Majo inhaló profundo, apretó los dientes, negó con la cabeza. —No, tranquila, no es nada. —¿Quieres que llame a uno de tus empleados? ¿Será que te llevamos al hospital?—No, claro que no, María Isabel no nacerá hasta que esté su padre presente —aseguró, y en ese momento Salvador la llamó. —Hola cariño, me demoraré un poco la situación, los comuneros están muy necios. ¿Cómo estás?—Bien, no te preocupes, resuelve tus problemas. —¿Seguro te sientes bien?—Sí amor, solo tengo las molestias de días pasados, te esperamos para cenar. —Está bien, prometo no faltar a la cena, te amo. —También yo. —Majo colgó la llamada, miró a Emilia—, mi marido a veces es un poco intenso —bromeó. Emilia sonrió y se quedó un rato más acompañando a Majo, ella intentaba no mostrar que aquel dolor se hacía más fuerte. «Te voy a asesinar cuando vuelvas Salvador Arismendi» pensó en su mente. Entonces Emilia se despidió para dejar que Majo descansara, pero antes de irse sacó de su bolso un sobre. —Esto me
Salvador inhaló profundo, tenía los ojos aguados, su respiración era irregular, miró con ternura a su hijo, a los dos nos les importó que el médico se hubiera equivocado y que tuvieran un varón. —Debemos pensar en un nombre —dijo Majo mientras besaba la frente de su pequeño hijo—, se parece a ti —susurró y miró a Salvador. Salva sentía el corazón apretujado, no tenía palabras para agradecerle a Majo por tan inmenso regalo, se acercó a ella, la besó, y de pronto ella de nuevo se quejó. —¡Aahhh! —gritó otra vez. —¡Me duele! —¿Qué está pasando Piedad? —preguntó Salvador parpadeando asustado. —Debe ser la placenta, también duele. —¿Qué? —vociferó Majo—, debo dar a luz también a la placenta, no puede ser. —Se quejó, otra vez ese terrible dolor apareció. —¡No puede ser! —exclamó Piedad. Salvador palideció por completo, frunció el ceño. —¿Qué está pasando? —Hay otro bebé —comunicó. —¡Otro bebé! —exclamó Majo, de nuevo se aferró al brazo de Salvador, pujó con las pocas fuerz
Años más tarde. El gran salón de la hacienda la Momposina se adecuó como si fuera una sala de la suprema corte, era domingo y la familia se reunía como cada fin de semana, los chiquillos y adolescentes que ahora revoloteaban por el lugar movieron los muebles, las sillas, para emular un juzgado. —Recuerda todo lo que aprendiste hijo —le dijo Salvador a su pequeño de siete años. El niño de vivaces ojos azules asintió, vestía un elegante traje de diseñador como su papá. —Sí papá, sí me equivoco me ayudas. —Por supuesto. —Bueno cariño, recuerda que en este juicio Rodrigo es el abogado del acusado, y tú debes actuar como la defensa, así que haz lo que te enseñé —recomendó Majo a su pequeña María Isabel quién estaba vestida igual de elegante que su mamá cuando iba a los juzgados—, ten presente que es juego, y que no pueden pelearse entre hermanos. —Lo sabemos mami. —Isabel sonrió. La secretaria de la corte era Dafne la hija de Miguel y Luciana, así que cuando todos, padres, s
Bodas de Oro. Parecía que el tiempo no había pasado, y que apenas algunos ayeres María Paz y Joaquín se conocieron en el aeropuerto de Bogotá aquella mañana de verano. Como el olvidar aquel día cuando ella esperaba su vuelo de regreso a Estados Unidos y al ir por un café, encontró al amor de su vida. Su historia no fue un cuento de hadas, claro que existió la bruja, aquella nefasta mujer que estuvo a punto de separarlos, sin embargo, ni su maldad, ni su odio logró derrotar al amor, y ahora cincuenta años después, María Paz y Joaquín celebraban cincuenta años de casados. Desde temprano la gente de la hacienda no paraba, empleados y familiares iban y venían ultimando los detalles de tan magno evento. La novia se asomó desde la terraza de su alcoba, suspiró profundo observando aquellas enormes tierras adornadas de inmensos cafetales que años atrás le dieron la bienvenida, ella había dejado la comodidad de la gran manzana para refundirse en una hacienda en el eje cafetero colombiano,
