Mi día comenzó como cualquier otro, con Gabriel despertándome bajo amenazas de besarme. Ya sabía yo que no lo haría, pero igual me daba miedo tentar mi suerte.
Él era lo suficientemente suicida para temer.
Arrastré mi cuerpo hasta el baño y luego de una ducha rápida y de vestirme estuve lista para sentarme a comer el desayuno que Gabriel siempre me preparaba. Bajo la misma rutina que había establecido con Gabriel, salimos a la hora acordada, con él apurándome como siempre, su sentido de la puntualidad era una molestia, pero cuando llegaba a clases a tiempo, terminaba agradeciéndolo.
En el trayecto hasta la universidad, aprovechábamos de conversar con Isaack y Donovan, por lo general sobre sus prácticas o algunas viejas glorias.
Nos habíamos acoplado bastante bien y con esto quiero decir que Gabriel aceptó muy bien todas las normas que puse. Cada quien era responsable de la limpieza de su cuarto y de su baño, las áreas comunes debíamos limpiarlas los dos, por turnos. Él cocinaba los desayunos y yo los almuerzos. La cena por lo general la hacíamos entre los dos o terminábamos comprando algún delivery.
Fernando me había dado el control de las finanzas del departamento, así que organizaba todos los pagos que debían realizarse y se los pasaba con sus respectivas fechas de pago, pero cuando comenzó a viajar y se le dificultaba estar al tanto de eso me dio clave de sus cuentas, cosa que hasta el día de hoy me da un poco de vergüenza. Igual le aviso cuando ingreso y cuando realizo algún pago o transferencia aunque creo que no siempre me presta atención.
Bueno… estoy segura de que no lo hace.
El colmo de los colmos es cuando me escribió un día para que revisara el estatus del pago de sus tarjetas y cuando se dio cuenta que se atrasó, también me dio esa responsabilidad. Así que ahora soy como una administradora de los O’Pherer. Me siento halagada y con una gran responsabilidad encima.
***
Abrí la puerta de la casa y me conseguí con Isaack y a Gabriel estudiando en el comedor y a Donovan haciendo lo mismo, pero en el sofá. Solté los libros que traía conmigo y saludé a todos antes de meterme en el cuarto para cambiarme de ropa.
Tenía una llamada perdida de Rámses y me apresuré a respondérsela, sin embargo no me atendió. Me decepcioné de inmediato, los tiempos que teníamos para conversar eran pocos y perderme uno siempre me molestaba.
—Beleza, pedimos pizza ¿quieres?.
—Claro. Ya salgo.
—¿Y esa cara larga?.
—Tengo una llamada perdida de Rámses y ahora no me atiende.
Gabriel torció el gesto: — De seguro te vuelve a llamar. Ven, se enfriará la comida.
—Lo sé, pero me molesta perderme una llamada. Estúpido teléfono.
Gabriel rio: —Los dos son tan exagerados… tal para cual.
—Ya te veré algún día…
Salí de la habitación junto con Gabriel. Isaack, en cuanto nos vio, saltó del mueble poniendo una distancia excesiva con Donovan.
Estos dos eran un caso serio. Donovan no dejaba de buscar a Isaack y éste no dejaba de huir. El jugador de Futbol sentía placer mórbido en molestar al jugador de softbol. Le encanta verlo sonrojarse y no dudaba en decírselo cuando lo lograba. Isaack, por su parte, aunque rehuía, le gustaba la situación. Más de una vez lo vi decirle a Donovan con seriedad de que dejase los juegos y cuando creía que nadie lo veía la boca se le torcía en una sonrisa.
Donovan, aunque no lo veía, no creía sus palabras.
No se cómo sería cuando estaban solos en su departamento, pero cuando estaban con nosotros, con la confianza que ya existía, los veía darse algunas representaciones de cariño que definitivamente no era usual entre dos amigos.
—¿Quién será el pasivo?—preguntó Gabriel entrando en la cocina donde yo sacaba algunos vasos para tomar la coca cola que habían ordenado.
—Eso no es de tu incumbencia.
Sin embargo me asomé a la sala donde la pareja-no pareja, estaba sentada. Isaack se llevaba un trozo de pizza a la boca y Donovan, con una servilleta, intentó limpiarle la boca, estaba bromeando, pero la risa entre ambos los delataban. No fue ese gesto, pero quizás el conjunto de cosas que había estado observando entre ellos, más las que sabía de Isaack, las que me hicieron responder.
