Cuidar de Agustín era prioritario, y todo su esfuerzo se dirigía a mantenerlo sano. Los exámenes demostraron que padecía leucemia, y la batalla sería dura.El niño fue sometido a todos los tratamientos que había disponibles, por un tiempo mejoraba, pero muy pronto llegaba la recaída. Una y otra vez ocurría lo mismo. Y ya hacía cinco años de esa dura lucha por la salud del niño, que ahora contaba con catorce años.Ahora enfrentaban la difícil decisión de un trasplante de médula. Todos fueron sometidos a exámenes de compatibilidad, y como era de esperar, su gemelo Abraham resultó ser el donante perfecto. Y le tocó a Bárbara explicarle a su hermano lo que habría que hacer y su papel en la posibilidad de salvar la vida de Agustín.Esa tarde Bárbara y Abraham, sentados en un café, tomaban un refresco mientras hablaban. No podía menos que ver lo guapo y alto que estaba su hermano. Había crecido muchísimo, y aparentaba más edad de la que tenía, pero en el fondo seguía siendo sólo un chico d
Mientras se recuperaba su hermano de la cirugía, Bárbara tomó la decisión de que se acercaba el momento de cambiar de casa. Nunca se atrevió a hacerlo por cuidar las apariencias ante Servicios Sociales, que aunque el tiempo pasaba se mantenían vigilantes, y habría despertado sospechas si de repente, se mudaran a un vecindario mejor. De forma que aunque Bárbara tenía dinero ahorrado de sobra para eso, permanecieron en el barrio.Un par de años transcurrió y Agustín había sido dado de alta, dado que la enfermedad estaba superada, y con muy buenas perspectivas. El trasplante estaba funcionando y Agustín se curaba a todas luces.Ya con dieciséis años, los gemelos seguían siendo tan diferentes y tan únicos como lo fueron siempre. Las niñas, Roselyn y Dani, preciosas y traviesas que Bárbara cuidaba con mano firme. Nadie mejor que ella conocía los peligros que había en el mundo para las niñas como ellas.Ya Bárbara contaba con veinticinco años, y era una mujer bella con mirada enigmática. U
— Debo irme pronto, Michelle— dijo simplemente Sonja cuando habló con su jefa.— ¿Pasó algo?— Alguien que me importa mucho descubrió lo que hago.— ¿Un novio?— No he tenido, ni tengo ni pienso tener novio jamás. Debo dejarte, Michelle.— Lo voy a lamentar, Sonja. Has sido un gran éxito aquí. Dime, ¿hiciste algo al respecto cuando te dije que ahorraras para tu futuro?— Sí, estaremos bien. Tu consejo fue muy valioso, hice algunas inversiones y podré vivir bien. No soy asquerosamente rica, pero no nos faltará nada.— Eres una chica inteligente. Muchos te van a extrañar por aquí, especialmente Arturo.— Lo sé.— Creo que está enamorado de ti.— Eso no es amor y si lo fuera, no estoy interesada.— Es muy rico, podría darte mucho más de lo pudieras necesitar.— No lo necesito, gracias a tus enseñanzas.— ¿Y cuándo piensas retirarte?— Tan pronto cumpla con los compromisos que tienes acordados. Justo iba a pedirte que no me arregles más citas. Asistiré a los servicios que ya están fijados
Desde esa semana Bárbara se dedicó a hacer los cambios que iban a llevarla a una nueva vida lejos de todo lo vivido como Sonja. Esa mujer desaparecería para siempre y volvería a ser Bárbara, la madre sustituta de sus cuatro hermanos.Comenzó por comprar una casa en un sector de mejor nivel. Por más que insistió para que Engracia, quien ahora vivía sola, tras el matrimonio de Xiomara, se mudara con ellos a la nueva casa, no logró convencerla. Tomó la decisión de vender la casa de Daniela y puso ese dinero en una cuenta que abrió a nombre de su querida tía, quien había sido una madre para todos ellos. Engracia se negaba a aceptarlo, pero ante su insistencia, tuvo que hacerlo. Con la promesa de que si cambiaba de opinión, sería recibida con gusto en la casa con ellos, se mudaron. Nunca desampararía a quien más le ayudó en su vida.Los chicos estaban eufóricos con sus habitaciones separadas y amaban la hermosa casa nueva. Cada uno dando ideas de cómo decoraría su habitación y Bárbara se
