Amaneció demasiado pronto para el gusto de Bárbara, pero se levantó igualmente y fue a despertar a sus hermanos. Tocó la frente de los gemelos, y la de Abraham estaba fresca, no así la de Agustín. Aún tenía fiebre, a pesar de las medicinas. Lo dejó dormir y llevó a los otros al colegio y pasó a decirle a don Juvencio que no podría trabajar ese día. Al jefe no le agradó la noticia y se lo hizo saber.
— Porque es la primera vez, voy a dejarlo pasar, pero no quiero que se repita. El negocio no espera por nadie, esta vez no te descontaré el día de tu sueldo.
— Lo sé, lo siento mucho— ya ganaba muy poco, no podía darse el lujo de que le descontaran parte del sueldo. — Trataré de que no se repita.
Volvió a casa y con la bebita en brazos llevó a su hermanito al hospital de nuevo.
Allí lo examinaron y le hicieron estudios más profundos que el día anterior hasta que los médicos se sintieron seguros del diagnóstico.
— Verás...— comenzó diciendo el médico— Tu hermano presenta una infección renal, en los estudios podemos apreciar una infección seria, y hay posibilidades de que con un tratamiento con los antibióticos adecuados, no pase de allí. Pero tenemos que observarlo de cerca porque debemos descartar una insuficiencia renal.
— ¿Y qué debo hacer para eso?
— Requiere estudios más especializados que en los hospitales públicos no hacemos. No tenemos esos recursos, tendrás que hacerlos en instituciones privadas y son costosos. ¿Crees que puedas hacerlo?
— Tendré que poder, no tengo opción. Dígame, doctor ¿la vida de mi hermano corre peligro?
— ¡No puedo adelantarme a asegurarte nada, como te dije, si reacciona bien a los antibióticos, fabuloso! En cuanto a la infección... Pero lo demás, hasta tener confirmación no puedo decirte nada; sólo puedo decirte que deben hacerle los estudios lo más pronto posible.
— ¿Puede darme las órdenes y recetas? En cuanto tenga todo, volveré a traerlo.
— Recuérdalo, puede no ser algo serio, pero en estas cosas es preferible salir de la duda y tomar a tiempo las medidas necesarias.
Rato después, Bárbara con la bebé y Agustín sintiéndose mal, iba en el autobús pensando cómo enfrentaría aquello. Fue a recoger los niños al colegio y los llevó a casa. La tía Engracia la vio llegar y fue en su busca.
— Supe que no fuiste a trabajar hoy, me lo dijo don Juvencio. ¿Qué tiene el niño?
— Aún no se sabe — le explicó lo que dijo el médico y miró a Engracia preocupada.
— Tía, no sé qué hacer.
— Niña, ten fe, algo se podrá hacer; eso es muy caro, quizás si tuvieras algo que vender. Yo podría darte algo que tengo ahorrado, pero no es mucho.
— No, tía, eso no. Tú trabajas muy duro, no puedo aceptarlo. Yo lo solucionaré, voy a salir a averiguar si alguna institución puede ayudarme. ¿Podrías ver a los niños un rato?
— Sí, claro, hija, ve tranquila.
Esa tarde la muchacha fue a todos los hospitales y la respuesta fue la misma: debía hacerlo en clínicas privadas. Fue a varios lugares a pedir presupuestos y eran enormes. No tenía forma de pagarlo. Pensó en pedirle a don Juvencio un adelanto, pero para eso debería darle varios meses de trabajo y no lo iba a hacer. Vagó angustiada por las calles, hasta llegar a la suya. Antes de entrar a su casa, se detuvo a mirar la casa del frente.
¿Sería posible que tuviera que hacerlo? Lo único que tenía de cierto valor era la casa y no podía dejar sin techo a los niños. Tampoco podía pedir ayuda a los Servicios Sociales, si se enteraran de lo de Agustín, se llevarían a sus hermanos.
Se volvió para entrar a la casa, pero antes miró de nuevo la casa de Fabiana y se decidió. Cruzó la calle y llamó a la puerta. La misma Fabiana le abrió.
Una hora después, Bárbara fue a buscar a sus hermanitos y los llevó a casa. Al día siguiente iría con Fabiana al lugar donde trabajaba. Habría cambios tremendos en su vida, pero no tenía opciones. Sus hermanos valían todo lo que tuviera que hacer. Se lo había prometido a su madre. Tendría que ser muy fuerte porque ahora era una adulta.