—Creo que no hay un pasivo.
—Siempre hay uno.
—Pero no lo veo en ellos. Quizás son versátiles.
—¿Versátiles?—Gabriel los miró con el ceño fruncido, como si viéndolos detenidamente lograría conseguir una respuesta a su curiosidad—. Les preguntaré.
—¡No! Ni se te ocurra, Gabriel—el portugués se rio. Sabía que no lo haría, pero si hubiese sido el caso de Rámses, estaba segura de que lo hubiese hecho.
Tomamos los vasos y regresamos a la sala junto con los chicos. Comimos mientras charlábamos de todo un poco, de nada en realidad, para todo el tiempo que pasábamos juntos, no quedaba mucho que decir que ya no supiéramos. Los chicos comentaban sobre sus entrenamientos, sobre cómo eran más rudos que los que llevaban en el Instituto. La diferencia entre un entrenador y el otro también se hizo notoria, mientras que el de Donovan le gritaba hasta por respirar, el de Isaack permanecía callado, por lo que nunca sabía si lo hacía bien o mal.
Yo les prestaba atención, pero también revisaba cada cierto tiempo mi teléfono, esperando ansiosa noticias de Rámses.
Cuando se dieron las once de la noche y no me llamó me acosté a dormir. Gabriel merodeaba en la sala aun, quizás jugando en la tablet, como había descubierto que tanto le gustaba hacer.
A pesar de que estuve pendiente de Rámses, nunca me respondió los mensajes, nunca regresó la llamada y cuando me animé a llamarlo yo, su teléfono estaba apagado.
Finalmente amaneció y yo estaba molesta con el estúpido francés. ¿Por qué no me atendía? ¿Por qué no me respondía los mensajes?. Puedo creer que se le hubiese descargado el celular, pero ¿acaso nunca llegó a la casa para cargarlo?.
Me levanté más temprano de lo que planifiqué y salí de la casa. Subí los pisos que me separaban de Donovan e Isaack y toqué la puerta.
Me abrió Donovan a los pocos minutos, llevaba solo puesto unos boxers azules, volteé la mirada incómoda, aunque el parecía no estarlo en absoluto.
—¿Me quedé dormido?
—No, yo llegué más temprano. Lo lamento.
—No te preocupes, pasa.
Entré al departamento que era una réplica del mío, pero con un orden impecable. Solté todas las cosas en la cocina y busqué la receta.
Hoy es el cumpleaños de Gabriel y le prepararé una tarta de cumpleaños de chocolate, con chocolate, de chocolate, rellena de chocolate y mucho chocolate. Tal como la pidió.
—No consigo el recetario—le dije a Donovan que me ayudaba a sacar los ingredientes de la bolsa.
Los compré a principio de semana y los tuve escondidos en el departamento de ellos, ese sería mi regalo para Gabriel.
—Creo que lo dejé en mi cuarto.
—Yo lo busco…
Me apresuré hasta el cuarto de Donovan, que con la misma distribución del departamento, venía a ser donde se encontraba el mío.
Entré a la habitación oscura y rebusqué en la mesa de noche, al no ver bien, encendí la luz y una voz ronca se quejó de ella y se cubrió los ojos con su brazo.
Ahogué un grito y salí corriendo de la habitación, estrellándome con Donovan, quien iba a advertirme. Su cara era de terror y un tanto divertida.
—Lo-lo lamento. Yo…ehm… no sabía que tu… yo…—balbuceé avergonzada.
—Amelia no es lo que crees…
Para mi mayor sorpresa Isaack salió envuelto en una de las sabanas.
—¿Tú?—pregunté más sorprendida aún, pero debo decir, que hasta me alegré.
—¿Y quién pensabas que era?—cuestionó Donovan.
Me encogí de hombros: —No vi quien era.
—Mierda… si me quedaba en el cuarto, no hubieses sabido que era yo el que…
—El que durmió con Donovan—ahora era yo la que me reía e Isaack el que balbuceaba.
—¡Yo no dormí con él!—se apresuró a aclarar.
—¿Negarás que dormiste en mi cama?.
—No, si lo hicimos.
—¿Lo hicieron?—esto cada vez se ponía mejor y el pobre de Isaack parecía a punto de desmayarse.
—No. Si. Compartimos la misma cama, pero no pasó nada más.
—Porque no quisiste… aunque quizás si hubiese insistido un poco más.
