Cinco meses antes.
—Hoy puedo irte a buscar Beleza. Saldré temprano.
—No te preocupes, me vendré con Sara e Isabel en el metro.
—Pueden venirse para acá. No me molesto.
—No Gabriel—lo regañé—, tienes prohibido salir con alguna de ellas. Son lo más cercano a unas amigas que tengo y lo menos que quiero es una nueva Marypaz.
—Anda… con Isabel, por favor—rogó.
—Dije que no—seguí desayunando dando el tema por cerrado.
—Bueno pero si ella cae accidentalmente en mis encantos no tengo la culpa.
—Por mi puede caer en tus encantos, pero no quiero que caiga accidentalmente en tu pene.
Él rio con fuerza.
Terminamos de desayunar y salimos del departamento. Ya en el camino a mi universidad, la NorthEasther University, NEU, recibí la llamada de Rámses. Anoche nos acostamos muy tarde y no quise despertarlo en la mañana para darle los buenos días, como acostumbrabamos. Últimamente sus ojeras eran inmensas y bostezaba a todo momento mientras conversábamos, sea la hora que fuese.
Comenzaba a preocuparme seriamente por él.
—Buenos días, Bombón—saludó con un inmenso bostezo mientras se restregaba los ojos, un gesto que me llenó de ternura.
—Buenos días para ti también mi amor. ¿Descansaste?.
—Después de lavarme, dormí livianito. Hoy compraré un selfstick, manché el celular con semen otra vez.
—¡Rámses!—grité horrorizada y Gabriel, Isaack y Donovan largaron las carcajadas.
Todas las mañanas este trio me llevaba hasta la universidad.
—Voy en el auto con los chicos—le expliqué mientras ellos se reían y mis mejillas incendiaban mi rostro.
—¡Mierda!—Rámses abrió bien los ojos—, no me di cuenta que ibas en el auto. Lo lamento Bombón.
—No compres un selftick, compra mejor una base o trípode, así tendrás ambos manos libres—sugirió Gabriel.
—Claro, si no quedarás en la misma situación, parecerá un POV porno de mal presupuesto con los movimientos que des—dijo Isaack y hasta hizo alguno de esos movimientos.
Me quería morir.
—No. No. No—me apuré a intervenir—. No harán esto, no opinarán en nuestra vida sexual.
—Vamos, Beleza. Estamos dando ayudas muy buenas.
—El trípode es buena idea—intervino Rámses—, el movimiento de verdad…
—¡Rámses, no!. Límites, límites. ¡Dios!.
Escondí mi cara entre las manos y ellos volvieron a reír.
—Bien Bombón, después los llamo.
—¡No!, no te digo que los llames después, es que no deberíamos hablar esto en grupo.
—Ups—exclamó el francés con una sincera cara de horror.
—¿Qué hiciste?.
—Esto fue lo que hizo…—Gabriel me tendió su teléfono y vi con terror como Rámses había preguntado en el grupo familiar por un trípode dejando claro que debía ser para el teléfono.
Los mensajes de Mike y Hayden no tardaron en llegar, hicieron chistes sobre el uso que le daría y Rámses solo confirmó, con su usual brutal honestidad, que sí tendría fines sexuales.
Minimicé la pantalla de la llamada de Rámses en mi teléfono y me salí del grupo por quinta vez en la que iba del mes. Lo hacía como medio de protesta para los temas que no debían tratar delante de mí, pero no servía para nada, al poco tiempo alguno volvía a agregarme.
—Lo lamento bombón. Sabes que no tengo mucho tiempo y Hayden podría ir a comprarlo por mí—me explicó pero igual yo seguía avergonzada, además su explicación no ayudaba en nada—. Hablemos de otra cosa mejor. ¿Me extrañas?
Intentaba minimizar mi molestia y pensé que no lo lograría hasta que hizo un puchero a la pantalla y cedí.
Soy tan fácil con él.
—Claro que si—la tristeza otra vez me invadió cuando recordé que próximamente sería el cumpleaños de Gabriel y él no podría venir. No lo dejaban faltar a clases y a nosotros tampoco.
—A ti y a tu pene…—dijo Isaack y los hombres del auto volvieron a reír.
Rodé los ojos pero no podía negarlo. Extrañaba todo de Rámses.
