¿Quién votó por un bebé? Leo sus comentarios.
Sebastián se encontraba en su oficina, revisaba las estadísticas de las últimas encuestas de la campaña, resopló al ver que la curva marcaba hacia abajo. —¡No puede ser! —gruñó, y resopló con molestia, entonces pensó en Malú, y lo lejos que estaban—, creo que te haré una visita. Terminó de decir esa frase cuando escuchó gritos afuera, se habían confiado demasiado y Majo desde la clandestinidad había movido las piezas a su favor, y las pruebas que le envió su hermana fueron contundentes. Y de pronto la puerta de la oficina del importante político se fue al piso, y varios policías ingresaron. —Doctor Sebastián Sáenz queda detenido por peculado y enriquecimiento ilícito. —Lo esposaron sin que él pusiera resistencia—, tiene derecho a guardar silencio y todo lo que diga será usado en su contra. —Soy inocente —gritó—, esto es una arbitrariedad, llama a mis abogados —solicitó a su asistente antes que lo metieran al elevador, entonces recordó que su defensora era Majo, y el bufete para el
El pecho de Salvador empezó a subir y bajar agitado: “Una familia” aquellas dos palabras calaron en el fondo de su alma, y fue en ese momento que su mente se aclaró, todo había sido tan precipitado a su regreso, que ni tiempo tuvo de procesar todo lo ocurrido y en especial que sería papá, entonces entendió que, ya no podía pensar solo en él, en su deseo de justicia, sino en ese pequeño ser que se anidaba en el vientre de la mujer que le robó el corazón, y que desde que la conoció algo en él cambió, la mirada se le suavizó. Majo lo observó con atención, él siempre se mostró como un hombre que tenía el poder de controlarlo todo, su mirada era en ocasiones pétrea, diabólica, siniestra, sin embargo, ella pudo traspasar esas barreras, y no lo hizo precisamente siendo la damisela en peligro, al contrario, lo hizo enfrentar a su pasado, a sus temores, a sus enemigos, sin embargo, la bomba estaba por estallar. —Una vida juntos es lo que más anhelo a tu lado —confesó Salvador—, jamás pensé e
María Joaquina abrió la puerta de aquella habitación de la clínica, asomó su cabeza, miró que no hubiera nadie, se acomodó la ropa. —Ya podemos salir —avisó a Salvador, luego de haber tenido un encuentro apasionado en aquella alcoba. Ella salió primero, y luego él lo hizo después. —¡Estás loca! —susurró él. Majo soltó una carcajada. —Acostúmbrate cariño, a todos los Duque nos falta un tornillo, es una falla de nacimiento —bromeó—, además no pusiste objeción, y lo disfrutaste. —Sonrió y le guiñó un ojo. Salvador no pudo evitar mostrar esa sonrisa llena de satisfacción en sus labios, no refutó, claro que había disfrutado de ese encuentro tan apasionado. Y así camuflados como si fueran dos fugitivos subieron a la camioneta blindada, compraron las medicinas, y luego fueron llevados a donde los esperaba la avioneta. **** En una de las salas de la fiscalía, se leían los cargos en contra de Sebastián Sáenz, sus padres le habían conseguido un buen equipo de abogados, el fisca
Salvador soltó un resoplido, entonces miraron las noticias, querían saber que había ocurrido con Sebastián. —Qué tipo tan cobarde —gruñó Salvador cuando escuchó que se declaraba inocente—, actuó por amenazas, y por qué no renunció, no, se dejó comprar —musitó apretando los puños—, pero falta la estocada final, él sabía lo de mi hermana, fue cómplice y lo pagará caro. Majo se quedó mirando a la pantalla, no dijo nada, aún era duro para ella darse cuenta de la clase de hombre con el cual iba a compartir su vida, aquel que creyó honorable, intachable, estaba enlodado, con mentiras y engaños. —Es increíble como la vida te cambia de un momento a otro y en ocasiones se te cae la venda de los ojos —musitó y soltó un suspiro. Salvador se aproximó a ella, la llevó a sentarse en un cómodo sofá. —A veces toca caer para aprender, lamento tanto que perdieras diez años de tu vida al lado de un hombre que no te valoró. —Besó el dorso de su mano. Majo lo miró con ternura. —Sí habría enco
