos.
Olivia CampbellEl cuerpo en medio de la oscuridad, reflejado por la luz de la luna, más bien, parece una luminiscencia. Asombroso. Dalbert es una bonhomía, asimismo también es un hombre presuntuoso, envarada, no solo en carácter sino tambien en comportamiento. Tiene un poco de los dos.Su voz, - suspiro – su voz para mis oídos es un sonido excesivamente dulce. La elocuencia con la que se dirige no solo a mí, sino a los demás me deja cautivada. Siempre fue un hombre eficaz, inteligente y sensato. De la misma forma, pero no a la altura, tambien fue un casanova de lo peor, aunque es admirable como nunca se dejó embaucar por ninguna mujer, a excepción de mí. Nunca lo haría, pues es el amor de mi vida, mi f
Unos murmullos, de algunas féminas se escuchaban, más preferí ignorarlas mientras me sumergía patéticamente en mi disputa interior. No obstante, mientras tenía la mirada perdida por así decirlo, pude observar por el rabillo del ojo como una imagen masculina se acercaba y tomaba asiento en mi mesa. - Sabía que te encontraría aquí. – sonreí apenas, sin embargo, él suelta una risita. - ¿Qué haces aquí Andréi?- Tratando de alegrar el día de una damisela. - No estoy en apuros.- Pero estás triste. Suspiro, y los ojos se me empieza a llenar nuevamente de lágrimas por lo que bajo la mirada para evitar que me vean así. Respiro.Respiro. - ¿Cómo me encontraste? - Dalbert me llamó para preguntar si estoy contigo. Al principio me alarmé, pero luego me dijo que
Su mano toca mi piel por debajo de mi sostén, presionando en ese lapso mi pecho. Se sienta sobre el sofá, quedando a horcadas sobre él. Su otra mano va levantando por completo la falda que tenía, logrando hacerlo desaparecer de mi cuerpo, mientras sus labios esparcen besos mojados por mi cuello, haciéndome suspirar.- Quiero tenerte. – susurra contra mi cuello, mientras chupa y besa mi piel. - Ya me tienes. – confieso. De un momento dado, me deslizo de su cuerpo, dejado caricias suaves con mis dedos y uñas a la vez. Desde su pecho hasta la pretina de su pantalón.Con las manos un poco torpe desabrocho el boton de su pantalón y con suma delicadeza se lo voy deslizando, recibiendo ayuda de su parte, de la misma forma se lo quito el bóxer. En ningún momento me ha quitado los ojos de encima, hasta el momento en que mis manos comenzaron a acariciarlo, de arriba, abajo; dejando besos suaves y mojados. Levanto la mirada y lo veo con los ojos cerrados, y la cabeza hacia atrás.
Estoy colocándome mi vestido de novia, con el cual debería verme como una princesa, pero en estos momentos soy todo menos una princesa. Más bien parezco una garrafa con esta panza.-Debí aceptar la propuesta de Dalbert y casarnos antes. – digo, entristecida. -Estas hermosa. – confiesa Cam con una sonrisa tierna y orgullosa.En eso la puerta de mi habitación se abre, dando paso a mi hermano que trae una caja en la mano. Se queda parado observándome y algo que nunca pensé ver, lo estoy haciendo ahora. Mi hermano está llorando. -No lo hagas, porque tambien me pondré a llorar. – suplico con la voz entrecortada.-Nuestros padres estarían orgullosos al ver en la mujer que te has convertido, princesa. Corro hasta él y me escondo entre sus brazos. -Me hubiese encantado que estén aquí.-Ellos están aquí. Estoy seguro.-Bas
Cuando salimos de la catedral, la prensa no se hizo esperar; no obstante, no tenía acceso a nosotros ya que la ceremonia se realizó a una cuadra del mejor salón de eventos, pedido de Dalbert. Subimos a la limosina, tomados de la mano y cuando llegamos al lugar, la mandíbula casi se desencaja de mi rostro. Si la iglesia ya se veía elegante, este salón era mucho lujo para mis ojos y eso que solo era la entrada. Caminamos como la pareja del año, tomados de la mano y la frente en alto. Mi pequeño vientre abultado dejó de incomodarme después de las palabras de mi ahora esposo, susurrando cada vez que tenía oportunidad lo hermosa que me encontraba. Los hombres de seguridad, abren la puerta y mis ojos se abren a mas no poder. El azul, mi color favorito se veía por todo el lugar sin ser aburrido. Las mesas dispersas para cada invitado, así mismo, incluso los cubiertos parecían
Dalbert BrownMi gatita quería jugar, y le di el gusto, es por eso que en estos momentos la veo retorcerse de placer, pero es momento de dejarla respirar. Guardo el pequeño control en mi chaqueta y me dispongo a descansar de esta borrachera. Despierto sintiendo que me mueven y lo primero que hago es buscar el control, y cuando lo siento, sonrío. No quisiera que acabe el juego antes de tiempo. Observo a mi esposa, quien me mira sonriente, detallo su pequeño vientre y me siento el hombre más afortunado.- ¿Falta mucho por llegar? – iba a responder, pero esa puntada en la cabeza me lo impide. Cierro mis ojos con fuerza para alivianar el dolor producto de la resaca. Olivia l pide algo a la azafata, que por cierto, e
Santorini es un lugar hermoso, tranquilo que emana mucha paz, como lo que Oli busca, y definitivamente no me equivoque, pues el brillo en sus ojos y la sonrisa en sus labios la delatan con cada paso que damos en nuestro recorrido por el lugar. En varias ocasiones le pregunto si se encuentra cansada, con sed o calor, sin embargo, sus respuestas son siempre un Estoy bien, pero sé que está mintiendo, su emoción la juega en contra y eso no lo puedo permitir.- Llevas un embarazo de cinco meses cariño, sé que estas cansada, la lentitud de tus pasos te delata. - Hace calor. – se excusa. - Te cargaré. – hace un puchero. - Es que estoy tan feliz, Dalbert.- Pero no puedes esforzarte, tenemos más días. – asiente entendiendo mi preocupación y sin esperar más, nos marchamos a nuestro nido de amor. Olivia ingresa a sanitario, se da un baño y se lanza en la cama olvidando que está embarazada y a mi casi se me sale el corazón al verla hacer eso. ¿Acaso se ha vuelto l