Recordé la humillación de esta mañana, lo de anoche y todo lo vivido en los nueve años.
—He sido testigo de su disposición para que el señor César la ame, sé lo buena mujer que ha sido, se desvive por él. Debe pensar en usted.
—Mis hijos…
—Ya es momento de pensar en no hacerse daño.
—Gracias por tener la maleta lista, ¿cómo supiste? —bajó la mirada.
—Escuché al señor hablar anoche.
Me levanté, saqué unas gafas oscuras del cajón donde las guardamos los dos.
—El domingo entrante nos vamos a ir de viaje por dos semanas. —Ella abrió los ojos con un atisbo de sonrisa—. No es por nada de eso Carmen, el viaje era para él y su amante, se le vino abajo la mentira porque me encontraba en el desayuno, pero llego una amiga que les vendió el plan turístico, no había manera de que se fuera con Rocío.
—Dios intervino, ustedes están casados por la iglesia, en mi pueblo se tiene la creencia que el matrimonio por la iglesia está custodiado por ángeles siempre y cuando sea el verdadero amor.
—¿Crees que hay verdadero amor en mi relación?
—La hay de parte suya, la hay porque cada noche usted pide al único que puede concederle la restauración, créame, no comprendo la razón por la cual el señor César la trata como si no le importara, cuando en algunas ocasiones lo he visto mirarla con brillo en los ojos, ese modo de verla solo lo hace un enamorado.
—Te aseguro, en esos momentos piensa en ella, no en una mujer que no le para el pene. —Me señalé.
—Señora Maju, no diga esas cosas. —El rostro de Carmen se puso rojo.
—¡María Joaquina, apúrate! —señalé la puerta.
—No es a mí a quién ama, te apuesto que permanece a mi lado por sus hijos y por no ser el primero en su conservadora familia de estar divorciado. —tomé la maleta—. La de los niños…
—Ahí va todo, ropa para la finca hoy y mañana, también una extra para los chicos como usted misma me ha enseñado, lo de aseo, los medicamentos, todo.
—Gracias, no sé qué habría hecho sin ti.
Limpié una vez más mis lágrimas, las gafas ocultarán el rojo de mis ojos, no creo que se dé cuenta, pues nunca me repara.
—Casi que no bajas.
Pasé de largo, metí la maleta en el baúl del carro, sonó su celular, lo escuché decir «¡ahora no!», mi corazón volvió a arrugarse.
» No vuelvas a tirar la puerta del carro de esa manera, tú no la pagarías.
Hice caso omiso, me senté y la volví a tirar, he sido una idiota todo este tiempo, hasta anoche lo había justificado con problema eréctil… pero ¡qué!, bien descargado que lo mandaba Rocío, mientras que yo ni… ¡Al carajo! No seré la estúpida nunca más.
» María Joaquina, María Joaquina. —contuvo su rabia.
—Julián ponle el cinturón a Samuel y tú ponte el tuyo amor. Tu padre tiene afán.
—Si mamá.
Lo ignoré por completo, encendió la camioneta, serán dos horas a su lado, saqué los audífonos y me puse a escuchar mi música. Esta vez no me embobé mirándolo manejar, algo que me fascinaba.
Sus actitudes eran tan varoniles, ¡patética!, mientras que mis excitadas eran fijándome con su masculinidad porque creía que a él no se le paraba. Otra vez las ganas de llorar volvieron, con disimulo las limpiaba, traté en lo posible mirar siempre por la ventanilla y el papel de copiloto no lo ejercí hoy.
Era consciente de las muchas veces que sentí la mirada de César, pero en ningún momento lo miré. Como una tonta me trasladé a esa tarde en la cabaña en Canadá. La tarde en que nos juramos con pacto de sangre ser los primeros y los únicos en la vida de cada uno.
Solo fueron estupideces de jóvenes. Llegamos a la finca, mis suegros sonrieron al vernos, Julián se bajó y ayudó a su hermanito a bajar, quien salió como loco, a los brazos de su abuelo y su hermano mayor cuidándolo.
—Sé que debemos hablar María Joaquina, pero no aquí.
Me quité las gafas, era lo último, tal era mi ira que él por un momento me desafió con la mirada.
» Duele, ¿cierto?, el que fallen duele.
Salió del carro y se metió en la finca, a este imbécil ¿ahora que le picó? ¡Yo no he fallado! Eso no se lo iba a permitir, la estúpida María Joaquina murió en el club. César había ingresado a la habitación asignada desde el día en que nos casamos. Ingresé, echa una fiera, ya no me importaba nada. Se había sentado en el mueble, cerré la puerta.
—No voy a discutir contigo en la finca de mis padres y…
—¡Me importa una m****a si se enteran la clase de hijo que tienen! —Ya no seré más la estúpida María Joaquina.
