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Capítulo 4. Un cambio

—Oh, sí, —Isabella se sonrojó, —Son de un color extraño, si lo vieras en el día…

— ¡Ya sé que vestido resaltará esa belleza de ojos!—Niles dijo de repente interrumpiéndola, retomó su búsqueda en el estante, era como si le hubiesen dado un energizante de beber, al no encontrarlo, corrió por la otra línea de vestidos y siguió buscando como si el tiempo fuese acabarse.

—El que me ha mostrado al principio es...—comenzó a decir Isabella, pero Niles la interrumpió.

— ¡No! ¡No! Sé que debe de estar por aquí ese vestido es "Perfecto" Es de la nueva línea que enviaron hace una semana, es lo último que mandó Dolce Gabanna.

—Pero...—Isabella no siguió hablando ya que el jadeo eufórico que ha salido de boca lo evitó. Cubrió su boca con su mano al ver que Niles estiró en lo alto el vestido largo. La parte de arriba era dorado y la tela era de encaje, tenía un hermoso escote de corazón y de la cintura para abajo era color negro, lo llevó hacia a ella  con todo el cuidado del mundo.

—Este es perfecto, resaltará su piel pálida y el cabello…—él lo miró, dudoso. — ¿Es una peluca? —Isabella asintió. —Bueno, tendremos que retirarla para que luzca su cabello natural con el resto del atuendo.

—Es...—Isabella hizo una breve pausa. —Es perfecto.

Niles asintió con una gran sonrisa.

—Es "Perfecto" y usted sabrá lucirlo impecablemente. Solo haré un recogido en su nuca y...—colgó el vestido en un tubo alto para que no tocara el suelo, se acercó a un mueble, Isabella escuchó cuando lo abrió y lo cerró, luego miró como se movió por el lugar con agilidad.  

Isabella se acercó al vestido y con la yema de sus dedos acarició el encaje de la tela, Vio la etiqueta oculta y la sacó un poco para ver más, pero Niles la alejó del vestido y negó en silencio. 

—No, no, no se vale mirar el precio, luego no querrá moverse de su lugar por no estropearlo, si el señor Beckett la ha elegido para ser su acompañante durante ésta noche, quiere decir qué ha visto algo en usted. Así que siéntase libre de disfrutar ésta noche, señorita Isabella.

Niles abrió otros cajones más al final de la habitación y cuándo llegó hasta a ella de nuevo, le entregó lo que tenía en sus manos.  

—Tiene que estar lista en media hora, el baño está por esa puerta, la ayudaré a cambiarse y a peinarse en un cerrar y abrir de ojos, su ropa...—la miró discretamente y le extendió una bolsa. —Espero no le tenga aprecio…por qué se va a botar.

—Oh, no... Es....—Isabella se detuvo, no quería abrir su boca y decir algo más.  —Solo será esta noche, así que no me haga irme desnuda cuando esto termine. —intentó bromear para calmar la ansiedad que estaba creciendo más en su interior.

—No tiene por qué preocuparse, antes de irse se le entregara por cortesía un pack de ropa de marca, incluye ropa informal y formal, calzado, accesorios y vestidos. Eso que trae no es nada comparado con lo que se le dará. Solo me dirá sus gustos y yo hare la elección... —Niles le volvió a extender la bolsa que tenía en sus manos, —y esos zapatos también.

Isabella suspiró, luego asintió al aceptar la bolsa.

Veinticinco minutos más, estaba Niles dando los últimos toques al cabello de Isabella. Se había sorprendido por el buen cuidado que tenía al ver que era bastante largo, negro y ondulado, había sido fácil hacerle un recogido para mostrar su largo cuello y hombros, así luciría el escote en todo su esplendor. Le extendió unos aretes de diamantes para que ella misma se los pusiera, Isabella quedó radiante y muy pero muy hermosa.

—Ya es hora—dijo Niles extendiendo su mano hacia a ella para ayudarle con el vestido, Isabella tomó un poco del vestido para levantarlo y caminar hasta dónde Niles le estaba llevando, era un espejo completo. Ella se quedó en silencio observándose.

— ¿Soy yo?—balbuceó y luego una risa nerviosa salió de su boca.

—Impecable y única. Disfrute su única noche señorita Isabella, baile y ría a más no poder. —Isabella se sintió extraña al sentirse conmovida por sus palabras, no quería llorar de la emoción, nunca se había visto así, mucho menos en un vestido de marca. Su ropa interior era impresionante y se sintió demasiado sexy en ella.

