Cuando Xiomara llegó, aún se encontraba sentada allí, con las manos sobre sus rodillas, sin saber qué iba a hacer.
—Chiqui, ¿qué te han dicho?
Bárbara levantó la mirada, se puso de pie y se abrazó a la chica y por primera vez, lloró. Silenciosamente, dejó correr las lágrimas hasta que sintió que su alma se había vaciado. Trató de recuperar la calma y le contó a su amiga la situación.
— Por ningún motivo pueden saber que aún no tengo los dieciocho años, van a querer quitarme a los niños y no puedo permitirlo; voy a necesitar que me ayuden con eso, si los Servicios Sociales preguntan, tienen que decir que van a ayudarme con los niños, sobre todo tu mamá, que es un adulto y la van a tomar más en serio, tan pronto entierre a mamá, buscaré un trabajo y me haré cargo de todo.
— ¿Pero tú crees que podrás sola con todo?
—Tengo que hacerlo ¡No voy a dejar que se lleven a mis hermanos! De la forma que sea voy a cuidar de ellos.
|—Te ayudaremos, Chiqui, no te preocupes, mamá me dijo que puedes contar con ella y yo también te voy a dar una mano porque no va a ser fácil.
— No, no lo será; pero por encima de quien sea voy a protegerlos, no me importa lo que tenga que hacer. Son lo único que tengo en el mundo y no me los van a quitar— respiró profundo y se puso de pie— Tengo que volver con la trabajadora social.
Se dirigió allí y antes de tocar la puerta, respiró profundo varias veces para recuperar la calma y llamó. Al recibir respuesta entró y miró a la mujer sin atreverse a preguntar, pero sintió un gran alivio cuando vio una sonrisa en el rostro de la empleada.
— Lo conseguimos, el estado va a pagar los gastos; por supuesto, va a ser lo más básico, sin ningún superfluo, sólo el entierro, de aquí al cementerio, nada más. Lo malo de esto es que no va a ser hoy mismo, va a tardar un par de días para que me aprueben todo y se consigan todos los permisos.
— No puedo exigir más, eso es muchísimo en estas condiciones.
—Pero voy a necesitar que me traigas todos los papeles para proceder, tu identificación es indispensable.
— Señora, hay algo que no le dije: cumpliré dieciocho en tres días, pero es que no tengo a nadie más —bajó la mirada apenada, esa señora la había ayudado y no merecía que le mintiera.
— Escúchame bien, niña, esto complica las cosas, pero te voy a ayudar; voy a hacer las solicitudes sin tu identificación, como si se hubiera traspapelado en el trámite, mientras llega la fecha y ya en ese momento, tendrás la edad indiscutiblemente. Pero jamás le digas a nadie de esto, mi cargo estaría en peligro.
— ¿Cómo podría agradecerle todo lo que hace por nosotros?
— Ve, cuida de tus hermanos. Eres una chica fuerte y saldrás adelante. Vamos a ocuparnos de todo. Mientras llega el momento de enterrar a tu mamá, ve a casa, trata de descansar un poco y regresa mañana, es tarde.
— Sí, señora, gracias. Siempre le estaré agradecida por esto.
— Anda niña, ve a casa.
Bárbara salió de allí y volvió con Xiomara. Le contó todo lo que había pasado y luego fue a ver a la bebé. Le permitieron entrar un momento y se percató de que estaba bien, salió y se marchó con su amiga.
Al llegar, ya era muy tarde y Engracia le dijo que dejara dormir a los niños en su casa, no valía la pena despertarlos, así que Bárbara se fue a su casa sola. Xiomara insistió en acompañarla, pero ella les dijo que estaría bien.
Al llegar, fue directamente al cuarto de su madre y escogió la ropa que le pondría para el entierro. Luego, fue a la cocina y aunque intentó comer algo, no lo logró y se fue al cuarto que compartía con sus hermanitos. Se acostó en la cama, y allí sin siquiera cubrirse con la sábana, se durmió hasta que amaneció.
