02. Novia fugitiva

━═ Maya ═━

Nuestros pasos hacen eco en los pasillos de la iglesia y cuando voltea a mirarme, puedo observar con mayor detalle lo guapo y joven que es. Su espalda es ancha y es bastante alto, ya que a pesar de mis tacones, debo mirarlo hacia arriba. Su cabello es castaño y unos mechones ondulados caen desenfadados sobre su frente. Salimos por una angosta puerta que da a un callejón, donde un taxi nos espera con el motor encendido.

Mi desconocido acompañante, me abre la puerta, ayudándome a subir y la cierra una vez dentro. Rodea el vehículo y aborda conmigo.

—¡Qué emocionante! ¿No me digan que es una novia fugitiva? —pregunta el taxista emocionado.

—Algo así… —responde el desconocido.

—Siempre quise hacer algo así, ya saben: “siga a ese vehículo”, o como ahora, llevándolos a ustedes —dice el taxista sonriente, observándonos con curiosidad—. Bueno, ¿dónde los llevo? —cuestiona, con una amplia sonrisa, sin dejar de mirar a mi acompañante y a mí.

—Al aeropuerto —pido.

El taxi se pone en marcha y se incorpora a toda velocidad en la avenida, dejando todo el caos de la boda fallida atrás. En un acto reflejo volteo a ver la iglesia y a la gente aglomerada a la salida, seguramente preguntándose dónde se metieron los novios.

Al acomodarme en el asiento, nuestras miradas se encuentran por primera vez y no puedo negar que me transmite paz y tranquilidad. Tiene una sonrisa amable y risueña que me hace sonreír. Extiende su mano a modo de saludo.

—Joshua Evans. —Se presenta. Acepto su mano y su contacto me eriza la piel, como si me hubiese dado la corriente.

—Maya Stirling —contesto, de igual forma—. Gracias por ayudarme, Joshua. No tienes idea lo mucho que has hecho por mí.

—No hay nada que agradecer, Maya. Es lo mínimo que podía hacer después de… —Se queda callado y sonríe—. Lo volvería a hacer, si fuera necesario. —Me guiña un ojo y se vuelve a mirar por la ventana, pensativo.

Me sumerjo una vez más en mis pensamientos, reflexionando sobre las decisiones que tomaré a partir de ahora. Ya había devuelto las llaves del piso que solía llamar hogar, y la mayoría de mis pertenencias ahora ocupan espacio en el apartamento que compartiría con Justin, al menos hasta que encontráramos un lugar definitivo donde iniciaríamos una vida juntos. Una maleta sencilla permanece en el cuarto del hotel, destinada a ser nuestro refugio durante la noche de bodas al acabar la recepción, y antes de emprender nuestro viaje de luna de miel al día siguiente. Las lágrimas persisten, sin dar tregua, mientras luchó por poner en orden mis emociones.

«¿Cómo es posible que no me percatara de los sentimientos de Justin hacia Sunmi? ¿Podría ser que ella también sienta algo por él, y por eso no estuvo presente en la boda? Si es así, ¿cómo pudo ayudarme con toda la preparación para el gran día, incluyendo la elección del vestido...? ¡Dios...! Debe haber sido terrible para ella». Las preguntas se agolpaban en mi cabeza mientras intentaba conectar las piezas o recordar si pasé por alto alguna señal, pero no encontraba nada.

Empecé a retroceder en el tiempo, y los recuerdos comenzaron a resurgir. Aquel día en la gala del MoMA los vi a ambos muy sonrientes, pero nada parecía fuera de lo común. Sunmi se retiró apenas nos reunimos al término de la gala, mientras que Justin y yo nos quedamos para presentarlo a las personas de la revista y algunas figuras del jet setnacional. Durante ese encuentro, demostró ser un caballero y se mostró tan simpático como siempre.

«¿Serán sus sentimientos por Sunmi la razón por la cual rechazó mis sutiles insinuaciones en Año Nuevo?». La verdad es que había estado contemplando dar ese paso con Justin desde hace tiempo. No me satisfacía que la conexión que compartíamos se limitara únicamente a la compañía superficial. «¿Qué habría sucedido si la conexión sexual no hubiera sido tan buena? Tal vez habría resultado en un fracaso o hubiese terminado en un matrimonio basado en mentiras, en el que solo éramos un par de buenos amigos jugando a la familia feliz frente a nuestros seres queridos y amigos». Bufo y niego, mientras mi cabeza continúa dando vueltas ante lo inesperado de la situación con Justin.

«¿Qué debo hacer con respecto a mi abuelo? ¿Cómo podré explicar la situación con Justin, si ni siquiera yo lo tengo claro del todo?». No quería empeorar las cosas con mi familia. Conocía la capacidad de mi abuelo para tomar medidas drásticas si Justin quedaba en una posición comprometida, y enamorarse de Sunmi, al menos quiero creer, no era algo que él hubiese omitido intencionalmente. Aunque no lo conocía a fondo, siempre me dio la impresión de ser un hombre directo, que no da rodeos. Por lo tanto, dudo que haya esperado hasta el último minuto para comunicar algo tan importante.

