Isabella había llegado a la ciudad de New York desde hace tres años, sus estudios en el arte culinario la habían llevado a muchos lugares y se había enamorado de la ciudad, pero lamentablemente en el área de cocina, gobiernan en su mayoría los hombres y su belleza peculiar le había traído bastantes problemas, así que buscar trabajo en restaurantes se había vuelto un infierno. Durante su tiempo en la ciudad, había conocido a Stacy, su rommie desde hace casi dos años y medio, ella se dedicaba a vender su cuerpo en las mejores esquinas de la ciudad y con ello podían pagar la mitad de la renta y servicios.
— ¿Y qué piensas hacer?—preguntó Stacey antes de llevarse a la boca la cuchara llena de cereal, Isabella se sentaba del otro lado de la barra, esta soltó un largo suspiro, luego se mordió el labio. —Sabes que puedes...
—No. Tengo que seguir buscando, seguir insistiendo, ya se va a vencer la renta y no puedo dejarte otro mes que pagues todo.
Stacey terminó de comer.
—He tenido una buena racha, así que podría pagarlo, pero no sé cómo me vaya para el otro mes. Aunque podría pedir un préstamo a Jeff.
—No, no, no quiero que te endeudes. —Isabella se sentó finalmente en el banquillo y comenzó a hojear la revista de diseño y arquitectura que había llevado su rommie al departamento, se la había robado de su último trabajo como recepcionista en una empresa de arquitectura. —Tengo que seguir intentando. —susurró, ella se entretuvo mirando los diseños de casas, le gustaba soñar imaginando que era su casa propia, que estaba casada y que podría verse sentada en una de esas mirando hacia un jardín. Sin preocupaciones. Sin temor de quedar en la calle por no pagar renta. O lo más preocupante, vivir como una homeless, (persona sin hogar), cerró la revista y negó rápidamente. —Me marcho, nos vemos por la tarde.
Isabella había entrado en cada negocio de comida y en los que no eran, entregó muchas solicitudes, sus pies estaban adoloridos por tanto caminar, miró su celular y no tenía mensaje, descansó cuando encontró la primera banca del Central Park, revisó y solo quedaban dos solicitudes, suspiró de cansancio y con el nudo en la garganta, se levantó y caminó hasta salir del parque y retomar el camino al departamento.
Por la noche, terminó de cocinar la última bolsa de sopa que quedaba en la alacena, Stacey estaba a punto de marcharse a trabajar. Abrió el frigorífico y se encontró con el envase casi vacío de salsa de tomate, se distrajo al escuchar los tacones golpear la duela.
—Isa, ya me marcho. —apareció Stacey enfundada en un vestido negro y se adhirió como si fuese una segunda piel, el largo le quedaba a mitad de sus muslos, tenía un poco de encaje en el escote, su cabello rubio estaba liso, Isabella suspiró.
—Te ves hermosa. —dijo sincera, Stacey tenía un cuerpo espectacular, aunque su maquillaje para Isabella era excesivo, se veía como si fuese modelo de pasarela, y pensar que tenía un título universitario y esta noche era una de tantas en las que vendía su cuerpo.
—Gracias, hermosa. —tomó su pequeña bolsa que colgaba en el perchero de la entrada. — ¿Cómo te ha ido hoy?—preguntó Stacey antes de tomar las llaves del departamento.
—No he obtenido una llamada siquiera, esto es...—no terminó, se dejó caer en el sillón de la sala e intentó no soltarse a llorar, ¿Por qué era tan difícil conseguir un trabajo en la ciudad?
—Tranquila, tranquila, —dijo Stacey acercándose a ella, se sentó en la mesa que estaba frente a Isabella, quedando frente a frente. —Sé qué lo que hago puede ser escandaloso para ti, pero velo como algo superficial, no tienes que entregar el corazón, solo es...—hizo un movimiento de hombros. —...sexo.
—No tengo experiencia, Stacey. Yo no podría, simplemente a la primera me botarían. —Stacey alzó sus cejas al escuchar la confesión de su rommie.
— ¿Todo tu rechazo es por eso?—Isabella se sonrojó, desvió la mirada por la vergüenza de haber dicho eso a su amiga.
—Olvida lo que dije, —regresó la mirada a su amiga. —Además, no podría hacerlo, no tengo un cuerpo espectacular como el tuyo, no tengo un armario como para vestirme así como tú.