—Donovan…—Isaack le advirtió con su gesto serio y éste se calló de inmediato.
—Bien, Amelia, debes saber que a pesar de lo que parece, Isaack y yo no tuvimos relaciones sexuales el día de anoche, solo dormimos de forma muy aburrida.
Me tapé la boca para reírme de ambos. Estos dos eran un caso bastante complejo. ¿Cuándo será el día que Isaack deje de negarse a sentir lo que sé que siente?.
Me regresé a la cocina con el recetario en mano, gracias a Donovan que entró a su cuarto a buscármelo. Isaack se fue a cambiar de ropa para ayudarme como había prometido que haría.
—Bueno, tienen una hora y media para que esto esté listo. Es el tiempo que me llevará hacer ejercicios con el cumpleañero.
El trabajo de Isaack era ayudarme con la receta, el de Donovan entretener a Gabriel lo suficiente para que me diese tiempo de preparar su sorpresa.
—Si necesitan más tiempo, avísenme. No me vendría nada mal drenar un poco de frustración adicional—Donovan le guiñó el ojo a Isaack y salió del departamento.
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—¿Y qué pasó anoche?—le pregunté mientras sacaba el pastel del horno y lo colocaba en el mesón.
—Ya te dije que nada.
—No es lo que te estoy preguntando, quiero saber cómo pasaron de estar en mi casa comiendo pizza a compartir la misma cama.
Él se desinfló por completo, no había forma de que se escapase de responderme.
Comenzamos a rellenar la tarta con el chocolate. Isaack no habló y yo solo le di su espacio, quería saber, pero no lo presionaría. Cuando colocamos la primera capa y comenzamos a untarle más chocolate por los costados y por encima, él por fin habló.
—Anoche cuando subimos decidimos ver una película así que me acosté en su cama para verla desde la laptop. Cuando me dio sueño me dijo que me quedara a dormir y acepté, una parte de mi creyó que él se iría y la otra parte no quería que se fuese. Donovan se quedó así que… nos dormimos. Fin de la historia.
Me reí con fuerza en su cara y le lancé unas cuantas pepitas de chocolate que usaríamos para decorar la parte de arriba.
—Ay por favor, tienes que hacerlo mejor que eso para que me lo crea.
—Bueno… Donovan se puso cómodo para dormir…
—Es decir, que se quedó en bóxer.
—Si… y yo también me puse cómodo.
—Es decir, te desnudaste.
—¡No me desnudé!. También me quedé en bóxer y camiseta, aunque él después me la quitó.
—¿Se besaron?,
—No—estaba siendo sincero y denoté cierta decepción en su voz.
—¿Y tú querías?
Permaneció callado.
Decoramos el pastel en silencio. Había traído chocolates KitKats y los colocamos por todo el borde de la torta y luego amarramos una cinta de color blanca para terminar la decoración y tratar de mantener todo en su sitio.
Sonreí satisfecha al ver lo que habíamos creado. Esperaba que le gustase a mi cuñado.
Mi teléfono sonó y la cara de Rámses apareció en la pantalla. Eso me recordó mi molestia con él. Me lavé las manos y cuando Isaack fue a su cuarto a cambiarse para bajar a buscar al cumpleañeros, le devolví la llamada.
Era necesario que me hiciera un poco la dura.
—Hola Bombón. ¿Cómo estás?
—Bien, en casa de Donovan e Isaack ¿y tú?.
—En el hospital.
—¿Pasaste toda la noche allí? ¿Sin cargador?.
Lo escuché titubear, lo que no mejoraba en nada la situación.
—Lo lamento ma vie, de verdad fue una noche bastante complicada.
Respiré frustrada, tratando de recordar que él estaba estudiando, que era un curso muy intenso y que probablemente estuviese cansado y sería muy bajo de mi parte asesinarlo en este momento cuando no tendría fuerzas para defenderse.
—Está bien. ¿Ya llamaste a Gabriel?.
—Aún no, apenas cuelgue contigo. Y… ¿Qué haces tan temprano en casa de Donovan e Isaack?.
—Le preparé un pastel a Gabriel de cumpleaños con ayuda de Isaack.
—¿Me prepararás un pastel en mi cumpleaños?—susurró con maldad, sabía lo que causaba en mí su sexy voz.
—Yo seré tu pastel—respondí con picardía y su sonrisa vibró en mi oído.
—Hecho Bombón, me encargaré de recordártelo y lo esperaré con ansias.
