—Tranquilo —susurró Paula—, no sacas nada con los golpes. —Es verdad, más le dolerá perder todo lo que construyó en base a engaños y mentiras, su imagen quedará por el piso, y deberá pasar muchos años en prisión —avisó Majo, miró a todos con seriedad y firmeza. —Como diría Dafne, refúndelo en prisión tía Majo —solicitó Luciana. Majo sonrió, y todos hicieron igual, así se aligeró el mal momento que pasaban. —Bueno ya hemos hablado acerca de lo que hizo Sáenz, pero desconocemos acerca de la relación que tienen ustedes dos —habló el señor Duque, y se puso de pie—, y no crea doctor Arismendi que he venido a preguntarle sobre sus intenciones con mi hija, pues son notorias, además usted no es un chiquillo, y Majo es mayor de edad. —Así es señor Duque, sin embargo, le diré que mis intenciones son serias, yo no pienso hacerle perder a Majo, diez años más, además yo la amo en verdad —declaró en delante de todos—, quizás les parezca una locura, pero el amor nos llegó de una forma imprevist
Al día siguiente cuando Majo abrió sus ojos, miró que el lado izquierdo de su cama estaba vacío, pensó que Salvador estaba en el baño, pero no escuchó el ruido de la ducha, se incorporó con calma, pues en las mañanas solía marearse y tener náuseas. Entonces encontró un papel en su mesa de noche. «Tuve que salir a hacer algo importante, no tardo, no olvides tomar las vitaminas, te amo»Majo se quedó pensativa, sabía que si era algo importante se trataba de Araujo o Sebastián.«Ojalá no cometas una locura» imploró en su mente. De pronto escuchó que alguien tocó a su puerta. —Adelante.Piedad entró con la bandeja con el desayuno, tal como lo había ordenado Salvador. —Señora Majo, el patrón dejó indicando que a esta hora viniera con sus alimentos, y le recordara las vitaminas que debe tomar. Majo sonrió porque sabía que Salvador estaba muy pendiente de ella. —Gracias, ¿sabes a donde fue?La empleada negó con la cabeza. —Él jamás dice a dónde va, ni habla de sus asuntos. —Lo sé —r
Salvador perdió la poca paciencia que le quedaba, se puso de pie y antes de que los escoltas del ministro lo pudieran atrapar se metió al despacho del ministro. —Tenemos que hablar —dijo con rapidez, porque los escoltas lo agarraron por ambos brazos para sacarlo. El ministro frunció el ceño, les ordenó a los guardias soltar a Arismendi. —Doctor, esa no es la manera de entrar a mi oficina —recriminó. —¿Qué desea?—Quiero ser el abogado que mande a prisión a Araujo —expresó con firmeza y la mirada seria. —Sabes bien que eso no es posible Salvador, estaríamos incurriendo en un conflicto de intereses, lo más correcto es que busques un abogado penalista, en tu bufete hay muy buenos, tú los puedes asesorar. —¿No comprendes? ¡Quiero ser yo el que lo refunda en la cárcel!—Entonces no lo podrás acusar, tendrás que representar a las personas que lo acusen y en este caso es imposible, eres la parte acusadora. —¡M@ldición! —rugió, salió de la oficina del ministro como alma que lleva el dia
Salvador alzó ambas cejas, la miró a los ojos, no quería que se arriesgara, pero ya estaban metidos en eso desde hacía mucho tiempo, y sabía que ella no iba a desistir, exhaló un largo suspiro, se quedó en silencio por varios minutos. —No estoy muy de acuerdo —comentó, la miró a los ojos—, pero es la única oportunidad que tenemos para refundirlos en prisión, sin embargo, al primer indicio de que nuestro bebé corra peligro abandonarás el caso. —Colocó su mano en el vientre de ella. —¿Tenemos un trato?Majo alzó su mano como señal de juramento. —¡Estoy de acuerdo! —Bien —contestó Salvador, enseguida la abrazó, y luego la besó, el beso fue largo, intenso, requería del sabor de sus labios para calmar su ansiedad. —¿Tienes hambre? —preguntó. Majo carcajeó. —Sí, bastante, y veo que se están contagiando mis síntomas, eso es bueno, así engordaremos juntos —Sonrió. —Ah no, yo hago mucho ejercicio —rebatió él. Majo lo observó con absoluta frialdad. —Bien, entonces cuando te ponga una se
