—Amelia, por favor…
—No Rámses, no puedo. Esto… es demasiado para mí...
—Prometiste no huir de mí.
—Y también prometimos no mentirnos… Prometiste nunca herirme.
Él se quedó sin palabras y solo me dolió más. Quería que me diese una explicación que me permitiera correr a sus brazos, pero no la tenía.
—¿Volverás?.
—Iré directo a Boston.
—Digo… si ¿volverás conmigo?.
—No lo sé—respondí con franqueza mientras mi pecho quemaba de dolor.
—Entonces… ¿me estás terminando?—su voz era apenas un murmullo y me costó escucharlo por el teléfono.
—Si… No… No lo sé, Rámses, Yo… necesito un tiempo.
—¿Cuánto?
—No lo sé.
—¿Qué si sabes?—su pregunta no era un reproche.
—Sé que quiero perdonarte aunque no sepa cómo hacerlo. Sé que si no te perdono no podré volver contigo. No sé cómo perdonarme a mí misma ni siquiera. ¿Acaso tú lo sabes?.
No respondió y me dejó claro que tampoco tenía la respuesta.
—¿Y sabes si me amas?.
—Si no te amara no me doliese, Rámses. Pero una relación no es solo amor, es también confianza, respeto, fidelidad… y acabas de pisotear todo eso. No sé cómo volver a construirlo, no sé si tendrá arreglo.
—Soy tu mecánico, déjame arreglarlo.
—No es algo que debas arreglar tú solo, es algo que debemos arreglar los dos, entre los dos. Quizás no tiene arreglo y solo se deba construir algo desde cero.
—¿Y cómo lo haremos si me estás terminando?.
—Quizás, como lo hicimos al principio…
Cinco meses antes.—Hoy puedo irte a buscar Beleza. Saldré temprano.—No te preocupes, me vendré con Sara e Isabel en el metro.—Pueden venirse para acá. No me molesto.—No Gabriel—lo regañé—, tienes prohibido salir con alguna de ellas. Son lo más cercano a unas amigas que tengo y lo menos que quiero es una nueva Marypaz.—Anda… con Isabel, por favor—rogó.—Dije que no—seguí desayunando dando el tema por cerrado.—Bueno pero si ella cae accidentalmente en mis encantos no tengo la culpa.—Por mi puede caer en tus encantos, pero no quiero que caiga accidentalmente en tu pene.Él rio con fuerza.Terminamos de desayunar y salimos del departamento. Ya en el camino a mi universidad, la NorthEasther University, NEU, recibí la llamada de Rámses. Anoche nos acostamos muy tarde y no quise despertarlo en la mañana para darle los buenos días, como acostumbrabamos. Últimamente sus ojeras eran inmensas y bostezaba a todo momento mientras conversábamos, sea la hora que fuese.Comenzaba a preocuparme
Mi día comenzó como cualquier otro, con Gabriel despertándome bajo amenazas de besarme. Ya sabía yo que no lo haría, pero igual me daba miedo tentar mi suerte.Él era lo suficientemente suicida para temer.Arrastré mi cuerpo hasta el baño y luego de una ducha rápida y de vestirme estuve lista para sentarme a comer el desayuno que Gabriel siempre me preparaba. Bajo la misma rutina que había establecido con Gabriel, salimos a la hora acordada, con él apurándome como siempre, su sentido de la puntualidad era una molestia, pero cuando llegaba a clases a tiempo, terminaba agradeciéndolo.En el trayecto hasta la universidad, aprovechábamos de conversar con Isaack y Donovan, por lo general sobre sus prácticas o algunas viejas glorias.Nos habíamos acoplado bastante bien y con esto quiero decir que Gabriel aceptó muy bien todas las normas que puse. Cada quien era responsable de la limpieza de su cuarto y de su baño, las áreas comunes debíamos limpiarlas los dos, por turnos. Él cocinaba los d
—¿Rámses?. ¡Rámses!.Sabía que era él. Esas manos, su perfume. Intenté zafarme y escuché su risa mientras evitaba que me soltase.Soy una tonta, ¿Cómo creí que se perdería el cumpleaños de Gabriel?.Y ayer… ¡de seguro estaba en el aeropuerto!.—Rámses por favor.—¿Quién es Ramsés?—É Rámses. Y es un tipo allí…Él soltó una fuerte carcajada y me soltó.—Con que un tipo allí ¿no?.Le sonreí y salté sobre él para que sostuviera mi peso en sus brazos.—Vaya, con que este es el famoso Rámses—dijo detrás de mi Sara.—Hola Sara, hola Isabel, ¿Cómo están?—Gabriel saludaba a mis amigas y ponía especial interés en la que no le prestaba la más mínima atención.Mientras ellos conversaban, y con ellos quiero decir, mientras Gabriel intentaba hablar con Isabel y era ignorado y Sara intentaba llamar la atención del portugués y era ignorada; yo besaba a Rámses en el cuello, dándole pequeños besos por cada uno que él también me daba a mí. El único momento cuando no se ignoraron fue cuando lo felicitar