Después de darme los detalles de cómo quería su pastel, es decir a mí, en su cumpleaños, me contó lo que fue una noche bastante movida y loca en el hospital.
Finalmente colgamos la llamada para que él tuviese tiempo de llamar a Gabriel antes de yo entregarle su sorpresa.
Isaack salió de la habitación vestido y listo para la universidad. Me ayudó a llevar el pastel hasta nuestro piso y cuando entré a al departamento Donovan me informó que Gabriel se estaba cambiando de ropa.
Ni Donovan ni Gabriel tenían clases temprano, pero Isaack y yo si, por lo que después de nuestra pequeña sorpresa tendríamos que irnos.
—¿Gabriel?—lo llamé mientras tocaba la puerta.
—¡Voy!—gritó en respuesta y pocos segundos después la puerta se abrió.
El portugués apareció en la puerta con su cabello húmedo, una camiseta azul, unos pantalones grises, sus ojos miel brillante, una sonrisa resplandeciente en cuanto vio el pastel que ahora llevaba en mis manos y un hoyuelo travieso en una de sus mejillas que me hizo sonreírle.
—Feliz aniversário, meu lindo cunhado e melhor amigo- Feliz cumpleaños mi guapísimo cuñado y mejor amigo.
Su sonrisa se ensanchó y me agradeció con un beso en mi mejilla. Con su dedo índice quitó parte de la cobertura de chocolate y se lo llevó hasta la boca.
Después de que coloqué el pastel sobre la mesa lo abracé con fuerza y él me estrechó contras sí.
—También te compré algo—le anuncié y se sorprendió.
¿Acaso sabía lo del pastel?.
Le pedí que esperara mientras iba a mi cuarto a buscar su regalo.
Era una sudadera que se me pareció mucho a él. Era azul cielo y decía en el frente “Keep calm and call a lawyer”. Me pareció muy propia de él, asi que desistí de la búsqueda de algo más y la compré.
Le tendí la bolsa con el regalo y emocionado lo abrió. Soltó una gran carcajada cuando vio la sudadera y de inmediato se la puso. Le quedó perfecta.
—No tienes por qué ponerte ahora mismo—le recordé, pero él negó.
—¡Me encanta! Haré que le coloquen mi teléfono en la parte de atrás.
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Salí con Isaack rumbo a la universidad, después de insistirle a Gabriel que por ser cumpleaños, no tendría que llevarme, aceptó a regañadientes, pero finalmente él tenía una cita de cumpleaños que lo cargaba muy entusiasmado.
—Nos vemos en la noche—le recalqué y Gabriel asintió.
—Estaré aquí, no te preocupes.
Ya en el auto, rumbo a la universidad, Isaack por fin comenzó a hablar.
—Dormimos abrazados, bueno… él me abrazó, pero yo no me quité. Estaba cómodo y me sentí a gusto.
Confesó con sus mejillas sonrojadas.
—No sé qué me pasa con él. No sé qué pasa conmigo. Nunca me he sentido así con alguien, con un chico y no veo a ningún otro hombre de esa forma.
—A lo mejor solo eres gay con Donovan—sonó gracioso, pero estaba siendo sincera—. Yo no me podía imaginar estar con ningún chico, el solo imaginarlo me hacía sentir… rara, incómoda… pero entonces apareció Rámses y ahora solo me imagino con él y sigo sin imaginarme con ningún otro. Quizás Donovan es tu Rámses.
Fue su turno de reír pero sé que lo dejé pensativo con mis palabras.
Además, era imposible que Isaack fuese completamente heterosexual y que disfrutase dormir acurrucado con otro hombre. Solo se estaba engañando a sí mismo, porque ni siquiera Donovan le creía.
Pero me preocupaba que el pelirrojo se cansara de ser rechazado, que buscase a otra persona y que Isaack se diese cuenta muy tarde de sus sentimientos y que atreverse a dar el paso ya no sirviese de nada.
Me despedí de Isaack y caminé apresurada a la clase del día. Isabel me guardaba un puesto a su lado, Sara me saludó desde el lugar de al lado cuando me senté.
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—Señorita Maggio, ya le he comentado que el color de su cabello, aunque adorable, no corresponde a la profesión. ¿Qué empresario contrataría a una administradora cuya apariencia es más de una rock star?. Fuertemente recomiendo que si desea tener éxito en la profesión que escogió y que pretende estudiar, luzca acorde.
