"La vida no es fácil, pero vale la pena vivirla" No sé quién es el creador de esta frase, la escuché de labios de la señora Iluminada Calderón Capella en un video, abuelita de mi querida amiga y lectora fiel: Sandra Romero de Barranquilla, quién lamentablemente falleció, y le dedico este capítulo en memoria de la señora Iluminada. Qué Dios la tenga en su santa gloria. Un abrazo para ti Sandra.
Salvador se comunicó con su equipo de abogados, solicitó que no permitieran por nada del mundo que Araujo, y Sáenz salieran con fianza, los delitos que tenían encima no daban derecho a eso, pero en ocasiones la justicia era ciega. Así que los abogados de inmediato empezaron a trabajar en eso. Era tarde y Majo, se sentía cansada, así que Salvador insistió en que fuera a dormir, ella no puso objeción, sin embargo antes de irse a descansar requería hacer dos cosas importantes, la una era hablar con sus padres, y la otra con él. —Necesito hablar contigo, es algo importante. —Se aclaró la garganta, lo miró a los ojos. —¿Qué sucede? —preguntó Salvador, se sentó junto a ella. —¿Recuerdas que me pediste no hacerme cargo del caso de Sebastian? Salvador asintió, su mirada se volvió oscura y sus ojos se centraron en Majo. —Así es. —Lo estuve pensando mejor, y en verdad quiero ser yo la que lo envíe a prisión, por favor —suplicó—, él sabía que ese infeliz de Araujo trabajaba con el h
—¡Me encanta! —exclamó Majo y lo abrazó. Entonces la llevó de la mano a la segunda planta a conocer las habitaciones. —Puedes hacer los cambios que desees, no hay problema —dijo Salvador. Majo miró la cómoda terraza, ahí había una silla colgante de las que a ella le fascinaba para sentarse a leer, además había una mesa para contemplar el atardecer con una buena taza de café. —Está perfecta —dijo Majo, sonrió, y luego recordó que debían hacer importante, sintió un estremecimiento en todo el cuerpo, de inmediato entró a ducharse en la enorme cabina del baño, y cuando salió se colocó su mejor vestido, sus altos tacones, se vistió como cuando tenía un juicio importante, agarró su cabello en un moño, se maquilló cubriendo su palidez y las ojeras, aunque iba recuperando ya el apetito. —¿Lista? —preguntó Salvador, la miró de pies a cabeza estaba preciosa, muy elegante, distinguida, como cuando la conoció y lo dejó sin aliento, ella tenía esa capacidad sobre él. —Solo agarro mi po
Más tarde en casa de Majo y Salvador ambos esperaban la llegada de los padres de ella, a más de sus hermanos, claro Malú y su esposo no se encontraban en el país por obvias razones. Majo entrelazaba sus manos con impaciencia, además no dejaba de sentir ese sabor amargo que las palabras de Sebastián dejaron en su corazón, y no porque aún lo amara, sino que era duro para ella conocer la verdadera identidad del hombre con el cual tuvo una relación de diez años, y estuvo a un paso de cometer el peor error de su vida, y que era casarse con él. —¿Qué te ocurre? —preguntó Salvador, la conocía bien, podría estar embarazada, sentirse cansada, sin embargo, era imparable a pesar de los malestares, pero esa tarde estaba quieta, sentada en un mueble contemplando el paisaje exterior.Majo soltó un suspiro. —Cuando empecé esta carrera, y tuve casos de maltrato familiar, me sorprendía que en ocasiones tenía como víctimas a mujeres profesionales, claro no pienses que creo que porque una mujer es pr
—Tranquilo —susurró Paula—, no sacas nada con los golpes. —Es verdad, más le dolerá perder todo lo que construyó en base a engaños y mentiras, su imagen quedará por el piso, y deberá pasar muchos años en prisión —avisó Majo, miró a todos con seriedad y firmeza. —Como diría Dafne, refúndelo en prisión tía Majo —solicitó Luciana. Majo sonrió, y todos hicieron igual, así se aligeró el mal momento que pasaban. —Bueno ya hemos hablado acerca de lo que hizo Sáenz, pero desconocemos acerca de la relación que tienen ustedes dos —habló el señor Duque, y se puso de pie—, y no crea doctor Arismendi que he venido a preguntarle sobre sus intenciones con mi hija, pues son notorias, además usted no es un chiquillo, y Majo es mayor de edad. —Así es señor Duque, sin embargo, le diré que mis intenciones son serias, yo no pienso hacerle perder a Majo, diez años más, además yo la amo en verdad —declaró en delante de todos—, quizás les parezca una locura, pero el amor nos llegó de una forma imprevist
