—Princesa, oye. Oye. —Acarició su cabello y se lo apartó de la cara. La pudo ver mejor, allí con los ojos enrojecidos y la mirada compungida—. Dime qué ocurre. Mírame, estoy aquí.Alessa negó con la cabeza, cohibida. Leonardo detectó de inmediato las barreras que ella se negó a derribar.—Alessa, sé que esto no es por un simple desayuno que te salió mal o una prueba de embarazo negativa. Hay algo más y lo necesito. Necesito que te abras conmigo —exigió con mucha seriedad en esta ocasión, causando que la pelirroja lo mirara.—Yo quisiera.—También puedes.—¡Es complicado!—Sé que eres muy cerrada, sé que te cuesta comunicarte. Solo inténtalo conmigo, ¿de acuerdo? Sino esto se irá al carajo. Te lo estoy diciendo en término general, no estoy insinuando que planeo dejarte. Estaría loco si lo considero, incluso si perdiera la cordura, me quedaría a tu lado. Pero si no te comunicas conmigo, pequeña, vamos a perdernos en la mitad del camino.Si él tuvo muy claro una cosa, era que debía esforz
El Mercedes Benz rojo y negro atrajo inmediatamente la atención de Horacio (el gorila sin un pelo de tonto que siempre la odió) cuando ella arribó esa mañana a Le Roux Corporation, estacionándose en la calzada con toda la confianza del mundo. Tampoco le extrañó que el amargado Horacio estuviera allí para seguirle el paso, si ella le había enviado un mensaje a Elliot muy temprano, informándole de su visita.—Cuando me dijiste que vendrías a verme, lo reconozco, esperé un reclamo de Gold o que tú te arrepintieras —con ese comentario sagaz la recibió el rubio francés en su oficina privada. Ashley y Patricio, sus ex compañeros de trabajo, le dieron una mejor bienvenida.Alessa, como buena creadora de problemas, ya veía venir uno nuevo.—Esto será rápido.—Supongo que pensaste en renovar tu contrato conmigo, dado a los beneficios que te otorgó, y que nadie en su sano juicio te ofrecería.—Vine aquí a ponerle fin a este asunto de una buena vez —declaró Alessa impasible—. Si quisiera algo de
El titular ya había explotado las redes sociales cuando Alessa apareció en la mansión.«¡EL RUBÍ DE LA DISCORDIA ATACA DE NUEVO! ESTA VEZ, TENEMOS LA PRIMICIA. LA MISTERIOSA PELIRROJA FINALMENTE HA SIDO CAPTURADA EN LE ROUX CORPORATION, ¡BESANDO A NADA MÁS Y NADA MENOS QUE A ELLIOT LE ROUX! (FOTOGRAFÍAS ADJUNTAS A CONTINUACIÓN). ¿QUÉ PASÓ, AMIGUITOS? ¿LEONARDO GOLD NO HABRÁ SIDO SUFICIENTE PARA LA CHICA? POR EL MOMENTO, NO CONTAMOS CON LAS DECLARACIONES DE GOLD, PERO ES BASTANTE CLARO QUE ESTE JUEGO DE PASIONES PODRÍA DESTRUIR LAS VIDAS DE DOS GRANDES MAGNATES. QUÉ CARO LES SALIÓ EL DICHOSO RUBÍ.»Leonardo había explotado cuando Sophia rápidamente lo comunicó con urgencia y le exigió, usando ese tono mordaz y resentido, que revisara los tabloides de inmediato. Por supuesto, Leonardo la volvió a comunicar un minuto más tarde para preguntar cómo fue posible que permitiera circular esas fotografías por las noticias.Allí, dentro del despacho privado de la mansión, Leonardo caminó a paso
—¿Así que discutiste con Leonardo y trataste de seducirlo para que te diera trabajo? Amiga, tú te pasas de lista.Alessa se quejó, vistiéndose con unos shorts y una playera simple. La discusión con Leonardo fue al mediodía. Ya eran las siete de la noche y él no había salido de su taller en toda la tarde. Probablemente descargó unos martillazos en cualquier superficie, imaginando que era el rostro de Le Roux.—Apliqué una técnica válida e inofensiva —alegó.—Existen mejores como, oh, la comunicación verbal —dijo Carla en el altavoz de su Smartphone—. Úsala más seguido.—Bien, hablaré con él —aceptó a regañadientes los consejos de su mejor amiga—. ¡Aunque ya le expliqué que Le Roux se me abalanzó!—Debe estar enojado con Le Roux, no contigo. Pero puedes ayudarlo a olvidar ese trago amargo que recibió hace unas horas. No es un hombre de hierro, es un ser humano que te ama de verdad. Ve con él, cierra bien tus piernas y verás que el resto fluirá.Después de las recomendaciones, y que Carl