—Hoy tendremos la práctica de quemaduras—me explicó cuando por fin logré encaminar la conversación a temas menos vergonzosos para mí y el francés había dejado de reírse tanto como el resto de los chicos—. Nos darán la clase y luego el cuerpo de bomberos nos mostrarán algunas técnicas y haremos la práctica de esta noche en el Hospital de quemaduras.
Eso significaba que estaría muy ocupado y cuando era así significaba que no podríamos hablar sino hasta mañana. Reprimí el suspiro de cansancio que quise dar.
Nuestros estudios eran realmente intensos, sobre todo los de Rámses que llevaban una carga de horas prácticas que por lo general se terminaban duplicando.
—Te escribiré apenas pueda—me recordó, quizás mi cara me delató.
—Está bien, no te preocupes. Ya estoy llegando a la universidad.
—Y yo debo terminar de arreglarme para salir. Que tengas un buen día bombón. Te amo y lamento lo del trípode, le diré a Hayden que lo devuelva.
—No… digo—todos volvieron a estallar en risas y mis mejillas explotaron—. Voy a colgar.
Con Rámses aun riéndose le dije que lo amaba y terminé la llamada.
—Tranquila Amelia, entendemos que solo estás preocupada por la economía de Hayden y no por el interés en el trípode—a Donovan le encantaba molestarme.
Le rodé los ojos, me despedí y me bajé del auto antes de que pudieran seguir molestándome.
Caminé por los pasillos prácticamente desiertos hasta que llegué a mi salón. La población universitaria estaba de vacaciones, solo asistíamos los que íbamos a los cursos de verano, los que buscaban nivelarse con alguna materia y el club de tutorías que nunca descansaba. Entré a mi salón y saludé a Sara, quien siempre llegaba de primera.
—Amelia, ¿vienes corriendo?, estás sonrojada.
—Todo es culpa del francés sin filtro ni limites—sin él mirándome podía seguir un poco molesta, ella rio— y un portugués que le encanta molestarme.
—A mí me encanta ese portugués. Dime que estará hoy en la casa cuando vayamos.
—Estará pero tienes prohibido acercarte a él.
—Amelia—bufó—, si lo prohíbes solo lo haces más tentador. Necesito conocer a esta tal Marypaz, arruinó todo para todas. ¿De qué me sirve ser amiga tuya si no puedo tener acceso a Gabriel?.
Me encogí de hombros, mis normas eran claras. No pasaría otra vez por una situación como la de Marypaz, y ya que Gabriel era mi familia, podía tirarse a toda la universidad si quería, pero no a las que consideraba mis amigas.
El salón de clases comenzó a llenarse de a poco, Isabel llegó justo cuando el profesor comenzaba la materia del día. Vivía entre números y me encantaba, porque exigía que fuese organizada con todos los asientos contables, detallistas con cada gasto, ingreso, egreso… Era feliz con mi carrera y ni siquiera la comenzaba. Me destacaba en el curso justamente por eso, porque estaba estudiando lo que amo.
Cuando las clases terminaron salí del salón con Sara e Isabel a mi lado y planeábamos llegar hasta el metro y de allí a la casa cuando Sara gritó y clavó sus uñas en mi brazo. Busqué la razón y me encontré con Gabriel recostado del auto con sus lentes oscuros puestos, alzó la mano para saludarme y como siempre se me hizo imposible no sonreírle.
Me dio un abrazo y un beso.
—Mia Beleza. Te dije que te vendría a buscar.
—Y yo te dije que iría en metro con las chicas.
—¡Ese fue el error!. Pensaste que tenías la opción de negarte.
—Ya déjalo Amelia, Gabriel solo se preocupa por ti—agregó Sara mientras se acercaba a saludarlo. Acarició con cierto disimulo su brazo y el portugués sonrió.
—Hola Isa—saludó melodioso.
—Hola Gabriel.
Cuando él iba a intentar iniciar una conversación, como siempre Isabel lo evitó y subió al auto. ¿Qué tenía este portugués con los amores difíciles?.
***
Rámses O’Pherer.
Los ojos me pesan una barbaridad, a duras penas logro concentrarme en las anotaciones de mi libreta, y ya he releído mil veces la misma frase sin que pueda ni siquiera entenderla.
