Se estaba demorando César, debí comentarle sobre nuestro aniversario, pero quería darle una sorpresa y no se acuerda de ella, lo espero con una cena romántica. —miré el reloj, tomé el celular, ¿debería marcarle? —. No era tan tarde, apenas eran las nueve de la noche, hace un par de horas hablé con él y me dijo que seguiría en la oficina.
Escuché abrir la puerta del garaje. Sonreí por los nervios, ya era tiempo que vuelva a tocarme, por más que… no importa ahora, la idea era salvar nuestro matrimonio. Era lo único importante.
Nuestra intimidad era poca, siempre ha sido así desde que nos casamos… Supongo debía ser por su problema. No sé si casarnos por lo sucedido fue la mejor decisión. —negué, tenía que alejar mis inseguridades—. Bajé las escaleras, nuestros hijos los había dejado con su tía Patricia, mi hermana se ofreció a cuidarlos para pasar nuestra noche.
—¡María Joaquina! —llamó, debía extrañar la ausencia de los niños, los cuales no fueron corriendo a saludarlo.
—Hola, ¿qué tal el trabajo?
Puso su maletín en el vestíbulo al ingresar por el garaje, no se quitó la chaqueta y me sorprendió que no se cambiara los zapatos, en las noches siempre lo hacía. Sonreí como una tonta, eso quiere decir que sí se acordó y piensa invitarme a salir. Miles de hormigas salieron a bailar en mi estómago, caminaban de un lado al otro, hace tanto que no salimos como una pareja de esposos, bueno, desde la universidad no lo hacíamos.
—Hola, ¿dónde están los niños? —Se dirigió a las escaleras—. Vengo a cambiarme, el trabajo no ha terminado, tengo cena con unos clientes.
El pecho se me comprimió, sentí pena conmigo misma, yo había imaginado… Cálmate, cálmate, respira María Joaquina.
—Los niños se fueron con la tía y… una cena, ¿a esta hora?
Lo seguí hasta la habitación, ya tenía el pecho tan recogido, aunque… no me extrañaba, él nunca se había acordado de nuestro aniversario de bodas, y de noviazgo… «Ja», jamás lo fuimos de manera oficial. Una noche de alcohol fue el causante de nuestro matrimonio, eso acabó con esa linda amistad o no… no pienses en eso, no era el momento de quejarme.
—¿Algún motivo especial para que Patricia se los llevara?
A pesar de los años no había logrado ser indiferente ante su desinterés con nuestro matrimonio, era difícil aceptar que el amor de tu vida te ignorara y por más que tratara de comprenderlo por su problema, no dejaba de doler cada desprecio.
» Debo ponerme el traje gris, el último que me compraste con las mancornas de oro.
—Es una reunión importante, ¿puedo acompañarte?
¡Es que no se daba cuenta lo arreglada que estaba!, pasé horas buscando el mejor vestido para la noche.
—No, son inversionistas estadunidenses, no eres buena con el idioma.
Me puse roja, sé muy bien hablar inglés, desde niña, además viví un año de intercambio después de graduarme del colegio, comprendió su metida de pata.
» María Joaquina, te aburrirías escuchar hablar de finca raíz y los proyectos que tenemos en la constructora. No es un tema en donde puedas aportar, estudiaste psicología, y tampoco la ejerciste.
Apreté los labios, tenía tantas ganas de llorar, le di la espalda, saqué las mancornas del cajón donde guardaba sus cosas, también saqué el reloj a juego y el traje… «Era una reunión de negocios en la noche y se iba bien presentado». Tranquila, si él tiene problemas para… No te engañará, no se expondrá a que hablen de su virilidad, era muy orgulloso.
Mi marido era un hombre normal, no tiene una gran belleza, eso sí, era atlético, tenía su, no sé qué muy varonil, además se vestía y olía muy bien, era alto, le gustaba trotar todos los días, eso lo mantenía con un físico apetecible.
A diferencia de mí, odio hacer ejercicio, voy al gimnasio y nado, eso hace que no tenga tanta celulitis, aunque según mi esposo poseo millones. Salí de la habitación, me senté en la sala, lo escuché bajar las escaleras, tomar las llaves y desde el pasillo del garaje gritó.
—Llego un poco tarde, mañana ve por los niños temprano, recuerda que Julián tiene entrenamiento de tenis en el club. ¡Ah!, se me olvidaba, tenemos una reunión familiar en la finca de mis padres.
No se había subido al auto cuando las lágrimas corrían por mi mejilla. Nueve años… nueve años casada y no había logrado que me amara, o que tomara valor para enfrentar el problema de fondo en nuestra relación. La falta de amor, eso era lo que debe pasar.
