En el cementerio, no estaban más que los encargados de la sepultura y ella. Era un día nublado y ella esperaba allí, de pie al lado del lote donde enterrarían a su madre. Una vez que terminaron de preparar todo, sacaron el ataúd de la carroza fúnebre y lo colocaron junto a ella. Lo abrieron por un instante para que Bárbara se despidiera de su madre. Casi no la reconoció allí, y dio gracias por eso, porque sentía que no era su madre a quien iba a sepultar. De esa forma podría imaginarla viva.
Les hizo una seña a los trabajadores, y cerraron la caja. La bajaron al agujero y Bárbara miró cómo enterraban a su madre y se hacía real su muerte. Hasta ese momento se sentía como una pesadilla de la que despertaría en cualquier momento, pero ahora era cierto. Su madre estaba muerta de verdad y el mundo se le vino encima. Sintió deseos de llorar, pero se contuvo. No era llorando como iba a resolver sus problemas. Y eso era lo que tenía que ocupar su mente. No había tiempo para lágrimas.
Cubrieron la tumba y sólo pusieron una tablilla encima en la que, aún con la pintura fresca, se leía el nombre de Daniela y la fecha de su muerte.
—No importa, mamá — hizo una pausa mirando la tablilla— Nada de esto importa, como siempre nos decías, vinimos al mundo sin nada y nos vamos sin nada. Vete tranquila, todo va a estar bien, descansa, te lo mereces. Nos vemos en el otro lado.
Dio la vuelta hacia el conductor de la carroza fúnebre y le pidió que la llevara hasta el centro, porque el cementerio estaba en las afueras de la ciudad y salir de allí no era fácil sin automóvil. El hombre la llevó y miraba en silencio a esa extraña jovencita que completamente sola acababa de enterrar a su madre sin derramar ni una sola lágrima, aunque el pesar se leía en sus ojos y no pudo menos que admirar la fortaleza de la muchacha.
El conductor la dejó en el centro de la ciudad, en el área comercial y Bárbara comenzó a caminar por el lugar, entrando y saliendo de cada local, preguntando si necesitaban personal. Cuando hubo preguntado en todos los lugares que había cerca, decidió a irse a su barrio. Allí, alguien le podría decir donde conseguir trabajo. Caminó hasta el barrio, aunque era lejos, porque necesitaba el tiempo para pensar en lo que debía hacer. Al llegar al barrio, caminaba lentamente, quizás lo hacía para evitar el momento de enfrentar su casa sola.
Una voz la detuvo y se volvió a ver quién la llamaba.
— Buenas tardes, don Juvencio — el anciano con rostro bonachón la miraba con afecto. Conocía a Daniela y a sus hijos desde hacía muchos años y sentía por ellos un afecto real y sincero. Le expresó su pesar por lo ocurrido y Bárbara respondió mecánicamente.
— Gracias, don Juvencio, es usted muy amable.
— ¿Y qué piensas hacer sola con todas estas criaturitas?
— Salir adelante. Buscaré trabajo y seguiré criándolos como hasta ahora.
— Yo podría ofrecerte un trabajo en mi negocio, no puedo pagarte mucho, pero es algo. Podrías trabajar como ayudante en la pastelería, igual iba a buscar alguien para eso.
— Gracias, muchas gracias, don Juvencio. Seré la mejor empleada que tenga, no se va a arrepentir. — casi logró esbozar una sonrisa, aunque no había nada en ese momento que la hiciera feliz, pero pensar en tener un empleo, era sin duda un muy buen comienzo. — Necesito unos días mientras me dan a mi hermanita en el hospital, pero tan pronto me la dejen traer, comenzaré a trabajar.
—Pues claro, niña. Organízate y ven cuando puedas.
— No sé cómo agradecerle.
— Daniela fue muy querida en el barrio, te ayudaremos en lo que podamos.
— Muchas gracias.
— ¿Cuándo será el entierro? Quisiéramos ir.
— Ya la enterraron.
— Pero, nosotros...— el señor no supo qué más agregar.
