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Capítulo 3. Un cambio

Habían llegado a la siguiente pista casi media hora después, una segunda limusina los esperaba en aquella pista solitaria que usualmente el hombre tenía siempre a su disposición, Isabella realmente estaba inquieta, pensó miles de cosas durante el viaje, los supuestos escenarios de lo que pasaría después de bajar, intentó controlar sus pensamientos y no arruinar esa noche. Otra media hora después, las puertas dobles de fierro forjado con adornos antiguos se abrieron ante ellos, Isabella pasó saliva con dificultad, siguió observando por la ventanilla las luces a lo lejos, sintió el aire aquella humedad, imaginó que podría estar cerca de la playa, aunque no alcanzó a escuchar olas romperse, entonces, se quedó maravillada con el gran jardín frente a una gran y hermosa casa de cristal. Las rosas rojas eran las que dominaban el lugar.

—Hemos llegado. —anunció el hombre, el hombre ya tenía una identidad para Isabella: Señor Beckett. Al escuchar cómo se había presentado en el avión, para ella no tenía absolutamente nada de “señor”, le calculó que estaba en el camino a los cuarenta, aunque podría estar equivocada al recordar que había conocido personas “come años” eran más jóvenes de lo que aparentaban. Isabella no había dejado de mirar disimuladamente durante el camino, tenía mucho atractivo físico, pareció un tipo rudo por como daba órdenes a su equipo de seguridad, podría ser de los que no debía de fastidiarse, por qué iría por directo a la yugular, un hombre directo y dominante, imaginó que debía tener muchas mujeres a sus pies.

La puerta del lado de ella, se abrió y el chófer le extendió la mano de manera educada para ayudarle a bajar, ella aceptó y al escucharse cerrar la puerta, su mirada se quedó prendada en la fachada de aquella casa, pensó que podría ser una de esas casas perfectas que salían en revistas famosas, entonces recordó la que Stacey había llevado al departamento. Beckett llegó a lado de ella, notó como ella captaba cada detalle frente a ellos, en sí, la casa era casi en su totalidad de cristal, se veía el interior desde la gran sala, escaleras, pasillo y el recibidor. Era de tres pisos, él mismo la había diseñado lejos de la ciudad y frente a la playa, se había enamorado de sus atardeceres así que no dudó en comprar el terreno y levantar su lugar que hasta hoy, era su favorito de entre las demás propiedades.

Isabella, ahí estaba, no pudo evitar no pensar en la falta de privacidad que tendría el dueño si quería tener un momento romántico en la sala, ¡No había nada oculto ante un ojo pervertido! No quería imaginarse teniendo sexo en la sala pensando "¿Alguien está mirando?" Su estómago se encogió el solo hacerse esa pregunta en su cabeza.

—Es grande…—ella murmuró sin dejar de mirar la casa, momento después, notó que Beckett estaba a su lado,  “¿En qué momento llegó ahí?” Isabella sintió calor y cuando él se movió para quedar más cerca, este aumentó, casi envolviéndola por completo.

—Demasiado, pero no te asustes, se adapta. —Isabella arrugó su entrecejo, luego giró su rostro hacia a él sin entender su comentario, pero al notar como sus comisuras comenzaron a estirarse para mostrar una sonrisa pícara, dedujo lo que pensó.

—Me refiero a la casa...—le contestó con otra sonrisa y negó divertida.

— ¿He dicho lo contrario?—ella se sonrojó.

—Creí que te...—él tomó su brazo para caminar a la entrada de la casa.

—La casa se adapta, las paredes de cristal se ahúman en su totalidad, evitando que se mire de afuera hacia adentro, dando total privacidad...—antes de que ella pudiese decir algo más, Becket le guiñó el ojo de manera divertida por aquellas mejillas rojizas que había provocado a sus palabras. La puerta se abrió, evitando que diera réplica Isabella.

—Buenas noches, señor Beckett. Señorita...—la mujer que abrió, hizo un gesto amable en saludo, respondió Isabella de igual manera, pero sintió por segunda vez en la noche la vergüenza de su vestimenta, intentó bajar discretamente de la orilla de su corta falda y cubrió disimuladamente un poco el escote, Beckett ajeno a lo que ella hizo, contestó el saludo de bienvenida a su ama de llaves, entraron y la dejó a medio pasillo, Beckett se giró en dirección a otro hombre de traje elegante que apareció en segundos, Isabella se impresionó, “¿Por dónde es que este hombre ha salido?”

—Necesito un vestido de noche para la señorita Isabella—Isabella abrió un poco más sus ojos sorprendida al escuchar que Beckett sabía su nombre. “¿En qué momento...?”

