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03. Confesiones entre las nubes

━═ Joshua ═━

Jadeantes, alcanzamos la puerta de abordaje justo a tiempo para escuchar el llamado final del vuelo seiscientos tres hacia Las Vegas. Las luces parpadean sobre la entrada, y la aeromoza nos recibe con una sonrisa profesional. Nos dirige a nuestros asientos, donde los ojos curiosos de los pasajeros se posan sobre nosotros.

Un aplauso irrumpe en la cabina, cuando la gente asume que somos una pareja a punto de casarse en Las Vegas, o dispuesta a festejar ahí nuestra luna de miel. Maya sonríe incómoda, y yo le devuelvo una mirada cómplice. La incomodidad flota en el aire mientras nos acomodamos, entre felicitaciones efusivas y risas nerviosas de los pasajeros a nuestro alrededor.

Una vez despegamos, el bullicio de la cabina se disipa, y nos sumimos en nuestros propios pensamientos. Mi mente retrocede a las palabras de Sunmi y la confesión sobre sus sentimientos hacia su jefe, el mismo hombre que abandonó a Maya en el altar. «¿Casualidad o destino? El destino parece disfrutar de sus bromas irónicas».

La conversación que mantuvimos entre susurros en la iglesia, la forma en que su voz temblaba al hablar sobre Justin y cómo, por esa razón, desestimó cualquier posibilidad de una relación más allá de la amistad. "No quiero ser injusta contigo, no lo mereces", me dijo.

Mis pensamientos se deslizan hacia la imagen de Justin, el hombre que, hasta hace poco, era el prometido de Maya. «¿Cómo pudo hacerle esto a ella? ¿Cómo pudo ocultar sus verdaderos sentimientos y participar en una farsa tan cruel?». No me cabía en la cabeza hacer algo como eso e infligir ese tipo de dolor a otra persona. Reconocerlo me afecta profundamente; nadie merece ser objeto de un juego tan hiriente, y el solo hecho de pensarlo me rompe el corazón.

Sabía que conquistar a Sunmi no sería fácil. Sus creencias arraigadas, su rica cultura y su perspectiva única hacían evidente que sería un proceso que requeriría tiempo y paciencia de mi parte. Sin embargo, desde el primer día que la vi en la discoteca, entregándose al ritmo de la música y expresando una libertad auténtica, supe que estaba dispuesto a enfrentar el desafío. La atracción fue instantánea, y a pesar de las barreras culturales, estaba decidido a conocerla más a fondo y ganarme su amor. Suelto el aire que no sabía que tenía retenido, mientras repaso una y otra vez sus palabras.

La cabina del avión se convierte en un espacio entre nubes y pensamientos tormentosos. Cierro los ojos y me recuerdo en la iglesia, con la decisión de volver sobre mis pasos, tras haber salido de la ceremonia antes de que iniciara. Cruzar la pequeña capilla contigua, sumida en una quietud divina, fue un escape temporal de la locura que ocurría donde se efectuaría la boda. Caminé por pasillos solitarios, buscando refugio en algún cuarto. Con dudas, abrí una puerta y fue allí donde, entre sombras, encontré a Maya, rota en sollozos. Sus lágrimas parecían la esencia misma de la traición y la confusión. Sus ojos de sorpresa al encontrarnos en aquél reducido espacio, la hicieron ver sumamente vulnerable.

La comprensión surgió de inmediato al entender que, para evitar enfrentar a su familia e invitados, ella se había ocultado. Cuando, con su voz rota, me pidió no revelar su paradero, pude ver lo frágil que se encontraba. No había rastro de la mujer fuerte que había escapado de su propia boda minutos antes. La sala silenciosa se llenó con la historia no contada en sus ojos hinchados.

En ese momento pensé en Hanna, una de mis mejores amigas, y en Lucy, mi pequeña hermanita. Imaginé a dos de las mujeres más importantes de mi vida abandonadas en el altar. No lo podía permitir. Ver a Maya sola y vulnerable, encendió algo en mí que me hizo querer protegerla, cuidarla y darle el apoyo que nadie le estaba brindando en un momento tan difícil como ese.

Agradecía a mis padres, quienes me inculcaron valores fuertes y definidos. El respeto, la admiración y el cuidado hacia una mujer, eran pilares fundamentales en mi crianza, y esos principios se volvían más evidentes que nunca en el difícil momento que compartía con Maya. Comprendía profundamente sus emociones, ya que estábamos enfrentando una situación similar, aunque reconocía que para ella todo resultaba ser aún más doloroso.

Ahora, he tomado una de las decisiones más locas de mi vida. No sé qué pasará en Las Vegas, pero la verdad es, que no fui capaz de dejar a Maya sola, no después de todo lo que ha pasado hoy. Tan solo al recordarla en ese cuarto oscuro donde llegó a refugiarse, me hizo sentir que compartimos un poco de sentimientos al ser dejados por alguien con quien teníamos cierta ilusión. No sé qué pasará ahora con esta unión inesperada de caminos..., pero no pienso dejarla sola.

—Joshua… —La voz de Maya es apenas un susurro.

—¿Cómo te sientes? ¿Estás bien? —pregunto preocupado, aunque me doy una cachetada mental por volver a preguntar una estupidez como esa.

