María Joaquina Duque se ganó el respeto de todos esos hombres que antes trabajaban para Salvador, y aunque intentaba mostrarse fuerte, por dentro se estaba muriendo lentamente, sin Arismendi nada era lo mismo. Así pasó una semana más, ella trabajando hasta tarde armando el expediente para hundir a esos criminales, en el día se quedaba dormida, Malú le hizo llegar las pruebas que requería, pero ahora los necesitaba con las defensas bajas a esos corruptos. Además, que con los documentos que le dejó Malú a Molina, Sebas confirmó que ella supuestamente estaba de su lado, al no entregar la tarjeta, ni la clave, ni nada que pudiera hundirlo, no sabía que todo era un complot de las hermanas Duque. Claro que muy contento no estaba, ya sabía que estaba fuera del país con su esposo e hijos, y eso le tenía de mal humor, además que no lo descartaban como sospechoso de la muerte de Salvador Arismendi. Majo se comunicaba con sus padres, para no angustiarlos más, les decía que estaba bien en
—¡Lo que escuchas! —exclamó ella con la naturalidad que la caracterizaba. —¿Pensaste que haría un duelo eterno? ¿Qué escaparía como una damisela en peligro? ¿Qué me refugiaría en casa de mis padres? —rebatió con seguridad—. Pues no. —Miró a Salvador con seriedad—, esos infelices no me iban a ver derrotada, juré hacer justicia y empecé a mover mis piezas. Salvador la contempló con seriedad por segundos, mantenía sus labios separados, impresionado. —¿Qué hiciste? —preguntó, sintiendo un escalofrío—, dime que no cometiste algún delito. —Tú me enseñaste que a veces se debe hacer cosas malas, actuar de la misma forma que esos delincuentes —expresó, lo miró a los ojos—, pero no vamos a hablar toda la noche de las cosas que hice o ¿sí? —cuestionó, irguió la barbilla—, solo quiero que te quede claro que aquí, quien da las órdenes desde ahora en adelante soy yo, y eso te incluye. Salvador soltó un resoplido, negó con la cabeza. —Sabes que jamás me someto ante la voluntad de nadie. Majo l
Salvador sintió un pinchazo en el corazón al escucharla, y de pronto el médico apareció, ya tenía los resultados de los análisis. —Buenos días, perdón por interrumpir —avisó—, solo vine a informar que ya tengo los resultados de sus estudios señorita. —Bien, venga a mi alcoba, y me dice lo que tengo —ordenó María Joaquina, ignoró por completo a Salvador. —No se mueva, lo que le tenga que decir a ella, lo dice en mi delante —ordenó. —Tú no eres nadie para meterte en mi vida —gritó Majo—. Me estás haciendo a un lado, no tienes derecho, ya no somos nada, hemos terminado. El médico inhaló profundamente. —Bueno, deberían reconsiderar la separación. —No se meta —gritó Majo—, hable, qué tengo —ordenó frunciendo el ceño. El médico iba a dar la noticia con una felicitación, pero dada las circunstancias, soltó el resultado de un solo golpe. —Usted está embarazada, señorita Duque. —Ah bueno, eso no es grave —contestó ella, sin todavía reaccionar, hasta que entendió. —¿Qué? ¿Est
Sebastián se encontraba en su oficina, revisaba las estadísticas de las últimas encuestas de la campaña, resopló al ver que la curva marcaba hacia abajo. —¡No puede ser! —gruñó, y resopló con molestia, entonces pensó en Malú, y lo lejos que estaban—, creo que te haré una visita. Terminó de decir esa frase cuando escuchó gritos afuera, se habían confiado demasiado y Majo desde la clandestinidad había movido las piezas a su favor, y las pruebas que le envió su hermana fueron contundentes. Y de pronto la puerta de la oficina del importante político se fue al piso, y varios policías ingresaron. —Doctor Sebastián Sáenz queda detenido por peculado y enriquecimiento ilícito. —Lo esposaron sin que él pusiera resistencia—, tiene derecho a guardar silencio y todo lo que diga será usado en su contra. —Soy inocente —gritó—, esto es una arbitrariedad, llama a mis abogados —solicitó a su asistente antes que lo metieran al elevador, entonces recordó que su defensora era Majo, y el bufete para el