— ¡Mi cielo hermosa! ¿Acaso no te miras al espejo? Tienes una belleza muy peculiar por si no te has dado cuenta, tienes unos ojos hermosos, tienes una piel pálida, pero casi casi diría que de porcelana, tu cabello es sedoso y negro como la noche, ¿Qué importa tus curvas? ¿Qué importa que tengas dos pechos grandes? Te verías espectacular en un vestido como este. —Isabella se quedó callada escuchando lo que su rommie había dicho, hasta podía creérselo por un momento sus palabras, siempre se había considerado una curvie, no tenía la talla de Stacey y eso la acomplejó más.
— ¿Y la experiencia?—Stacey sonrió.
—Es lo de menos la experiencia, llamarías bastante la atención, podías tener a hombres a tus pies solo con verte. —Stacey miró su reloj. —Oh, tengo que irme, deberías de pensarlo. —le guiñó el ojo y se levantó de dónde estaba sentada para tomar su abrigo y marcharse. Dejó a Isabella masticando detenidamente en su mente cada palabra que había dicho.
Isabella se levantó y se miró en el espejo que adornaba una pared de la sala, se recogió el montonal de cabello negro y largo en una coleta alta, se notaba más su cuello, giró para ver su rostro de perfil y se intentó imaginar maquillada como su rommie, soltó el cabello y suspiró sin dejar de mirar el reflejo en el espejo.
—Mi madre se escandalizaría si se enterase de lo que estoy pensando. ¿Y si pruebas, Isabella? ¿Solo una noche? ¿Una…semana?—se preguntó a si misma sin dejar de mirarse, se acercó más y vio como el color de sus ojos resaltó con la luz de la lámpara de techo, el color de sus ojos era inusual, pero era la genética de su familia y le había dado puros problemas, la gente la miraba de manera extraña, así que optó por empezar a usar lentillas de color marrón. Dejó de pensar por un momento y sin cenar, se acostó en su colchón que estaba en la duela de la habitación, con su mejilla contra la almohada intentó dormir y mañana preocuparse.
La brisa de otoño envolvió todo su cuerpo. Acomodó nerviosa su peluca lisa de color negro y metió una menta para refrescar su aliento. La minifalda de cuero negro con una pequeña cadena al costado derecho hacía ver sus piernas más largas, suspiró al sentir el cansancio de usar dos días seguidos esas zapatillas de tacón de aguja. La blusa leopardo con escote V realzó su escote. Algo que no le gustaba lucir. Pero era parte de su nuevo trabajo temporal. Se abrazó a sí misma. Era su segundo día en una de las esquinas neoyorquinas. Bajó la mirada a sus zapatillas y comenzó a mover los pies algo inquieta, seguía regañándose por no haberse puesto las lentillas, ya no tenía tiempo para regresa por ellas, así que se arriesgó a mostrar el color real de sus ojos. El corazón latió ansioso. No había tenido un cliente el día de ayer y hoy era el segundo día en esto. Ahora se había vuelto su último recurso para pagar la renta y enviar dinero a su madre que vivía en la ciudad
—No me ha preguntado cuanto cobro—dijo con la voz casi firme. El hombre cruzó la pierna y su mano se fue a su barbilla, sus labios eran carnosos y los humedeció. “¡DIOS MIO! ¡ESPERO NO SEA UN ASESINO A SUELDO!” La observó desde la oscuridad y la hizo sentir intimidada. Isabella acomodó su peluca lisa hacia su escote, los nervios llegaron con más fuerza, cruzó discretamente la pierna y las manos las dejó sobre su regazo, intentando controlar que su falda de cuero no subiera más. — ¿Eres nueva en esto?—su voz ronca y muy varoni
Habían llegado a la siguiente pista casi media hora después, una segunda limusina los esperaba en aquella pista solitaria que usualmente el hombre tenía siempre a su disposición, Isabella realmente estaba inquieta, pensó miles de cosas durante el viaje, los supuestos escenarios de lo que pasaría después de bajar, intentó controlar sus pensamientos y no arruinar esa noche. Otra media hora después, las puertas dobles de fierro forjado con adornos antiguos se abrieron ante ellos, Isabella pasó saliva con dificultad, siguió observando por la ventanilla las luces a lo lejos, sintió el aire aquella humedad, imaginó que podría estar cerca de la playa, aunque no alcanzó a escuchar olas romperse, entonces, se quedó maravillada con el gran jardín frente a una gran y hermosa casa de cristal. Las rosas rojas eran las que dominaban el lugar. —Hemos llegado. —anunció el hombre, el hombre ya tenía una identidad para Isabella: Señor Beckett. Al escuchar cómo se había presentado en el avión,