Esa tarde su vida cambiaría para siempre. Ya Fabiana le había puesto en antecedentes de lo que tendría que hacer. Y cuando llegaron a ese lugar que se veía como una agencia de empleos de alto nivel, como cualquier otro servicio para los ricos, Bárbara se sintió confundida. Fabiana la guio a una entrada lateral y le sonrió tristemente intentando darle ánimos.Al entrar vio que el lugar era hermoso. Escritorios elegantes, personas con uniformes impecables. Fabiana la guió a una oficina ubicada en el fondo del local. Llamó a la puerta y una voz profunda y agradable la autorizó a entrar.— Hola, Michelle, ella es Bárbara, la amiga de la que te hablé.— Pasa, Bárbara, por favor, siéntate aquí conmigo —le señaló el puesto a su lado en el elegante sofá que dominaba el lugar.Fabiana la empujó suavemente para animarla y cerró la puerta al salir. Bárbara respiró profundo y se enderezó para darse fuerzas, mientras observaba a la elegante dama que le habían presentado. Al verla tuvo la sensación
— Me encanta que hayas venido tan pronto, Sonja. Hoy comienzas a trabajar, tu preparación ha sido muy fácil. Has avanzado muchísimo durante estos casi dos meses y creo que estás lista.El corazón de Bárbara dio un vuelco. Ahora todo sería real. Hasta ese momento, sólo había estado dedicada a aprender la multitud de cosas que le enseñaba Michelle. Había llegado a pensar que sería la prostituta más culta de la tierra, porque las exigencias de Michelle nunca terminaban. Y ella aprendía con avidez todo lo que le enseñaban. De esa manera aprendió a comportarse como toda una dama en público y como la mejor compañera de cama que cualquier hombre podría soñar en privado. Por ahora, la parte íntima se limitaba a la teoría, pero en ese momento todo cambiaría.— Sonja, te prometí que haría que este momento fuera el mejor que pudieras tener aún en estas circunstancias. Si tú has mantenido tu palabra, yo te daré una oportunidad única de perder tu virginidad con un cliente muy especial.— Mantuve
La vida continuaba y el tiempo transcurría. Bárbara se adaptó a su rutina, y aprendió a llevar su doble vida. Los clientes que conseguía Michelle para Sonja eran todos iguales. Todos iban por lo mismo, y ella aprendió a poner una sonrisa en sus labios, independientemente de lo que ocurriera en su familia y dentro de su cabeza. Sus mundos estaban separados y así debían permanecer.El día comenzó como cualquier otro. Cuando Bárbara terminaba la jornada de trabajo en la pastelería sonó su teléfono y supo que tendría que atender un servicio esa noche.Como siempre lo hacía, fue a casa, atendió a los chicos y luego los dejó al cuidado de la tía Engracia. Se duchó y vistió su uniforme y partió hacia la agencia.Al llegar, le informaron que Michelle la esperaba en su oficina. Se dirigió allí y llamó a la puerta. Al escuchar que Michelle le autorizaba a entrar, abrió y entró.Allí estaba Michelle, perfecta como siempre y le regaló una gran sonrisa a Bárbara, señalándole una silla cerca de ell
La joven subió al auto y se dedicó a armar su historia sobre el asalto, mientras el chofer conducía. Cuando estaban a un par de calles de su casa, Leandro se detuvo como hacían siempre, ya que Sonja no permitía que el auto llegara hasta su puerta, para que su familia no lo viera. Bajó del auto y se despidió de Leandro, no sin antes agradecerle el haberla ayudado.Caminó hasta la casa y entró con su llave. Esperaba que todos estuvieran dormidos. Generalmente, regresaba casi al amanecer, así que no la esperaban aún. Caminó hacia la cocina y se sorprendió de encontrar allí a la tía Engracia, tomando café, sentada a la mesa, de espaldas a la entrada.La señora se dio vuelta al sentir que alguien entraba y pensando que sería alguno de los niños, comenzó a hablarle.— Más vale que tengas una buena razón para...— decía cuando vio a Bárbara y notó su cara maltratada— ¡Ay, niña por Dios! ¿Qué te ocurrió?— se levantó apresurada y derribó la silla, haciendo un estruendo que resonó en la casa sil