Abandonar el nido:Thiago, Maryluz, Joaquín Jr y Juliana cumplían la mayoría de edad, y sus padres decidieron preparar un almuerzo con casi toda la familia, porque en la noche los muchachos iban a festejar con sus amigos, además que Thiago se iba a estudiar ingeniería civil en Madrid. Joaquín Jr, se mudaba a Milán a cursar su carrera de arquitectura. Maryluz y Juliana se mudaban a Boston en Estados Unidos, la una se había postulado a la escuela de leyes, y la otra a la escuela de negocios de Harvard, con ellas se iba también Christopher el hijo de Andrés y Paula a estudiar medicina. Mafer y Malú ultimaban los detalles de la decoración en la hacienda. —Aún me parece como si fuera ayer el día que los tuve en mis brazos por primera vez, y ahora, resulta que ya son todos unos adultos, y se van de nuestro lado —expresó Mafer con la voz entrecortada, y un sentimiento de soledad en su corazón. —Es inevitable —contestó Malú, sintiendo la misma opresión en el pecho que su hermana—, llegó el
El mejor regalo de cumpleaños. Juliana miró la hora, efectivamente había ido a despedirse de las personas que laboraban en el consorcio, ella desde los dieciséis años colaboraba en la empresa, su sueño era convertirse en la nueva CEO, claro cuando su mamá decidiera dejar su cargo. —Voy tarde, voy tarde —susurró mientras conducía por la carretera, camino de regreso a la Momposina—, mis padres se van a enojar, pisa a fondo el acelerador Juliana. —Se dijo así misma. La chica incrementó la velocidad, requería llegar con tiempo, sin embargo recordó las palabras de su padre. «Más vale perder un minuto de la vida, que la vida en un minuto»Bajó la velocidad, al límite permitido en la carretera, aunque odiaba llegar tarde a los compromisos familiares. Unos minutos después cuando estaba cerca de la Momposina y estaba en los linderos de la hacienda de los Villamizar, un caballo salió desbocado de los potreros. Juliana hizo una maniobra, frenó de golpe, se metió con todo y su auto a los pas
Una bomba de tiempo:«Ay, qué bonita es esta vida. Aunque a veces duela tanto y a pesar de los pesares, siempre hay alguien que nos quiere, siempre hay alguien que nos cuida…»Los Duque Osorio cantaban a todo pulmón dentro de la SUV que se trasladaban hacia el pueblo de Tapao en el municipio de Montenegro. Los más pequeños ansiaban llegar al parque del café, y disfrutar de todos los juegos que miraron en la página web. Ana Paula y Juan David, observaban a través de los vidrios el hermoso paisaje. Juan Andrés permitió que su hijo mayor Christopher que en ese entonces tenía diecisiete años fuera conduciendo, pero él iba a su lado, dirigiendo. —Baja la velocidad. —Papá, voy a sesenta kilómetros por hora —bufó. —¿No te has fijado cómo nos rebasan los autos que van detrás? —rebatió Christopher.—¡Mira al frente! —ordenó. —No lo distraigas, lo pones más nervioso —reclamó Paula—, si no confías en él para que le das el auto. Juan Andrés soltó un bufido. —Está bien, no diré nada, pero co
—¡Sí, soy una escort! —gritó la bella mujer de larga cabellera castaña, piel clara, y ojos color chocolate. —¡No tuve más opciones en la vida! —vociferó agitada—, era eso, o ver morir a mi hermano, así que, si me amas, debes aceptarme con lo que implica, ser una dama de compañía. El hombre inclinó su cabeza, su respiración era agitada, abría y cerraba sus puños, se debatía entre los prejuicios sociales tan elevados que tenía, y el amor que aquella mujer, dedicada a acompañar y complacer hombres había despertado en él. Ella lo miraba expectante, el corazón le latía a prisa, esperaba una respuesta, entonces él giró y clavó su azulada mirada en sus dulces ojos color miel, se reflejó en ellos. —Yo te amo, y te voy a sacar de esta vida —aseguró. —No es fácil —sollozó ella—, esos hombres no lo van a permitir… —¡Ya estás bajo mi protección! ¡Nadie volverá a obligarte a hacer lo que no quieres! —La abrazó muy fuerte. —Tengo miedo. —Se aferró al pecho de él—, nuestra relación será comp