—No te conocía esa actitud grosera.
—Sí, tienes razón, por años me convertí en una estúpida sumisa, todo por compadecerte. Mira César, escúchame muy bien, porque ya me cansé y por nueve años te justifiqué, pero ya no más.
» En esta relación, desde que nos hicimos novios, ¡jamás!, escúchame, ¡jamás he faltado a mis juramentos!, ¡no limpies en mí tus faltas! Porque quien falló en las dos ocasiones fuiste tú.
Se levantó con intensión de refutarme, la verdad era que no entendía su mirada.
—Con el primer juramento estamos empatados.
Sentí un calor por todo mi cuerpo, juro que la sangre me hirvió, no pude contener mi mano y le di una sonora cachetada, quedó desconcertado.
» Entonces, ¿te afectó tanto escuchar de nuevo su nombre?
—¡NO TE PERMITO QUE EMPAÑES MI INTEGRIDAD!
Jamás le había alzado la voz al nivel de gritar, era injusto de su parte acusarme de una mentira en mi cara, todo mi cuerpo temblaba producto de la ira, bajé un poco la voz.
» ¡Tan borracho estabas esa noche y no recuerdas que fuiste tú quien se llevó mi virtud! ¡Olvidaste la forma salvaje en cómo me tomaste hasta el punto que me desgarraste toda! ¿Acaso no viste la sangre en las sábanas de tu cama? César ¿Has creído todo este tiempo que no era virgen?
Su rostro había cambiado, se puso rojo, enmudeció, seguí hablando, era necesario sacar todo lo acumulado en mi pecho.
—María Joaquina…
—¡CALLATE! —Lo señalé—. Por nueve años he justificado tu indiferencia, maltrato verbal, amargura, apatía y asco hacia mí, además de tu constante enojo con la vida porque creí eran causados por tus problemas eréctiles, por eso las pocas veces que se te paraba te daban esos arrebatos salvajes en los cuales me tomabas.
Parecía un monumento, solo sus ojos eran los que hablaban y no eran consecuentes con su estático cuerpo.
» Me dolía ver cómo me alejabas y no quisieras afrontar la situación como pareja ante tu problema, no te alcanzas a imaginar lo mucho que lloraba por tu rechazo. Pero resulta que el señor no tiene ese tipo de inconvenientes.
» Ahora entiendo, tus llegadas tardes aludiendo trabajo… ERA MENTIRA. Tus viajes entre semanas por trabajo… MÁS MENTIRAS. Yo imaginándome que debía de ser muy duro para ti lidiar con tu maltratado ego masculino, y por eso te daba vergüenza aceptar ante tu falencia…
Las lágrimas resbalaban por mis mejillas, estaba harta de llorar, no podía controlarlas. Él arrugaba su rostro como si yo estuviera hablando el idioma extraterrestre.
» Y resulta que todo radica en qué simplemente no me amas, sino a otra. —La voz se me quebró, seguía callado, no sé si escuchaba las palabras—. Nos divorciaremos, pero lo haremos después de llegar de Grecia, nunca me diste una luna de miel, por eso la reclamaré después de nueve años.
» No te voy a dar ese gusto, te voy a truncar tus deseos de formica duro a cada rato porque ahora sé el motivo de tus llegadas tardes y viajes… ¿Eran para eso? Lo lamento por ti, porque te truncaré esos deseos en el viaje, como no se te levanta tu miembro conmigo, gastaste una fortuna para pasear a la mujer que te produce fastidio.
—María Joaquina… —Fue un susurro.
—¡Que te calles! ¡No quiero oírte! No me importan los bienes en común, quédatelos, lo único que no se discutirá en el divorcio son mis hijos, ¡ellos se quedan conmigo! —Su respiración fue más notoria, se agarró la cabeza—. Yo nunca he faltado a mis juramentos.
» Nunca, créeme, jamás faltaré hasta que un papel con nuestras firmas diga lo contrario. —El solo imaginar, el no amanecer a su lado, quebró más mi alma—. Hasta anoche comprendí todo, lo que no entiendo es, si te produzco asco, ¿por qué has permanecido a mi lado? ¡Por Cristo!… No quiero ni pensar cuantas veces me has puesto los cuernos. —cerró los ojos.
» Siempre llegabas tarde, viajabas tres veces al mes y… Dime, ¿siempre te ibas con ella? —ahogué un grito, respiré profundo—. Y yo como una idiota creyendo que tu actitud era por tu virilidad herida. Pero qué patética fui. —Me limpié las lágrimas—. Qué estúpida debí haberme visto, ¿todos nuestros amigos sabían los cachos que me ponías?
Me cubrí el rostro con las manos, me alejé cuando César se abalanzó con intención de abrazarme.