Salvador se comunicó con su equipo de abogados, solicitó que no permitieran por nada del mundo que Araujo, y Sáenz salieran con fianza, los delitos que tenían encima no daban derecho a eso, pero en ocasiones la justicia era ciega. Así que los abogados de inmediato empezaron a trabajar en eso. Era tarde y Majo, se sentía cansada, así que Salvador insistió en que fuera a dormir, ella no puso objeción, sin embargo antes de irse a descansar requería hacer dos cosas importantes, la una era hablar con sus padres, y la otra con él. —Necesito hablar contigo, es algo importante. —Se aclaró la garganta, lo miró a los ojos. —¿Qué sucede? —preguntó Salvador, se sentó junto a ella. —¿Recuerdas que me pediste no hacerme cargo del caso de Sebastian? Salvador asintió, su mirada se volvió oscura y sus ojos se centraron en Majo. —Así es. —Lo estuve pensando mejor, y en verdad quiero ser yo la que lo envíe a prisión, por favor —suplicó—, él sabía que ese infeliz de Araujo trabajaba con el h
—¡Me encanta! —exclamó Majo y lo abrazó. Entonces la llevó de la mano a la segunda planta a conocer las habitaciones. —Puedes hacer los cambios que desees, no hay problema —dijo Salvador. Majo miró la cómoda terraza, ahí había una silla colgante de las que a ella le fascinaba para sentarse a leer, además había una mesa para contemplar el atardecer con una buena taza de café. —Está perfecta —dijo Majo, sonrió, y luego recordó que debían hacer importante, sintió un estremecimiento en todo el cuerpo, de inmediato entró a ducharse en la enorme cabina del baño, y cuando salió se colocó su mejor vestido, sus altos tacones, se vistió como cuando tenía un juicio importante, agarró su cabello en un moño, se maquilló cubriendo su palidez y las ojeras, aunque iba recuperando ya el apetito. —¿Lista? —preguntó Salvador, la miró de pies a cabeza estaba preciosa, muy elegante, distinguida, como cuando la conoció y lo dejó sin aliento, ella tenía esa capacidad sobre él. —Solo agarro mi po
Más tarde en casa de Majo y Salvador ambos esperaban la llegada de los padres de ella, a más de sus hermanos, claro Malú y su esposo no se encontraban en el país por obvias razones. Majo entrelazaba sus manos con impaciencia, además no dejaba de sentir ese sabor amargo que las palabras de Sebastián dejaron en su corazón, y no porque aún lo amara, sino que era duro para ella conocer la verdadera identidad del hombre con el cual tuvo una relación de diez años, y estuvo a un paso de cometer el peor error de su vida, y que era casarse con él. —¿Qué te ocurre? —preguntó Salvador, la conocía bien, podría estar embarazada, sentirse cansada, sin embargo, era imparable a pesar de los malestares, pero esa tarde estaba quieta, sentada en un mueble contemplando el paisaje exterior.Majo soltó un suspiro. —Cuando empecé esta carrera, y tuve casos de maltrato familiar, me sorprendía que en ocasiones tenía como víctimas a mujeres profesionales, claro no pienses que creo que porque una mujer es pr
—Tranquilo —susurró Paula—, no sacas nada con los golpes. —Es verdad, más le dolerá perder todo lo que construyó en base a engaños y mentiras, su imagen quedará por el piso, y deberá pasar muchos años en prisión —avisó Majo, miró a todos con seriedad y firmeza. —Como diría Dafne, refúndelo en prisión tía Majo —solicitó Luciana. Majo sonrió, y todos hicieron igual, así se aligeró el mal momento que pasaban. —Bueno ya hemos hablado acerca de lo que hizo Sáenz, pero desconocemos acerca de la relación que tienen ustedes dos —habló el señor Duque, y se puso de pie—, y no crea doctor Arismendi que he venido a preguntarle sobre sus intenciones con mi hija, pues son notorias, además usted no es un chiquillo, y Majo es mayor de edad. —Así es señor Duque, sin embargo, le diré que mis intenciones son serias, yo no pienso hacerle perder a Majo, diez años más, además yo la amo en verdad —declaró en delante de todos—, quizás les parezca una locura, pero el amor nos llegó de una forma imprevist