Hacía rato que su madre, Daniela, había entrado a sala de partos y nadie salía a decirles nada. Los cuatro hermanos esperaban ansiosos noticias de su mamá y de su hermanito o hermanita. La mayor, Bárbara, de apenas dieciocho años, que cumpliría en tres días, cuidaba de los otros tres, los gemelos de nueve, Agustín y Abraham, y la pequeña Roselyn, de cuatro. Daniela era muy joven, con solo dieciséis años tuvo a su primera hija, fruto de la relación con el hijo de sus patrones. Siendo una chica venida de un pequeño pueblo del interior del país, prácticamente analfabeta, sin familia y sin recursos, se deslumbró con aquel joven de ciudad, y cuando supo que estaba embarazada, los padres del muchacho, la despidieron y con apenas un pequeño pago, la jovencita salió a rodar. Ayudada por el sacerdote de una parroquia en un barrio muy marginal, consiguió trabajo en otra casa de familia, que la aceptó con la pequeña. Era una joven ingenua, bonita y trabajadora como pocas, no se entraba e
— Tu mamá... no pudimos ayudarla. — El médico hizo una pausa y continuó — Estaba muy mal cuando llegó, hicimos todo lo que pudimos. — ¿Qué quiere decir?— preguntó Bárbara sin desear comprender lo que le estaban diciendo— ¿qué le pasó a mi mamá? — Tu mamá sufrió un infarto durante la cirugía, no sobrevivió. Tu mamá falleció; lo siento, intentamos todo lo posible pero... El médico siguió hablando pero ya Bárbara no le escuchaba. Un sonido raro, estridente, sonaba en sus oídos, como si una alarma se hubiera encendido dentro de su cabeza y no le permitiera escuchar nada más. Una sola cosa se repetía en su mente: ¡su madre había muerto! Su amiga la abrazó, pero Bárbara aún no reaccionaba a la noticia. Algo dentro de ella, le decía que si no aceptaba lo que le decían, haría que no fuese cierto. — Chiqui… — le decía Xiomara sin obtener respuestas— Bárbara, ¡dime algo, por favor! La chica se volvió a mirar a sus hermanos que no se daban cuenta de lo que ocurría. Observó a Roselyn
Cuando Xiomara llegó, aún se encontraba sentada allí, con las manos sobre sus rodillas, sin saber qué iba a hacer.—Chiqui, ¿qué te han dicho?Bárbara levantó la mirada, se puso de pie y se abrazó a la chica y por primera vez, lloró. Silenciosamente, dejó correr las lágrimas hasta que sintió que su alma se había vaciado. Trató de recuperar la calma y le contó a su amiga la situación.— Por ningún motivo pueden saber que aún no tengo los dieciocho años, van a querer quitarme a los niños y no puedo permitirlo; voy a necesitar que me ayuden con eso, si los Servicios Sociales preguntan, tienen que decir que van a ayudarme con los niños, sobre todo tu mamá, que es un adulto y la van a tomar más en serio, tan pronto entierre a mamá, buscaré un trabajo y me haré cargo de todo.— ¿Pero tú crees que podrás sola con todo?—Tengo que hacerlo ¡No voy a dejar que se lleven a mis hermanos! De la forma que sea voy a cuidar de ellos.|—Te ayudaremos, Chiqui, no te preocupes, mamá me dijo que puedes
En el cementerio, no estaban más que los encargados de la sepultura y ella. Era un día nublado y ella esperaba allí, de pie al lado del lote donde enterrarían a su madre. Una vez que terminaron de preparar todo, sacaron el ataúd de la carroza fúnebre y lo colocaron junto a ella. Lo abrieron por un instante para que Bárbara se despidiera de su madre. Casi no la reconoció allí, y dio gracias por eso, porque sentía que no era su madre a quien iba a sepultar. De esa forma podría imaginarla viva.Les hizo una seña a los trabajadores, y cerraron la caja. La bajaron al agujero y Bárbara miró cómo enterraban a su madre y se hacía real su muerte. Hasta ese momento se sentía como una pesadilla de la que despertaría en cualquier momento, pero ahora era cierto. Su madre estaba muerta de verdad y el mundo se le vino encima. Sintió deseos de llorar, pero se contuvo. No era llorando como iba a resolver sus problemas. Y eso era lo que tenía que ocupar su mente. No había tiempo para lágrimas.Cubriero
