XXIX

—Ven conmigo o despertará —susurró él sin apartar su mirada penetrante de mí.

Cuando comenzó a caminar lo seguí como un cordero al matadero.

No sabía qué hacer porque Acheron no es un hombre normal con el que hablar y pautar citas para que pudiera visitar a mi hijo, el desgraciado es un lobo, con su pelaje grisáceo y dientes bastante peligrosos incluidos.

Aunque por alguna razón él no me causara tanto terror como sí que lo sentía con los otros que estaban a mi alrededor.

Otra cosa que no entendía era por qué cada vez que Acheron pasaba por cualquier lado todos automáticamente bajaban la cabeza.

Había pasado minutos en los cuales ninguno de los dos hablaba.

Acheron me había llevado a los jardines de la gran casa y no había dejado de verme desde entonces, lo cual estaba comenzando a irritarme, hasta que finalmente esbozó una sonrisa que me desconcertó.

— ¿Te ha gustado la habitación de nuestro cachorro?

Contuve las ganas de gruñir ante la visión de él burlándose de mí.

Nuestro cachorro.
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