—Señor Hemlich, tendré éxito en mi profesión porque soy excelente. Mi cabello rosa no define mi vida profesional.
—La definirá cuando comiencen a rechazarla de los puestos de trabajo.
El viejo gruñón se fue y me dejó con la palabra en la boca. Siempre era lo mismo, criticando mi forma de vestir, mi cabello, mi maquillaje o falta de él. La verdad sea dicha creía que tenía razón en una parte, pero me negaba a dársela por cuestiones de principios. Él me estaba juzgando sin conocerme, solo basándose en lo que veía de mí.
No planeaba quedármele callada tampoco, por eso cada vez que él me atacaba, yo respondía defendiéndome.
Irritada, como siempre terminaba cuando me topaba con ese profesor, caminé el lado de Sara y de Isabel hasta unas mesas en el campus, al aire libre. El clima estaba hoy particularmente agradable, el frio comenzaba a llegar y sin embargo el sol no calentaba lo suficiente.
—Es un imbécil, menos mal que tú no le haces caso. ¿Por qué no le dice a Johan, el gordo de nutrición, que debe rebajar para que alguien le crea que la comida que el recomendará comer a sus pacientes, realmente funcionará?. Ya no sé si te lo dice porque de verdad lo cree o porque te odia.
Sara lucía tan indignada como yo. Ella era una morena de piel achocolatada y brillante, unos espectaculares risos negros en un cabello corto. Sus ojos eran grandes y negros, intensos y divertidos. Era toda una belleza, inteligente y defensora de las minorías. Y considerando que yo era la única de cabello de fantasía, era minoría y por lo tanto ella era mi defensora. Venía de una familia pequeña que se dedicaba a la colaboración con la comunidad y manejaban dos fundaciones de ayuda humanitaria.
—Él quizás tenga una parte de razón—concedió Isabel y Sara la miró indignada, como si acabase de ser traicionada—, no digo que debas cambiarte el cabello, solo que debes considerar que cuando te toque buscar trabajo tendrás puntos en contra o mejor dicho, tendrás mucha competencia que en apariencia en un mundo donde se juzga a la persona por la primera impresión, te dificultará las cosas. Solo expongo que si se te hace difícil conseguir un trabajo, deberás considerar la posibilidad de teñirte el cabello, sin que eso implique que le estés dando la razón al viejo gruñón o vendiendo tus ideales, es solo cuestión de supervivencia.
Isabel tenía una forma de pensar que admiraba, nunca perdía el control, siempre metódica. No filtraba sus emociones, de hecho, era raro verla sonreír o molestarse. Era una chica pálida de cabello rojo y muchas pecas en su rostro, unos ojos verdes que eran un espectáculo y que sabía que tenían embobado a cierto portugués. Hablaba poco, interactuaba menos. Venía de una familia bastante numerosa, donde sus hermanos mayores, junto con sus papás, trabajaban arduamente para que ella pudiera estudiar en la universidad.
Sentía tal responsabilidad sobre sus hombros, que Isabel llegaba a sentirse culpable cuando no sacaba un excelente en alguna prueba o cuando no dedicaba todo su tiempo a estudiar, a pesar de que sus hermanos continuaban diciéndole que podía divertirse también.
Por increíble que parezca, considerando lo taciturna que es, fue Isabel la que me habló el primer día de clases. Me preguntó si podían acompañarme a comer y cuando acepté llamó a Sara para que se nos uniera. Ellas son amigas desde el instituto y aceptaron a incluirme en su pequeño círculo de amistad, desde ese primer día.
Para mí no ha sido fácil, como si ya yo no tuviese traumas en mi vida, tuve que sumarle la traición de Marypaz, lo que me hacía una recelosa de contarle alguna parte de mi vida a cualquiera.
—Oh. Por. Dios. Allá viene mi portugués— Sara se apresuró a arreglarse el escote de su blusa y a esponjarse un poco los rulos de su cabello.
Isabel bufó y rodó los ojos justo antes de abrir un libro y clavar su mirada en él.
—Y no viene solo…
La sonrisa de mi amiga se ensanchó y confundida me giré a ver de quien se trataba.
Sin embargo unas manos taparon mis ojos…
—Devinez qui je suis, mon doux et succulent bombón - Adivina quién soy, mi dulce y suculento bombón.