Se levantó con un fuerte dolor de cabeza, y sin deseos de ponerse en pie, pero igual debía atender sus obligaciones. Buscó ropa para todos sus hermanos y la llevó a casa de la vecina que tanto las apreciaba. Engracia había sido la mejor amiga de su madre, sentían mucho cariño una por la otra y a pesar de ser mayor que Daniela, siempre la trató como a una hermana, y a los niños los quiso como si fueran de su familia.
Ahora sólo contaba con ella para que le ayudara con los niños, al menos hasta empezar a trabajar.
Por el momento, debía ir al hospital y tratar de resolver.
— Hola, Bárbara— la saludó la enfermera que la había acompañado el día anterior, sin que la joven supiera cómo supo su nombre — Hoy tu hermanita amaneció muy bien ¿Pudiste hacer algo sobre lo de tu madre?
— Aún no, quiero ver a la niña. Luego iré a preguntar.
Pasó a ver a la pequeña Dani y la encontró con mejor color y su respiración era mucho más rítmica.
Luego se fue con la trabajadora social.
— Buenos días, ¿qué noticias me tiene?
— Desde que llegué estoy apurando la situación y creo que todo se hará mañana, si logro pasar por encima de la burocracia. Pero hay una posibilidad de que lo hagamos hoy mismo, sin embargo, no puedo prometerte nada.
— Estaré esperando en maternidad. ¿Cree usted que podré ver a mamá?
— No, tu madre fue llevada a la morgue. Cuando te la entreguen para el sepelio podrás verla, pero no ahora. ¿Y los niños? ¿Cómo harás con ellos? Debo decirte que es prácticamente imposible que te permitan quedarte con ellos.
— Son mis hermanos, mi única familia. No pueden quitármelos— dijo en voz baja y firme.
— Pero no puedes hacerte cargo de cuatro niños.
— Si mi madre pudo hacerlo, yo también.
— Los Servicios Sociales van a estar sobre ti y al menor problema, se los van a llevar. No puedes mantenerlos. Dudo que puedas siquiera mantenerte a ti misma, deberías hacerlo por su bien, hay albergues que...
— No voy a permitir que se los lleven — la interrumpió— Tienen que darme al menos la oportunidad de conseguir un trabajo. ¡Ni siquiera he enterrado a mi madre aún y ya quieren quitármelos! ¡Voy a trabajar, los voy a criar yo y van a estar bien!
— Pues, en eso no puedo ayudarte, Bárbara. Eso está en manos de alguien más. Vas a tener que batallar para que te dejen quedarte con ellos.
—Pues, batallaremos. —dijo firme— Por favor, avíseme cualquier cosa que le informen. Estaré cerca.
Se marchó y esperó cerca del área neonatal. Pasaron un par de horas cuando la trabajadora social llegó hasta ella.
— Logré adelantar el entierro, ya vienen a buscar a tu madre. Si quieres avisarle a alguien, deberán esperar en el cementerio.
— No, a nadie. Sólo iré yo. — Respiró profundo— Quiero vestir a mi madre ¿qué debo hacer?
— Ve a la morgue, en el sótano, con este papel, allí le entregas la ropa al encargado, ellos se ocuparán. — le dijo la mujer preocupada por la chica, era demasiado para alguien tan joven. — ¿Estarás bien?
— Gracias. Jamás voy a olvidar lo que hizo por nosotros. —bajó el rostro con tristeza. Tomó el papel de mano de la mujer y se dio la vuelta decidida.