La noche siguiente llegó y Bárbara se vistió con un lindo vestido de pequeñas flores, sin mangas, sobre las rodillas, con un delicado chal sobre sus hombros, zapatillas beige de tacón medio y una pequeña cartera haciendo juego. Llevaba su cabello recogido en un moño ligero, que le daba un aire fresco y juvenil. Un maquillaje discreto complementaba su atuendo. Apenas estuvo lista, escuchó sonar el timbre. Agustín y Abraham se encargarían de las pequeñas, pero aún no salían de su asombro al ver a su hermana mayor prepararse para una cita. Era la primera vez que algo así sucedía. Bárbara continuaba dando indicaciones cuando Abraham la calló diciéndole que todo estaría bien.— Vete y diviértete, estaremos bien, tenemos tu número de teléfono.Aún renuente, se dirigió a la puerta y abrió. Se encontró con Moisés vestido con un traje sin corbata que lo hacía ver más guapo aún.Cuando Bárbara se sorprendió pensando en lo atractivo que lucía, supo que había cometido un error al aceptar esa i
Esa mañana se levantó con una sensación de pesadez en la cabeza, apenas durmió y soñó que Moisés la repudiaba al enterarse de quien había sido.Se levantó a duras penas, sin deseos de ir a trabajar, pero no podía permitirse dar un mal ejemplo a los niños, siempre les decía que había que cumplir con las obligaciones como fuera. Por lo que se preparó para ir a trabajar y decidió caminar hasta la pastelería para despejarse un poco del malestar.Al llegar, ya la encargada había abierto el negocio, y los clientes se encontraban adentro.Bárbara entró y se fue directamente a ponerse un guardapolvo con el logo de la pastelería y se dedicó a atender a los clientes que iban a hacer encargos especiales.Ya llevaba un rato haciéndolo, cuando una de las empleadas le dijo que alguien le buscaba para algo personal. Le extrañó pero igual le mandó a pasar.Fue una sorpresa cuando vio entrar a Ruth, acompañada de otra joven.— Buenos días, Ruth. Pasen adelante, por favor, tomen asiento.— No hace fal
Los días transcurrían y los jóvenes mantenían una relación especial. Salían juntos, paseaban por el parque tomados de la mano, hablaban hasta medianoche cuando estaban en casa de Bárbara, sentados en el sofá, muy juntos, y la chica se preguntaba cuándo se terminaría todo ese sueño. Cada día se preguntaba si ese sería el día. Cuando estaban juntos, Bárbara quería olvidar todo y ser una chica normal, enamorada, y tener una relación como cualquiera, en la que los enamorados buscan la oportunidad de estar solos y sentir. Y por supuesto, se preguntaba cuánto tardaría Moisés en querer de ella lo que todos los hombres esperan de una mujer, pero aun cuando se besaban, y había deseo entre ellos, él nunca insinuó cruzar los límites de la caricia.Esa noche no era diferente, cenaron pizza en un lugarcito pintoresco, y se tomaban las manos mientras comían. Había una tensa calma de pasión controlada entre ellos, al fin y al cabo, sólo eran un hombre y una mujer enamorados.Fueron al mirador y sent
Los jóvenes continuaban viéndose, y ambas familias se preguntaban cuándo se decidirían a formalizar su relación. Fue el padre de Moisés quien se atrevió a interrogar a su hijo sobre la situación.Hablaban en su pequeña oficina, en la parte trasera de la iglesia, cuando el Pastor se decidió a abordar el tema.— Hijo, hace días deseaba hablar contigo sobre tu novia.— ¿Qué deseas saber, papá?— En este momento voy a hablarte no como tu padre, sino como tu Pastor. Creo que debes pensar en formalizar tu noviazgo, en casarse. Tu novia tiene hermanitos a quienes deben darle ejemplos correctos, y creo que tú pasas demasiado tiempo en esa casa. Lo natural es que esa muchacha y tú vayan pensando en formar un hogar. La gente ha notado lo que pasa entre ustedes y me preocupa, porque ella ni siquiera forma parte de nuestra iglesia.— Bárbara tiene su propia forma de ver la fe, no es que se niegue a creer, pero no siente el deseo de congregarse con nosotros y yo ni quiero ni puedo obligarla. Si en