—No me ha preguntado cuanto cobro—dijo con la voz casi firme.
El hombre cruzó la pierna y su mano se fue a su barbilla, sus labios eran carnosos y los humedeció.
“¡DIOS MIO! ¡ESPERO NO SEA UN ASESINO A SUELDO!”
La observó desde la oscuridad y la hizo sentir intimidada. Isabella acomodó su peluca lisa hacia su escote, los nervios llegaron con más fuerza, cruzó discretamente la pierna y las manos las dejó sobre su regazo, intentando controlar que su falda de cuero no subiera más.
— ¿Eres nueva en esto?—su voz ronca y muy varonil, le provocó un fuerte escalofrío.
—No, bueno... no, yo... —comenzó a balbucear. —Sí, es mi segundo día. No soy una prostituta oficialmente, solo...—el hombre hizo un ruido con su boca para que no siguiera, era claro que era nueva, ¿Pero que la orilló a llegar a esa situación? Se preguntó el hombre. —Disculpe—Isabella murmuró, ¿Acaso había hablado mucho? La ventanilla que se encontraba a espalda de él, se subió lentamente, eso dio más privacidad.
—Quiero sexo oral—dijo el hombre sin más y el corazón de ella martilló con fuerza, aún más a sus palabras. “¡Maldición, no se me da bien! ¿Y si lo muerdo?”
La luz que iluminó el área dónde ella estaba sentada, -todo lo contrario dónde estaba el hombre- era muy pero muy baja, Isabella se mordió discretamente el labio, y cuando ella se dispuso a acercarse a él, el hombre la detuvo de manera brusca.
—Siéntate—ella arrugó su entrecejo confundida, pero cuando pasó un par de segundos, hizo caso, su respiración se alteró y lo ocultó bien. Una parte de ella se enfureció por cómo le dio la orden. —Acércate. Quiero mirar tus ojos—Isabella maldijo para su interior, y más a sus lentillas marrón, ahora, no tardaba en ver la rareza de sus ojos y en la próxima esquina, la bajaría sin duda. Isabella finalmente se acercó un poco más, el hombre extendió su mano al techo y encendió una luz que bañaba estilo cono hacia los pies, ella se acercó lentamente más a la luz y abrió un poco más los ojos, El hombre se quedó maravillado al ver el color de ojos de la hermosa mujer, era la primera vez que veía ese color. — ¿Tiene motes dorados y unas líneas verdes por la orilla? —Isabella se sorprendió por la observación, asintió. —Hermosos ojos...—cuando ella bajó la mirada, ambos regresaron a sus asientos y él apagó finalmente la luz, quedando con la diminuta luz tenue, él notó que llevaba las uñas pintadas de color carne, discreta, eso le gustó a él, pero ella estaba usando la ropa de Stacy, una ropa que le hizo sentir demasiado insegura, ya que no era su estilo ni estaba a acostumbrada a enseñar de más.
—Gracias—susurró.
—Bueno, —comenzó a decir el hombre. —Lo que cobres no importa, tengo para pagarte lo suficiente para que puedas ser mi compañía esta noche. —Isabella lo miró intentando descifrar como se vería su rostro. Todavía siguió mirando esa boca moverse.
Era tentadora.
Isabella dedujo desde que se subió, que era un hombre de dinero a pesar de estar en las sombras, pero la pregunta que se hizo Isabella fue: “¿Por qué buscar una prostituta?” Isabella se aclaró la garganta.
—Tengo reglas—las palabras salieron firmes, quizás rindiéndose finalmente a su situación, tendría sexo y cobraría, tomaría parte para darle una ayuda a su amiga y luego prepararía sus maletas y se marcharía a México, empezaría de nuevo. No volvería a vender su cuerpo.
Jamás.
— ¿Cuáles son? —preguntó el hombre en un tono ronco.
—No beso en la boca, cobro por hora y la regla de oro: No te enamores. —Isabella supo que sonó tonto la última regla, pero tenía que dejarlo en claro. Eran las reglas. Stacey le había contado que había clientes obsesionados con las mujeres y era acoso que podría terminar hasta perder la vida, ya que lo habían pasado años atrás.
Levantó la mirada, pero no se movió. No dijo nada.
—Perfecto—dijo al fin el hombre en la oscuridad.
—Perfecto—dijo Isabella, respiró profundo y luego soltó lentamente el aire entre dientes.
El silencio reino por más minutos. Se detuvo el auto y el chófer abrió la puerta del lado de ella.
—Gracias—dijo Isabella, mientras que por el otro lado salió el hombre misterioso. Cuando ella se dio cuenta de dónde se encontraba, palideció, luego negó rápidamente llena de pánico.
El hombre se acercó a ella sin darse cuenta y tuvo que levantar su mirada hacia la de él cuando se puso de frente.