—Gracias Niles, fuiste el mejor. —Isabella se giró y lo sorprendió con un beso en la mejilla, la reacción de Niles fue de tensión, se llevó la mano al lugar dónde lo había dejado e intentó no sonrojarse. Puso una sonrisa y luego le señaló que tenían que irse en ese momento.

Niles e Isabella regresaron por el mismo camino por el que llegaron, tomó a lo último un desvío hasta llegar a unas puertas dobles de roble oscuro:

—Aquí termina mi trabajo, diviértase y fue un gusto haber ayudado.

Isabella asintió y le regaló una gran sonrisa.

—Gracias. —Niles desapareció por el pasillo, luego ella suspiró e intentó controlar sus nervios, miró la puerta y tocó con los nudillos dos veces.

—Adelante. —escuchó del otro lado de la puerta.

Cerró sus ojos, “¡Esta es tu noche, vamos por la renta y ese boleto de avión, Isabella!” se dijo a sí misma al abrirlos, giró el picaporte para entrar, empujó la puerta para asomarse, buscó con la mirada a Beckett, él estaba de pie frente a un mueble de libros, dejó un vaso de cristal en la mesa rústica dónde se encontraba una botella, sin mirar hacia a ella, habló:

—Cierra la puerta, tenemos que hablar, Isabella. —Isabella entró levantándose un poco el vestido para no tropezar y cerró la puerta detrás de ella, Beckett giró su rostro para mirarla y señalarle que tomara asiento, pero se quedó inmóvil y mudo al verla, él sintió como un fuerte escalofrío le recorrió de pies a cabeza, entreabrió sus labios para llevar aire a sus pulmones, abrió más sus ojos un poco más de lo normal y la recorrió con la mirada, “Niles ha hecho una excelente elección en vestido y accesorios.” Entonces finalmente reaccionó, se aclaró la garganta y volvió a tomar aire discretamente, se acercó hasta a ella para verla de cerca,

—Estás hermosa—arrugó su entrecejo, Isabella notó el cambio, era  como si se estuviese regañándose mentalmente por haberlo dicho, se dio cuenta de que su mirada fría se instaló rápidamente así como el cuadrar sus hombros.

—Gracias. —susurró ella.

—Tenemos que irnos ahora. —miró el reloj de su muñeca.

—Espera, ¿Y si preguntan de dónde soy o a que me dedico?—Isabella preguntó de inmediato. —No quiero decir: "Llevo dos días de prostituta...ahí va empezando el negocio, ¿Y Wall Street que cuenta?" —Beckett soltó una carcajada haciendo que Isabella se quedara atónita en su lugar, era una risa sincera. “Hasta para reír exuda masculinidad y atractivo, tranquila, Isa.” Pensó ella.

— ¡Vaya, que ingenio! Di lo que quieras, no creo que la gente te pregunte, en su mayor caso nadie presta atención a mi acompañante, solo quieren saber de mis proyectos, mi empresa, mi familia...—hizo una breve pausa recordando de lo de esta mañana, la traición de su ex prometida aún le hacía rabiar, sabía que preguntarían por ella al no verla de su brazo, pero ya que llegase el momento, lo vería, salió de sus propios pensamientos y miró a Isabella. —Y si te preguntan, limítate. Solo será una noche, mañana por la noche regresarás a tu vida y no nos volveremos a ver nunca.

Isabella notó como cambió su postura, asintió a sus palabras, había pensado en el boleto de avión, en dónde estaba su visa y pasaporte guardados. Beckett metió una mano en el interior del saco de etiqueta y se lo extendió a ella.

Ella lo aceptó y se dio cuenta que era un cheque, levantó su mirada a él cuando se acercó más, cruzando la línea personal.

—Está en blanco—Isabella palideció, “Entonces es verdad…”

—Lo dije, Isabella. Tú pones el precio...

— ¿Seguro? ¿No temes a que pida una millonada?—dijo ella en tono de broma, pero en realidad, sus nervios aumentaron mucho más.

—Sé que valdrá cada centavo tu compañía esta noche. —Beckett tenía su mirada azulada demasiado intensa sobre ella, podían humedecer a cualquier mujer en este planeta, Isabella se aclaró la garganta al sentir que se había secado en segundos.

—Bien, al terminar el tiempo contigo, pondré la cantidad... ¿Nos vamos? —él se sorprendió a sus palabras, se sintió incomodo cuando la mirada de ella se quedó sobre la suya, tomó aire discretamente y lo soltó entre dientes.

— ¿Estás lista, Isabella?

Beckett la miró de manera desafiante y ella arqueó una ceja, intentando no mostrar que se sintió intimidada por como la miró.

—Nací lista, Beckett.

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