Una de esas noches, Alessa tuvo un sueño bastante extraño. En un principio, creyó era una alucinación suya. Pero el sueño se sintió tan vívido. Con su familia, Carla incluida. Y estaba Leonardo, esperándola al final de un pasillo…Se despertó, jadeando pesadamente. ¿Había perdido la razón?“A lo mejor la perdí cuando me enamoré”, pensó con los ojos achicados.Se encontraba en la habitación de Leonardo, todavía era de noche. Leonardo durmió a su lado y tenía la intención de acurrucarse con él para relajarse, dejar ir las dudas con su compañía, cuando su teléfono zumbó sobre la mesita de noche. Apoyó las manos detrás de ella y decidió contestar un rato después.—Hola, cariño, ¿cómo estás?Alessa pegó un brinco del susto y revisó el identificador de llamadas. Sí, era su madre.—¿Ma? ¿Qué pasó? —Frunció el ceño—. Espera, ¿sabes qué hora es?—Una hora que le puedes dedicar a la mujer que te parió, Genevieve. Bueno, aunque pareciera que en tu nueva realidad el resto de la humanidad es inexi
—Lo repito. Debería darte vergüenza. Te desapareces y ni una señal de humo me das, Genevieve.La aludida se encogió de hombros y sostuvo más arriba la tableta, por donde estaba hablando con una resentida Agatha Sinclair dos semanas después de la última llamada que compartieron.—Ma, perdón —insistió—. Se me olvida.—¿Se te olvida que tienes madre?Alessa suspiró y volvió a intentar:—Se me olvida comunicarme.—A mí no me engañas. Te he visto en línea estos últimos días.Atrapada. Alessa ladeó la cabeza y quiso pegarla contra una pared. Fue a propósito, la distancia. Necesitaba mantenerse lejos de los comentarios y los sermones de Agatha, después de su última conversación aquella noche. Le inquietó pensar que su madre ya se había enterado de los chismes acerca de ella, el rubí de la discordia, y su “supuesta aventura” con dos magnates empresarios. Si supo lo del falso embarazo…—Te envié a Estados Unidos para que estudiaras en esa estúpida Facultad, no para que nos fantasmearas o te qui
Alessa le rogó a Leonardo de usar un auto sencillo para ir a su casa. El viaje a Toronto lo realizaron en su jet privado y de allí se movilizaron enseguida en un deportivo plateado. Vale, al menos evitó que se llevara el naranja o el amarillo. Iban a parecer luciérnagas de lo llamativos que eran esos.Ella hizo mil intentos para convencerlo de no ir. Honestamente, aunque amaba a su familia, creía que era un paso que marcaría mucho su vida y no sabía si ya estaba preparaba.—¿Estás seguro de que quieres hacer esto, Leonardo? —preguntó por enésima vez, sentada de copiloto en el auto.Leonardo Gold la miró de reojo y resopló. Comprendía que la situación le resultaba incómoda, pero empezaba a pensar que, en realidad, por primera vez, Alessa estaba asustaba.—¿Tienes miedo de que conozca tu familia?Alessa no lo miró, ni respondió. Eso fue una clara respuesta que lo impresionó.—Princesa, ¿en serio estás asustada? —Esta vez no fue sarcástico, sino sincero y preocupado.La pelirroja suspiró
Cuando la cena estuvo casi lista, Leonardo apareció en la cocina con Charlie en brazos. Alessa los miró enseguida. Agatha sonrió.—Es evidente que se llevan muy bien.—Ya somos socios. ¿Verdad, campeón? —Leonardo le dijo al niño y el niño asintió—. Ahí lo tienen.—Oh, ya vuelvo. En un momento, ¿sí? —exclamó Agatha.La pelirroja menor señaló una de las ollas en la hornilla encendida.—¿Y eso, ma?—No te preocupes por eso, Alessa. No se va a quemar ni nada.—Sí, claro —ironizó, viendo a su madre salir de la cocina. Miró a Gold sentado en la mesa, con Charlie en sus piernas. Su hermano ahora tenía cara de llanto.—Los niños son manipuladores. Tu hermanito no es la excepción, sabe manipular con el llanto —comentó Leonardo, observando a Charlie con suspicacia. El niño quería que se levantara y lo meciera de pie, pero no lo hizo. En cambio, se explayó en la silla y empezó a tocarle la nariz con un dedo.Alessa estaba mordiéndose los labios y el pulgar mientras lo veía fijamente. Se acercó y