No seguí escuchando, en la noche dormiré en el cuarto de mis hijos. Me dirigí a la camioneta, saqué la maleta, la llevé a la habitación de los niños, quienes llegaron alegres con un balón para meterse a la piscina.
—Mami, Pichina. —siempre sonrió de las palabras de Samuel.
—Piscina. —Lo corrigió Julián.
—Bueno, vámonos a piscina.
Los cambié e hice lo mismo, debajo del vestido de baño entero. —Casi nunca uso de dos piezas—. Me puse una licra para no mostrar mi cuerpo y una salida de baño que parece una camisa.
Siempre había sido tema de discusión con César el que saliera con un vestido de baño de dos piezas, no obstante, ahora necesitaba relajarme, nadar me desestresaba. Cogí el protector solar, les apliqué a los niños y salimos en busca de la tan anhelada piscina, para el calor que hacía en Melgar el agua era lo más relajante.
La mayoría de la familia había llegado, estaban tomando cerveza, los niños en el agua, mi esposo aún no llegaba, seguro mi suegro lo había reprendido, ojalá le diera correazos. Después de saludar a los tres primos con sus esposas, a la hermana de mi suegra y a los cuatro niños que comprendían la extensión de los Abdala Villegas.
Le apliqué más protector a mis hijos que eran los menores de la familia, nos metimos al agua. Julián sabía nadar, pero Samuel se encontraba en proceso. Don Amín se había unido a la reunión hace más de una hora.
La reunión era para recibir una noticia de Alis, quien se encontraba organizando una fogata, querían pasar una noche amena, bajo buena música y whisky. He evitado a mi esposo, me he escudado detrás de mis hijos, cayó la tarde y llevé a los niños a la habitación, necesitábamos cambiarnos.
—Listo, quedaron hermosos. —César ingresó al cuarto, sonrió un poco al ver que su ropa estaba en la cama—. Nos vamos.
—Niños, la abuela Magdalena los espera en la cocina, les tiene un delicioso postre.
Yo también me había arreglado, tenía un vestido azul de algodón, bastante fresco para el clima del pueblo, en comparación con la capital.
—Vamos a buscar a la abuela.
Tomé la mano de Samuel, Julián se saludó de puñito con su padre y su hermanito lo imitó.
—María Joaquina no me evadas, debemos aclarar muchas cosas. —Ahora quiere aclararlas, pues que espere.
Lo ignoré, al fin y al cabo, estaba acostumbrada a pasar poco tiempo con él, la verdad era que no estaba preparada para iniciar un divorcio, escuché su frustración. Todos se encontraban al lado de sus respectivas parejas, los niños jugaban mientras que nosotros esperábamos la tan anhelada noticia. Al fin Alis se levantó.
—Querida familia…
—Nos tenías en ascuas, querida. —habló don Amín.
—Papá ya estamos completos.
Las manos de César tomaron mi cintura y automáticamente el corazón bombeó más sangre de lo normal. Al acercarse al oído, toda la piel se me erizó, olía increíble, ese aroma tan característico de él, combinado con su perfume, no pude evitarlo, hasta mis entrañas se estremecieron.
—Te ves bellísima.
Lo miré y mi corazón se detuvo. Menos mal no tenía un vaso en la mano porque de ser así, se me habría caído. Se ve tan jodidamente atractivo, aunque no era un hombre bonito, pero era tan masculino. Su perfil que tanto me gustaba y con el que idiotamente me excitaba. Al cruzar la mirada conmigo me guiñó un ojo, siempre lo había hecho en el pasado… en el tiempo de nuestro oculto noviazgo. Y hoy tenía un brillo particular. Debe tener algún problema mental. «No caigas, recuerda que nada en él es real».
—Lástima, desperdiciaste un cumplido.
—Solo te pido que me escuches.
—Mira César, debemos hablar, pero hoy estoy rebosada de tu falsedad, conserva esos halagos para la mujer de tu vida. Créeme si no supiera la verdad estaría dando brincos por lo que acabas de decirme. Y, por cierto, es la primera vez desde que nos casamos que lo dices. —Vi tristeza en su mirada, apretó la mandíbula—. Si me permites, no quiero tenerte a menos de un metro de distancia.
—Familia… ¡Estoy embarazada!
Miré a mi cuñada, apenas escuché la noticia, ellos llevan cuatro años de casados y nada que habían podido tener hijos, sonreí ante el recuerdo de los comentarios en reuniones pasadas. «Nosotros hacemos muy bien la tarea, hasta se repite dosis en el día». Nosotros solo hemos tenido sexo contadas veces y dos dieron en el blanco.
