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Capítulo 1. Una esquina

La brisa de otoño envolvió todo su cuerpo. Acomodó nerviosa su peluca lisa de color negro y metió una menta para refrescar su aliento. La minifalda de cuero negro con una pequeña cadena al costado derecho hacía ver sus piernas más largas, suspiró al sentir el cansancio de usar dos días seguidos esas zapatillas de tacón de aguja. La blusa leopardo con escote V realzó su escote. Algo que no le gustaba lucir. Pero era parte de su nuevo trabajo temporal.

Se abrazó a sí misma. Era su segundo día en una de las esquinas neoyorquinas. Bajó la mirada a sus zapatillas y comenzó a mover los pies algo inquieta, seguía regañándose por no haberse puesto las lentillas, ya no tenía tiempo para regresa por ellas, así que se arriesgó a mostrar el color real de sus ojos. 

El corazón latió ansioso. No había tenido un cliente el día de ayer y hoy era el segundo día en esto. Ahora se había vuelto su último recurso para pagar la renta y enviar dinero a su madre que vivía en la ciudad de México. Al levantar su mirada se quedó mirando el tráfico de la gran ciudad. Su mente siguió pensando en el tiempo que llevaba en la ciudad, en el trabajo de repostera que había conseguido al llegar, pero que tuvo que renunciar ya que su jefe la había acosado sexualmente, pudo haber demandado pero las amenazas de su acosador la habían hecho retirarse sin pelear. Suspiró al recordar a su madre, ¿Qué pensaría al verla ahí de pie vestida con la ropa de Stacey? sin duda le gritaría hasta quedarse sin voz, le diría que eso no le había enseñado ya que lo que ella le enseñó fue a cocinar desde pequeña, que sabía que le había encontrado la pasión a la gastronomía y que desde entonces soñaba con ser la mejor chef del mundo, le preguntaría, ¿Dónde ha quedado tu pasión? y la pregunta que más temió ¿Qué opinaría su padre? Él fue uno de los mejores cocineros en uno de los mejores restaurantes de la ciudad de México, pero la tragedia llegó a sus vidas. Pero ahí estaba, intentando sobrevivir a la falta de trabajo, se repitió constantemente en su cabeza que sería solo temporal y no diría nada a su madre.

Esta noche será igual que ayer.

Pensó mirando a las otras mujeres a metros de ella, se acomodó de nuevo el cabello y notó cuando se empezó a acercar una limusina hasta que se detuvo frente de ella, su cuerpo comenzó a temblar de los nervios, notó que en la última puerta que el vidrio tintado bajó lentamente, una mano se asomó e hizo una seña de que se acercara, ella se acercó lentamente.

—Hola. —susurró con nervios intentando ver más allá, pero estaba oscuro.

— ¿Eres nueva? —se escuchó una voz masculina, ella pasó saliva con dificultad. Negó rápido, el hombre le hizo señas de que se acercara más. No podía verlo por completo, estaba oculto entre las sombras, y lo que único que pudo ver, fueron sus labios carnosos diciendo algo que no prestó atención. Su mano automáticamente se fue a su escote de manera tímida, el hombre lo notó y sus labios se curvaron en una sonrisa, ella sintió como el nudo en su estómago creció, algo le dijo: ¡HUYE LEJOS!

— ¿Entonces? —dijo el hombre en un tono seductor, provocando que la piel de ella se erizara por completo.

—No, disculpa. Creo que no. —balbuceó. —Pero puedes cruzar en la otra esquina, hay muchas mujeres hermosas, cualquiera moriría por subirse contigo. —se enderezó como resorte, su mente estaba nublada. ¿Qué estaba haciendo? ¡Podría ser un psicópata! ¡Un asesino! Caminó rápidamente chocando con los cuerpos que pasaban a su lado. Las zapatillas le hicieron tambalear conforme caminaba a toda prisa, no estaba acostumbrada a esto. “¡Mataré a Stacy!” Ahora lo veía todo de otro ángulo, el corazón no dejó de martillarle a gran velocidad. Se volteó varias veces en busca de algún indicio de persecución, y cuando regresó la mirada al frente chocó con su rommie, Stacey.

— ¡Maldición! ¡Te estaba buscando! No sabía en donde te había puesto Jeff—dijo tomando de los hombros de Isabella.

Isabella negó rápido.

—No puedo hacerlo—dijo nerviosa y cruzando torpemente las palabras.

—Espera, ¿Te han tocado sin tu permiso? —Stacey preguntó a punto de enfurecer.

—No, Stacy, creo que mejor buscaré algo que no sea esto. No soy buena en esto, sé del sexo lo básico. El sexo oral no se me da bien y no soy experta en posiciones…—dijo sincera, Stacey notó los nervios y necesitaba tranquilizarla de inmediato.

—Es solo sexo con protección. Prueba una semana. Solo eso. Tenemos que pagar la renta, además estas de muy buen ver, sé que en una semana hasta juntamos para varias rentas. Estás protegida por la gente de Jeff. Recuerda que tenemos GPS…—negó rápido, Stacey comenzó a hacer un ejercicio de respiración, Isabella la siguió para tranquilizarse. Tenía que sacar dinero o si no sé tendría que regresar a México. Y no quería.

—Está bien—Isabella se rindió, se giró sobre sus zapatillas altas y sintió un palmazo en su trasero haciendo que ella soltara un grito de sorpresa.

— ¡Tú puedes campeona! —Stacey exclamó y le guiñó un ojo. Esa era su rommie una hermosa holandesa con curvas perfectas, a diferencia de Isabella,  siempre llamaba la atención pero por su gran frente, por más que lo cubría, siempre resaltaban y sus ojos.

Caminó nerviosa de nuevo a la esquina de dónde salió huyendo. Y su sorpresa fue, que la limusina estaba con las luces intermitentes y varias mujeres que trabajaban en esa cuadra estaban asomadas en la ventanilla.

Se detuvo un poco alejadas de ellas. Se acomodó la peluca y miró hacia a otro lugar que no fuera la limusina. De repente sintió un toque en su brazo. Era una mujer alta y vestida exuberante. Había cruzado varias palabras la noche de ayer con ella.

—Creo que te buscan a ti, nena—dijo en un tono de voz varonil. Negó rápidamente.

— ¡Si, te buscan a ti!—gritó otra por detrás de la mujer que le habló al principio. Sus manos cayeron en su escote y las acomodó para que mostrara aún más.

—Ahí está, estas hermosa. Sin duda alguna, esos ojos tan únicos y el cuerpo que te cargas, te hará ganar mucho dinero. ¿Sabes dónde está tu GPS? —movió su rostro en afirmativo al mismo tiempo que su mano se fue a su collar discretamente y apretó el símbolo.

—No te lo quites por nada del mundo. En caso de que pase algo, te vamos a localizar, solo tienes que apretar esté pequeñito pico, y brincará en el sistema tu paradero y sabrán que estás en problemas—le acomodó el cabello y alejó a las mujeres que rondaban en la ventana tratando de convencer al extraño que las llevara a una de ellas.

El chófer se bajó rápidamente, abrió la puerta y le hizo señas de manera caballerosa de que entrara, dudó varios segundos y la mujer que le habló al principio le dio un pequeño empujón. Entró al auto demasiado, nerviosa. Hasta pudo escuchar los latidos de su corazón dentro cabeza. El vidrio se subió lentamente y el auto se empezó a mover. Miró al hombre enfrente de ella sentado, la misma oscuridad de adentro no la dejaba mirarlo bien, más que los labios carnosos, sintió la necesidad de romper el hielo.

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