Al día siguiente se llevó a cabo la primera audiencia para la formulación de cargos, se hallaban presentes en la sala el fiscal de turno, María Joaquina llegó acompañada de Salvador, ambos lucían impecables trajes de diseñador.Habían esquivado a la prensa, que desde tempranas horas se hallaban afuera del edificio. —¿Te sientes bien? —le preguntó Salvador a ella, cuando ocuparon sus lugares. —Un poco nerviosa, pero todo en orden, tranquilo, sé hacer mi trabajo, no te preocupes. —Sonrió, y le acarició la mejilla. Salvador contuvo las ganas de besarla, pero no podían ponerse en evidencia, unos minutos más tarde apareció Araujo, escoltado por dos policías, miró a Salvador y él le devolvió el gesto, ambos hombres se desafiaron con los ojos. Entonces el juez apareció, y leyó el acta.—Tiene la palabra la parte acusadora —ordenó.Majo bebió un sorbo de agua, se puso de pie, miró a Araujo con seriedad. —Antes de interrogar al acusado quiero presentar a varios testigos —expresó—, voy a i
Salvador parpadeó, giró y miró a aquella mujer a la que tanto había buscado, la pieza clave de todo era ella, y de pronto sus ojos se clavaron en Brenda, estaba sentada entre la audiencia, lo había conseguido, había dado con el testigo principal. —Gracias —susurró. Aunque sabía que el mérito no era solo de ella, sino también de Majo, inhaló profundo, con la presencia de esa dama, Araujo estaba perdido. Los tacones de aquella dama sonaron sobre la duela del juzgado, llegó luciendo un vestido rojo de lentejuelas, una bufanda de plumas, tal como solía vestirse cuando era la madame de los burdeles, su cabello estaba pintado de un rojo vibrante, su maquillaje era muy escandaloso. Antes de pasar al estrado miró con despreció a Araujo y luego esbozó una amplia sonrisa. —Hola cariño. —Silencio —ordenó el juez. Araujo bebió con rapidez agua, sintió que se ahogaba, al darse cuenta que era ella: Aura María. Luciana volvió a su lugar y enseguida la señora González ocupó su silla. —Te
—Yo tengo que hablar unas cosas con el juez, los dejo solos —dijo Majo, le dio una palmada en el hombro a Salvador. Él se aseguró que Facundo fuera con ella, aún no se podía cantar victoria, entonces dirigió sus ojos a Brenda. —Estoy bien, gracias por preguntar, hicimos justicia. —La voz se le notaba entrecortada. —Tu hermana merecía que el culpable pagara lo que hizo —aseguró Brenda y se reflejó en los ojos de Salvador. Salvador ya no la observó con hostilidad, sino por el contrario, con agradecimiento. —Te arriesgaste mucho, no sé cómo pagarte. —Siendo feliz —respondió ella—. Lamento lo del video, quería alejarte de ella, pero luego entendí que te habías enamorado de María Joaquina, y cuando me buscó para pedirme ayuda comprendí que ella también estaba enamorada de ti, se arriesgó mucho, además no le importó que hablaran mal de ella, se jugó todo por ti. Salvador inhaló una gran bocanada de aire, contempló con ternura a Brenda. —Lamento no haber correspondido a tu amor, sabe
Entonces Salvador sacó de su impecable saco un estuche de terciopelo y lo abrió frente a los ojos de Majo. Ella separó los labios, el diamante deslumbró su vista, parpadeó un par de veces, la argolla era en oro blanco, la piedra tenía forma de estrella, y estaba rodeada de varios circones pequeños alrededor. En ese momento la letra de la melodía decía:«Oye esta canción que lleva: Alma, corazón y vida, esas tres cositas nada más te doy…»—Te ofrezco mi alma, mi corazón y mi vida a cambio de ser mi esposa —expresó él, la miró a los ojos, hacía mucho tiempo que no sentía un hormigueo en el cuerpo, como señal de nerviosismo. El ritmo cardíaco le latía desenfrenado. —¿Sin derecho a devolución? —preguntó ella, esbozó una amplia sonrisa, los ojos le brillaban. Salvador no pudo evitar reír, y soltó el aire que contenía. —A cambio que me concedas lo mismo. —No es justo, yo te daré algo muy valioso que compensa lo que tú me estás ofreciendo. —Volvió a sonreír, y colocó la mano de él en s