El pecho de Salvador empezó a subir y bajar agitado: “Una familia” aquellas dos palabras calaron en el fondo de su alma, y fue en ese momento que su mente se aclaró, todo había sido tan precipitado a su regreso, que ni tiempo tuvo de procesar todo lo ocurrido y en especial que sería papá, entonces entendió que, ya no podía pensar solo en él, en su deseo de justicia, sino en ese pequeño ser que se anidaba en el vientre de la mujer que le robó el corazón, y que desde que la conoció algo en él cambió, la mirada se le suavizó. Majo lo observó con atención, él siempre se mostró como un hombre que tenía el poder de controlarlo todo, su mirada era en ocasiones pétrea, diabólica, siniestra, sin embargo, ella pudo traspasar esas barreras, y no lo hizo precisamente siendo la damisela en peligro, al contrario, lo hizo enfrentar a su pasado, a sus temores, a sus enemigos, sin embargo, la bomba estaba por estallar. —Una vida juntos es lo que más anhelo a tu lado —confesó Salvador—, jamás pensé e
María Joaquina abrió la puerta de aquella habitación de la clínica, asomó su cabeza, miró que no hubiera nadie, se acomodó la ropa. —Ya podemos salir —avisó a Salvador, luego de haber tenido un encuentro apasionado en aquella alcoba. Ella salió primero, y luego él lo hizo después. —¡Estás loca! —susurró él. Majo soltó una carcajada. —Acostúmbrate cariño, a todos los Duque nos falta un tornillo, es una falla de nacimiento —bromeó—, además no pusiste objeción, y lo disfrutaste. —Sonrió y le guiñó un ojo. Salvador no pudo evitar mostrar esa sonrisa llena de satisfacción en sus labios, no refutó, claro que había disfrutado de ese encuentro tan apasionado. Y así camuflados como si fueran dos fugitivos subieron a la camioneta blindada, compraron las medicinas, y luego fueron llevados a donde los esperaba la avioneta. **** En una de las salas de la fiscalía, se leían los cargos en contra de Sebastián Sáenz, sus padres le habían conseguido un buen equipo de abogados, el fisca
Salvador soltó un resoplido, entonces miraron las noticias, querían saber que había ocurrido con Sebastián. —Qué tipo tan cobarde —gruñó Salvador cuando escuchó que se declaraba inocente—, actuó por amenazas, y por qué no renunció, no, se dejó comprar —musitó apretando los puños—, pero falta la estocada final, él sabía lo de mi hermana, fue cómplice y lo pagará caro. Majo se quedó mirando a la pantalla, no dijo nada, aún era duro para ella darse cuenta de la clase de hombre con el cual iba a compartir su vida, aquel que creyó honorable, intachable, estaba enlodado, con mentiras y engaños. —Es increíble como la vida te cambia de un momento a otro y en ocasiones se te cae la venda de los ojos —musitó y soltó un suspiro. Salvador se aproximó a ella, la llevó a sentarse en un cómodo sofá. —A veces toca caer para aprender, lamento tanto que perdieras diez años de tu vida al lado de un hombre que no te valoró. —Besó el dorso de su mano. Majo lo miró con ternura. —Sí habría enco
Salvador se comunicó con su equipo de abogados, solicitó que no permitieran por nada del mundo que Araujo, y Sáenz salieran con fianza, los delitos que tenían encima no daban derecho a eso, pero en ocasiones la justicia era ciega. Así que los abogados de inmediato empezaron a trabajar en eso. Era tarde y Majo, se sentía cansada, así que Salvador insistió en que fuera a dormir, ella no puso objeción, sin embargo antes de irse a descansar requería hacer dos cosas importantes, la una era hablar con sus padres, y la otra con él. —Necesito hablar contigo, es algo importante. —Se aclaró la garganta, lo miró a los ojos. —¿Qué sucede? —preguntó Salvador, se sentó junto a ella. —¿Recuerdas que me pediste no hacerme cargo del caso de Sebastian? Salvador asintió, su mirada se volvió oscura y sus ojos se centraron en Majo. —Así es. —Lo estuve pensando mejor, y en verdad quiero ser yo la que lo envíe a prisión, por favor —suplicó—, él sabía que ese infeliz de Araujo trabajaba con el h