Mi rutina es una putada, empieza estudiando, termina estudiando y en el medio estudio y hago la práctica. Me faltan horas de sueño, horas de descanso, horas de todo. Me volví adicto al café y cualquier cosa que llevase cafeína. Era la única forma de que pudiese rendir lo necesario.
Hayden me dice que el curso es un intensivo avanzado, que las clases de medicina serán menos demandantes porque no tendré que hacer práctica los mismos días que vea clases. A esa idea me aferro, a esa y a que cuando esté en la universidad dormiré al lado de mi chica.
Extrañar a Amelia es la parte más difícil del puto curso porque cuando llego a la casa y solo quiero compartir mi día con ella, debo conformarme con verla por una pantalla y a veces ni eso, porque llego tan tarde que no quiero despertarla y que esté tan cansada como yo al día siguiente.
Lo único bueno de esto es que gracias a Dios Columbia me rechazó, porque no creo que hubiese podido estar separado de Amelia por tanto tiempo, ni tampoco de mi hermano. Si con Amelia hablo poco, con él hablo menos.
Harvard cada vez suena mejor y mejor.
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—Hey, te quedaste dormido. Vete a la cama.
Susana me despertó y por más tentadora que fuese la posibilidad de dormir ahora, mañana tenía un examen que no podía fallar. Así que me negué.
Restregué mis ojos y me levanté a la cocina por un poco de agua y ya que estaba allí me humedecí el rostro tratando de espantar el sueño.
—No haces nada quedándote despierto hasta tarde si mañana no podrás estar despierto en el examen.
Susana se recostó sobre la pequeña encimera de la cocina, sus senos se apretaron en el escote.
Los primeros días me incomodaba esa actitud, pero ya la ignoraba con gran facilidad, porque descubrí que era su personalidad, una muy zorra, pero mientras no pretendiese algo conmigo estaríamos bien.
Así que lo estábamos.
Me volteé para buscar algo que comer dentro de la nevera y opté por algunos melocotones en almíbar que me quedaron de ayer. Tome uno con mis dedos y lo llevé hasta mi boca.
El sabor dulce tan familiar me reconfortó. Recuerdo haber visto a mamá comiéndolos directamente de la lata, con sincero placer. Compartía siempre algunos conmigo y guardábamos el secreto de papá, no porque él lo prohibiese, sino porque mi mamá quería tener algo solamente nuestro.
Y la adicción que ambos teníamos fue nuestro secreto a voces, hasta que solo fue mi adicción, la mejor forma de recordarla.
—Ve a acostarte—me repitió.
—No he terminado este objetivo—tercié regresando a la mesa donde los libros seguían esperándome.
—Bien, como quieras. ¿Te hago café?.
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—¿Y bien? ¿Qué tal te fue?—me preguntó Susana apenas llegó a la casa.
—¡Excelente!, desde aquel día que me quedé dormido y me despertaste, me ha funcionado muchísimo estudiar en la madrugada. Creo que el café me afecta mejor a esa hora porque amanezco activo.
Susana largó una gran carcajada y cuando se recompuso de su ataque, habló:
—No es el café tonto, te he estado dando unas pastillas para estudiar. Son nuevas y son oxigenantes cerebrales, te ayudan a estar despierto y focalizado.
La rabia que sentí con su confesión me hizo levantarme del sofá donde permanecía recostado, tratando de recuperar las fuerzas.
—¡Maldición Susana!—grité ofuscado, aventando mi bolso al piso—. Odio esas cosas, lo sabes. ¿Por qué m****a no me lo dijiste?. ¿Pero qué coño te pasa?.
Ella paró de reírse, pero su actitud continuaba siendo altiva.
—Oye, has estado demasiado estresado con los estudios. Francamente, deberías agradecerme.
Me encerré en la habitación luego de azotar la puerta con tanta violencia que esperaba haberla roto. No podía creer que ella me hubiese hecho eso, pensé que había quedado muy clara mi posición respecto a las drogas.
Era una idiota definitivamente.
Me sentí inseguro con lo que me dijo que me dio, así que para calmar mi rabia y mis miedos, busqué por internet y varias páginas aparecieron. Era una droga bastante común entre los estudiantes y no decía nada de efectos negativos o secundarios. Eso me dejó un poco más tranquilo.