César nunca o en algún momento dejó de amarme, algo pasó cuando jóvenes y lo jurado entre los dos se desvaneció. Sin duda algo pasó entre nuestra juventud y la razón de nuestro matrimonio. Y eso marcó lo que no me atrevo a preguntar.
Me serví una copa de vino, la tomé sorbo a sorbo mientras las lágrimas seguían saliendo, ¿así serán los matrimonios?, me levanté. Pasó al lado del comedor, ni siquiera preguntó por la decoración visible en la mesa. Apagué y guardé los candelabros, recogí los platos, al escuchar movimientos en la cocina apareció Carmen, ella en silencio terminó de recoger todo.
—¿No piensa comer, señora Maju? —fingí una sonrisa.
—No tengo hambre.
—Vaya a dormir, yo me encargo de guardar todo, mañana les caliento la comida, a los niños les gustará.
—Sí, hasta mañana Carmen, descansa y disculpa por tenerte a estas horas despierta.
—No hay problema.
La dejé, Carmen, llevaba seis años con nosotros, era una persona mayor, tenía a cargo a los otros empleados. Mis hijos la adoran y en muchas ocasiones era quien me había visto llorar. Solo ella sabía la realidad de mi matrimonio, a la familia no les he dicho nada, no gano nada al preocupar a mis padres o indisponerlos con César.
Tampoco lo sabía la familia de él, ellos nos ven como un matrimonio perfecto, no saben cuán deteriorada era nuestra unión. Llegué a nuestro cuarto, fui directo al espejo, no me veía mal, tal vez no sea una mujer de portada, pero mal tampoco estaba, me quité la gabardina, debajo tenía un bello vestido azul turquesa, ceñido al cuerpo.
Me cambié de ropa, me puse mi bata de seda. Recordé el comentario de mi hermana hace tres días cuando fue mi compinche al acompañarme en busca del vestido y la ropa íntima. Debía darme vergüenza, era una cobarde. «Me alegra mucho la intimidad que tú tienes con César a pesar de los años. Compras mucha lencería, hermanita».
Vaya mentira la que he creado ante los ojos de la familia, prefiero eso a dejar ver mi vulnerabilidad, a mi actual de tonta, eso de pobre mujer sufrida no quiero tenerlo. Si sufro, pero solo yo lo sé. Tampoco deseo poner al descubierto la falencia de César. Me acosté, eran las once de la noche y aún no llegaba. Logré dormir, a eso de las dos de la madrugada seguía sin llegar.
Los ruidos en el cuarto me hicieron encender la luz de la mesa de noche, eran pasadas las tres. «Es obvio que no estaba en ninguna reunión de trabajo», pero no creo que haya intimado con una mujer… saca esas ideas de la cabeza.
—¿Se extendió la reunión?
Lo vi cambiarse de ropa, el corazón lo tenía anestesiado. Sin embargo, en mi cabeza le grité, le di dos cachetadas, lo insulté, y lo imaginé con una voluptuosa mujer que de seguro se encontraba con él. Tranquila, si a ti no te busca, menos irá con otra. «Ilusa», últimamente la voz de la conciencia no dejaba de acribillarme por idiota.
—Tengo sueño María Joaquina, tenemos un desayuno en el club. —Se acostó, suspiré.
—César, ¿puedo abrazarte?
«Estúpida, ¿qué es lo que mendigas?» Un poco de afecto, aunque sienta pena al reconocerlo, y me avergüenza aún más decir que mi esposo desde la concepción de Samuel no me tocaba, no hacíamos el amor, han sido pocas las veces que hemos intimado y… asumo por su problema de impotencia se abrió un abismo entre nosotros y sus arrebatos sexuales habían sido contados.
—Estoy cansado, y te recuerdo, tenemos un desayuno para un tema a tratar en el club.
Me miró con algo de fastidio antes de apagar la luz de la lámpara.
» ¡Ah!, la reunión es con nuestros amigos, ya sabes cómo vestirte para la ocasión. Llama a tu hermana y dile que se quede con los niños hasta el mediodía, pasaremos por ellos de camino a la finca de mis padres que nos esperan para el almuerzo, Alis tiene una gran noticia por contarnos.
A él no le gusta participar en esas reuniones, mientras que a mí sí, él cambiaba un poco cuando nos reuníamos con ellos. Me dio la espalda, acerqué un poco mi rostro y un perfume diferente al suyo invadió mis fosas nasales. No aguanté, salí de la cama encerrándome en el baño, tomé una toalla, cubrí mi boca para ahogar los gritos, y poder desahogarme. ¡Huele a perfume de mujer!, ¡César había estado con una mujer!