—Sí, señor, —el hombre la miró de manera seria e hizo un gesto. — ¿Puede venir conmigo, señorita Isabella?—anunció el hombre de traje.

Isabella miró hacia Beckett.

—Ve, Niles no come personas—Beckett se volvió hacia Niles. —Qué esté lista en media hora, estaré en el despacho. —Ahora se volvió hacia a ella por última vez antes de desaparecer. —Cuándo termines, Niles te llevará al despacho para hablar.

Isabella asintió, dudosa.

Isabella siguió a Niles por un largo pasillo camino a la segunda planta, luego a la tercera...-hubiesen tomado el elevador, pero quería mostrar el lugar- mientras caminaron en silencio, ella observó la pared de su lado derecho que era solamente de cristal, se detuvo para admirar un área iluminada dónde se encontraba una gran alberca, había camastros y un área de bar, lo que más la sorprendió, era ver que más allá estaba la luna y esta brillaba al mismo tiempo que bañaba un poco con su luz los oleajes lentos, era como si bailaran las olas al llegar a la orilla, ella suspiró. “¿Cómo será despertar y ver esta hermosa vista con luz?” se preguntó perdida en aquella vista nocturna desde lo alto de aquella casa.

— ¿Señorita Isabella?—Niles notó que ella siguió observando la vista, pero necesitaba apurarse, solo tenían menos de la media hora para tenerla lista para su jefe.

—Lo siento, —dijo Isabella aclarándose la garganta, siguió el camino hasta llegar a una cierta distancia de Niles, —Lo siento, la vista es hermosa desde esta altura, es impresionante, nunca había visto algo así. —Niles solo asintió en que estaba de acuerdo con sus palabras.

—Por las mañanas, es más impresionante. —Luego siguieron caminando, hasta llegar a otro pasillo dónde había varias puertas, Niles abrió la tercera e hizo la seña de que pasara primero ella, al entrar a la oscuridad, poco a poco el lugar comenzó a iluminarse lentamente, hasta mostrar por completo el lugar.

— ¡Me quiero morir! ¡Oh, Dios mío! —jadeó con impresión, Isabella, Niles la esquivó sin perder el tiempo, ella pensó que debía de estar acostumbrado a ese tipo de reacciones al entrar a esa habitación.

La habitación estaba vestida de un papel tapiz con líneas doradas y plateadas, se encontraba un gran y elegante sillón en medio del lugar, “En ese sillón caben unas diez personas. “Pensó ella, notó que arriba de esta estaba un hermoso candelabro, en esta habitación, no había paredes de cristal.

Había varios estantes y percheros de ropa colgadas de pared a pared, es como si estuviera en el cielo de los mejores y exclusivos diseñadores de modas, estantes de zapatillas de zapatos de colores por haber...Era un sueño para cualquier mujer que tuviese gusto por la moda.

La mano de Isabella se fue a su pecho para saber si su corazón seguía palpitando de la impresión.

— ¿Talla cuatro?—preguntó Niles sacándola de su impresión mientras que sus dedos se movieron por una larga hilera dónde se veía colgados vestidos largos.

—Dos, pero mi...—Isabella detuvo sus palabras cuando notó que él detuvo la búsqueda y se volvió para mirarla con su entrecejo arrugado.

— ¿Su busto?—Niles terminó la palabra que Isabella no había podido decir por timidez.

—Sí, es algo...—intentó explicar pero el reanudó su búsqueda. Al ver que no la miraba, hizo las señas de sus pechos intentando decir que son "Grandes" sus brazos cayeron a sus costados rindiéndose, siguió observando el resto de la gran habitación, era como un gran armario pero con grandes proporciones de ropa y accesorios, es casi veinte veces lo que medía su departamento. “Obvio, Isa, es un espacio minúsculo dónde vives con Stacey.”

—Este será perfecto…—Niles finalmente descolgó un hermoso vestido negro de un hombro, con una parte de pedrería y tenía una tela delgada casi transparente que caía hasta el piso de mármol. Isabella se acercó hasta dónde se encontraba él, se notó que tenía un exquisito gusto ya que era hermoso.

—Es hermoso…—ella susurró al tocarlo por unos breves segundos, pero él retiró lentamente el vestido para volver a colgarlo, Niles no había notado algo a su llegada, Isabella retiró la mirada del vestido que había regresado a su lugar y luego lo miró con el entrecejo arrugado, — ¿Qué pasó? ¿No es de mi talla? —preguntó algo confundida por como la estaba observando en silencio.

—Sus ojos...—Niles dijo en un modo ahora sí... ¿Sorprendido?

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