— No tuve opción, fue lo único que pude lograr en el hospital con los Servicios Sociales.
— Bueno, hija, a veces la vida no nos deja dónde escoger, sólo nos queda seguir adelante.
— Así es, seguir adelante. Debo irme, de nuevo, muchas gracias.
Se marchó y dejó al anciano mirándola con tristeza en los ojos.
— Ay, mi niña, ¡que temprano te comenzó a golpear la vida! Ojalá tengas fuerzas para lo que viene.
Al llegar a casa de Engracia, entró sin llamar, como era costumbre entre las dos familias. Allí estaban sus hermanos. Y todos corrieron a abrazarla cuando la vieron.
— Hola niños ¿se han portado bien con la tía Engracia?
— Si ¿y nuestra hermanita? ¿Cuándo la vas a traer?— preguntó el dulce Agustín.
— Pronto, aún necesita estar unos días en el hospital para ponerse fuerte.
— ¿Y mami cuando vendrá? — interrogó la pequeña Roselyn con sus preciosos ojos verdes muy abiertos, y su dedo pulgar en la boca.
Bárbara le sacó el dedo de la boca y le explicó lo que antes le había dicho a sus hermanos. Roselyn no entendía mucho de lo que le decía, y se volvió a chupar el dedo. Se dio la vuelta y se marchó.
— Ya terminó todo con mi mamá, tía Engracia, se hizo el entierro sin ninguna ceremonia. Creo que ella lo habría preferido así, de todas formas. Ahora me toca ocuparme de la bebé. Pero creo que ya es muy tarde para regresar al hospital, me llevaré los niños a casa esta noche, pero no puedo tenerlos en el hospital conmigo mañana todo el día. ¿Puedes cuidarlos un rato cuando lleguen del colegio?
—Pues, claro hija, no te preocupes por eso.
— Gracias tía, yo los llevaré a la escuela, y me iré al hospital, luego los recogeré y te los traigo, y me voy de nuevo.
—No, hija, no te angusties, yo los busco. Vete tranquila, que ya tienes demasiado encima.
— Está bien, gracias, tía. Niños, nos vamos a casa, tengo mucho quehacer pendiente.
—Descansa, hija, ya habrá tiempo para el quehacer. Hoy trata de descansar, para que mañana puedas aguantar lo que viene.
— Está bien—dijo sin convicción — Vamos, chicos, a casa. — tomó a Roselyn de la mano y los gemelos caminaron a su lado.
Abrió la puerta, que casi nunca se cerraba con llave y recordó que cuando se lo criticaban, Daniela siempre decía riendo que no se molestaba porque los ladrones también sabían que en su casa, no había nada qué robar.
Al entrar, extrañó la voz melodiosa de su madre, cantando alguna canción de moda mientras hacía los oficios. Daniela tuvo una vida triste, pero jamás nadie la vio sin una sonrisa en los labios. Esa era su fortaleza. Mantener la vista en lo que venía sin pensar en lo pasado.
"Y así tendré que ser yo, mi vida como hermana mayor acaba de terminar. Ahora seré la madre de cuatro niños, con toda la responsabilidad sobre mis hombros, como lo hizo mamá. ¡Dios, dame fuerzas!"
Envió a los gemelos a la ducha mientras preparaba la cena, luego bañó a Roselyn y les dio de comer, los llevó a acostar y luego, se sentó en la pequeña cocina, a pensar en su nueva vida. Por suerte, desde pequeña había cuidado de sus hermanos, de modo que no era nada nuevo. Siempre fue una ayuda enorme para su madre, por eso podía trabajar tantas horas al día, pero ella no tendría esa ayuda. ¿Cómo haría para trabajar con la bebé necesitando tantos cuidados? Tendría que hablar con don Juvencio para que le permitiera tenerla consigo durante las horas de trabajo.