“¡Madre! ¡Es demasiado alto!”
—Tengo que hacer un vuelo, pero necesito tu compañía. Serás bien pagada. Está a media hora de aquí—Isabella se quedó hipnotizada por sus hermosos ojos azules. La barba pareció de días, la voz tan masculina, el escalofrío de nuevo llegó a ella al poner su mano en su brazo, Isabella bajó la mirada a su mano.
“¿Era real ese hombre? ¡Madre mía! Era hermoso.”
— ¿Pero…? Pero míreme… —Isabella le hizo señas de su vestimenta. “¡Me subió en una esquina!”
—Eso lo arreglo cuando lleguemos—el corazón martilló amenazando con salirse de su pecho. Sin darse cuenta y sin dejar de ver el jet pensando en algo para no subir, él le acarició la mejilla con sus nudillos para calmar los nervios de ella.
Isabella se quedó congelada en su lugar, lo miró y arrugó el entrecejo. Los ojos del hombre se quedaron prendados en los de ella. —Sé ve a simple vista que no eres una prostituta. Se notó a primera vista. Por eso te elegí. Puedo pagarte muy bien, ¿Lo sabes?—ella no se movió, hasta sintió que por un momento no respiró, él siguió observándola.
—Está bien—Isabella finalmente dijo, se cubrió tímidamente el escote. Extendió una mano, en señal para que se la entregara.
—Antes quiero saber el costo. Necesito saber si todo esto—señaló el avión y la limusina—será justo y no un engaño. ¡Podrías ser un trata de blancas!—dijo nerviosa.
—Te doy un cheque en blanco y pones lo justo. —abrió sus ojos con sorpresa “¿Escuché bien? ¿Un cheque en blanco?”
— ¿Así de fácil?—preguntó Isabella en casi en estado de shock.
—Sí, ¿Otro pretexto que quiera anexar?—dijo el hombre con una sonrisa. Ella entrecerró los ojos. No se iba a montar en el avión solo porque el hombre era realmente hermoso, atractivo y destilaba un hombre con experiencia en la cama.
Él volvió a levantar la mano, e Isabella ahora la aceptó. Si conseguía dejarle a Stacey para la renta y comprar el boleto de avión para marcharse a México, creía que era lo que importaba en esos momentos.
Ella se llevó la mano a su collar y acarició el collar con el símbolo.
“¿Dónde te has metido Isabella?”
Habían llegado a la siguiente pista casi media hora después, una segunda limusina los esperaba en aquella pista solitaria que usualmente el hombre tenía siempre a su disposición, Isabella realmente estaba inquieta, pensó miles de cosas durante el viaje, los supuestos escenarios de lo que pasaría después de bajar, intentó controlar sus pensamientos y no arruinar esa noche. Otra media hora después, las puertas dobles de fierro forjado con adornos antiguos se abrieron ante ellos, Isabella pasó saliva con dificultad, siguió observando por la ventanilla las luces a lo lejos, sintió el aire aquella humedad, imaginó que podría estar cerca de la playa, aunque no alcanzó a escuchar olas romperse, entonces, se quedó maravillada con el gran jardín frente a una gran y hermosa casa de cristal. Las rosas rojas eran las que dominaban el lugar. —Hemos llegado. —anunció el hombre, el hombre ya tenía una identidad para Isabella: Señor Beckett. Al escuchar cómo se había presentado en el avión,
—Oh, sí, —Isabella se sonrojó, —Son de un color extraño, si lo vieras en el día… — ¡Ya sé que vestido resaltará esa belleza de ojos!—Niles dijo de repente interrumpiéndola, retomó su búsqueda en el estante, era como si le hubiesen dado un energizante de beber, al no encontrarlo, corrió por la otra línea de vestidos y siguió buscando como si el tiempo fuese acabarse. —El que me ha mostrado al principio es...—comenzó a decir Isabella, pero Niles la interrumpió. — ¡No! ¡No! Sé que debe de estar por aquí ese vestido es "Perfecto" E
—Llegamos—anunció Beckett a Isabella, él se bajó y rodeó el auto antes de que el chófer de la limusina reaccionara, él se sorprendió ver a su propio jefe abriendo la puerta a la hermosa mujer que llevaba de acompañante, no había podido evitar no mirar hacia la parte trasera del auto dónde se encontraban ellos, los hermosos ojos de la mujer lo habían cautivado así como a su jefe Beckett, pero desafortunadamente se había dado cuenta él, y sin decir nada, su jefe subió la ventanilla polarizada para que dejará de hacerlo. El chófer torció los labios derrotado... Beckett tomó de la mano de su acompañante y subieron las escaleras con cuidado para que Isabella no tropezara con el largo del vestido, no había nadie afuera de la mansión, era algo tarde cuándo llegaron debido al fastidioso tráfico de la