—¿Rámses?. ¡Rámses!.Sabía que era él. Esas manos, su perfume. Intenté zafarme y escuché su risa mientras evitaba que me soltase.Soy una tonta, ¿Cómo creí que se perdería el cumpleaños de Gabriel?.Y ayer… ¡de seguro estaba en el aeropuerto!.—Rámses por favor.—¿Quién es Ramsés?—É Rámses. Y es un tipo allí…Él soltó una fuerte carcajada y me soltó.—Con que un tipo allí ¿no?.Le sonreí y salté sobre él para que sostuviera mi peso en sus brazos.—Vaya, con que este es el famoso Rámses—dijo detrás de mi Sara.—Hola Sara, hola Isabel, ¿Cómo están?—Gabriel saludaba a mis amigas y ponía especial interés en la que no le prestaba la más mínima atención.Mientras ellos conversaban, y con ellos quiero decir, mientras Gabriel intentaba hablar con Isabel y era ignorado y Sara intentaba llamar la atención del portugués y era ignorada; yo besaba a Rámses en el cuello, dándole pequeños besos por cada uno que él también me daba a mí. El único momento cuando no se ignoraron fue cuando lo felicitar
Cuando Rámses salió del baño no seguimos conversando. Isaack se disculpó una vez más con el francés y se despidió, prometiendo regresar después para la fiesta.—Sigo sin estar muy feliz de que él entre así. ¿Y si hubieses estado desnuda?—insistió Rámses mientras me miraba desvestirme, era mi turno de bañarme.—Eso ya pasó y desde entonces tengo más cuidado.—¿Qué?¡Ay!...—Fue un día que entró a la casa y no lo escuché estaba cambiándome y él entró sin tocar.Una extraña vena apareció en el cuello de Rámses. Sus ojos llamearon.—¿Cuánto vio?—siseó.—Nada. Me tapé a tiempo. Lo juro, pero desde ese día el toca antes de entrar.—Hoy no lo hizo…—Hoy venía alterado en una pequeña crisis.—¿Cuál crisis?.Dudé en contarle, la verdad es que era un secreto que no me pertenecía, pero Rámses y yo teníamos un pacto y no quería faltarlo. Él me miraba expectante.—No puedo decirte todo porque es bastante delicado y no me corresponde, pero te diré que Isaack tiene sentimientos por una persona que s
—¿Qué le dijiste para que lo soltara?—Fernando se acercó hasta nosotros y nos ofreció una bebida a cada uno.—Me ofreció un body shoot de chocolate— Rámses respondió por mí para mi indignación.—Rámses, de verdad que debemos trabajar en tus filtros—su papá rio pero intentó disimularlo por respeto a mi naciente vergüenza.—Eso fue rápido—Gabriel se acercó hasta nosotros y palmeó la espalda de su hermano.Como siempre, el problema había quedado en el pasado.—No había suficiente chocolate—respondió el francés mientras me besaba en la cabeza y se dirigía hasta donde estaban Mike y Hayden conversando ahora en otros términos a los que vi antes.Había untado mi cuello y mis pechos con el chocolate y aunque pudimos haber llegado a un orgasmo muy fácilmente, la casa estaba llena de familiares y amigos....Eran las casi cuatro de la mañana cuando comencé a sentir sueño y dejé caer mi cabeza sobre el hombro de Rámses. Muchos de los invitados ya se habían marchado, incluyendo a Hayden, Mike y
—¿Cómo que no la arreglaste?—No tiene arreglo bombón—respondió entre risas.—Mierda, mierda, mierda. Espero que no se dé cuenta entonces.Hice que botara los restos de la mesa esquinera en la basura, quedó como pulverizada. Creemos que Rámses la usó para buscar más apoyo para… bueno para darme más como lo pedí, y la rompió.Yo seguía limpiando todas las áreas por donde nuestros traseros y de más partes desnudas hicieron contacto. Esperaba que Gabriel hubiese tenido esa misma delicadeza si es que hizo lo mismo con alguna de sus citas.—Esto si lo pude arreglar—dijo victorioso cuando colgó una vez más el cuadro decorativo en la pared.No era su mejor trabajo, pero por lo menos a simple vista pasaba como en buen estado.No conseguimos las razones del por qué la mesa del comedor crujió, así que solo le rogué a Dios que no se desplomara de la nada.Mi teléfono vibró al mismo tiempo que el de Rámses. Era el grupo de la familia, donde Fernando avisaba que venían llegando.Me apresuré a term