Todos nos lanzamos a felicitarlos, mis suegros no dejaban de llorar. La noche transcurrió de maravilla, César no dejaba de mirarme, cada vez que se acercaba yo disimuladamente me apartaba.
Cuando vi a Samuel cabeceando en la mecedora lo tomé en brazos para llevarlo a dormir, literalmente estaba agotada. Pasé por Julián y los llevé a su habitación. Nos pusimos pijamas, luego nos lavamos los dientes y los tres nos metimos en la cama.
—Mami, ¿vas a dormir con nosotros? —Mi hijo mayor era tan analítico.
—Hasta que se duerman.
Les di besos, bendiciones y Morfeo se adueñó de mí. No pude darme la vuelta en la cama, unas manos estaban entrelazadas a las mías, al abrir mis ojos, los de César ya lo hacían. Nuestras manos entrelazadas y los dos encerrábamos a nuestros hijos, quieres dormían en mitad de los dos, protegiéndolos de cualquier mal, en otras circunstancias la escena me habría conmovido.
—Perdóname Bonita, permíteme exponer mi punto de vista, explicarte lo que realmente pasó el viernes. Por favor y los motivos que me hicieron portarme de ese modo.
Odio conocerlo tanto. Ese, perdóname, fue sincero. Ese, bonita desde que nos escribíamos notas en nuestro noviazgo no lo había vuelto a escuchar. Los ojos se me humedecieron, debo poner distancia.
—No quiero escucharte.
Me solté de su mano y salí de la cama. Necesitaba nadar, a esta hora aún dormían todos, eran las seis de la mañana.
—Aunque tenga que rogarte me escucharás.
Saqué mi vestido de baño de dos piezas, llegó mi momento de atormentarte… una conversación con Carmen en esas tantas charlas de mujeres en la cocina llegó a mí.
—Coquetéele, sedúzcalo, póngase provocativa y contonee ese trasero a su favor, señora, para lograr que se le levante a su marido.
—¿Eso le ayudará?
—Usted es la esposa, tiene todo el derecho ante Dios y por ley de hacerlo, vuélvalo loco.
En esa ocasión el resultado fue Samuel, estaba muy dolida con él, pero me las va a pagar, haré que se engarrote tanto que no solo me va a rogar, sino que se arrodillará para que le calme el dolor y se irá en blanco. Vas a pagármela César Abdala.
—No me será suficiente con que ruegues. —dije.
Salí de la habitación, me cambié en el baño de la sala, será la locura para toda la familia, nunca antes me vieron con tanta piel expuesta, las esposas de los primos de mi esposo lo hacían sin problema.
Mi cuñada también, yo simplemente lo evitaba para no dañar más el ego a quien hoy quería sacarle los ojos. Al verme al espejo, ¡Señor!, préstame un poco de sensualidad y dame la fortaleza. —señalé hacia arriba, el Creador me estará viendo.
» Tú declaraste que era para toda la vida… pues ayúdame a traerlo de vuelta, pero como yo lo quiero, confió en tu magia. Ni yo me entiendo.
Lo que me dijo esta mañana me tenía en este momento queriendo darle un escarmiento. «Perdóname, Bonita» fue tan sincero. —sonreí, mañana iré donde el padre a hablar con él, espero pueda ayudarme a saber llevar el sinnúmero de cuernos…
Solo recordar eso daba ira. Salí del baño, echa una furia, aún no estaba lista para perdonarlo. La gente dormía, menos mis suegros, tomaban un café, abrieron los ojos al verme, la salida de baño era transparente.
—Hija…
—Buenos días, doña Magdalena. —Iba a hablar—. Lo sé, pero es esto o un divorcio. —El rostro de mi suegra lo dijo todo, mientras que don Amín sonrió.
—Restriégale la mujer que eres y lo que tiene en sus narices al pendejo de mi hijo. —sonreí, tenerlos de mi parte, me hizo brincar de alegría—. No se los detalles.
Mi suegro era un hombre alto, al igual que mi esposo, de contextura robusta, muy conservado a sus sesenta y cinco.
—Olvidar nuestro aniversario, llegar a las tres de la mañana, con un perfume que no es el mío.
—Entonces, ¿eso fue lo que hizo el tarado de mi hijo? —miré a don Amín afirmando.
—Hija, toda esta semana nos podemos tomar un vino hasta la madrugada, no le notifiques donde estuviste cuando histérico te pregunte. —Doña Magdalena me guiñó un ojo.
—Gracias.
—Siempre dignas, de nosotras depende todo. —miró de reojo a su esposo.
—¿Lo ha vivido? —La miré, mi suegro sonrió.
—Nunca después del matrimonio, pero si no lo hubiera frenado en el noviazgo no sería tu suegra, supongo que sería una tal Eugenia.