Imaginarme nuevamente en una dependencia por culpa de su idiotez me molestaba en exceso.
Además constituía un riesgo para mí considerando mi pasado con las drogas, aunque claro yo también era otra persona. Ahora soy más maduro y consciente, no busco ocultar mi dolor ni nada de esas mierdas que me pasaban por la cabeza cuando probé la primera vez, pero no quería tentar mi suerte. La desintoxicación que sufrí realmente me traumó, porque fueron los peores días de mi vida.
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Al día siguiente desperté aun molesto con Susana. No quería ni verla y por esa razón me levanté más temprano y me marché incluso antes de que Hayden, con la excusa de que asistiría al grupo de estudio.
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De todos los chicos con los cuales hice la visita hace unos meses solo coincidí con Ulises. Él fue admitido en la universidad de Boston pero insistió en hacer el curso para poder destacarse más en las clases, tenía una beca que no podía darse el lujo de perder. Así que cuando improvisadamente le dije para que estudiáramos juntos, aceptó de inmediato.
Tomé el transporte público hasta la universidad y una vez allí, mientras llegaba Ulises aproveché de llamar a mi hermano.
—Hola Irmão, ¿Cómo estás?—Gabriel apareció en la pantalla con su cabello enmarañado.
—Bien ¿y tú?.
—Bien, despertándome para hacer el desayuno. Por lo menos ya sé que Amelia debe estar despierta.
—No la he llamado, necesitaba hablar contigo primero.
—¿Todo bien?—ahora lucía un poco más despierto que minutos antes.
—Sí, es solo que… bueno, no caigas en pánico pero…—y entonces le conté todo lo de Susana, cuando terminé él permaneció en silencio pensando un poco.
Y por supuesto que entró en pánico.
—¿Volverás a tomar de esas pastillas?.
Su cara era de preocupación y susto. El pasó por lo mismo que yo. Mucho hablamos al respecto, nuestro miedo a pasar por ese mismo dolor indescriptible de querer algo como el aire que se respira y sentirse morir sin el.
—Por supuesto que no, solo que…
Maldición, no podía mentirle a él, aunque lo intentase.
—Te tentaron, porque de lo contrario no estarías llamándome.
Murmuré un quedo sí. Entonces escuché un líquido derramándose.
—¿Es necesario que orines mientras hablas conmigo?.
—Es necesario que orine, esté o no hablando contigo.
—Me preocupas—dijo por fin lo que estaba pensando, lo vi caminar por el departamento y llegar hasta la cocina.
No conocía el lugar en persona, solo por fotos, videos y algunas llamadas donde me mostraban el lugar. Eso me daba un poco de celos, yo quería estar allá con ellos. Aquí ciertamente no estaba solo, Hayden siempre sacaba tiempo para compartir el poco espacio que yo tenía en mi agenda, pero no era lo mismo, extrañaba a mi hermano y a mi chica.
A mi papá lo veía menos, ya tenía dos semanas fuera del país y la última vez que lo vi fue poco antes de marcharse. Ahora viajaba mucho entre las distintas embajadas, con una agenda más apretada que nunca antes por algunos problemas internos del país que pusieron las cosas tensas con la comunidad Europea. Lo que se traducía en menos Fernando para nosotros y más diplómatico O’Pherer para el mundo.
Una putada en resumidas cuentas.
—No tienes por qué preocuparte por mí—intenté tranquilizarlo, tenía su ceño fruncido, lo cual era muy raro en él—. Preocúpate por Susana porque como siga así Hayden se enterará de muchas cosas. No permitiré que me arrastre otra vez con ella.
Gabriel no respondió, solo asintió quedamente pero su ceño fruncido no desapareció del todo.
—¿Amelia sabe de esto?.
—¿Estás loco? Ella no traga a Susana, si le cuento esto… no quiero darle dolores de cabeza y aún me falta mucho tiempo por acá.
Volvió a asentir y abrió la nevera para sacar algunas cosas para el desayuno. Dejó el teléfono en un sitio donde podía verlo desplazarse por la cocina con tranquilidad.
—Dime que te vestirás antes de que despiertes a Amelia—iba solo con bóxer.