—Oh, sí, —Isabella se sonrojó, —Son de un color extraño, si lo vieras en el día… — ¡Ya sé que vestido resaltará esa belleza de ojos!—Niles dijo de repente interrumpiéndola, retomó su búsqueda en el estante, era como si le hubiesen dado un energizante de beber, al no encontrarlo, corrió por la otra línea de vestidos y siguió buscando como si el tiempo fuese acabarse. —El que me ha mostrado al principio es...—comenzó a decir Isabella, pero Niles la interrumpió. — ¡No! ¡No! Sé que debe de estar por aquí ese vestido es "Perfecto" E
—Llegamos—anunció Beckett a Isabella, él se bajó y rodeó el auto antes de que el chófer de la limusina reaccionara, él se sorprendió ver a su propio jefe abriendo la puerta a la hermosa mujer que llevaba de acompañante, no había podido evitar no mirar hacia la parte trasera del auto dónde se encontraban ellos, los hermosos ojos de la mujer lo habían cautivado así como a su jefe Beckett, pero desafortunadamente se había dado cuenta él, y sin decir nada, su jefe subió la ventanilla polarizada para que dejará de hacerlo. El chófer torció los labios derrotado... Beckett tomó de la mano de su acompañante y subieron las escaleras con cuidado para que Isabella no tropezara con el largo del vestido, no había nadie afuera de la mansión, era algo tarde cuándo llegaron debido al fastidioso tráfico de la
—De nada preciosa, cuándo te aburras de Cameron Beckett, puedo estar disponible para ti…—Beckett le lanzó una mirada de "Hijo de..." Rody le guiñó el ojo divertido, y miró a Isabella—Puedes decirme Rody, —hizo una pausa y sonrió. —…para los amigos, soy Rody—y se marchó, se detuvo en un grupo de hombres vestidos de traje de etiqueta y un jeque muy importante. Apretó la mano de Isabella y se metieron al pasillo que estaba al final del salón. Ella se quejó al sentir el dolor que le ocasionó el agarre, tiró de su mano discretamente y se sobó la mano. —Estoy...—fue interrumpida cuándo Beckett tiro de ella y se dirigieron a la terraza, las cortinas blancas ondeaban por el aire que entraba. La ira lo estaba consumiendo, ahora su ex amigo estaba interesado en su acompañante, todo lo que Cameron tenía siempre Rody lo quería, primero a su ex prometida, pero Beckett luchó por ella, pero otro se la había robado en sus narices. ¿Ahora a su acompañante? ¡No, no y no! Él la encontr
Isabella miró detenidamente a Beckett que seguía en total silencio. Cuándo estuvo a punto de hablar y decirle que por favor regresaran al salón, la voz del ex-amigo de Beckett la interrumpió: — ¡Vaya, aquí están!—el cumpleañero camino hasta ellos que se encontraban cerca de las ventanas estilo francesas que daban a la terraza. Beckett levantó la mirada hacia el ex-amigo y tomó posesivamente la mano de Isabella quien no reaccionó a tiempo, puso una sonrisa en sus labios cuándo finalmente el cumpleañero se detuvo frente a ellos. — ¿Qué pasa?—preguntó Beckett al ver que su ex amigo ponía los ojos en su acompañante. —Quería saber algo, pero es a tu hermosa acompañante a quién quisiera preguntarle...claro si tú no estás ocupado podrías acompañarnos. —Beckett tiró sigilosamente del agarre de Isabella y el cuerpo de él es un escudo. — ¡Vaya! Solo quería saber cuándo estarían disponibles para invitarlos a cenar a mi restaurante, podrían conocer mi nuevo menú...
Eran las cuatro de la madrugada cuándo Beckett e Isabella estaban regresando a casa de él. Isabella estaba un poco mareada por la sexta copa de champagne que se había tomado después de haber regresado a la mesa con Beckett, la música, la comida, el baile y uno que otro anuncio por parte del cumpleañero, fue algo entretenido, ella y Beckett no volvieron a cruzar de nuevo una palabra, solo "Nos vamos" es lo que había salido de la boca de parte de él. La limusina se había estacionado enfrente de la casa de cristal, el chófer abrió la puerta de Isabella, ella le dio las gracias y le dio una sonrisa cálida al hombre, Beckett enfureció por no haber obtenido si quiera algo así para él mismo, no, solo Rody y su chófer habían tenido ese gesto. Tomó el brazo de Isabella y la guio al interior de la casa, en una hora más empezaría a aclararse el cielo para dar la bienvenida a la mañana, B