María Joaquina abrió la puerta de aquella habitación de la clínica, asomó su cabeza, miró que no hubiera nadie, se acomodó la ropa. —Ya podemos salir —avisó a Salvador, luego de haber tenido un encuentro apasionado en aquella alcoba. Ella salió primero, y luego él lo hizo después. —¡Estás loca! —susurró él. Majo soltó una carcajada. —Acostúmbrate cariño, a todos los Duque nos falta un tornillo, es una falla de nacimiento —bromeó—, además no pusiste objeción, y lo disfrutaste. —Sonrió y le guiñó un ojo. Salvador no pudo evitar mostrar esa sonrisa llena de satisfacción en sus labios, no refutó, claro que había disfrutado de ese encuentro tan apasionado. Y así camuflados como si fueran dos fugitivos subieron a la camioneta blindada, compraron las medicinas, y luego fueron llevados a donde los esperaba la avioneta. **** En una de las salas de la fiscalía, se leían los cargos en contra de Sebastián Sáenz, sus padres le habían conseguido un buen equipo de abogados, el fisca
Salvador soltó un resoplido, entonces miraron las noticias, querían saber que había ocurrido con Sebastián. —Qué tipo tan cobarde —gruñó Salvador cuando escuchó que se declaraba inocente—, actuó por amenazas, y por qué no renunció, no, se dejó comprar —musitó apretando los puños—, pero falta la estocada final, él sabía lo de mi hermana, fue cómplice y lo pagará caro. Majo se quedó mirando a la pantalla, no dijo nada, aún era duro para ella darse cuenta de la clase de hombre con el cual iba a compartir su vida, aquel que creyó honorable, intachable, estaba enlodado, con mentiras y engaños. —Es increíble como la vida te cambia de un momento a otro y en ocasiones se te cae la venda de los ojos —musitó y soltó un suspiro. Salvador se aproximó a ella, la llevó a sentarse en un cómodo sofá. —A veces toca caer para aprender, lamento tanto que perdieras diez años de tu vida al lado de un hombre que no te valoró. —Besó el dorso de su mano. Majo lo miró con ternura. —Sí habría enco
Salvador se comunicó con su equipo de abogados, solicitó que no permitieran por nada del mundo que Araujo, y Sáenz salieran con fianza, los delitos que tenían encima no daban derecho a eso, pero en ocasiones la justicia era ciega. Así que los abogados de inmediato empezaron a trabajar en eso. Era tarde y Majo, se sentía cansada, así que Salvador insistió en que fuera a dormir, ella no puso objeción, sin embargo antes de irse a descansar requería hacer dos cosas importantes, la una era hablar con sus padres, y la otra con él. —Necesito hablar contigo, es algo importante. —Se aclaró la garganta, lo miró a los ojos. —¿Qué sucede? —preguntó Salvador, se sentó junto a ella. —¿Recuerdas que me pediste no hacerme cargo del caso de Sebastian? Salvador asintió, su mirada se volvió oscura y sus ojos se centraron en Majo. —Así es. —Lo estuve pensando mejor, y en verdad quiero ser yo la que lo envíe a prisión, por favor —suplicó—, él sabía que ese infeliz de Araujo trabajaba con el h
—¡Me encanta! —exclamó Majo y lo abrazó. Entonces la llevó de la mano a la segunda planta a conocer las habitaciones. —Puedes hacer los cambios que desees, no hay problema —dijo Salvador. Majo miró la cómoda terraza, ahí había una silla colgante de las que a ella le fascinaba para sentarse a leer, además había una mesa para contemplar el atardecer con una buena taza de café. —Está perfecta —dijo Majo, sonrió, y luego recordó que debían hacer importante, sintió un estremecimiento en todo el cuerpo, de inmediato entró a ducharse en la enorme cabina del baño, y cuando salió se colocó su mejor vestido, sus altos tacones, se vistió como cuando tenía un juicio importante, agarró su cabello en un moño, se maquilló cubriendo su palidez y las ojeras, aunque iba recuperando ya el apetito. —¿Lista? —preguntó Salvador, la miró de pies a cabeza estaba preciosa, muy elegante, distinguida, como cuando la conoció y lo dejó sin aliento, ella tenía esa capacidad sobre él. —Solo agarro mi po