» Esto no te lo perdonaré, César. —Su mirada era… ¿Dolor?, ¿tristeza?, ¿asombro? Era una mezcla de mil cosas—. Prepara a tu familia para nuestro divorcio. —Me di la vuelta y abrí la puerta.
—María Joaquina…
—¡No quiero escucharte! —tiré la puerta.
—Maju, ¿pasa algo? —La voz de don Amín me asustó, la puerta de la habitación se abrió—. En nueve años, es la primera vez que discuten.
—No discuto, yo quiero matar a su hijo, eso es diferente.
—Los matrimonios tienen percances, todo se arregla en la cama. —Lo dijo con picardía.
—Ese es el problema. —dejé desconcertado a mi suegro.
—No te entiendo…
—Que le explique su hijo. Con permiso.
—María Joaquina L’Charme, ¡debemos hablar! —No le contesté a mi esposo.
—César Luis Abdala Villegas. —Mi suegro estaba enojado.
—Papá, debo hablar…
—Te espero en mi despacho, ¡ahora!
No seguí escuchando, en la noche dormiré en el cuarto de mis hijos. Me dirigí a la camioneta, saqué la maleta, la llevé a la habitación de los niños, quienes llegaron alegres con un balón para meterse a la piscina.—Mami, Pichina. —siempre sonrió de las palabras de Samuel.—Piscina. —Lo corrigió Julián.—Bueno, vámonos a piscina.Los cambié e hice lo mismo, debajo del vestido de baño entero. —Casi nunca uso de dos piezas—. Me puse una licra para no mostrar mi cuerpo y una salida de baño que parece una camisa.Siempre había sido tema de discusión con César el que saliera con un vestido de baño de dos piezas, no obstante, ahora necesitaba relajarme, nadar me desestresaba. Cogí el protector solar, les apliqué a los niños y salimos en busca de la tan anhelada piscina, para el calor que hacía en Melgar el agua era lo más relajante.La mayoría de la familia había llegado, estaban tomando cerveza, los niños en el agua, mi esposo aún no llegaba, seguro mi suegro lo había reprendido, ojalá le
Se puso furioso, pero ahora estaba loco.—Nadando, y no me encuentro desnuda, además a ti que te importa cómo me veo, si solo soy una masa de celulitis y flacidez.Sus ojos cambiaron al escucharme, esas eran las palabras que constantemente me decía.» Si me permites continuaré nadando.Los primos bajaron, se sentaron en una de las sillas retiradas de nosotros. César me arrastró con él de nuevo al agua y sin darme tiempo a reaccionar pegó su boca con la mía, su pelvis con el mío, su miembro estaba duro.—La verdadera razón por la cual no quiero que uses ese tipo de vestuario es porque así me pones cada vez que te veo, tienes un tono de piel precioso para mí, tienes un cuerpazo y un culo...—Esas palabras las estás pronunciando muy tarde. —Me alejé de él.—Ni pienses en salir de esa forma, María Joaquina.Hice caso omiso, llegué al borde, salí lentamente, la toalla la había dejado al otro extremo, solo fui consciente de lo que pasaba cuándo los gritos a mis espaldas me hicieron girar. C
Éramos amigos desde la universidad, hemos sido socios en muchos proyectos. Había sido un defensor de María Joaquina desde que estudiábamos. Se sentó en el mueble, entonces no era una visita de socios, se acomodó el saco y me miró serio.Lo conocía muy bien, se encontraba cabreado y en esta ocasión merecía los sermones, antes justificaba mis actos por el odio al creer que me había fallado, que no solo se le había entregado a David, aparte de la doble vida como dijo Rocío y la prueba eran esas fotos.¡Malditas fotos y maldita cobardía por no enfrentarlo a tiempo! Desde que me gritó en la cara, no he dejado de recordar todo lo ocurrido aquella borrosa noche… Mi amigo sacó del bolsillo de su traje los tiquetes del viaje ya arreglados.Fue un malentendido de Blanca al suponer que me había casado con Rocío, quien era mi novia en esa época. Nos habíamos reunido con Carlos y Alejandro para darles un regalo a nuestras esposas.Y como Alejo se encontró a Blanca y esta le habló de los planes tur
Tenía entendido que David se moría por María Joaquina, yo había fallado ante el juramento hecho a mis diecisiete años, ya teníamos dos años de novios a escondidas. Pero al irse y dejarme porque al señor Lizandro se le dio que debía perfeccionar el inglés…No soporté la lejanía, el ver las fotos enviabas a su hermana con nuevos amigos me dejé llevar por mi inseguridad y los refranes dé; el amor de lejos felices los cuatro. Ella me escribía y yo por enojo dejé de hacerlo.Me refugié en el alcohol, luego en el sexo. Supuse que, en un país tan avanzado, de mente abierta como lo era Estados Unidos, se habría dejado deslumbrar y también hacia lo mismo que yo. Cuando volví a verla, Dios llegó tan bella, con ese cuerpazo y ese trasero, me alegró que ingresara a la misma universidad.Yo no tenía cara para mirarla, seguía siendo la misma inocente niña de quien me había enamorado, sin embargo, yo no era el mismo, me había acostado con cuanta mujer se me ofreció. Le había fallado al juramento que