Al calmarme un poco lavé mi rostro, salí del baño y me acosté mirando su espalda, ya dormía profundo, emitía ese leve ronquido, me acerqué de nuevo y sí, huele a mujer, «te lo dije», sé que no me fue infiel… «Sigue con los ojos vendados». ¿Y si le dio un arrebato sexual? Yo no estaba con él. ¿Qué era lo que pensaba?, como una idiota besé su espalda y me quedé dormida.
Lo que me agrada cada mañana era el modo, en cómo amanecíamos abrazados, siempre era él, quien rodeaba mi cintura, siempre me aferraba a su cuerpo. Despierto antes, y no me muevo hasta que él lo hacía.
Era el único momento de intimidad, salvo por los arrebatos eventuales que le daban. Me aferraba a un simple abrazo, a un roce sutil de mi parte por sus fuertes brazos, y tan enferma me encontraba que muy seguido solía levantarme humedecida. «Vaya autoestima».
El despertador sonó, la reunión en el club era a las ocho, pero aún era temprano, lo apagó y se acurrucó más a mi costado, volvió a aferrarme y nos quedamos dormidos. Un leve rayo de luz me trajo a la realidad…
—¡César, el desayuno!
Dichas situaciones eran las que me hacían continuar o por lo menos dar la pelea en mi matrimonio, entenderlo y ayudarlo a superar su situación. Quedó sentado, miró el reloj de la mesa de noche, eran las siete de la mañana, vivíamos a media hora del club. En varias ocasiones se nos había presentado una situación como esta y hacemos todo juntos, eso me hace sentir lo compatibles que podíamos ser. «Si eres tonta».—¡La puntualidad!, me confié, vaya cinco minutos más.Sonreí de su propio regaño, como si fuera sincronizado, mientras yo le saco la ropa, un gesto al cual lo tenía acostumbrado y a él le gustaba, que le recomendara el cómo se iba a vestir. Corrí de un lado al otro por la habitación, le dejé encima de la isla que tenemos en el vestidor, en el mismo lugar de siempre.Mientras él se vestía, yo me bañaba en tiempo récord, desde que nacieron mis hijos obtuve esa gran destreza. César era demorado para secarse los pies, tenía un ritual de casi cinco minutos, el cual me había parecido
—Debo hablar con alguien.Comenté, no miré atrás, llegué hasta donde había visto al padre quien se tomaba un café caminando esa área del balcón.—Bello día.Habló, apenas me acerqué, se formó un nudo en la garganta, él intuyó que algo no iba bien.» ¿Le pasa algo?Le sonreí, mi suegra tiene una ley de vida y era Dios te pone las personas necesarias en el momento que tú más lo necesitas, vaya que, si necesitaba a una persona que desconocían situación y un sacerdote parecía la persona indicada. Y para gran coincidencia, fue el mismo que me casó.—Usted fue el sacerdote que me casó hace nueve años.—Recuerdo todas mis bodas.Miró al interior, hice lo mismo. Vi cómo Blanca discutía con ellos, me sentí más miserable, ¿todos lo sabían?, acabo de hacer el papel de idiota.» Tu rostro no lo recuerdo, pero el rostro de ese señor, el cual discute en esa mesa sí.—Él es mi esposo. —dije.—Interesante, tu imagen ha cambiado y por la tristeza en tus ojos pareces necesitar hablar. —Su mirada era in
Recordé la humillación de esta mañana, lo de anoche y todo lo vivido en los nueve años.—He sido testigo de su disposición para que el señor César la ame, sé lo buena mujer que ha sido, se desvive por él. Debe pensar en usted.—Mis hijos…—Ya es momento de pensar en no hacerse daño.—Gracias por tener la maleta lista, ¿cómo supiste? —bajó la mirada.—Escuché al señor hablar anoche.Me levanté, saqué unas gafas oscuras del cajón donde las guardamos los dos.—El domingo entrante nos vamos a ir de viaje por dos semanas. —Ella abrió los ojos con un atisbo de sonrisa—. No es por nada de eso Carmen, el viaje era para él y su amante, se le vino abajo la mentira porque me encontraba en el desayuno, pero llego una amiga que les vendió el plan turístico, no había manera de que se fuera con Rocío.—Dios intervino, ustedes están casados por la iglesia, en mi pueblo se tiene la creencia que el matrimonio por la iglesia está custodiado por ángeles siempre y cuando sea el verdadero amor.—¿Crees que