—Mucho mejor —responde con una sonrisa—. Gracias por estar aquí… —Estira su mano, buscando la mía. Al aceptarla, la sensación de familiaridad y calidez ante su contacto, es como si mi cuerpo reconociera su piel junto a la mía, robándome el aliento por unos segundos.

—No me agradezcas. Lo hago con gusto —respondo—. Sé que no nos conocemos de nada, y apenas conocemos nuestros nombres, pero gracias por dejarme cuidar de ti. —Su sonrisa es cálida y tranquilizadora.

—Cuéntame un poco, ¿conoces a Justin de algo? —cuestiona con tanta naturalidad, como si me estuviese preguntando por el clima. No estaba seguro si contarle lo de Sunmi. Nuestras realidades están demasiado conectadas y no quería afectarla aún más.

—Es complicado… —comienzo, y sus ojos, ahora un tanto más serenos, me observan con atención—. Venía acompañando a Sunmi —confieso, después de unos minutos de dudarlo. No quería mentirle. Siempre me he caracterizado por ser honesto y no comenzaré a hacerlo justo ahora.

—Pensé que Sunmi no había asistido… —murmura alarmada—. Entonces… —Se queda en silencio y niega. Me vuelve a mirar a los ojos, pero esta vez, buscando respuestas—. ¿Tú y Sunmi…? —cuestiona, dejando la pregunta abierta. Suspiro, manteniendo el contacto visual, debatiéndome en cómo explicarle la situación, sin herirla más de lo que ya está.

—Somos amigos… —respondo. La relación que tuve con Sunmi a lo largo de este tiempo, fue más bien una amistad que otra cosa, a pesar de mi deseo de que hubiera evolucionado de otra manera.

—Pero la quieres, ¿verdad? —Su pregunta la siento como una bofetada en el rostro. Bajo la mirada y asiento, un tanto derrotado.

—Ella no me corresponde… ella…

—Está enamorada de otra persona, ¿me equivoco? —me interrumpe. Asiento, pues al parecer, Maya es más suspicaz de lo que esperaba—. Ahora entiendo todo —dice torciendo una sonrisa triste.

—¿Qué es lo que entiendes? —Quiero saber. Su mirada conecta una vez más con la mía y veo pesar en sus ojos.

—Justin…

—Ah… sí. Tuvimos una breve charla cuando salió de la iglesia, preguntándome lo mismo que tú —confesé.

—Debes estar muy dolido con todo esto —dice comprensiva. Frunzo el ceño, al no verla afectada como esperaba tras enterarse de algo así—. Hay algo que necesitas comprender, Joshua. —Sus ojos cálidos me llaman a la calma y me siento contrariado, sabiendo que yo debería darle ese consuelo a ella, no al revés—. Justin y yo… —Suspira—. Sí, íbamos a casarnos. Pero era un acuerdo entre los dos… —explica y siento cómo el aire abandona mis pulmones.

—¿Q-qué?

—Lo siento… —dice apenada, haciéndome un puchero—. No voy a negar que me duele lo que está pasando, porque de alguna forma, siempre creí que funcionaría nuestra relación. Creí que en el futuro próximo seríamos felices, ¿sabes? —comenta con desilusión.

—Ya veo… —respondo, sin saber qué decir.

«¿Sunmi tiene conocimiento sobre este acuerdo? Por supuesto que lo sabe. Justin es su jefe, ¿no?». Un nudo se instala en mi garganta, y la revelación sobre Justin y Maya sacude mi mundo interior, dejándome aturdido y desorientado. Cierro los ojos con fuerza, tratando de asimilar la nueva información y lo mucho que me hiere saberla, mientras el zumbido constante del avión llena mis oídos.

Me remuevo incómodo en el asiento, cuestionándome por qué estoy en este lugar. Siento el pecho oprimido, conteniendo la marejada de emociones que amenazan por desbordarse en cualquier momento. Es entonces cuando la voz de Maya me saca de mis pensamientos.

—Joshua… —Su tono preocupado filtrándose a través de la niebla de mi mente—. Sé que no me lo has preguntado, pero quiero que lo sepas y espero que con esto, toda esta situación no sea tan dolorosa para ti… —Volteo a mirarla y sus grandes ojos castaños me miran con preocupación—. Nadie, y mucho menos Sunmi, sabe sobre este acuerdo. Es un asunto entre Justin y yo, ¿de acuerdo? —Me quedo mirándola, buscando respuestas en sus ojos, y solo veo honestidad en ellos.

—Gracias por decírmelo… —Me siento más aliviado al saberlo, pero no deja de ser doloroso. Sé que no llegué a enamorarme de Sunmi, y que no tuvimos una relación amorosa, pero realmente tenía expectativas con ella.

Maya me acaricia la mejilla con ternura, gesto que no esperaba. Su contacto es reconfortante, y agradezco el consuelo silencioso al cerrar los ojos.

—Creo que necesito descansar un poco, todo este asunto me ha mareado… —menciona, acomodándose en el asiento. Antes de sumergirse en un merecido descanso, nuestras miradas se encuentran por un breve instante.

—Que descanses, Maya —logro decir, pero las palabras parecen flotar en el aire con un peso adicional.

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