Varios días transcurrieron mientras Bárbara esperaba a que las marcas de su rostro comenzaran a borrarse, ya que los moretones cambiaban de color con los días, pero no parecían tener intención de desaparecer. Sin embargo, ese día recibió una llamada a su teléfono y al contestar, era la mismísima Michelle quien le hablaba.— Hola mi querida Sonja, espero que ya estés mejor... tengo noticias para ti, me gustaría verte en mi oficina esta tarde, a eso de las 6, si no tienes inconveniente.— Allí estaré— respondió simplemente la joven como era su costumbre de no decir ni una palabra más de las necesarias.Resolvió que los chicos esperaran en casa de la tía mientras ella iba la agencia.Al entrar fue directo a la oficina de Michelle y justo sonaban las seis en el reloj.—Siempre puntual, mi hermosa Sonja... ven aquí, necesito que estés presente mientras hago una llamada. — le señaló una silla frente a su escritorio.Tomó su teléfono y marcó un número. Esperó un momento hasta que alguien le
Los primeros meses de Sonja en la agencia fueron muy productivos económicamente, pero no estuvieron libres de problemas. Muchas de las chicas que trabajaban allí la recibieron con agrado, aunque Sonja prefería mantenerse a distancia, y evitar cometer alguna indiscreción sobre su vida diaria, pero generalmente se llevaban bien entre ellas, principalmente, porque Michelle pondría de patitas en la calle a cualquiera que pudiera causar problemas de algún modo.Sin embargo, cada vez que coincidía con aquella linda rubia que todos llamaban Selene, recibía miradas duras de la joven y muchas veces, en las conversaciones con otras mujeres, le lanzaba puntillas a Sonja, quien no comprendía la razón de la pugna de Selene con ella, dado que los servicios eran asignados cuidadosamente, para que todas las jóvenes tuvieran buenas ganancias, excepto cuando el cliente pedía específicamente a una chica.Esa noche, luego de su obligado descanso tras el problema con el político, ya recuperada de sus lesi
Sus "servicios" eran muy solicitados y siempre tenía clientes, muchos de los mejores VIP de Michelle la pedían, pero quien más la solicitaba era Arturo. Estaba prendado de Sonja y la recibía al menos una vez a la semana en su apartamento.Esa noche, Sonja se vestía para regresar a la agencia, cuando Arturo puso sus manos sobre los hombros de la joven. Ella lo miró a través del espejo y le sonrió.— Quiero que seas exclusivamente mía, Sonja.— Arturo, esto no funciona así, creo que olvidaste lo que hago —dijo con una sonrisa— En mi trabajo no existe la exclusividad.— Pero si yo hablo con Michelle, ella podría hacer algo. Me gustas mucho, Sonja, podría darte un lugar lindo para vivir y visitarte cuando quiera verte, te daría todo lo que quieras. Podrías vivir con todo el lujo que hayas soñado, el dinero no significa nada para mí y siempre te han gustado los obsequios que te doy.— Y que no te he pedido. Siempre te digo que no tienes que regalarme nada. Ya tengo un lugar donde viv
Cuidar de Agustín era prioritario, y todo su esfuerzo se dirigía a mantenerlo sano. Los exámenes demostraron que padecía leucemia, y la batalla sería dura.El niño fue sometido a todos los tratamientos que había disponibles, por un tiempo mejoraba, pero muy pronto llegaba la recaída. Una y otra vez ocurría lo mismo. Y ya hacía cinco años de esa dura lucha por la salud del niño, que ahora contaba con catorce años.Ahora enfrentaban la difícil decisión de un trasplante de médula. Todos fueron sometidos a exámenes de compatibilidad, y como era de esperar, su gemelo Abraham resultó ser el donante perfecto. Y le tocó a Bárbara explicarle a su hermano lo que habría que hacer y su papel en la posibilidad de salvar la vida de Agustín.Esa tarde Bárbara y Abraham, sentados en un café, tomaban un refresco mientras hablaban. No podía menos que ver lo guapo y alto que estaba su hermano. Había crecido muchísimo, y aparentaba más edad de la que tenía, pero en el fondo seguía siendo sólo un chico d