No seguí escuchando, en la noche dormiré en el cuarto de mis hijos. Me dirigí a la camioneta, saqué la maleta, la llevé a la habitación de los niños, quienes llegaron alegres con un balón para meterse a la piscina.—Mami, Pichina. —siempre sonrió de las palabras de Samuel.—Piscina. —Lo corrigió Julián.—Bueno, vámonos a piscina.Los cambié e hice lo mismo, debajo del vestido de baño entero. —Casi nunca uso de dos piezas—. Me puse una licra para no mostrar mi cuerpo y una salida de baño que parece una camisa.Siempre había sido tema de discusión con César el que saliera con un vestido de baño de dos piezas, no obstante, ahora necesitaba relajarme, nadar me desestresaba. Cogí el protector solar, les apliqué a los niños y salimos en busca de la tan anhelada piscina, para el calor que hacía en Melgar el agua era lo más relajante.La mayoría de la familia había llegado, estaban tomando cerveza, los niños en el agua, mi esposo aún no llegaba, seguro mi suegro lo había reprendido, ojalá le
Se puso furioso, pero ahora estaba loco.—Nadando, y no me encuentro desnuda, además a ti que te importa cómo me veo, si solo soy una masa de celulitis y flacidez.Sus ojos cambiaron al escucharme, esas eran las palabras que constantemente me decía.» Si me permites continuaré nadando.Los primos bajaron, se sentaron en una de las sillas retiradas de nosotros. César me arrastró con él de nuevo al agua y sin darme tiempo a reaccionar pegó su boca con la mía, su pelvis con el mío, su miembro estaba duro.—La verdadera razón por la cual no quiero que uses ese tipo de vestuario es porque así me pones cada vez que te veo, tienes un tono de piel precioso para mí, tienes un cuerpazo y un culo...—Esas palabras las estás pronunciando muy tarde. —Me alejé de él.—Ni pienses en salir de esa forma, María Joaquina.Hice caso omiso, llegué al borde, salí lentamente, la toalla la había dejado al otro extremo, solo fui consciente de lo que pasaba cuándo los gritos a mis espaldas me hicieron girar. C
Éramos amigos desde la universidad, hemos sido socios en muchos proyectos. Había sido un defensor de María Joaquina desde que estudiábamos. Se sentó en el mueble, entonces no era una visita de socios, se acomodó el saco y me miró serio.Lo conocía muy bien, se encontraba cabreado y en esta ocasión merecía los sermones, antes justificaba mis actos por el odio al creer que me había fallado, que no solo se le había entregado a David, aparte de la doble vida como dijo Rocío y la prueba eran esas fotos.¡Malditas fotos y maldita cobardía por no enfrentarlo a tiempo! Desde que me gritó en la cara, no he dejado de recordar todo lo ocurrido aquella borrosa noche… Mi amigo sacó del bolsillo de su traje los tiquetes del viaje ya arreglados.Fue un malentendido de Blanca al suponer que me había casado con Rocío, quien era mi novia en esa época. Nos habíamos reunido con Carlos y Alejandro para darles un regalo a nuestras esposas.Y como Alejo se encontró a Blanca y esta le habló de los planes tur
Tenía entendido que David se moría por María Joaquina, yo había fallado ante el juramento hecho a mis diecisiete años, ya teníamos dos años de novios a escondidas. Pero al irse y dejarme porque al señor Lizandro se le dio que debía perfeccionar el inglés…No soporté la lejanía, el ver las fotos enviabas a su hermana con nuevos amigos me dejé llevar por mi inseguridad y los refranes dé; el amor de lejos felices los cuatro. Ella me escribía y yo por enojo dejé de hacerlo.Me refugié en el alcohol, luego en el sexo. Supuse que, en un país tan avanzado, de mente abierta como lo era Estados Unidos, se habría dejado deslumbrar y también hacia lo mismo que yo. Cuando volví a verla, Dios llegó tan bella, con ese cuerpazo y ese trasero, me alegró que ingresara a la misma universidad.Yo no tenía cara para mirarla, seguía siendo la misma inocente niña de quien me había enamorado, sin embargo, yo no era el mismo, me había acostado con cuanta mujer se me ofreció. Le había fallado al juramento que
Teresa me miraba y ante el respeto que le tenía por tantos años no fue prepotente.—No se lo diré a nadie, créame, al parecer Dios me va a utilizar a mí para darle consejos y, logre salvar su matrimonio. No en vano tengo treinta y dos años de casada, la misma edad que tienes. —Me miró.» Ella, una vez dijo en una de las reuniones acostumbradas a hacer los fines de años, le escuchó a Martha decirme que sentía que su esposo le era infiel. Maju solo comentó. «El divorcio no es una opción, pero si tú no sabes cuándo tu esposo te dice la verdad o una mentira es mejor que te alejes». Martha le preguntó ¿Cómo se puede saber eso? Y ella muy segura dijo, el corazón lo sabe.—No te sigo, Teresa.—Solo tienes una oportunidad con su esposa, y esa es decirle la verdad por muy dolorosa que sea, nosotras las mujeres valoramos eso.—No tendré el valor de decírselo, he sido muy bajo.—Más que eso, me ha parecido un depravado. No repetiré sus bajezas, señor. Pero debe armarse de valor, confesar, demost