—Magdalena, han pasado treinta y cinco años de eso.
—Y duele como el primer día. —Ellos llevan treinta cuatro años de casado.
—Gracias por comprender cómo me siento.
Me dirigí a la piscina, los niños hoy se despertarían después de ocho, tenía suficiente tiempo para despejarme nadando. Dejé la salida de baño en una de las sillas, me lancé con un perfecto clavado, tenía buenos pulmones, salí a la superficie y me impulsé para sentarme en el borde, al darme la vuelta a los segundos emergía César, se ubicó en mitad de mis piernas.
—¿Me puedes explicar qué carajos haces al salir casi qué desnuda?
Se puso furioso, pero ahora estaba loco.—Nadando, y no me encuentro desnuda, además a ti que te importa cómo me veo, si solo soy una masa de celulitis y flacidez.Sus ojos cambiaron al escucharme, esas eran las palabras que constantemente me decía.» Si me permites continuaré nadando.Los primos bajaron, se sentaron en una de las sillas retiradas de nosotros. César me arrastró con él de nuevo al agua y sin darme tiempo a reaccionar pegó su boca con la mía, su pelvis con el mío, su miembro estaba duro.—La verdadera razón por la cual no quiero que uses ese tipo de vestuario es porque así me pones cada vez que te veo, tienes un tono de piel precioso para mí, tienes un cuerpazo y un culo...—Esas palabras las estás pronunciando muy tarde. —Me alejé de él.—Ni pienses en salir de esa forma, María Joaquina.Hice caso omiso, llegué al borde, salí lentamente, la toalla la había dejado al otro extremo, solo fui consciente de lo que pasaba cuándo los gritos a mis espaldas me hicieron girar. C
Éramos amigos desde la universidad, hemos sido socios en muchos proyectos. Había sido un defensor de María Joaquina desde que estudiábamos. Se sentó en el mueble, entonces no era una visita de socios, se acomodó el saco y me miró serio.Lo conocía muy bien, se encontraba cabreado y en esta ocasión merecía los sermones, antes justificaba mis actos por el odio al creer que me había fallado, que no solo se le había entregado a David, aparte de la doble vida como dijo Rocío y la prueba eran esas fotos.¡Malditas fotos y maldita cobardía por no enfrentarlo a tiempo! Desde que me gritó en la cara, no he dejado de recordar todo lo ocurrido aquella borrosa noche… Mi amigo sacó del bolsillo de su traje los tiquetes del viaje ya arreglados.Fue un malentendido de Blanca al suponer que me había casado con Rocío, quien era mi novia en esa época. Nos habíamos reunido con Carlos y Alejandro para darles un regalo a nuestras esposas.Y como Alejo se encontró a Blanca y esta le habló de los planes tur
Tenía entendido que David se moría por María Joaquina, yo había fallado ante el juramento hecho a mis diecisiete años, ya teníamos dos años de novios a escondidas. Pero al irse y dejarme porque al señor Lizandro se le dio que debía perfeccionar el inglés…No soporté la lejanía, el ver las fotos enviabas a su hermana con nuevos amigos me dejé llevar por mi inseguridad y los refranes dé; el amor de lejos felices los cuatro. Ella me escribía y yo por enojo dejé de hacerlo.Me refugié en el alcohol, luego en el sexo. Supuse que, en un país tan avanzado, de mente abierta como lo era Estados Unidos, se habría dejado deslumbrar y también hacia lo mismo que yo. Cuando volví a verla, Dios llegó tan bella, con ese cuerpazo y ese trasero, me alegró que ingresara a la misma universidad.Yo no tenía cara para mirarla, seguía siendo la misma inocente niña de quien me había enamorado, sin embargo, yo no era el mismo, me había acostado con cuanta mujer se me ofreció. Le había fallado al juramento que
Teresa me miraba y ante el respeto que le tenía por tantos años no fue prepotente.—No se lo diré a nadie, créame, al parecer Dios me va a utilizar a mí para darle consejos y, logre salvar su matrimonio. No en vano tengo treinta y dos años de casada, la misma edad que tienes. —Me miró.» Ella, una vez dijo en una de las reuniones acostumbradas a hacer los fines de años, le escuchó a Martha decirme que sentía que su esposo le era infiel. Maju solo comentó. «El divorcio no es una opción, pero si tú no sabes cuándo tu esposo te dice la verdad o una mentira es mejor que te alejes». Martha le preguntó ¿Cómo se puede saber eso? Y ella muy segura dijo, el corazón lo sabe.—No te sigo, Teresa.—Solo tienes una oportunidad con su esposa, y esa es decirle la verdad por muy dolorosa que sea, nosotras las mujeres valoramos eso.—No tendré el valor de decírselo, he sido muy bajo.—Más que eso, me ha parecido un depravado. No repetiré sus bajezas, señor. Pero debe armarse de valor, confesar, demost