Pov Gabriel.Mi alarma sonó como siempre y me desperecé en la cama. Salté al baño a darme una rápida ducha y en menos de quince minutos ya estaba trotando con mi hermano.Lo extrañaba demasiado. Cuando el viernes llegó y tuve que buscarlo en el aeropuerto estaba tan impaciente que llegaron a creer que esperaba a mi novia, cuando vieron a Rámses, me creyeron gay, claro que no ayudó la sonrisa que ambos nos dimos.Nunca nos habíamos separado por tanto tiempo.Y hoy se volvería a marchar.—Tienes que llamarme más seguido—le dije y el torció su sonrisa.—¿Tanto me extrañas?—No tienes ni idea hermano. Así llámame más seguido.No era que yo no lo pudiese llamar, es que los primeros días hablé más con su contestadora que con él, porque sus horarios eran una locura.—Tienes razón, lo haré. Pídele ayuda a Mike, Gabriel, no esperes que sea muy tarde.Asentí. Él tenía razón, pero quería demostrar que podía hacerlo por mí mismo. Siempre he sido el problemático, por una vez quería demostrarles qu
En cuanto la puerta se cerró y dejé de verlo tuve que cubrir mi cara, porque no quería que me viesen llorar. El dolor era como la primera vez, igual de lacerante, igual de difícil, mil veces menos soportable.Gabriel me llevó de camino al auto con su brazo sobre mis hombros. Me subió al asiento y manejó en silencio. Ya era hora del almuerzo así que tomó un desvio en la ruta. Llegamos a un pequeño restaurante de comida Hindú que me encantaba, contaba con mesas en las afueras del local, que daban hacía un concurrido paseo al borde del rio Charles.—Rámses se puso celoso pero esta vez mi pene no peligró.—Si, le costó ver como nos estábamos llevando. Dime que no le hiciste ningun comentario inapropiado…—Ninguno, lo juro. Le mostré tu stock de jugos de durazno que está en mi cuarto. Eso lo hizo sentir mejor.Me reí y mis mejillas se sonrojaron. Extrañaba tanto a Rámses que me volví obsesiva con el melocotón. Por lo menos era fruta y no chocolate o grasa, porque de ser así ahorita estaría
—Merde, merde, merde- mierda, mierda, mierda. Dès que vous l'avez vue, vous devez être parti - ¡En cuanto la viste te tuviste que haber ido—mi hermano me gritaba.Acababa de contarlo lo ocurrido con Amelia y Marié.— Eu tentei, mas você sabe como é Marié, ela se apressou para cumprimentá-la e lá ... merda, Amelia olhou para mim e senti seu cérebro me entediar. Ele pensou que fosse jogar em mim. Por que vocês acham que eu tenho um pênis pequeno? Aposto que você se jogou em muito mais. - Lo intenté, pero sabes cómo es Marié, se apresuró a saludarla y allí… mierda, Amelia me miró y sentí que me taladraría el cerebro. Pensó que me la iba a tirar. ¿Por qué todos creen que tengo un pene poco selecto?. Te apuesto que tú te has tirado a muchas más.—Probablemente, pero yo no presumía y nadie se enteraba. Por suerte estaba Donovan, no hubieses podido solo con ella.—Y Antonio es un inservible que no hizo nada.—¿Quién es Antonio?—El tipo que estaba con Amelia cuando llegué. Lo cierto del caso
—Vine a darte una mano.—Sal de mi habitación, Elisa.Con total descaro y como producto del alcohol que corría por sus venas, se arrodilló sobre la cama y comenzó a toquetearse los senos mientras me lanzaba miradas que seguramente creían que eran sexy, pero que no, no lo eran ni un poquito.—Vamos, mi novio también está lejos. Ni el mío, ni la tuya tienen por qué enterarse.Gateó con cierta torpeza, acercándose hasta mí, lamiéndose sus labios. Nada sexy, nada. Yo estaba en bóxer y cuando reaccioné tomé el short que mantenía cerca y me lo coloqué.Me giré hasta el closet y saqué la primera camiseta que conseguí.—Susana me contó de tu novia, que está viviendo con Gabriel, tu hermano, ese con él que ya tuvo algo. ¿De verdad crees que estando ellos dos solos no pasará nada? Porque déjame decirte que si pasará y tú no te enterarás. De seguro en estos momentos duermen muy juntos, mientras tú estás aquí rechazando esta oportunidad.Ignoré sus palabras y le lancé una de mis camisetas para qu