En el cementerio, no estaban más que los encargados de la sepultura y ella. Era un día nublado y ella esperaba allí, de pie al lado del lote donde enterrarían a su madre. Una vez que terminaron de preparar todo, sacaron el ataúd de la carroza fúnebre y lo colocaron junto a ella. Lo abrieron por un instante para que Bárbara se despidiera de su madre. Casi no la reconoció allí, y dio gracias por eso, porque sentía que no era su madre a quien iba a sepultar. De esa forma podría imaginarla viva.Les hizo una seña a los trabajadores, y cerraron la caja. La bajaron al agujero y Bárbara miró cómo enterraban a su madre y se hacía real su muerte. Hasta ese momento se sentía como una pesadilla de la que despertaría en cualquier momento, pero ahora era cierto. Su madre estaba muerta de verdad y el mundo se le vino encima. Sintió deseos de llorar, pero se contuvo. No era llorando como iba a resolver sus problemas. Y eso era lo que tenía que ocupar su mente. No había tiempo para lágrimas.Cubriero
El día de su cumpleaños llegó sin ningún significado para ella, más allá de ser la mayoría de edad, que era esencial para que le permitieran quedarse con sus hermanos.Ya hacía mucho rato que había llegado al hospital, luego de dejar a los pequeños en el colegio. Esperaba la llegada del pediatra que le diría como evolucionaba la bebé. Quería llevarla a casa, para comenzar a resolver las cosas. Necesitaba darles una sensación de normalidad a los niños.Al ver llegar al médico, se acercó a él y lo abordó.—Buenos días, doctor, ¿ha visto ya a mi hermanita? Daniela Vivas.— Sí, ya la examiné y está muy bien, de hecho, creo que ya voy a darla de alta, hoy mismo podrás llevarla a casa, pero necesito que la traigas a control, al menos una vez al mes. Es esencial comprobar su evolución.— Sí, la traeré, se lo aseguro, entonces ¿puedo llevármela?— Así es, te haré todo lo que necesitas. Ven conmigo para entregarte sus indicaciones.Una hora después, caminaba a casa con la niña en brazos, y fu
Amaneció demasiado pronto para el gusto de Bárbara, pero se levantó igualmente y fue a despertar a sus hermanos. Tocó la frente de los gemelos, y la de Abraham estaba fresca, no así la de Agustín. Aún tenía fiebre, a pesar de las medicinas. Lo dejó dormir y llevó a los otros al colegio y pasó a decirle a don Juvencio que no podría trabajar ese día. Al jefe no le agradó la noticia y se lo hizo saber.— Porque es la primera vez, voy a dejarlo pasar, pero no quiero que se repita. El negocio no espera por nadie, esta vez no te descontaré el día de tu sueldo.— Lo sé, lo siento mucho— ya ganaba muy poco, no podía darse el lujo de que le descontaran parte del sueldo. — Trataré de que no se repita.Volvió a casa y con la bebita en brazos llevó a su hermanito al hospital de nuevo.Allí lo examinaron y le hicieron estudios más profundos que el día anterior hasta que los médicos se sintieron seguros del diagnóstico.— Verás...— comenzó diciendo el médico— Tu hermano presenta una infección rena
Esa tarde su vida cambiaría para siempre. Ya Fabiana le había puesto en antecedentes de lo que tendría que hacer. Y cuando llegaron a ese lugar que se veía como una agencia de empleos de alto nivel, como cualquier otro servicio para los ricos, Bárbara se sintió confundida. Fabiana la guio a una entrada lateral y le sonrió tristemente intentando darle ánimos.Al entrar vio que el lugar era hermoso. Escritorios elegantes, personas con uniformes impecables. Fabiana la guió a una oficina ubicada en el fondo del local. Llamó a la puerta y una voz profunda y agradable la autorizó a entrar.— Hola, Michelle, ella es Bárbara, la amiga de la que te hablé.— Pasa, Bárbara, por favor, siéntate aquí conmigo —le señaló el puesto a su lado en el elegante sofá que dominaba el lugar.Fabiana la empujó suavemente para animarla y cerró la puerta al salir. Bárbara respiró profundo y se enderezó para darse fuerzas, mientras observaba a la elegante dama que le habían presentado. Al verla tuvo la sensación