Llegué a la parroquia del padre Rafael Castro, me hicieron pasar al despacho parroquial, el lugar era ameno, limpio, tranquilo y muy sencillo. Una señora me ofreció un té. Luego el sacerdote ingresó, me dio la mano para saludarme.—¿Quieres que hablemos aquí, en los jardines o en el confesionario? —Me senté en uno de los muebles del despacho—. Perfecto, entonces aquí.—Gracias, padre.—Bueno, ¿continúas con la idea de anular tu matrimonio? —Le di un trago largo a mi té.—Quiero contarle mi historia, en este instante no solo necesito desahogarme, también un par de consejos, luego decido.—Bueno, hija, tengo dos horas, espero que sea suficiente.Le conté todo al padre, supo escucharme, no me interrumpió, llenó un par de veces más la taza con té y solo se limitaba a mover su cabeza de un lado al otro, afirmaba o negaba. Le dije, hasta lo mínimo, mis inseguridades, mis conclusiones y lo que ahora estaba pasando con relación a mi esposo. Había pasado una hora, una hora en la que solo hablé
Eran las cinco, César ya debió llegar a la casa, me había invitado a cenar, sin embargo, lo dejaré plantado. Mientras tanto debía hablar con Fernanda. Era mejor aclarar todo de una vez como lo recomendó el sacerdote. Quien iba a pensarlo, el señor resultó ser un buen consejero, me siento tan bien, él tenía razón. ¿Por qué debo sufrir yo?, si él fue quien falló. No era perfecta, pero no he faltado a mi palabra y mi conciencia se encuentra tranquila. Tomé mi celular y la llamé.—Hola, Maju. —noté la sorpresa en su voz.—Hola, Fernanda. —ingresé al carro—. ¿Nos podemos ver?, quiero hablar contigo.—Claro, ¿voy a tu casa?—No. De hecho, necesito llegar tarde y no soy como César.—Te entiendo, esa es una de las razones por la cual callé. ¿Dónde nos vemos y que podamos tomarnos un par de vinos?, así le daremos algo de que pensar a César, ¡con lo celoso! —solté la carcajada.—Sí, pero no llegaré muy tarde, mis hijos me esperan.—Nos vemos en el bar de la 93, el que nos gustaba, ¿te parece?—
¿Era lo único que iba a decirme? Llegaba tomada, quien sabe con quién se encontraba y yo como un idiota enviándole flores, ni siquiera se ha disculpado por dejarme plantado por la cena. ¡¿Qué se cree?! —Me había encerrado en el despacho, no quería ir detrás de ella y exigirle una explicación de con quién estaba.Me serví el cuarto vaso de whisky, «¿Qué vas a reclamarle? Has sido el patán, mereces eso y más, ¡no tienes derecho a reclamarle nada!» —mi voz interior salió en su defensa—. Merezco toda la mierda que estaba haciendo, no puedo reclamarle. ¿Con quién habrá pasado la tarde? Sonó mi celular, era Fernanda quise rechazarla, pero me acordé de su negativa para ir al viaje, debo convencerla a ir.—Dime.Muy seguro iba a regañarme como siempre lo había hecho. Nunca entendieron mi rechazo hacia mi esposa y malditas mentiras de David y Rocío.—Solo te llamaba para decirte lo que hace un momento le juré a Maju.¿Hace un momento? Eso quiere decir que mi Bonita pasó con ella, no pude evita
Me senté a desayunar con ellos.—Carmen, recuerda el horario de la medicina de Julián, y debe estar arreglado a tiempo, hoy tiene cita con Alex, ya sabes la hora de la cita.La nana, afirmó. Me ha ignorado, cumple con su papel de esposa, pero no me ha regalado esas bellas miradas que me daba cada mañana, cuando me pedía atención. Ahora que deseo corresponderle no lo hace.El refrán era cierto, nunca sabes lo que tienes hasta que lo pierdes. Y esos ojos grises me supieron ignorar, los papeles se habían invertido. Era yo quien se deleita con descaro al mirándola, tenía su cabello castaño recogido en una cola alta.—¿Ya estás listo campeón?Su madre lo besó y la vi tomar las llaves, siempre se ha vestido increíble, elegante y recatada, da a entender el cuerpazo a su favor, sin ser exhibicionista.—Shi pa. —sonreía, Carmen me entregó la merienda y la maleta del niño.—Carmen, ¿a qué hora es la cita de Julián?—A las diez de la mañana.No quiere cenar conmigo, entonces debo tomar las carta