Al día siguiente cuando Majo abrió sus ojos, miró que el lado izquierdo de su cama estaba vacío, pensó que Salvador estaba en el baño, pero no escuchó el ruido de la ducha, se incorporó con calma, pues en las mañanas solía marearse y tener náuseas. Entonces encontró un papel en su mesa de noche. «Tuve que salir a hacer algo importante, no tardo, no olvides tomar las vitaminas, te amo»Majo se quedó pensativa, sabía que si era algo importante se trataba de Araujo o Sebastián.«Ojalá no cometas una locura» imploró en su mente. De pronto escuchó que alguien tocó a su puerta. —Adelante.Piedad entró con la bandeja con el desayuno, tal como lo había ordenado Salvador. —Señora Majo, el patrón dejó indicando que a esta hora viniera con sus alimentos, y le recordara las vitaminas que debe tomar. Majo sonrió porque sabía que Salvador estaba muy pendiente de ella. —Gracias, ¿sabes a donde fue?La empleada negó con la cabeza. —Él jamás dice a dónde va, ni habla de sus asuntos. —Lo sé —r
Salvador perdió la poca paciencia que le quedaba, se puso de pie y antes de que los escoltas del ministro lo pudieran atrapar se metió al despacho del ministro. —Tenemos que hablar —dijo con rapidez, porque los escoltas lo agarraron por ambos brazos para sacarlo. El ministro frunció el ceño, les ordenó a los guardias soltar a Arismendi. —Doctor, esa no es la manera de entrar a mi oficina —recriminó. —¿Qué desea?—Quiero ser el abogado que mande a prisión a Araujo —expresó con firmeza y la mirada seria. —Sabes bien que eso no es posible Salvador, estaríamos incurriendo en un conflicto de intereses, lo más correcto es que busques un abogado penalista, en tu bufete hay muy buenos, tú los puedes asesorar. —¿No comprendes? ¡Quiero ser yo el que lo refunda en la cárcel!—Entonces no lo podrás acusar, tendrás que representar a las personas que lo acusen y en este caso es imposible, eres la parte acusadora. —¡M@ldición! —rugió, salió de la oficina del ministro como alma que lleva el dia
Salvador alzó ambas cejas, la miró a los ojos, no quería que se arriesgara, pero ya estaban metidos en eso desde hacía mucho tiempo, y sabía que ella no iba a desistir, exhaló un largo suspiro, se quedó en silencio por varios minutos. —No estoy muy de acuerdo —comentó, la miró a los ojos—, pero es la única oportunidad que tenemos para refundirlos en prisión, sin embargo, al primer indicio de que nuestro bebé corra peligro abandonarás el caso. —Colocó su mano en el vientre de ella. —¿Tenemos un trato?Majo alzó su mano como señal de juramento. —¡Estoy de acuerdo! —Bien —contestó Salvador, enseguida la abrazó, y luego la besó, el beso fue largo, intenso, requería del sabor de sus labios para calmar su ansiedad. —¿Tienes hambre? —preguntó. Majo carcajeó. —Sí, bastante, y veo que se están contagiando mis síntomas, eso es bueno, así engordaremos juntos —Sonrió. —Ah no, yo hago mucho ejercicio —rebatió él. Majo lo observó con absoluta frialdad. —Bien, entonces cuando te ponga una se
Al día siguiente se llevó a cabo la primera audiencia para la formulación de cargos, se hallaban presentes en la sala el fiscal de turno, María Joaquina llegó acompañada de Salvador, ambos lucían impecables trajes de diseñador.Habían esquivado a la prensa, que desde tempranas horas se hallaban afuera del edificio. —¿Te sientes bien? —le preguntó Salvador a ella, cuando ocuparon sus lugares. —Un poco nerviosa, pero todo en orden, tranquilo, sé hacer mi trabajo, no te preocupes. —Sonrió, y le acarició la mejilla. Salvador contuvo las ganas de besarla, pero no podían ponerse en evidencia, unos minutos más tarde apareció Araujo, escoltado por dos policías, miró a Salvador y él le devolvió el gesto, ambos hombres se desafiaron con los ojos. Entonces el juez apareció, y leyó el acta.—Tiene la palabra la parte acusadora —ordenó.Majo bebió un sorbo de agua, se puso de pie, miró a Araujo con seriedad. —Antes de interrogar al acusado quiero presentar a varios testigos —expresó—, voy a i