Teresa me miraba y ante el respeto que le tenía por tantos años no fue prepotente.—No se lo diré a nadie, créame, al parecer Dios me va a utilizar a mí para darle consejos y, logre salvar su matrimonio. No en vano tengo treinta y dos años de casada, la misma edad que tienes. —Me miró.» Ella, una vez dijo en una de las reuniones acostumbradas a hacer los fines de años, le escuchó a Martha decirme que sentía que su esposo le era infiel. Maju solo comentó. «El divorcio no es una opción, pero si tú no sabes cuándo tu esposo te dice la verdad o una mentira es mejor que te alejes». Martha le preguntó ¿Cómo se puede saber eso? Y ella muy segura dijo, el corazón lo sabe.—No te sigo, Teresa.—Solo tienes una oportunidad con su esposa, y esa es decirle la verdad por muy dolorosa que sea, nosotras las mujeres valoramos eso.—No tendré el valor de decírselo, he sido muy bajo.—Más que eso, me ha parecido un depravado. No repetiré sus bajezas, señor. Pero debe armarse de valor, confesar, demost
Llegué a la parroquia del padre Rafael Castro, me hicieron pasar al despacho parroquial, el lugar era ameno, limpio, tranquilo y muy sencillo. Una señora me ofreció un té. Luego el sacerdote ingresó, me dio la mano para saludarme.—¿Quieres que hablemos aquí, en los jardines o en el confesionario? —Me senté en uno de los muebles del despacho—. Perfecto, entonces aquí.—Gracias, padre.—Bueno, ¿continúas con la idea de anular tu matrimonio? —Le di un trago largo a mi té.—Quiero contarle mi historia, en este instante no solo necesito desahogarme, también un par de consejos, luego decido.—Bueno, hija, tengo dos horas, espero que sea suficiente.Le conté todo al padre, supo escucharme, no me interrumpió, llenó un par de veces más la taza con té y solo se limitaba a mover su cabeza de un lado al otro, afirmaba o negaba. Le dije, hasta lo mínimo, mis inseguridades, mis conclusiones y lo que ahora estaba pasando con relación a mi esposo. Había pasado una hora, una hora en la que solo hablé
Eran las cinco, César ya debió llegar a la casa, me había invitado a cenar, sin embargo, lo dejaré plantado. Mientras tanto debía hablar con Fernanda. Era mejor aclarar todo de una vez como lo recomendó el sacerdote. Quien iba a pensarlo, el señor resultó ser un buen consejero, me siento tan bien, él tenía razón. ¿Por qué debo sufrir yo?, si él fue quien falló. No era perfecta, pero no he faltado a mi palabra y mi conciencia se encuentra tranquila. Tomé mi celular y la llamé.—Hola, Maju. —noté la sorpresa en su voz.—Hola, Fernanda. —ingresé al carro—. ¿Nos podemos ver?, quiero hablar contigo.—Claro, ¿voy a tu casa?—No. De hecho, necesito llegar tarde y no soy como César.—Te entiendo, esa es una de las razones por la cual callé. ¿Dónde nos vemos y que podamos tomarnos un par de vinos?, así le daremos algo de que pensar a César, ¡con lo celoso! —solté la carcajada.—Sí, pero no llegaré muy tarde, mis hijos me esperan.—Nos vemos en el bar de la 93, el que nos gustaba, ¿te parece?—
¿Era lo único que iba a decirme? Llegaba tomada, quien sabe con quién se encontraba y yo como un idiota enviándole flores, ni siquiera se ha disculpado por dejarme plantado por la cena. ¡¿Qué se cree?! —Me había encerrado en el despacho, no quería ir detrás de ella y exigirle una explicación de con quién estaba.Me serví el cuarto vaso de whisky, «¿Qué vas a reclamarle? Has sido el patán, mereces eso y más, ¡no tienes derecho a reclamarle nada!» —mi voz interior salió en su defensa—. Merezco toda la mierda que estaba haciendo, no puedo reclamarle. ¿Con quién habrá pasado la tarde? Sonó mi celular, era Fernanda quise rechazarla, pero me acordé de su negativa para ir al viaje, debo convencerla a ir.—Dime.Muy seguro iba a regañarme como siempre lo había hecho. Nunca entendieron mi rechazo hacia mi esposa y malditas mentiras de David y Rocío.—Solo te llamaba para decirte lo que hace un momento le juré a Maju.¿Hace un momento? Eso quiere decir que mi Bonita pasó con ella, no pude evita