Cuando Rámses salió del baño no seguimos conversando. Isaack se disculpó una vez más con el francés y se despidió, prometiendo regresar después para la fiesta.—Sigo sin estar muy feliz de que él entre así. ¿Y si hubieses estado desnuda?—insistió Rámses mientras me miraba desvestirme, era mi turno de bañarme.—Eso ya pasó y desde entonces tengo más cuidado.—¿Qué?¡Ay!...—Fue un día que entró a la casa y no lo escuché estaba cambiándome y él entró sin tocar.Una extraña vena apareció en el cuello de Rámses. Sus ojos llamearon.—¿Cuánto vio?—siseó.—Nada. Me tapé a tiempo. Lo juro, pero desde ese día el toca antes de entrar.—Hoy no lo hizo…—Hoy venía alterado en una pequeña crisis.—¿Cuál crisis?.Dudé en contarle, la verdad es que era un secreto que no me pertenecía, pero Rámses y yo teníamos un pacto y no quería faltarlo. Él me miraba expectante.—No puedo decirte todo porque es bastante delicado y no me corresponde, pero te diré que Isaack tiene sentimientos por una persona que s
—¿Qué le dijiste para que lo soltara?—Fernando se acercó hasta nosotros y nos ofreció una bebida a cada uno.—Me ofreció un body shoot de chocolate— Rámses respondió por mí para mi indignación.—Rámses, de verdad que debemos trabajar en tus filtros—su papá rio pero intentó disimularlo por respeto a mi naciente vergüenza.—Eso fue rápido—Gabriel se acercó hasta nosotros y palmeó la espalda de su hermano.Como siempre, el problema había quedado en el pasado.—No había suficiente chocolate—respondió el francés mientras me besaba en la cabeza y se dirigía hasta donde estaban Mike y Hayden conversando ahora en otros términos a los que vi antes.Había untado mi cuello y mis pechos con el chocolate y aunque pudimos haber llegado a un orgasmo muy fácilmente, la casa estaba llena de familiares y amigos....Eran las casi cuatro de la mañana cuando comencé a sentir sueño y dejé caer mi cabeza sobre el hombro de Rámses. Muchos de los invitados ya se habían marchado, incluyendo a Hayden, Mike y
—¿Cómo que no la arreglaste?—No tiene arreglo bombón—respondió entre risas.—Mierda, mierda, mierda. Espero que no se dé cuenta entonces.Hice que botara los restos de la mesa esquinera en la basura, quedó como pulverizada. Creemos que Rámses la usó para buscar más apoyo para… bueno para darme más como lo pedí, y la rompió.Yo seguía limpiando todas las áreas por donde nuestros traseros y de más partes desnudas hicieron contacto. Esperaba que Gabriel hubiese tenido esa misma delicadeza si es que hizo lo mismo con alguna de sus citas.—Esto si lo pude arreglar—dijo victorioso cuando colgó una vez más el cuadro decorativo en la pared.No era su mejor trabajo, pero por lo menos a simple vista pasaba como en buen estado.No conseguimos las razones del por qué la mesa del comedor crujió, así que solo le rogué a Dios que no se desplomara de la nada.Mi teléfono vibró al mismo tiempo que el de Rámses. Era el grupo de la familia, donde Fernando avisaba que venían llegando.Me apresuré a term
Pov Gabriel.Mi alarma sonó como siempre y me desperecé en la cama. Salté al baño a darme una rápida ducha y en menos de quince minutos ya estaba trotando con mi hermano.Lo extrañaba demasiado. Cuando el viernes llegó y tuve que buscarlo en el aeropuerto estaba tan impaciente que llegaron a creer que esperaba a mi novia, cuando vieron a Rámses, me creyeron gay, claro que no ayudó la sonrisa que ambos nos dimos.Nunca nos habíamos separado por tanto tiempo.Y hoy se volvería a marchar.—Tienes que llamarme más seguido—le dije y el torció su sonrisa.—¿Tanto me extrañas?—No tienes ni idea hermano. Así llámame más seguido.No era que yo no lo pudiese llamar, es que los primeros días hablé más con su contestadora que con él, porque sus horarios eran una locura.—Tienes razón, lo haré. Pídele ayuda a Mike, Gabriel, no esperes que sea muy tarde.Asentí. Él tenía razón, pero quería demostrar que podía hacerlo por mí mismo. Siempre he sido el problemático, por una vez quería demostrarles qu
En cuanto la puerta se cerró y dejé de verlo tuve que cubrir mi cara, porque no quería que me viesen llorar. El dolor era como la primera vez, igual de lacerante, igual de difícil, mil veces menos soportable.Gabriel me llevó de camino al auto con su brazo sobre mis hombros. Me subió al asiento y manejó en silencio. Ya era hora del almuerzo así que tomó un desvio en la ruta. Llegamos a un pequeño restaurante de comida Hindú que me encantaba, contaba con mesas en las afueras del local, que daban hacía un concurrido paseo al borde del rio Charles.—Rámses se puso celoso pero esta vez mi pene no peligró.—Si, le costó ver como nos estábamos llevando. Dime que no le hiciste ningun comentario inapropiado…—Ninguno, lo juro. Le mostré tu stock de jugos de durazno que está en mi cuarto. Eso lo hizo sentir mejor.Me reí y mis mejillas se sonrojaron. Extrañaba tanto a Rámses que me volví obsesiva con el melocotón. Por lo menos era fruta y no chocolate o grasa, porque de ser así ahorita estaría