— Me encanta que hayas venido tan pronto, Sonja. Hoy comienzas a trabajar, tu preparación ha sido muy fácil. Has avanzado muchísimo durante estos casi dos meses y creo que estás lista.El corazón de Bárbara dio un vuelco. Ahora todo sería real. Hasta ese momento, sólo había estado dedicada a aprender la multitud de cosas que le enseñaba Michelle. Había llegado a pensar que sería la prostituta más culta de la tierra, porque las exigencias de Michelle nunca terminaban. Y ella aprendía con avidez todo lo que le enseñaban. De esa manera aprendió a comportarse como toda una dama en público y como la mejor compañera de cama que cualquier hombre podría soñar en privado. Por ahora, la parte íntima se limitaba a la teoría, pero en ese momento todo cambiaría.— Sonja, te prometí que haría que este momento fuera el mejor que pudieras tener aún en estas circunstancias. Si tú has mantenido tu palabra, yo te daré una oportunidad única de perder tu virginidad con un cliente muy especial.— Mantuve
La vida continuaba y el tiempo transcurría. Bárbara se adaptó a su rutina, y aprendió a llevar su doble vida. Los clientes que conseguía Michelle para Sonja eran todos iguales. Todos iban por lo mismo, y ella aprendió a poner una sonrisa en sus labios, independientemente de lo que ocurriera en su familia y dentro de su cabeza. Sus mundos estaban separados y así debían permanecer.El día comenzó como cualquier otro. Cuando Bárbara terminaba la jornada de trabajo en la pastelería sonó su teléfono y supo que tendría que atender un servicio esa noche.Como siempre lo hacía, fue a casa, atendió a los chicos y luego los dejó al cuidado de la tía Engracia. Se duchó y vistió su uniforme y partió hacia la agencia.Al llegar, le informaron que Michelle la esperaba en su oficina. Se dirigió allí y llamó a la puerta. Al escuchar que Michelle le autorizaba a entrar, abrió y entró.Allí estaba Michelle, perfecta como siempre y le regaló una gran sonrisa a Bárbara, señalándole una silla cerca de ell
La joven subió al auto y se dedicó a armar su historia sobre el asalto, mientras el chofer conducía. Cuando estaban a un par de calles de su casa, Leandro se detuvo como hacían siempre, ya que Sonja no permitía que el auto llegara hasta su puerta, para que su familia no lo viera. Bajó del auto y se despidió de Leandro, no sin antes agradecerle el haberla ayudado.Caminó hasta la casa y entró con su llave. Esperaba que todos estuvieran dormidos. Generalmente, regresaba casi al amanecer, así que no la esperaban aún. Caminó hacia la cocina y se sorprendió de encontrar allí a la tía Engracia, tomando café, sentada a la mesa, de espaldas a la entrada.La señora se dio vuelta al sentir que alguien entraba y pensando que sería alguno de los niños, comenzó a hablarle.— Más vale que tengas una buena razón para...— decía cuando vio a Bárbara y notó su cara maltratada— ¡Ay, niña por Dios! ¿Qué te ocurrió?— se levantó apresurada y derribó la silla, haciendo un estruendo que resonó en la casa sil
Varios días transcurrieron mientras Bárbara esperaba a que las marcas de su rostro comenzaran a borrarse, ya que los moretones cambiaban de color con los días, pero no parecían tener intención de desaparecer. Sin embargo, ese día recibió una llamada a su teléfono y al contestar, era la mismísima Michelle quien le hablaba.— Hola mi querida Sonja, espero que ya estés mejor... tengo noticias para ti, me gustaría verte en mi oficina esta tarde, a eso de las 6, si no tienes inconveniente.— Allí estaré— respondió simplemente la joven como era su costumbre de no decir ni una palabra más de las necesarias.Resolvió que los chicos esperaran en casa de la tía mientras ella iba la agencia.Al entrar fue directo a la oficina de Michelle y justo sonaban las seis en el reloj.—Siempre puntual, mi hermosa Sonja... ven aquí, necesito que estés presente mientras hago una llamada. — le señaló una silla frente a su escritorio.Tomó su teléfono y marcó un número. Esperó un momento hasta que alguien le