—De nada preciosa, cuándo te aburras de Cameron Beckett, puedo estar disponible para ti…—Beckett le lanzó una mirada de "Hijo de..." Rody le guiñó el ojo divertido, y miró a Isabella—Puedes decirme Rody, —hizo una pausa y sonrió. —…para los amigos, soy Rody—y se marchó, se detuvo en un grupo de hombres vestidos de traje de etiqueta y un jeque muy importante. Apretó la mano de Isabella y se metieron al pasillo que estaba al final del salón. Ella se quejó al sentir el dolor que le ocasionó el agarre, tiró de su mano discretamente y se sobó la mano. —Estoy...—fue interrumpida cuándo Beckett tiro de ella y se dirigieron a la terraza, las cortinas blancas ondeaban por el aire que entraba. La ira lo estaba consumiendo, ahora su ex amigo estaba interesado en su acompañante, todo lo que Cameron tenía siempre Rody lo quería, primero a su ex prometida, pero Beckett luchó por ella, pero otro se la había robado en sus narices. ¿Ahora a su acompañante? ¡No, no y no! Él la encontr
Isabella miró detenidamente a Beckett que seguía en total silencio. Cuándo estuvo a punto de hablar y decirle que por favor regresaran al salón, la voz del ex-amigo de Beckett la interrumpió: — ¡Vaya, aquí están!—el cumpleañero camino hasta ellos que se encontraban cerca de las ventanas estilo francesas que daban a la terraza. Beckett levantó la mirada hacia el ex-amigo y tomó posesivamente la mano de Isabella quien no reaccionó a tiempo, puso una sonrisa en sus labios cuándo finalmente el cumpleañero se detuvo frente a ellos. — ¿Qué pasa?—preguntó Beckett al ver que su ex amigo ponía los ojos en su acompañante. —Quería saber algo, pero es a tu hermosa acompañante a quién quisiera preguntarle...claro si tú no estás ocupado podrías acompañarnos. —Beckett tiró sigilosamente del agarre de Isabella y el cuerpo de él es un escudo. — ¡Vaya! Solo quería saber cuándo estarían disponibles para invitarlos a cenar a mi restaurante, podrían conocer mi nuevo menú...
Eran las cuatro de la madrugada cuándo Beckett e Isabella estaban regresando a casa de él. Isabella estaba un poco mareada por la sexta copa de champagne que se había tomado después de haber regresado a la mesa con Beckett, la música, la comida, el baile y uno que otro anuncio por parte del cumpleañero, fue algo entretenido, ella y Beckett no volvieron a cruzar de nuevo una palabra, solo "Nos vamos" es lo que había salido de la boca de parte de él. La limusina se había estacionado enfrente de la casa de cristal, el chófer abrió la puerta de Isabella, ella le dio las gracias y le dio una sonrisa cálida al hombre, Beckett enfureció por no haber obtenido si quiera algo así para él mismo, no, solo Rody y su chófer habían tenido ese gesto. Tomó el brazo de Isabella y la guio al interior de la casa, en una hora más empezaría a aclararse el cielo para dar la bienvenida a la mañana, B
Cameron se levantó pacientemente sin despegar los labios de Isabella, sentía un hormigueo por cada centímetro de su piel, la electricidad que le provocó solo tocarla fue indescriptible, Isabella intentó separarse pero Cameron sintió un poco de miedo, ¿Qué tal si se había arrepentido? Intentó ser más rápido, cortó el beso, por un momento, se miraron a los ojos, pero en ellos pudo ver algo diferente, un verdadero deseo, no como el que estaba acostumbrado a saciar con otras mujeres o cuando lo hacía con su ex prometida. Ella realmente lo deseaba... —Yo...—susurró Isabella mientras sus miradas estuvieron conectadas—...creo...—su mirada se posó en los labios de Cameron, Isabella no entendió que le había llevado a reaccionar de esa manera, había roto la regla número uno impuesta por ella, claro, también por consejo de su mejor amiga, Stacey. Recordó todos los problemas que había acarreado a su amiga cuándo había besado por primera vez, el hombre le había aco
—Eres perfecta—susurró Cameron al reincorporarse mientras en su camino acarició cada centímetro de su espalda, luego se deslizó y dejó un camino de besos después por la nuca, sus manos fueron rápidas y cuidadosas al retirar el sostén de encaje. Cameron ya estaba a punto de explotar con solo hacer ese preliminar, era la primera vez que se daba tiempo para desvestir a una mujer, ya ni a su ex prometida, quien siempre en el momento se retiraba a gran velocidad las bragas o se levantaba la falda siempre que le apetecía. Retiró inmediatamente la imagen de su ex prometida cabalgando al modelo en la cama que hasta hace poco compartían. Un suspiro por parte de ella fue quien lo sacó de sus pensamientos, evitand