—¿Cómo crees que logro despertarla?—una de sus cejas se alzó con picardía y quise rasurársela.
—Más te vale que te vistas…—advertí y él se rio mientras rodaba los ojos—. ¿Y tú que me cuentas?.
—Bueno, no mucho en realidad. Hoy me reuniré con Isaack para estudiar Lógica Jurídica, tendremos la primera evaluación y no entendí nada en clases. Y mañana sábado tengo una cita con Aurora, una chica que conocí en el gimnasio.
—Esa es nueva. Amelia colapsará con los nombres.
—Estará bien, acordamos que a todas las llamará de “amiguis”—rió y soltó un gran suspiro—. Te extraño Rámses.
—Y yo a ti.
—Cuídate ¿sí?. No me gustó nada ese cuento de Susana, es como la versión femenina y sexy de Cólton.
—Que Amelia no te escuche llamarla sexy…
—Me mataría lo sé…
Poco tiempo después nos despedimos y en un par de minutos más llegó Ulises. Pasamos una hora entera estudiando, repasando los objetivos de la próxima evaluación, pero incluso él notó lo distraído que me encontraba.
No podía dejar de pensar en lo que había hecho Susana.
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—Rámses, no tuviste una buena puntuación en esta prueba, pero entiendo que el curso es difícil y anoche fue especialmente rudo en la emergencia. Sin embargo sabrás que el curso se aprueba con no menos de 9/10, y esta nota puede bajarte el promedio.
—Lo entiendo. ¿Puedo volver a presentarlo?—no era algo usual, pero debía intentarlo.
El profesor dudó, sin embargo sabía que yo era el hijo del Doctor Michia y francamente, nunca me aprovechaba de eso, sino hasta este momento.
—Bien, mañana a primera hora tengo tiempo. Llega a las 7 y te hago otra vez el examen.
Sonreí y estreché su mano.
Mañana tendría entonces dos exámenes por lo que debía comenzar a estudiar desde ya. Me dispuse a salir del hospital, hoy por primera vez terminaría la práctica a la hora correspondiente, pero en ese momento llegaron múltiples heridos por un accidente de tránsito y pidieron el apoyo de todos. No podía negarme.
Es por esa razón es que son las 2 de la mañana y apenas estoy llegando a la casa, sin haber podido estudiar para ninguna de mis evaluaciones.
—Susana…—toqué su puerta y esperé que me indicara que pasase, cuando no escuché nada me atreví a asomarme.
No había nadie en la habitación y en vez de irme, entré. Miré por encima de sus cosas comenzando a preocuparme. No tenía nada de tiempo para poder estudiar y los nervios comenzaban a ganarme. Entonces, desesperado me animé a abrir sus cajones, hasta que lo vi. Un pastillero completo con las oxigenantes.
Dudé mientras las veía. Volví a recordar lo difícil que fue despegarme de las drogas, lo que sufrió mi papá y el mismo Gabriel con su propia dependencia. Quité la mano de las pastillas y cerré el cajón; y con ese mismo impulso salí de la habitación de Susana y me encerré en la mía.
Me di un baño rápido y me dispuse a estudiar, pero los ojos se me cerraban y no podía concentrarme. Releía mil veces el mismo párrafo sin que pudiese entender nada, mucho menos grabármelo. No había taza de café capaz de despertarme y ya había tomado demasiadas, también probé lavarme la cara pero el sueño y mi cansancio eran intenso.
Las letras se me hacían borrosas, me costaba mantenerme despierto y en más de una oportunidad mi cabeza cayó rendida.
Tengo que aprobar estos exámenes. De nada valdrá todo este tiempo acá si no apruebo el curso y logro ingresar en la universidad.
Entonces volví a salir de mi habitación y entré una vez más a la de Susana. Tome una tableta de las muchas pastillas que tenía y sin querer darle más vuelta a la situación me tomé una.