El día de su cumpleaños llegó sin ningún significado para ella, más allá de ser la mayoría de edad, que era esencial para que le permitieran quedarse con sus hermanos.Ya hacía mucho rato que había llegado al hospital, luego de dejar a los pequeños en el colegio. Esperaba la llegada del pediatra que le diría como evolucionaba la bebé. Quería llevarla a casa, para comenzar a resolver las cosas. Necesitaba darles una sensación de normalidad a los niños.Al ver llegar al médico, se acercó a él y lo abordó.—Buenos días, doctor, ¿ha visto ya a mi hermanita? Daniela Vivas.— Sí, ya la examiné y está muy bien, de hecho, creo que ya voy a darla de alta, hoy mismo podrás llevarla a casa, pero necesito que la traigas a control, al menos una vez al mes. Es esencial comprobar su evolución.— Sí, la traeré, se lo aseguro, entonces ¿puedo llevármela?— Así es, te haré todo lo que necesitas. Ven conmigo para entregarte sus indicaciones.Una hora después, caminaba a casa con la niña en brazos, y fu
Amaneció demasiado pronto para el gusto de Bárbara, pero se levantó igualmente y fue a despertar a sus hermanos. Tocó la frente de los gemelos, y la de Abraham estaba fresca, no así la de Agustín. Aún tenía fiebre, a pesar de las medicinas. Lo dejó dormir y llevó a los otros al colegio y pasó a decirle a don Juvencio que no podría trabajar ese día. Al jefe no le agradó la noticia y se lo hizo saber.— Porque es la primera vez, voy a dejarlo pasar, pero no quiero que se repita. El negocio no espera por nadie, esta vez no te descontaré el día de tu sueldo.— Lo sé, lo siento mucho— ya ganaba muy poco, no podía darse el lujo de que le descontaran parte del sueldo. — Trataré de que no se repita.Volvió a casa y con la bebita en brazos llevó a su hermanito al hospital de nuevo.Allí lo examinaron y le hicieron estudios más profundos que el día anterior hasta que los médicos se sintieron seguros del diagnóstico.— Verás...— comenzó diciendo el médico— Tu hermano presenta una infección rena
Esa tarde su vida cambiaría para siempre. Ya Fabiana le había puesto en antecedentes de lo que tendría que hacer. Y cuando llegaron a ese lugar que se veía como una agencia de empleos de alto nivel, como cualquier otro servicio para los ricos, Bárbara se sintió confundida. Fabiana la guio a una entrada lateral y le sonrió tristemente intentando darle ánimos.Al entrar vio que el lugar era hermoso. Escritorios elegantes, personas con uniformes impecables. Fabiana la guió a una oficina ubicada en el fondo del local. Llamó a la puerta y una voz profunda y agradable la autorizó a entrar.— Hola, Michelle, ella es Bárbara, la amiga de la que te hablé.— Pasa, Bárbara, por favor, siéntate aquí conmigo —le señaló el puesto a su lado en el elegante sofá que dominaba el lugar.Fabiana la empujó suavemente para animarla y cerró la puerta al salir. Bárbara respiró profundo y se enderezó para darse fuerzas, mientras observaba a la elegante dama que le habían presentado. Al verla tuvo la sensación
— Me encanta que hayas venido tan pronto, Sonja. Hoy comienzas a trabajar, tu preparación ha sido muy fácil. Has avanzado muchísimo durante estos casi dos meses y creo que estás lista.El corazón de Bárbara dio un vuelco. Ahora todo sería real. Hasta ese momento, sólo había estado dedicada a aprender la multitud de cosas que le enseñaba Michelle. Había llegado a pensar que sería la prostituta más culta de la tierra, porque las exigencias de Michelle nunca terminaban. Y ella aprendía con avidez todo lo que le enseñaban. De esa manera aprendió a comportarse como toda una dama en público y como la mejor compañera de cama que cualquier hombre podría soñar en privado. Por ahora, la parte íntima se limitaba a la teoría, pero en ese momento todo cambiaría.— Sonja, te prometí que haría que este momento fuera el mejor que pudieras tener aún en estas circunstancias. Si tú has mantenido tu palabra, yo te daré una oportunidad única de perder tu virginidad con un cliente muy especial.— Mantuve