Más tarde en casa de Majo y Salvador ambos esperaban la llegada de los padres de ella, a más de sus hermanos, claro Malú y su esposo no se encontraban en el país por obvias razones. Majo entrelazaba sus manos con impaciencia, además no dejaba de sentir ese sabor amargo que las palabras de Sebastián dejaron en su corazón, y no porque aún lo amara, sino que era duro para ella conocer la verdadera identidad del hombre con el cual tuvo una relación de diez años, y estuvo a un paso de cometer el peor error de su vida, y que era casarse con él. —¿Qué te ocurre? —preguntó Salvador, la conocía bien, podría estar embarazada, sentirse cansada, sin embargo, era imparable a pesar de los malestares, pero esa tarde estaba quieta, sentada en un mueble contemplando el paisaje exterior.Majo soltó un suspiro. —Cuando empecé esta carrera, y tuve casos de maltrato familiar, me sorprendía que en ocasiones tenía como víctimas a mujeres profesionales, claro no pienses que creo que porque una mujer es pr
—Tranquilo —susurró Paula—, no sacas nada con los golpes. —Es verdad, más le dolerá perder todo lo que construyó en base a engaños y mentiras, su imagen quedará por el piso, y deberá pasar muchos años en prisión —avisó Majo, miró a todos con seriedad y firmeza. —Como diría Dafne, refúndelo en prisión tía Majo —solicitó Luciana. Majo sonrió, y todos hicieron igual, así se aligeró el mal momento que pasaban. —Bueno ya hemos hablado acerca de lo que hizo Sáenz, pero desconocemos acerca de la relación que tienen ustedes dos —habló el señor Duque, y se puso de pie—, y no crea doctor Arismendi que he venido a preguntarle sobre sus intenciones con mi hija, pues son notorias, además usted no es un chiquillo, y Majo es mayor de edad. —Así es señor Duque, sin embargo, le diré que mis intenciones son serias, yo no pienso hacerle perder a Majo, diez años más, además yo la amo en verdad —declaró en delante de todos—, quizás les parezca una locura, pero el amor nos llegó de una forma imprevist
Al día siguiente cuando Majo abrió sus ojos, miró que el lado izquierdo de su cama estaba vacío, pensó que Salvador estaba en el baño, pero no escuchó el ruido de la ducha, se incorporó con calma, pues en las mañanas solía marearse y tener náuseas. Entonces encontró un papel en su mesa de noche. «Tuve que salir a hacer algo importante, no tardo, no olvides tomar las vitaminas, te amo»Majo se quedó pensativa, sabía que si era algo importante se trataba de Araujo o Sebastián.«Ojalá no cometas una locura» imploró en su mente. De pronto escuchó que alguien tocó a su puerta. —Adelante.Piedad entró con la bandeja con el desayuno, tal como lo había ordenado Salvador. —Señora Majo, el patrón dejó indicando que a esta hora viniera con sus alimentos, y le recordara las vitaminas que debe tomar. Majo sonrió porque sabía que Salvador estaba muy pendiente de ella. —Gracias, ¿sabes a donde fue?La empleada negó con la cabeza. —Él jamás dice a dónde va, ni habla de sus asuntos. —Lo sé —r
Salvador perdió la poca paciencia que le quedaba, se puso de pie y antes de que los escoltas del ministro lo pudieran atrapar se metió al despacho del ministro. —Tenemos que hablar —dijo con rapidez, porque los escoltas lo agarraron por ambos brazos para sacarlo. El ministro frunció el ceño, les ordenó a los guardias soltar a Arismendi. —Doctor, esa no es la manera de entrar a mi oficina —recriminó. —¿Qué desea?—Quiero ser el abogado que mande a prisión a Araujo —expresó con firmeza y la mirada seria. —Sabes bien que eso no es posible Salvador, estaríamos incurriendo en un conflicto de intereses, lo más correcto es que busques un abogado penalista, en tu bufete hay muy buenos, tú los puedes asesorar. —¿No comprendes? ¡Quiero ser yo el que lo refunda en la cárcel!—Entonces no lo podrás acusar, tendrás que representar a las personas que lo acusen y en este caso es imposible, eres la parte acusadora. —¡M@ldición! —rugió, salió de la oficina del ministro como alma que lleva el dia