Mi día comenzó como cualquier otro, con Gabriel despertándome bajo amenazas de besarme. Ya sabía yo que no lo haría, pero igual me daba miedo tentar mi suerte.Él era lo suficientemente suicida para temer.Arrastré mi cuerpo hasta el baño y luego de una ducha rápida y de vestirme estuve lista para sentarme a comer el desayuno que Gabriel siempre me preparaba. Bajo la misma rutina que había establecido con Gabriel, salimos a la hora acordada, con él apurándome como siempre, su sentido de la puntualidad era una molestia, pero cuando llegaba a clases a tiempo, terminaba agradeciéndolo.En el trayecto hasta la universidad, aprovechábamos de conversar con Isaack y Donovan, por lo general sobre sus prácticas o algunas viejas glorias.Nos habíamos acoplado bastante bien y con esto quiero decir que Gabriel aceptó muy bien todas las normas que puse. Cada quien era responsable de la limpieza de su cuarto y de su baño, las áreas comunes debíamos limpiarlas los dos, por turnos. Él cocinaba los d
—¿Rámses?. ¡Rámses!.Sabía que era él. Esas manos, su perfume. Intenté zafarme y escuché su risa mientras evitaba que me soltase.Soy una tonta, ¿Cómo creí que se perdería el cumpleaños de Gabriel?.Y ayer… ¡de seguro estaba en el aeropuerto!.—Rámses por favor.—¿Quién es Ramsés?—É Rámses. Y es un tipo allí…Él soltó una fuerte carcajada y me soltó.—Con que un tipo allí ¿no?.Le sonreí y salté sobre él para que sostuviera mi peso en sus brazos.—Vaya, con que este es el famoso Rámses—dijo detrás de mi Sara.—Hola Sara, hola Isabel, ¿Cómo están?—Gabriel saludaba a mis amigas y ponía especial interés en la que no le prestaba la más mínima atención.Mientras ellos conversaban, y con ellos quiero decir, mientras Gabriel intentaba hablar con Isabel y era ignorado y Sara intentaba llamar la atención del portugués y era ignorada; yo besaba a Rámses en el cuello, dándole pequeños besos por cada uno que él también me daba a mí. El único momento cuando no se ignoraron fue cuando lo felicitar
Cuando Rámses salió del baño no seguimos conversando. Isaack se disculpó una vez más con el francés y se despidió, prometiendo regresar después para la fiesta.—Sigo sin estar muy feliz de que él entre así. ¿Y si hubieses estado desnuda?—insistió Rámses mientras me miraba desvestirme, era mi turno de bañarme.—Eso ya pasó y desde entonces tengo más cuidado.—¿Qué?¡Ay!...—Fue un día que entró a la casa y no lo escuché estaba cambiándome y él entró sin tocar.Una extraña vena apareció en el cuello de Rámses. Sus ojos llamearon.—¿Cuánto vio?—siseó.—Nada. Me tapé a tiempo. Lo juro, pero desde ese día el toca antes de entrar.—Hoy no lo hizo…—Hoy venía alterado en una pequeña crisis.—¿Cuál crisis?.Dudé en contarle, la verdad es que era un secreto que no me pertenecía, pero Rámses y yo teníamos un pacto y no quería faltarlo. Él me miraba expectante.—No puedo decirte todo porque es bastante delicado y no me corresponde, pero te diré que Isaack tiene sentimientos por una persona que s
—¿Qué le dijiste para que lo soltara?—Fernando se acercó hasta nosotros y nos ofreció una bebida a cada uno.—Me ofreció un body shoot de chocolate— Rámses respondió por mí para mi indignación.—Rámses, de verdad que debemos trabajar en tus filtros—su papá rio pero intentó disimularlo por respeto a mi naciente vergüenza.—Eso fue rápido—Gabriel se acercó hasta nosotros y palmeó la espalda de su hermano.Como siempre, el problema había quedado en el pasado.—No había suficiente chocolate—respondió el francés mientras me besaba en la cabeza y se dirigía hasta donde estaban Mike y Hayden conversando ahora en otros términos a los que vi antes.Había untado mi cuello y mis pechos con el chocolate y aunque pudimos haber llegado a un orgasmo muy fácilmente, la casa estaba llena de familiares y amigos....Eran las casi cuatro de la mañana cuando comencé a sentir sueño y dejé caer mi cabeza sobre el hombro de Rámses. Muchos de los invitados ya se habían marchado, incluyendo a Hayden, Mike y