El día de su cumpleaños llegó sin ningún significado para ella, más allá de ser la mayoría de edad, que era esencial para que le permitieran quedarse con sus hermanos.Ya hacía mucho rato que había llegado al hospital, luego de dejar a los pequeños en el colegio. Esperaba la llegada del pediatra que le diría como evolucionaba la bebé. Quería llevarla a casa, para comenzar a resolver las cosas. Necesitaba darles una sensación de normalidad a los niños.Al ver llegar al médico, se acercó a él y lo abordó.—Buenos días, doctor, ¿ha visto ya a mi hermanita? Daniela Vivas.— Sí, ya la examiné y está muy bien, de hecho, creo que ya voy a darla de alta, hoy mismo podrás llevarla a casa, pero necesito que la traigas a control, al menos una vez al mes. Es esencial comprobar su evolución.— Sí, la traeré, se lo aseguro, entonces ¿puedo llevármela?— Así es, te haré todo lo que necesitas. Ven conmigo para entregarte sus indicaciones.Una hora después, caminaba a casa con la niña en brazos, y fu
Amaneció demasiado pronto para el gusto de Bárbara, pero se levantó igualmente y fue a despertar a sus hermanos. Tocó la frente de los gemelos, y la de Abraham estaba fresca, no así la de Agustín. Aún tenía fiebre, a pesar de las medicinas. Lo dejó dormir y llevó a los otros al colegio y pasó a decirle a don Juvencio que no podría trabajar ese día. Al jefe no le agradó la noticia y se lo hizo saber.— Porque es la primera vez, voy a dejarlo pasar, pero no quiero que se repita. El negocio no espera por nadie, esta vez no te descontaré el día de tu sueldo.— Lo sé, lo siento mucho— ya ganaba muy poco, no podía darse el lujo de que le descontaran parte del sueldo. — Trataré de que no se repita.Volvió a casa y con la bebita en brazos llevó a su hermanito al hospital de nuevo.Allí lo examinaron y le hicieron estudios más profundos que el día anterior hasta que los médicos se sintieron seguros del diagnóstico.— Verás...— comenzó diciendo el médico— Tu hermano presenta una infección rena
Esa tarde su vida cambiaría para siempre. Ya Fabiana le había puesto en antecedentes de lo que tendría que hacer. Y cuando llegaron a ese lugar que se veía como una agencia de empleos de alto nivel, como cualquier otro servicio para los ricos, Bárbara se sintió confundida. Fabiana la guio a una entrada lateral y le sonrió tristemente intentando darle ánimos.Al entrar vio que el lugar era hermoso. Escritorios elegantes, personas con uniformes impecables. Fabiana la guió a una oficina ubicada en el fondo del local. Llamó a la puerta y una voz profunda y agradable la autorizó a entrar.— Hola, Michelle, ella es Bárbara, la amiga de la que te hablé.— Pasa, Bárbara, por favor, siéntate aquí conmigo —le señaló el puesto a su lado en el elegante sofá que dominaba el lugar.Fabiana la empujó suavemente para animarla y cerró la puerta al salir. Bárbara respiró profundo y se enderezó para darse fuerzas, mientras observaba a la elegante dama que le habían presentado. Al verla tuvo la sensación
— Me encanta que hayas venido tan pronto, Sonja. Hoy comienzas a trabajar, tu preparación ha sido muy fácil. Has avanzado muchísimo durante estos casi dos meses y creo que estás lista.El corazón de Bárbara dio un vuelco. Ahora todo sería real. Hasta ese momento, sólo había estado dedicada a aprender la multitud de cosas que le enseñaba Michelle. Había llegado a pensar que sería la prostituta más culta de la tierra, porque las exigencias de Michelle nunca terminaban. Y ella aprendía con avidez todo lo que le enseñaban. De esa manera aprendió a comportarse como toda una dama en público y como la mejor compañera de cama que cualquier hombre podría soñar en privado. Por ahora, la parte íntima se limitaba a la teoría, pero en ese momento todo cambiaría.— Sonja, te prometí que haría que este momento fuera el mejor que pudieras tener aún en estas circunstancias. Si tú has mantenido tu palabra, yo te daré una oportunidad única de perder tu virginidad con un cliente muy especial.— Mantuve