La vida continuaba y el tiempo transcurría. Bárbara se adaptó a su rutina, y aprendió a llevar su doble vida. Los clientes que conseguía Michelle para Sonja eran todos iguales. Todos iban por lo mismo, y ella aprendió a poner una sonrisa en sus labios, independientemente de lo que ocurriera en su familia y dentro de su cabeza. Sus mundos estaban separados y así debían permanecer.El día comenzó como cualquier otro. Cuando Bárbara terminaba la jornada de trabajo en la pastelería sonó su teléfono y supo que tendría que atender un servicio esa noche.Como siempre lo hacía, fue a casa, atendió a los chicos y luego los dejó al cuidado de la tía Engracia. Se duchó y vistió su uniforme y partió hacia la agencia.Al llegar, le informaron que Michelle la esperaba en su oficina. Se dirigió allí y llamó a la puerta. Al escuchar que Michelle le autorizaba a entrar, abrió y entró.Allí estaba Michelle, perfecta como siempre y le regaló una gran sonrisa a Bárbara, señalándole una silla cerca de ell
La joven subió al auto y se dedicó a armar su historia sobre el asalto, mientras el chofer conducía. Cuando estaban a un par de calles de su casa, Leandro se detuvo como hacían siempre, ya que Sonja no permitía que el auto llegara hasta su puerta, para que su familia no lo viera. Bajó del auto y se despidió de Leandro, no sin antes agradecerle el haberla ayudado.Caminó hasta la casa y entró con su llave. Esperaba que todos estuvieran dormidos. Generalmente, regresaba casi al amanecer, así que no la esperaban aún. Caminó hacia la cocina y se sorprendió de encontrar allí a la tía Engracia, tomando café, sentada a la mesa, de espaldas a la entrada.La señora se dio vuelta al sentir que alguien entraba y pensando que sería alguno de los niños, comenzó a hablarle.— Más vale que tengas una buena razón para...— decía cuando vio a Bárbara y notó su cara maltratada— ¡Ay, niña por Dios! ¿Qué te ocurrió?— se levantó apresurada y derribó la silla, haciendo un estruendo que resonó en la casa sil
Varios días transcurrieron mientras Bárbara esperaba a que las marcas de su rostro comenzaran a borrarse, ya que los moretones cambiaban de color con los días, pero no parecían tener intención de desaparecer. Sin embargo, ese día recibió una llamada a su teléfono y al contestar, era la mismísima Michelle quien le hablaba.— Hola mi querida Sonja, espero que ya estés mejor... tengo noticias para ti, me gustaría verte en mi oficina esta tarde, a eso de las 6, si no tienes inconveniente.— Allí estaré— respondió simplemente la joven como era su costumbre de no decir ni una palabra más de las necesarias.Resolvió que los chicos esperaran en casa de la tía mientras ella iba la agencia.Al entrar fue directo a la oficina de Michelle y justo sonaban las seis en el reloj.—Siempre puntual, mi hermosa Sonja... ven aquí, necesito que estés presente mientras hago una llamada. — le señaló una silla frente a su escritorio.Tomó su teléfono y marcó un número. Esperó un momento hasta que alguien le
Los primeros meses de Sonja en la agencia fueron muy productivos económicamente, pero no estuvieron libres de problemas. Muchas de las chicas que trabajaban allí la recibieron con agrado, aunque Sonja prefería mantenerse a distancia, y evitar cometer alguna indiscreción sobre su vida diaria, pero generalmente se llevaban bien entre ellas, principalmente, porque Michelle pondría de patitas en la calle a cualquiera que pudiera causar problemas de algún modo.Sin embargo, cada vez que coincidía con aquella linda rubia que todos llamaban Selene, recibía miradas duras de la joven y muchas veces, en las conversaciones con otras mujeres, le lanzaba puntillas a Sonja, quien no comprendía la razón de la pugna de Selene con ella, dado que los servicios eran asignados cuidadosamente, para que todas las jóvenes tuvieran buenas ganancias, excepto cuando el cliente pedía específicamente a una chica.Esa noche, luego de su obligado descanso tras el problema con el político, ya recuperada de sus lesi