«¿Qué pasará conmigo? ¿Mi abuelo me obligará a casarme con ese hombre, con el que me ha presionado desde el inicio?». Las lágrimas no dejan de deslizarse por mis mejillas, sin encontrar respuesta a todas mis interrogantes. Lo mejor que podía hacer era tomarme unos días y pensar bien cómo proceder. No quiero pensar en soluciones ahora, mientras me siento tan conmocionada por todo.

La mano de mi acompañante roza la mía y al alzar la mirada me encuentro con esos ojos cálidos que me transmiten paz y tranquilidad. Se ve preocupado y, aunque no sé quién sea ni de dónde apareció, agradezco su compañía en estos momentos. Intento sonreírle, pero creo que más me sale una mueca.

El recorrido en el taxi se me pasa tan rápido como un borrón, y cuando llegamos al aeropuerto, es Joshua quien le paga al taxista y me ayuda a bajar. Todo el mundo nos observa con curiosidad, y por supuesto, no pasaríamos desapercibidos ni aunque quisiéramos.

—Joshua, agradezco enormemente lo que has hecho por mí —digo, observando a nuestro alrededor—. Gracias por acompañarme hasta aquí, pero no es necesario que vengas conmigo…

—Iré contigo —rebate decidido. Sin ganas de discutir, asiento e ingresamos al aeropuerto, volviéndonos el foco de atención para todos quienes circulan por este lugar.

Joshua camina a mi lado con su mano en mi espalda baja, guiando mis pasos. Por alguna razón que desconozco, ese contacto me hace sentir más segura; así que, con pasos seguros, nos dirigimos hacia el mesón de atención. Espero tener suerte, al menos con esto.

—Señorita, buenas tardes. —Saludo a la agente que nos mira con curiosidad. Supongo que no es algo de todos los días ver una novia comprando un pasaje de avión—. Necesito un boleto para el primer vuelo nacional que tenga disponible. —La mujer y Joshua me miran con los ojos como platos, mientras presiono haciendo sonar las uñas sobre el mesón.

—Buenas tardes… Hmm… —Se aclara la garganta—. Buscaré disponibilidad —menciona y se pone a digitar rápidamente en el computador—. ¿Sin importar el destino? —indaga.

—El primer vuelo disponible, sin importar donde sea —replico.

—¿Para los dos? —pregunta, mirando de Joshua hacia mí y niego.

—Sí, para los dos —contesta él con seguridad. Volteo a mirarlo, aturdida por su respuesta.

—Joshua, no es nece… —sisea, callándome.

—No puedo dejarte ir sola a donde sea que vayas, Maya —explica—. No me sentiría bien conmigo mismo —insiste. Suelto una bocanada de aire y me encojo de hombros, aceptando su compañía.

—Están de suerte —dice sonriente—. En menos de treinta minutos sale un vuelo hacia Las Vegas, Nevada —agrega la mujer, mirándonos con un gran signo de interrogación en el rostro—. ¿Les parece bien?

—Nos parece perfecto —respondo y le entrego mi tarjeta para pagar ambos pasajes. Cuando Joshua saca la suya le empujo sutilmente la mano y niego—. Si vas a venir conmigo, lo mínimo que puedo hacer es pagar ambos pasajes —susurro para que solo él me escuche.

Aunque con cierta reticencia, asiente en mi dirección. Mientras la agente, sin hacer preguntas, hace el recargo y me entrega la máquina para hacer la venta.

—Su vuelo es el seiscientos tres, en el terminal dos. Ya deben estar abordando, para que se den prisa. Que tengan un feliz vuelo —dijo la mujer, con una sonrisa.

—Gracias —contestamos a la vez. Poniéndonos en marcha hacia la terminal indicada.

Caminamos a prisa, a medida que nos abrimos paso entre la bulliciosa multitud del aeropuerto. A nuestro alrededor, las miradas curiosas de otros pasajeros y turistas se detienen momentáneamente, quizás intrigados por lo inusual que es ver unos novios buscando su vuelo, y la urgencia que reflejan nuestras acciones. Aunque algunos se detienen brevemente para observarnos, nuestra atención está completamente centrada en llegar a la terminal a tiempo.

Entre el murmullo constante del aeropuerto, una voz en los parlantes interrumpe nuestro apresurado trayecto."American Airlines anuncia su última llamada del vuelo seiscientos tres, con servicio directo al Aeropuerto Internacional McCarran. Embarque por la puerta dos", resuena a través de los altavoces, acentuando la urgencia en nuestro paso.

—¡Ese es nuestro vuelo! ¡Vamos! —exclama Joshua, mientras toma mi mano y acelera el ritmo, apurando el paso hacia el lugar donde al fin podré respirar aliviada después de este alborotado y caótico día.

Mis pensamientos se vuelven hacia Joshua, el desconocido que se cruzó en mi camino. «¿Quién es él realmente? ¿Y por qué ha decidido acompañarme en esta fuga improvisada?». A medida que nos acercamos a la puerta de embarque, una pregunta se cierne sobre nosotros como una sombra: «¿Qué destino nos aguarda en este viaje?».

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