—¿Cómo que no la arreglaste?—No tiene arreglo bombón—respondió entre risas.—Mierda, mierda, mierda. Espero que no se dé cuenta entonces.Hice que botara los restos de la mesa esquinera en la basura, quedó como pulverizada. Creemos que Rámses la usó para buscar más apoyo para… bueno para darme más como lo pedí, y la rompió.Yo seguía limpiando todas las áreas por donde nuestros traseros y de más partes desnudas hicieron contacto. Esperaba que Gabriel hubiese tenido esa misma delicadeza si es que hizo lo mismo con alguna de sus citas.—Esto si lo pude arreglar—dijo victorioso cuando colgó una vez más el cuadro decorativo en la pared.No era su mejor trabajo, pero por lo menos a simple vista pasaba como en buen estado.No conseguimos las razones del por qué la mesa del comedor crujió, así que solo le rogué a Dios que no se desplomara de la nada.Mi teléfono vibró al mismo tiempo que el de Rámses. Era el grupo de la familia, donde Fernando avisaba que venían llegando.Me apresuré a term
Pov Gabriel.Mi alarma sonó como siempre y me desperecé en la cama. Salté al baño a darme una rápida ducha y en menos de quince minutos ya estaba trotando con mi hermano.Lo extrañaba demasiado. Cuando el viernes llegó y tuve que buscarlo en el aeropuerto estaba tan impaciente que llegaron a creer que esperaba a mi novia, cuando vieron a Rámses, me creyeron gay, claro que no ayudó la sonrisa que ambos nos dimos.Nunca nos habíamos separado por tanto tiempo.Y hoy se volvería a marchar.—Tienes que llamarme más seguido—le dije y el torció su sonrisa.—¿Tanto me extrañas?—No tienes ni idea hermano. Así llámame más seguido.No era que yo no lo pudiese llamar, es que los primeros días hablé más con su contestadora que con él, porque sus horarios eran una locura.—Tienes razón, lo haré. Pídele ayuda a Mike, Gabriel, no esperes que sea muy tarde.Asentí. Él tenía razón, pero quería demostrar que podía hacerlo por mí mismo. Siempre he sido el problemático, por una vez quería demostrarles qu
En cuanto la puerta se cerró y dejé de verlo tuve que cubrir mi cara, porque no quería que me viesen llorar. El dolor era como la primera vez, igual de lacerante, igual de difícil, mil veces menos soportable.Gabriel me llevó de camino al auto con su brazo sobre mis hombros. Me subió al asiento y manejó en silencio. Ya era hora del almuerzo así que tomó un desvio en la ruta. Llegamos a un pequeño restaurante de comida Hindú que me encantaba, contaba con mesas en las afueras del local, que daban hacía un concurrido paseo al borde del rio Charles.—Rámses se puso celoso pero esta vez mi pene no peligró.—Si, le costó ver como nos estábamos llevando. Dime que no le hiciste ningun comentario inapropiado…—Ninguno, lo juro. Le mostré tu stock de jugos de durazno que está en mi cuarto. Eso lo hizo sentir mejor.Me reí y mis mejillas se sonrojaron. Extrañaba tanto a Rámses que me volví obsesiva con el melocotón. Por lo menos era fruta y no chocolate o grasa, porque de ser así ahorita estaría
—Merde, merde, merde- mierda, mierda, mierda. Dès que vous l'avez vue, vous devez être parti - ¡En cuanto la viste te tuviste que haber ido—mi hermano me gritaba.Acababa de contarlo lo ocurrido con Amelia y Marié.— Eu tentei, mas você sabe como é Marié, ela se apressou para cumprimentá-la e lá ... merda, Amelia olhou para mim e senti seu cérebro me entediar. Ele pensou que fosse jogar em mim. Por que vocês acham que eu tenho um pênis pequeno? Aposto que você se jogou em muito mais. - Lo intenté, pero sabes cómo es Marié, se apresuró a saludarla y allí… mierda, Amelia me miró y sentí que me taladraría el cerebro. Pensó que me la iba a tirar. ¿Por qué todos creen que tengo un pene poco selecto?. Te apuesto que tú te has tirado a muchas más.—Probablemente, pero yo no presumía y nadie se enteraba. Por suerte estaba Donovan, no hubieses podido solo con ella.—Y Antonio es un inservible que no hizo nada.—¿Quién es Antonio?—El tipo que estaba con Amelia cuando llegué. Lo cierto del caso